Son incontables las lecturas que es
posible realizar de cada escena de los Evangelios; y no se descartan unas a
otras; se superponen armoniosamente, como las imágenes de un caleidoscopio al
girarlo. Como siempre que nos asomamos a la profundidad de la Palabra del
Señor, podemos situarnos en ese “espacio” atemporal donde lo que sucedió sigue
sucediendo, y pedir a los personajes que nos dejen entrar y vivir junto a ellos
esos acontecimientos históricos y alegóricos, simbólicos y reales a la vez, que
nos abren las puertas de la libertad.
Estos días santos son buena ocasión para revivir la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Mirémonos en cada personaje, busquémoslos dentro
Estos días santos son buena ocasión para revivir la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Mirémonos en cada personaje, busquémoslos dentro
Cuando leemos los pasajes que narran
la Pasión, de entrada suele saltar el mecanismo que nos impide vernos
reflejados en los personajes infieles, traidores, cobardes… Y nos perdemos la
esencia del mensaje y su eficacia. Si nos decimos: “Yo nunca haría eso, jamás”,
es que conocemos poco la condición humana y nos conocemos poco a nosotros
mismos. El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. Se trata de aprender a
optar por lo mejor, porque, aunque el día está de caída, aún tenemos luz.
Hace falta valentía y sinceridad para
ver cómo se suceden todas las actitudes y sentimientos en el
propio corazón. Cada uno debe descubrir qué papel o qué papeles ha interpretado
a lo largo de su vida y los que está interpretando hoy. Porque los personajes
de la Pasión se repiten de muchas maneras, con infinitos matices, en nuestras
vidas, alternándose o fusionándose a veces.
Así es como hemos de leer los
Evangelios y, en general, las Sagradas Escrituras. Buscándonos, reconociéndonos
en todos y cada uno de los personajes, incluso en los más detestables. Solo
así, integrando la propia sombra, terrible a veces, lograremos reconocernos en
los personajes más dignos, valientes, generosos. Y, un día, por la gracia de Dios, podremos
reconocernos en la Persona de Jesucristo, vida nuestra, porque Le encontraremos en nuestro corazón; seremos uno con Él.
Juan, María Magdalena, Simón de Cirene,
José de Arimatea… Todos están en nosotros, con sus actitudes y sus sentimientos.
Pero también están los que condenan a Jesús, las turbas enloquecidas que piden
su sangre, y Pedro, Judas, Pilato, Caifás…, con su cobardía, su traición, su
ceguera, su tremenda ignorancia.
Estos días de gracia y misterio, de
silencio y reverencia, nos acercamos a algunos de los personajes de la Pasión,
para mirarnos en ellos y, con sus ojos, mirarle a Él.
Tal vez nos resulte más fácil ir “entrando”
a través de los secundarios, los menos destacados, para luego ir acercándonos
al centro, al Único que no es personaje, sino Persona, Verbo encarnado para
elevarnos con Él desde la Cruz a la Resurrección.
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