Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 25 de febrero de 2017

Un solo Señor


Evangelio de Mateo 6, 24-34

Nadie puede servir a dos señores, porque despreciará a uno y amará al otro; o al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida, pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana; porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su afán.


                                            Escena de Vive como quieras, de Frank Capra


En la película de Frank Capra, Vive como quieras (en traducción literal del inglés, No podrás llevártelo contigo), al Señor Poppins, contable que conserva el corazón de un niño, le basta escuchar la llamada de Dios a través de un desconocido, para dejar atrás una vida gris, de sumisión a un jefe que sirve al dinero, y convertirse en un lirio del campo, alegre, entusiasmado y libre. Confianza y libertad son los valores que nos transmite esta película inolvidable, fiel al Evangelio. Confianza y libertad..., dos tesoros del cristiano, que ha de vivir con la serenidad de los hijos de Dios. ¿Cómo no confiar, si la vida es vivir en Cristo?  www.viaamoris.blogspot.com

Jesús dijo en la Cruz, al final de Su misión: “Todo está cumplido”. Si todo está cumplido y la Historia de la Salvación realizada, solo tenemos que aceptarlo, vivirlo, reconocerlo cada día, recordando que no hay nada que proteger, acumular, preservar, justificar ni controlar.

Todo está cumplido. Todo es perfecto y pleno para el que vive en Comunión con Jesús, el único Maestro, el único Señor, el único que salva. La búsqueda ha acabado; hace dos mil años que podemos vivir despiertos, libres, hijos de la Luz, santificando el momento presente, haciendo extraordinario lo ordinario, como los lirios del campo, como las aves del cielo, sin miedo a perder o morir, porque Él venció a la muerte y dio Su vida para salvar la nuestra.


Fiat voluntas tua.
Fiat mihi secundum verbum tuum.
Fiat lux.
Voy hacia atrás, buscando el primer fiat,
para fundirme en Él, y no lo encuentro.
¿Cuántos siglos, cuantos millones de siglos,
cuántos eones quizá,
debería remontarme
hasta encontrar aquel hágase,
pleno de vida y amor?
Ninguno; todo es ahora,
justo ahora, cuando sabes
que no hay tiempo para Dios.
Hágase la luz, y la luz se hace,
en el caos que aún envuelve
con tiniebla y olvido
el alma que espera y confía.
Hágase en mí según tu palabra
y el Hijo se encarna
en el desierto oscuro de mi vientre,
de repente vergel.
Hágase tu voluntad, esa es la clave,
nuestro fiat cotidiano,
lo repito, lo contemplo, lo respiro, ¡hágase!
Porque Su voluntad, la que Le pido,
es salvarme,
salvarte,
salvarnos.
Pero hemos de aceptarlo
cada día, cada instante.
Y este fiat, el definitivo,
incluye los demás, nos los ofrece,
como si hubiéramos estado
junto al Verbo desde el Principio,
pues lo estamos, si Él lo quiere…
¡Y Él lo quiere!
Ahora somos creados, fiat lux;
ahora el hijo se encarna, fiat mihi secundum verbum tuum;
ahora, ahora, ahora me vacío
de mí misma para que me llene
el Espíritu de la Divina Voluntad,
que es Amor, y lo restaure todo.
Nuevos cielos, nueva tierra;
Dios y alma se reencuentran.
Fiat voluntas tua,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo…
La tierra soy yo, somos nosotros,
tierra bendita, nueva
por Aquel que hace todo nuevo…
fiat, por siempre, fiat.




Salmo 103, El Señor es compasivo y misericordioso


           Ved qué ventajas nos promete Jesucristo y cuántos de sus mandatos nos son útiles, puesto que nos liberan de grandes males. El daño que nos causan las riquezas, dice, no es solo armar a los ladrones contra vosotros y llenar vuestro espíritu de profundas tinieblas; la gran herida que produce es que os arrancan  de la bienaventurada servidumbre de Jesucristo, para convertiros en esclavos de un metal insensible e inanimado.
           “No podéis servir a Dios y al dinero” ¡Temblemos, hermanos, ante la idea de que forzamos a Cristo a hablar del dinero como de una divinidad opuesta a Dios!
          ¿Pero cómo, diréis, han encontrado los antiguos patriarcas la manera de servir conjuntamente a Dios y al dinero? De ningún modo.
         ¿Pero cómo Abraham, cómo Job han lanzado tantas exclamaciones por su magnificencia?  Os respondo que no es necesario en absoluto denunciar aquí a los que han poseído las riquezas sino a los que han sido poseídos por ellas.
          Job era rico; se servía del dinero, pero no servía al dinero, era el dueño y no el adorador. Consideraba su bien como si hubiera sido de otro, se consideraba como el dispensador y no como el propietario. Por eso no se afligió cuando lo perdió.

                                                                                                  San Juan Crisóstomo



                                                                 Confiad siempre en Dios

sábado, 18 de febrero de 2017

Amor perfecto


Evangelio de Mateo 5, 38-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Yo, en cambio os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y a quien te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.

Resultado de imagen de james tissot sermon on the mount
El Sermón del Monte, James Tissot


Para amar a los enemigos hay que aprender a amar la cruz. El Maestro nos lleva un paso más allá en su enseñanza radical e irrepetible, termómetro para medir nuestra tibieza. La cruz no amable ni aceptable para la lógica de un mundo que rechaza lo duro, lo feo, lo desagradable. Se esconde la vejez, la enfermedad, la muerte en una sociedad de jóvenes alienados y adultos con síndrome de Peter Pan, que no quieren saber que les queda un puñado de años para culminar su vida inútil.

En el Padrenuestro decimos hágase Tu voluntad. Pero cómo nos cuesta asumirlo en nuestros pequeños dramas cotidianos. Así nos forja, así nos modela el divino alfarero. Amar la pasión…, como exclama Rafael Arnaiz en el texto de abajo… Empiezo a saber lo que es conocer, meditar, amar la Pasión de Cristo, más allá de palabras y teorías. De Su costado brota sangre y agua que purifíca y transforma al que Le mira y acepta ser salvado por tan tremenda locura de amor.

Porque esa Cruz que tantos rechazan, incluso entre muchos cristianos porque da mal rollo, y preferirían un maestro más ligero y relajante o con mejor onda, esa Cruz, signo de división, es nuestra bandera, nuestra esperanza, nuestra salvación. Nosotros predicamos a Cristo crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios, como San Pablo. Por eso aprendemos a aceptar nuestras cruces, viendo en ellas un instrumento de transformación y purificación.

La cruz eleva, transforma y dignifica pero no tiene nada que ver con lo que el mundo entiende por dignidad. La falsa dignidad del mundo consiste en competir, destacar, asegurar, acaparar honores vanos y efímeros, recibir el aplauso y el reconocimiento de muertos vivientes. Son esos estribillos absurdos que, aun sin ser pronunciados, flotan en el aire y marcan nuestras actitudes y nuestros modos: “¿quién te crees que eres?” o “¡usted no sabe con quién está hablando!”. Lo sabio, lo acertado sería decir, pensar, sentir que no somos nada y, en coherencia, no pretender sino ocupar el último puesto. Y entonces, como descubrió Charles de Foucauld, nueva paradoja de un Dios que se hace hombre y muere por amor, comprenderemos que ninguno de nosotros puede ser el último porque en ese puesto siempre encontraremos a Jesucristo, enseñándonos a amar la cruz, el camino descendente.

Por la cruz a la Luz. Los desprecios, humillaciones, abandonos, sufrimientos y traiciones forman parte del camino descendente que Él recorrió y hemos de seguir sus discípulos; todas las adversidades tienen “peso de eternidad”. Son  cruces dolorosas que, aceptadas, vividas con consciencia y mansedumbre, nos unen a la Cruz salvadora de Cristo y nos transforman, nos hacen libres, dignos de la vida eterna por ser Hijos de Dios, filiación divina que el Amor de Cristo nos devuelve.


File:Crucifixion by the Romans (Vasily Vereshchagin - 1887).jpg
Crucifixión, Vasily Vereshchagin


Bendito Jesús, ¿qué me enseñarán los hombres, que no enseñes tú desde la Cruz? Ayer vi claramente que solamente acudiendo a ti se aprende; que solo tú das fuerzas en las pruebas y tentaciones y que solamente a los pies de tu cruz, viéndote clavado en ella, se aprende a perdonar, se aprende humildad, caridad y mansedumbre. No me olvides, Señor… Mírame postrado a tus pies y accede a lo que te pido. Vengan luego desprecios, vengan humillaciones, vengan azotes de parte de las criaturas. ¡Qué me importa! Contigo a mi lado lo puedo todo. La portentosa, la admirable, la inenarrable lección que tú me enseñas desde tu cruz, me da fuerzas para todo. A ti te escupieron, te insultaron, te azotaron, te clavaron en un madero, y siendo Dios, perdonabas humilde, callabas y aún te ofrecías… ¡Qué podré decir yo de tu pasión!… Más vale que nada diga y que allá dentro de mi corazón medite esas cosas que el hombre no puede llegar jamás a comprender. Conténteme con amar profundamente, apasionadamente el misterio de tu pasión. ¡Qué dulce es la cruz de Jesús! ¡Qué dulce sufrir perdonando! ¡Cómo no volverme loco! Me enseña su corazón abierto a los hombres, y despreciado… ¡Dónde se ha visto ni quién ha soñado dolor semejante! ¡Qué bien se vive en el corazón de Cristo!

                                                                                                       San Rafael Arnaiz Barón



                                                  En mi Getsemaní, María José Bravo


 El colmo del Amor,
amor hasta el extremo:
amar al que te odia,
al que te ataca,
al que mira indiferente
cómo sangra la herida
que su envidia infligió
en tu piel inocente
o en tu confianza.
Amar al que traiciona,
al que ignora tu voz
implorando su ayuda. 

Amor sin medida,
ni condición.
También al que se porta
como enemigo cruel,
sin razón ni motivo,
al que ofende y se burla,
al que te hace caer,
al rencoroso… 

La paradoja santa,
valor que abrasa el odio
y enciende el corazón.
Amor purificado
que dignifica,
y te hace fuerte, libre
para seguir amando hasta el final
como el Maestro.

Amor total, Amor,
fuego divino
inflamando la tierra,
espada de doble filo,
arrancándonos el miedo
con tajo firme,
cirujano preciso,
dolor que se transforma
en amor si le damos
peso de eternidad,
y todo, hasta el pecado,
tiene sentido, feliz la culpa
que mereció tal Redentor.

Amor que salva
clavado en una Cruz.
De la Cruz a la Luz,
del dolor al amor,
para la Vida.

sábado, 11 de febrero de 2017

Palabras de Vida


Evangelio de Mateo 5, 17-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego.  Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y luego vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo. Habéis oído el mandamiento “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: todo el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echando entero en el abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al abismo. Está mandado: “El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio”. Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer –no hablo de unión ilegítima– la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Sabéis que se mandó a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro uno solo de tus cabellos. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.”


El Sermón de la Montaña, Carl Bloch

El Evangelio de hoy puede parecer exagerado, sobre todo en estos tiempos de tolerancia mal entendida y relativismo. ¿Por llamar necio a tu hermano vas al fuego? Sí, lo dice el Maestro. No nos quedemos en lo literal, vayamos a la esencia del mensaje. Llamar imbécil o necio a tu hermano es signo de la división, de la separación, de lo diabólico… Es la crispación que vemos hoy con tanta claridad.

Mirar a una mujer casada deseándola es adulterio... ¿Exagerado? No, porque Jesucristo quiere que cuestionemos nuestra actitud, que vayamos al corazón donde nace la impureza. Quiere sacarnos de la inercia para mostrarnos la importancia de ser comprometidos y fieles; es la radicalidad de su mensaje. ¿Sacarse un ojo, cortarse una mano o un pie? Simbólico, claro, pero signo de coherencia y claridad.

Qué listón tan alto, la perfección de la ley, el “más difícil todavía”, que solo el amor hace posible: perdonar al que te hiere, ser impecable en pensamientos, actitudes y sentimientos. Para que entendamos, el Maestro recurre a la hipérbole y a la paradoja que crea nuevas realidades, conciliando opuestos: amigo-enemigo se concilian en el Amor; herida-consuelo, en Amor; pérdida-ganancia, también en el Amor. Nos impulsa a dejar de buscar, esperar y confiar aquí abajo, en el mundo limitado y distorsionado de los hombres, para encontrar / ser encontrado por Aquel que nos creó perfectos (como hemos recordado estos días leyendo el relato del Génesis) y del que nos separamos. Jesús olvida todo, perdona todo, asume en Sí mismo todas las consecuencias de nuestra soberbia y vano anhelo de autosuficiencia, de tal modo que convierte la separación en un mal sueño.

Jesús, nuevo Moisés que nos entrega la ley del Amor, la libertad, la confianza… Amar a todos, incluso a los que te hacen daño. Y dejar todo lo que nos encadena al mundo y su lógica diabólica, separadora. Si tu ojo, si tu mano, si tu pie…, arrancarnos apegos, lo que nos hace vivir sin recordar a Dios, orgullosos, endiosados, al borde del precipicio...

Jesucristo viene a perfeccionar la Ley; gracias a Él somos sal y luz del mundo como veíamos el domingo pasado, porque Él lo es, y nosotros somos Su reflejo. Perfectos, como dice la segunda lectura (1 Corintios2, 6-10), porque reflejamos Su perfección. ¿Cómo? Escogiendo seguirle, decidiendo ser fieles en el seguimiento. Es otra justicia, otro orden de leyes, otra sabiduría, la verdadera, como vemos en www.viaamoris.blogspot.com. Es lo contrario al relativismo que nos rodea. Está todo tan contaminado de egoísmo y tibieza que cuesta verlo en uno mismo.

Hablar sí, sí, no, no…; y pensar y sentir… Se trata de elegir a cada instante a quién o qué seguimos. La vida consiste en escoger, decidir, soltar, optar, ejercicio de la libertad que se nos dio. Lo he comprendido reflexionando sobre el Evangelio de hoy y es precisamente lo que propone la primera lectura (Eclesiástico 15, 16-21). Qué inspirada la liturgia… La Palabra de Dios está viva, no está congelada; su significado transforma. ¿A quién vamos a ir si solo Él tiene palabras de vida eterna?

Ay, qué fácil es escoger ahora, en estos tiempos de crepúsculo y zozobra, qué clara la elección cuando se ve con claridad  la tramoya del gran teatro del mundo, como lo llamó Calderón de la Barca…. Ojalá hubiera escogido antes, cuando era joven, cuando era niña, en lugar de pasar años escuchando palabras mortales y no las Palabras de Vida… Cuántas veces escogí muerte, mentira, humo, ceniza que el viento esparce… O, ¡tal vez no! ¿Cómo iba a escoger muerte si Él me escogió a mí antes aún de que mi madre me concibiera? Muchos son los llamados y pocos los elegidos… Todos elegidos, predestinados, inscritos en el Libro de la Vida desde siempre y para siempre. Solo hace falta reconocerlo y decir Sí a esa elección que precede a todo… Solo un Sí se nos pide. María lo dio pronto, impecable, perfecto Sí… Dimas lo dio en el último momento de una vida turbia y aparentemente inútil… Y aun así fue el primero en llegar al Paraíso, junto al Señor de la Vida. Cómo no volverse loco de amor por un Dios que ama con locura…

El perfeccionamiento de la ley…, parece imposible cumplir, pero con Él es posible… Sin mí no podéis nada, resuena en el Monte de las Bienaventuranzas y en el Tabor y en el Gólgota… Es el abrazo infinito, el lazo vertical que nos eleva, la maravilla de la Redención, que nos recuerda la profecía de Ezequiel (Ez 36, 25-27):


Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios.



                             Señor, Tú tienes palabras de vida, Hermana Glenda

miércoles, 1 de febrero de 2017

Ser luz


Evangelio de Lucas 2, 22-40

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones”. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Su padre y su madre estaban admirados por todo lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: “Mira, este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma”. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret, El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Resultado de imagen de giotto la presentación

                                      La Presentación del Niño Jesús en el Templo, Giotto


                                                                                    Yo sé de quién me he fiado.

                                                                                               2 Timoteo 1, 12

Sí, Jesús basta; donde está Él no falta nada. Por muy queridos que sean aquellos en quienes brilla un reflejo de Él, es él quien constituye siempre el Todo. Es Todo en el tiempo y en la eternidad.
                                                                                               Charles de Foucauld

La perfección se llama Jesucristo; el camino de la perfección es Jesucristo; la fuerza para seguir este camino es Jesucristo. Singular unidad, innombrable multiplicidad, sueño inconcebible, realidad indestructible. He aquí el objetivo del Universo, he ahí el propósito de mi existencia.
Paul Sédir


En la primera lectura de hoy (Malaquías 3, 1-4), aparece una prefiguración de Jesucristo como Salvador. Se nos dice que viene como fuego que purifica, como lejía que blanquea, como fundidor que refina y sutiliza… Podemos participar de esa Obra que Él hace en nosotros, si actuamos, pensamos sentimos en Él, porque Él transmuta todo, refina todo, purifica todo. Y como Él no viene con paños calientes ni algodones, nosotros hemos de ser también decididos y radicales en esta labor necesaria para que la ofrenda que somos pueda ser presentada.

El Verbo se hizo hombre para liberarnos, nos recuerda la segunda lectura (Hebreos 2, 14-18). Y como hombre, con muerte de hombre, venció al diablo, al separador, “y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos.” Se hizo hermano nuestro para elevarnos, y ha pasado voluntariamente por la prueba del dolor para “auxiliar a los que ahora pasan por ella.” Se ha hecho uno de nosotros para que nosotros seamos uno con Él y con el Padre. Porque la vocación definitiva del hombre es la unidad con el Único. Qué misterio grandioso para la mente…, solo el corazón vislumbra su grandeza.

Después de haber sido testigos del inicio de la actividad pública de Jesús, ya adulto, la liturgia nos propone que hoy volvamos “atrás”, al momento de la Presentación en el Templo, para conocer mejor a Aquel a quien seguimos y de quien nos fiamos.
En el versículo que precede inmediatamente al Evangelio de hoy, leemos: y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (Lc 2, 21). Ese Nombre, que significa Salvador, es la mejor, más efectiva y poderosa bendición que podemos dar y darnos. Nombre nuevo y antiguo, Nombre eterno, que no separa ni divide como el resto de los nombres, sino que ilumina, transforma y da la Vida.

Cuarenta días después de su nacimiento, como establecía la ley de Moisés, María y José llevan al Niño Jesús al templo, con el fin de ofrecerlo al Señor. Con este ritual se llevaba a cabo la purificación de la madre y la ofrenda del primogénito a Dios. Otro ejemplo claro de que cuando Jesús irrumpe en la Historia, no abole las leyes, sino que las completa y perfecciona, las trasciende dentro de ellas.
Los dos pichones que llevan, la “tasa” de los pobres, son todo un símbolo, como su nacimiento en el portal de Belén, de la actitud que Jesús tendrá, y nos enseñará a tener, hacia las riquezas del mundo, y de quiénes son sus “preferidos”: los pobres, los últimos, los excluidos, los abandonados.
Cristo, el Consagrado del Padre, primogénito de la nueva humanidad. Porque Lo hemos “visto”, podemos, como Simeón, irnos en paz cuando llegue la hora, ya no hay miedo a la muerte, lo ha conjurado Jesús. Desde el principio, su existencia terrena es una purificación destinada a todos.
“Y a ti una espada te traspasará el alma”: es el anuncio del sufrimiento extremo de María, corredentora, como todos los que saben aceptar y entregar el sufrimiento consciente.

En Ana de Fanuel vemos la constancia, la esperanza, la fidelidad, la coherencia, el servicio, la entrega generosa y entusiasta. Cuántas virtudes nos transmite Lucas, en apenas cinco líneas…

Fe y confianza, sin ellas no podríamos avanzar en el Camino. Simeón y Ana son nombres simbólicos: Simeón, “el señor ha escuchado” y, Ana, “regalo”. Dos profetas ancianos, sencillos y fieles, que se han preparado para poder reconocer la Luz y recibirla, que esperan y confían. Queda claro que en ese momento de revelación y anuncio, acaba el tiempo de la ley y comienza el tiempo del Espíritu, que les ha inspirado e impulsado.

La trayectoria y la actitud de Ana y Simeón nos recuerdan que, por nosotros mismos, podemos hacer muy poco, pero, si contamos con la luz y el apoyo de Dios, somos capaces de todo. Jesús es nuestro guía hacia la más íntima fusión con la propia esencia divina. Caminamos de su mano, junto a Él, enamorado de cada alma individual, hacia la Unidad.

Jesús, el Salvador, la Luz del mundo es bandera discutida, como dice Simeón, porque la entrega a Él no admite medias tintas o ambigüedades: lo aceptamos o lo rechazamos; estamos con él o contra él. La radicalidad de su mensaje y su misión nos pide ser radicales también en las opciones

José y María cumplen con la ley y regresan a su casa, su trabajo, su cotidianeidad, en la que el Niño irá “creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.” Jesús, como hombre, ha de desarrollarse, vive un proceso de crecimiento exterior e interior, no nace sabio… Es la gracia de Dios, Su propia gracia, la que acompaña al ser humano que también es, y le permite desarrollarse en todos los sentidos hasta llegar a Su plenitud.

 Como Jesús, el Salvador, es Luz de las naciones, también la entrega fiel y coherente de los consagrados a Dios y a los hermanos es luz, signo de la Presencia de Cristo en el mundo.
Puede parecer a primera vista que el que opta por consagrarse totalmente al Señor, renunciando a los amores “exclusivos”, pasa a ser uno más entre miles. Todo lo contrario: Él es el único que busca, llama y quiere a cada uno por su nombre; te busca, te llama, te quiere a ti, y a mí.
La que se entrega a Él es el alma; por eso, en ese acto de entrega, de autodonación consciente, “recreamos” el alma. Si no, no podríamos dársela.

Lo que se conoce como vida consagrada es la manera más coherente y natural de vivir del que ha soltado todos los apegos del mundo. Como dice San Bernardo: “Dios es amor y nada creado puede colmar a la criatura hecha a imagen de Dios, sino Dios-Amor; solo él es más grande que el amor.”           
En realidad, ese amor total es la Meta para todos, no solo los consagrados oficialmente, y así lo subraya Edith Stein: “Sponsa Christi no solo es la virgen consagrada a Dios, sino también toda la Iglesia y toda alma cristiana, como María es el modelo de la Iglesia y de todos los redimidos.” Solo que no todos estamos preparados para aceptarlo de inmediato y vivir en consecuencia (Mt 19, 12; 1 Cor 7, 7-9).

La Candelaria, procesión de velas que hoy se realiza en muchas iglesias, simboliza la venida y el paso de Cristo, la Luz que alumbra a las naciones e ilumina la historia, y la luz que enciende en los corazones de aquellos que deciden entregarse a Él con una decisión valiente y definitiva.
A la Virgen María, la mujer consagrada por excelencia, la espada del dolor le traspasó el alma, como vaticina hoy Simeón. Y ese dolor que no sufrió en el parto del Hijo, y sí en el parto espiritual de nosotros, también sus hijos, la hizo corredentora. Todo sufrimiento consciente, asumido con la mirada en esa Meta de Amor y de Unidad, hace de nosotros nuevos corredentores, luz del mundo, presencia de Dios.



                                                                     Ave María, Bach


Mirad hacia Él y quedaréis radiantes” (Sal 33,6). No tanto para llevar en vuestras manos una antorcha sino para ser vosotros mismos antorcha que brilla por dentro y por fuera, para vuestro bien y bien de los hermanos.
              Y tú, que posees tantas lámparas interiores que te iluminan, cuando se apague la lámpara de esta vida, brillará la luz de la vida que no se apagará jamás. Será para ti como la aparición del esplendor del mediodía en pleno atardecer. En el momento en que piensas que vas a extinguirte, te levantarás como la estrella de la mañana (Jb 11,17), y tus tinieblas se transformarán en luz de mediodía (Is 38,10).
               Beato Guerrico de Igny