Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 26 de junio de 2021

Despierta, tú que duermes

 

Evangelio según San Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
–Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido, curaría.
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando:
–¿Quién me ha tocado el manto?
Los discípulos le contestaron:
–Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿quién me ha tocado?»
El seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo:
–Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
–Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
–No temas; basta que tengas fe.
No permitió que lo acompañara nadie más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo:
–¿Qué estrépito y qué lloros son estos ? La niña no está muerta, está dormida.
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
–Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar –tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Resurrección de la hija de Jairo, Som Vag Batvg

Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz
                                                                                                                                 Efesios 5, 14

Con estos dos relatos, unidos por razones teológicas (Jesús trae la Salvación, vence el dolor y la muerte) y literarias (mientras la hija de Jairo agoniza, se produce la curación de la mujer), el evangelista crea una especie de circuito: la fe de Jairo le lleva a pedir la salvación de su hija a Jesús. Cuando Jesús camina hacia la casa de Jairo, la mujer enferma de hemorragias requiere a Jesús, pero a escondidas, con la inocencia de una niña, tal vez de una niña de doce años, como la que Jesús va a resucitar. La niña muerta-dormida no puede pedir nada a Jesús, hace lo contrario que la mujer audaz y creativa. La niña dormida-muerta recibe pasivamente las palabras de Jesús. 

Palabras que resucitan, silencios que curan… Porque la hemorroísa ni siquiera habló con Jesús, solo contestó cuando este se extrañó por la fuerza que había salido de él. Actuó como deberíamos de actuar todos los que, considerándonos hijos, abrimos confiados “la despensa” de la casa del Padre para coger lo que necesitamos. Con ese descaro transparente, que el Padre aprueba, deberíamos tomar todo lo que nos da. 

La mujer de los flujos de sangre no está “robando”, confía y sabe que lo que Jesús tiene es infinito, inagotable. La niña no sabe nada, está ausente y es la palabra de Jesús la que la interpela para devolverle la consciencia, la vida, la capacidad de ser hija todavía aquí, antes de pasar definitivamente a la Casa del Padre.

La palabra de Jesús, como su silencio, son creadores, efectivos, porque Él es la Palabra y Él es el Silencio primordial. La niña resucita, despierta; tenía doce años de vida inocente, limpia, pura. La mujer es sanada, devuelta también a la vida, porque los flujos de sangre simbolizan el desangrarse, ir muriendo alejados de la Fuente de la Vida. Doce años de vida inocente que agoniza, doce años de enfermedad e impureza… Lo mismo en el fondo, una puerta a la Vida verdadera.

Dos figuras femeninas necesitadas de salvación y, en los dos casos, doce años, de vida o de enfermedad. Doce, símbolo de las doce tribus de Israel, femenina tantas veces en el Antiguo Testamento, como “esposa” de Dios. Inocente y corrupta, elegida e infiel, perdonada, sanada definitivamente con la llegada de Jesucristo, que hace de Israel mucho más que el pueblo elegido, el inicio del Reino de los cielos en la tierra, para el que esté dispuesto a escoger la vida, cada uno a su manera, algunos con la desfachatez que la necesidad impone, como la mujer con hemorragias, otros aceptando lo que Jesús trae, escuchando su voz, obedeciéndola como la niña muerta-dormida..

En ambos casos, han llegado a una situación de impotencia, nadie puede ayudarlas, solo se puede llorar o apretujar, enterrar o excluir… A Jairo se le acaba su descendencia, a la mujer, la enfermedad le ha impedido tener descendencia. ¿Qué es tener descendencia? ¿Qué es perpetuarse, crecer y multiplicarse? Ya no estamos en el Génesis, estamos en la Nueva Alianza, camino de la Jerusalén celestial, y ahora las palabras son otras, los códigos son otros, los horizontes, otros…

Jairo quiere que Jesús ponga las manos sobre su hija para que sane o resucite. En el caso de la mujer de los flujos de sangre, es ella misma, con sus manos impuras, a los ojos de los demás, la que quiere tocar a Jesús o al menos su ropa, o al menos el borde de su manto… En ambos casos se trata de tocar, la corporalidad adquiere una relevancia clara, porque somos cuerpo, alma y espíritu, y seremos cuerpo, alma y espíritu.

Tenemos la fortuna de poder tener ya aquí, en esta vida, una relación con Jesús de absoluta intimidad de cuerpo, alma y espíritu. No solamente podemos tocarlo, sino comerlo. Si sus manos podían sanar y resucitar en los caminos de Galilea, ¿qué podrá hacer todo su Ser dentro de aquel que se acerca a la Eucaristía con fe? Porque se trata siempre de la fe: el que comulga con fe adquiere la Vida eterna; el que comulga sin fe y sin dignidad, como diría San Pablo, está alimentándose de su propia condenación. 

Como siempre, la opción es clara: vida o muerte, luz o tiniebla, salud o enfermedad, gracia o pecado. Por eso es tan importante recibir el Pan de Vida bien preparados, teniendo esa constante comunión de deseo que llevó a la hemorroísa a tocar el borde de Su manto para cortar la hemorragia, ese desvivirse que es andar disperso, perdido, distraído. Hablar de más es desangrarse, vivir para el mundo y sus afanes es desangrarse, olvidar al Único que salva es desangrarse.

El grado de intimidad al que llegaron las dos con el simple hecho de tocar o ser tocada por el Maestro no es nada comparado con lo que se nos da en la Eucaristía, medicina del alma y mucho más. Cuando la unión con Jesús es tan estrecha que se puede decir con San Pablo: “vivo, pero no soy yo, es Cristo que vive en mí”, la Eucaristía es néctar, alimento sutil para vivir ese vínculo de amor que se proyecta hacia la Vida eterna.

Salvadas ambas, tocadas las dos por el Hijo de Dios. Jairo buscaba la sanación de su hija; la mujer anhelaba mucho más que sanarse. En www.viaamoris.blogspot.comhe intentado contemplar el evangelio con otra mirada más poética, pero me han pedido la palabra ellas, la niña muerta-dormida y la mujer herida en lo más íntimo de su vida, porque las dos están dentro de mí... Todas las niñas muertas o dormidas, todas las mujeres enfermas o heridas de tristeza, de soledad, de abandono o de olvido están en mí, y las pongo en las manos del Señor de la Vida. Qué más poesía que el Evangelio, la buena noticia de que Jesús está con nosotros y nos salva, nos resucita, nos regenera hoy.


J. S. Bach - Gloria in Excelsis Deo (Messe h-moll)

miércoles, 23 de junio de 2021

Benedictus


Evangelio según san Lucas 1,57-66.80

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, vinieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "¡No! Se va a llamar Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel. 

Resultado de imagen de nacimiento de san juan bautista ghirlandaio
Natividad de San Juan Bautista, Ghirlandaio

Ciertamente, no era la Luz, pero permanecía por entero
en la luz, el que mereció dar testimonio de la Luz verdadera.
                                                                                             
San Máximo de Turín

Hoy celebramos, como Solemnidad, el nacimiento de San Juan Bautista, el único santo, a excepción de la Santísima Virgen María, del que la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace por estar relacionado con el Nacimiento de Jesucristo. San Juan Bautista anuncia al Verbo encarnado que viene a dar cumplimiento a todas las promesas que anunciaron los profetas. Con Juan acaba el Antiguo Testamento y comienza la Buena Noticia. Así lo presenta el propio Jesús: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él» (Mateo 11, 10-11).

La Natividad de Juan se celebra tres días después del solsticio de verano: lo que empieza a morir, aunque aparentemente está en la plenitud de la vida. En el calendario se sitúa en el polo opuesto del solsticio de invierno, en que celebramos la Navidad: el Sol invicto, la semilla de Vida para todos, en la aparente oscuridad del invierno y en la fragilidad de un recién nacido. Pero a partir de esa noche, la más larga del año, los días empiezan, muy despacio, a alargarse sin que tengamos que hacer nada, como la semilla que el sembrador esparció en tierra buena o el grano de mostaza de los que hablaba Marcos en el Evangelio del domingo pasado. 

Juan el Bautista marca la superación del Antiguo Testamento, del vino viejo, del ascetismo y la conversión en medio de sufrimientos, culpa y ceniza. Jesucristo es el Nuevo Testamento, el Camino, la Buena Nueva que libera, alegra y expande el corazón. Todo el que le sigue puede entrar en el reino y alcanzar la estatura, el tamaño, el nivel que su fe y su entrega le permitan. 

Juan llamaba al arrepentimiento y, enérgico y riguroso, sacudía las conciencias, pero se quedaba en la literalidad de la ley. Por eso Jesús dijo de Él que era el mayor de los nacidos de mujer, pero que el más pequeño del reino de los cielos era mayor que él. Juan hablaba de normas, cumplimientos, reglas externas, Jesús hablará de la transformación interior necesaria y previa para poder hacer. Juan les decía lo que tenían que hacer, Jesús les decía, nos dice, lo que hemos de ser.

Juan es la enseñanza literal, buen germen necesario, buena piedra donde cimentar. Pero hay más, mucho más que la piedra; los que quieran, además de la piedra, el agua y el vino han de transformarse en vasija vacía y en odre nuevo, y seguir a Aquel que es el Agua Viva y el Vino Nuevo, el mejor de las Bodas porque, con ser nuevo, conserva el sabor y el aroma de la Verdad, la Belleza y la Bondad eternas.

El sentido literal de la Enseñanza, que Juan predicaba y que tantos como él predican hoy, ha de ser respetado y conservado, como peldaño para acceder a niveles superiores de la Enseñanza de Cristo, viva porque brota del Verbo Creador y de la experiencia transformadora de Comunión con Él que cada uno de nosotros seamos capaces de vivir y compartir.
 
El que bendice es bendecido, es ley del nuevo orden que Jesús viene a instaura. Isabel, que bendijo a  su prima María con las palabras que recordamos cada día en el Avemaría, fue la bendecida madre del Precursor. Y el padre de la voz que clama en el desierto, fue bendecido recuperando la voz y el habla cuando acató el mandato del ángel e impuso a su hijo el nombre de Juan (www.viaamoris.blogspot.com). Zacarías recupera la voz y alaba a Dios, que es la finalidad para la que tenemos voz y vida. De esta alabanza surge el Benedictus, la oración que la Liturgia de las Horas reza en Laudes para bendecir y alabar al Señor.
 
Bendito sea Juan, el mayor de los nacidos de mujer, por ser la Voz que anuncia al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Bendito sea por llamarnos a la conversión con claridad y contundencia, bendito, por su valentía y su humildad. Bendito sea por reconocer sus limitaciones y apartarse, por mostrarnos al Maestro para que, siguiéndole, aprendamos a ser ciudadanos del Reino. O a recordar que ya lo somos.

Resultado de imagen de la visitacion van der weyden
La Visitación, Van der Weyden


AGUA Y ESPÍRITU

María e Isabel, dos senos llenos de Vida.
Uno, virginal, de mujer muy joven, casi niña,
fecundado por el Espíritu.
El otro, de mujer cansada,
desierto de carne seca,
que el Espíritu empapa y hace fértil,
para que la semilla de hombre fructifique.

Manos que se cruzan en los vientres,
miradas que manan amor reverente,
éxtasis de asombro.
Cuerpos que se encuentran
e intercambian los latidos nuevos.
Signo de infinito, dar y recibir.
Fiat, hágase.

La obra entregada que,
aceptada y transformada,
se convierte en Obra.
Propósito y existencia,
materia iluminada por el Verbo increado,
que se hace carne para elevar y transmutar la carne.

Placenta primordial y placenta humana
agitándose de asombro.
Crisol atemporal, espiral eterna,
lazo infinito que perpetúa la Salvación.
Mengüemos a lo que no somos,
para crecer a lo que Somos
por Él, con Él y en Él.

Jesús salva.
Preparemos Su Camino,
fundiéndonos con Él
en  abrazo sagrado,
entrelazando luz, con Luz,
agua de la experiencia con el agua de la Vida,
Comunión de las aguas para Ser.


¡Dichoso tú, Juan, elegido de Dios, tú, que has puesto la mano sobre tu Maestro, tú, que has cogido en tus manos la llama cuyo resplandor hace temblar a los ángeles! ¡Estrella de la mañana, has mostrado al mundo la Mañana verdadera; aurora gozosa, has manifestado el día de gloria; lámpara que brilla, has designado a la Luz sin igual! ¡Mensajero de la gran reconciliación con el Padre, el arcángel Gabriel ha sido enviado delante de ti para anunciarte a Zacarías, como un fruto fuera de tiempo… El más grande entre los hijos de los hombres (Mt 11,11) vienes delante del Emmanuel, de aquél que sobrepasa a toda criatura; primogénito de Elizabeth, tú precedes al Primogénito de toda la creación!      
                                                                                                           San Efrén                                                                                                                 

sábado, 19 de junio de 2021

¿Quién es Este?

 

Evangelio de Marcos 4, 35-41

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla”. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca, hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron diciéndole: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: “¡Silencio, cállate!” El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?” Se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Pero, quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”

                                       Tormenta en el Mar de Galilea, Rembrandt 
 
El asunto está claro ahora. Está entre la luz y las sombras, cada uno debe elegir de qué lado está.
                                                                                                    Chesterton (antes de morir)
 
La queja de los apóstoles, ante la calma y aparente indiferencia del Maestro, es, como tantas veces nuestras quejas, fruto de la ignorancia. Si supiéramos, con todo nuestro ser, no solo con  el intelecto, Quién es Ese que hace callar a las fuerzas de la naturaleza, la queja se transformaría en calma, confianza y amor. Porque ya no se trata de saberlo, sino, además, de sentirlo (www.viaamoris.blogspot.com).

No hay miedo ni sufrimiento si sabes que tu vida verdadera y la de aquellos que amas no peligra nunca. Por eso Jesús nos dice continuamente: “no temas”. Unidos a Él, estamos en la Vida, y somos capaces de vencer cualquier peligro de este mundo, esta vida virtual, tan breve, que no es la definitiva, porque Él ya ha vencido al mundo. 

Cuando somos conscientes de ello, no solo con la mente, sino con el corazón, el alma y el espíritu, no nos defendemos, no nos revolvemos angustiados y quejumbrosos frente a las circunstancias adversas o las dificultades, porque tenemos una confianza genuina, una fe que es motor y guía, porque creyente es el que no teme y creer es ser valiente.

En cambio, qué débil nuestra fe, tan inconsistente y cobarde ante las pruebas, si nos falta Su Presencia. Pero qué fuertes y valientes podemos llegar a ser cuando somos conscientes de que es Él Quien nos sostiene y nos inspira.

"Te basta mi gracia, pues la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Corintios 12, 9), le decía el Señor a Pablo cada vez que su voluntad flaqueaba. Nos basta su gracia también hoy. Aunque nuestras fuerzas vacilen y las dudas nos quebranten, confiamos en una Voluntad infinitamente superior, la de Jesucristo. Su Voluntad Divina, manifestada en Su Palabra, es refugio y fortaleza, el poder frente a las fuerzas de la oscuridad, que se nos muestran hoy como un huracán con fuerte oleaje. Y Es mucho más... Esa Divina Voluntad quiere ser Vida nuestra.

Rema mar adentro, nos dice Jesús en Lucas 5, 1-11, el pasaje de la pesca milagrosa. Rema mar adentro, intérnate en lo más profundo de tu ser, en esos espacios abisales de peligro y oscuridad, de inseguridad y desvalimiento. Rema mar adentro, adéntrate en tu alma, no te quedes junto a la orilla, donde todo resulta familiar y hacemos pie. La misión es para valientes, para los que se atreven a explorar sus propias profundidades, habitadas por monstruos y demonios, entidades malignas y sirenas perversas que siempre acechan, atrapan y esclavizan al que se deja engañar porque no está atento, en su centro, abrazado al mástil de la Verdad.

Y la Verdad es Jesucristo. Es la respuesta a la pregunta que en la escena de hoy se hacen los apóstoles, que aún no le han conocido realmente. ¿Quién es este?, se preguntan espantados. Jesús nos lleva a ahondar en nuestro propio corazón porque la experiencia del encuentro con Él es personal; de ahí que la pregunta que se hacen los apóstoles hemos de hacérnosla nosotros. Y la respuesta la vamos encontrando a lo largo del Evangelio de Marcos, en los otros Evangelios y, sobre todo, en nuestro corazón, en el encuentro de cada uno con “Este” que es el Hijo de Dios, el Verbo encarnado.

Solo Él tiene Palabras de Vida y una autoridad capaz de hacer callar al viento y calmar el lago. Que su Voluntad sea nuestro alimento y nuestra guía, nuestra confianza, el antídoto de nuestra cobardía. No olvidemos que el imperativo que más a menudo aparece en los Evangelios es: "No tengáis miedo".

En otra escena en el lago de Tiberíades (Juan 6, 16-21), cuando Jesús caminó sobre las aguas, fue Él quien dio testimonio de Sí mismo: “Soy yo, no temáis”. Ahora nos toca a nosotros reconocer al Señor y manifestarlo sin miedo ni dudas. Nos toca ser testigos y dar testimonio, como hará toda criatura cuando llegue el momento, según anuncia el Apocalipsis (Ap 5, 11-14).

                                         217 Diálogos Divinos. Tiempos de flagelos.

sábado, 12 de junio de 2021

El Reino: lo pequeño es inmenso

 

Evangelio de Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega”. Dijo también: “¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía en parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado. 


Resultado de imagen de ultima cena la pasion de mel gibson
Fotograma de La Pasión de Mel Gibson


Una vez en nuestro mundo hubo un establo,
y lo que estaba en ese establo
era más grande que todo nuestro mundo.

                                                                                                                      C.S. Lewis

Cristo es el Reino y viene a dárnoslo, viene a darse. De ahí el versículo que repetimos en el Salmo de hoy: “Es bueno darte gracias, Señor” (Salmo 91). Un Niño nacido de una joven virgen es, como dice la cita que abre este post, más grande que todo nuestro mundo, más grande que todo. Y cuanto toca ese bebé-semilla, que es Dios, se transforma y adquiere un potencial que no se ve, pero que está lleno de Su misma Vida. Así será la resurrección, que transformará el polvo en cuerpo glorioso y eterno…., como anuncia la segunda lectura (Corintios 5, 6-10).  

El “reino de Dios” es el centro del Evangelio, de la buena noticia que anunciamos y queremos vivir. Un reino cercano (Marcos 1,15), interior (Lucas 17,21), presente y actual (Mateo 20,28). Lo Infinito se nos da por pura gracia para unirnos a Él y devolvernos la semejanza perdida con nuestro Creador.

Solo hace falta conocer lo que se nos ofrece, disponernos a recibirlo, confiar y soltar todo lo nuestro, lo que hemos creído que somos. La semilla es tan pequeña, y tan grande a la vez, que necesita que no haya otras semillas porque requiere espacio para crecer y desarrollarse.www.viaamoris.blogspot.com

Nada, nada, nada, y en lo alto del monte, nada…, cantaba San Juan de la Cruz. Es lo necesario para la fecundidad: vacío y “hágase”, vacío y Fiat. Si el útero de la mujer está lleno, no es posible una nueva concepción. María, que concibió sin necesidad de hombre, lo hizo a través del “hágase” incondicional. Una mujer que quiera concebir necesita un útero vacío, disponible, receptivo. Un alma que quiera concebir el Reino, que es Cristo, necesita ese mismo vacío, que en el alma es el Fiat.

Es lo que buscan tantas tradiciones orientales en sus prácticas y meditaciones. Logran a veces el vacío, la receptividad, la disponibilidad, pero falta la semilla, el propósito divino, la divina voluntad. Así es también el poema esencial. Nace de un anhelo, de un vacío receptivo, dispuesto a acoger. Si se siembra la semilla de belleza y verdad, nace el canto. El Magnificat, el canto de María, es la expresión más bella de esa humildad disponible, de esa pequeñez inmensa, de ese enaltecimiento de los que se hacen pequeños, como niños, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Así es también el Sagrado Corazón de Jesús, que contemplamos especialmente este mes; aparentemente pequeño para los ojos, tan pequeño que la punta de una lanza pudo traspasarlo, tan infinito que inundó el universo de pureza y vida, de perdón y gracia, de la plenitud divina que contenía desde antes de todos los tiempos.

Porque ese Corazón que mana sin cesar es el Dueño del tiempo. Si no recibimos Su Vida, el tiempo vence, aplasta, cercena, aniquila, malogra lo que deberíamos ser. Si La recibimos, el tiempo se rinde y se inclina, adorando a Su creador, y ya no hostiga ni empuja ni golpea, se convierte en aliado, en balsa segura que conduce a la orilla donde el Maestro espera con un pescado en la brasa, para seguir alimentándonos como ha hecho siempre, desde el inicio de los tiempos, que son Suyos.

Al comulgar, es Dios quien entra en ti; y en Él está todo: la Creación (Padre), la Redención (Hijo), la Santificación (Espíritu Santo) a la que estamos llamados, esto es, la semejanza con Dios. Cristo entra en ti y, si lo acoges y dejas que se quede, te convierte en Sí Mismo.

El milagro de los milagros; porque milagro es algo que supera las leyes naturales, y en esa comunión, conscientemente recibida, es vencida nuestra naturaleza caída. Se deshace el pecado original y se restaura la vida divina que se dio a Adán, pero con mucho más, infinitamente más de lo que Adán recibió: con la Sangre de Cristo redentora, sus llagas benditas, la herida de su costado, tan pequeña como la punta de una lanza, tan grande como para abarcar toda la Creación, toda la Redención y a todos los que aceptan esa Redención, que es el inicio del Reino. 

Felix culpa, dijo San Agustín, que intuyó la magnitud de lo que se nos dio con la Muerte y Resurrección de Cristo, la primera semilla triturada que dio origen al Árbol de la vida. En Sus ramas se posan los redimidos, y en Su savia fluye Su preciosísima Sangre junto con la del que se atreve a ser más que redimido, más que salvado, se atreve a morir, nueva semilla triturada, para ser otro Cristo.

La Eucaristía es por eso el rostro visible del Señor. En Juan 12, cuando Felipe y Andrés le dicen al Maestro que unos griegos quieren verle, la respuesta de Jesús es desconcertante: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.”

Parece una respuesta rara, pero si nos damos cuenta de lo que está diciendo en profundidad, sabemos que es el modo de mostrarse ante nosotros: como el sembrador y como la semilla. Por eso se presenta así ante los griegos, porque Él es el primer grano de trigo que ha muerto para que surja el Pan de Vida.

Ser fecundos y disponibles para acoger la semilla del Reino y ser, además, la semilla: morir para dar vida, desaparecer para Ser y mostrar con nuestro rostro el rostro de Jesús. La Eucaristía es el rostro del Señor que se presenta en forma de pan; por eso dice el salmo 24que se alegren los que buscan al Señor. Buscamos su rostro y queremos reflejar su rostro. Seguimos su ejemplo en dar la vida para tener Vida.

 

                                                    Corazón que mana

miércoles, 9 de junio de 2021

Sagrado Corazón de Jesús

 

Evangelio según san Juan 19, 31-37 

Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».


Jesucristo, Hoffmann

En la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, miramos ese Corazón traspasado por amor, como verdadera vacuna contra el virus de la mentira, el egoísmo, el olvido de Dios. En Él está la fuente de la Vida y del Amor-dolor-Amor, que es la única forma de amar para el discípulo de Cristo.

En estos tiempos de pérdida de las libertades individuales, estamos asistiendo con perplejidad e inquietud a lo que algunos nos venían anunciando con lucidez desde hace tiempo. Los dirigentes, y los que están detrás de ellos, a la sombra, manejándolos como títeres, pretenden imponer una forma de vida, una “nueva normalidad” y una agenda 2030 y 2050 que recuerda sospechosamente a la distopía narrada por Aldous Huxley en “Un mundo feliz”.

Huxley describió una sumisión general, previa a la pérdida de libertades. Las masas serían controladas con un lavado de cerebro discreto y paulatino, que convertiría a los seres humanos en una especie de zombies que, en lugar de verse como esclavos, se dedicarían a disfrutar, preocuparse por lo inmediato, lo efímero, lo insignificante. Aclamarían a todos aquellos que no pusieran en cuestión esta sociedad de aparente bienestar. En lugar de verse manipulados y lobotomizados, se sentirían importantes, satisfechos, libres. 

Ese “mundo feliz” de Huxley consiste en una dictadura sin lágrimas, sin sufrimiento, sin dolor, porque las personas son “anestesiadas” de muchas formas para hacerlas sumisas y manipulables. Pero si quitamos el sufrimiento, quitamos el amor; porque el amor y el dolor van de la mano por Cristo, el eterno inmolado. Es la Pasión eterna, la Cruz que nos lleva a la luz, la alquimia de todas las alquimias que transforma nuestro plomo en oro, es el crisol de los crisoles, el fuego que arde sin consumir. Es el camino del amor, via amoris, que es a la vez via crucis y via lucis

Es el gran hallazgo: que la Cruz, no solo precede a la Gloria, sino que es ya Gloria en sí misma. Como la muerte, no solo precede a la resurrección para los que siguen a Cristo, cada muerte cotidiana a nosotros mismos, es ya una resurrección, una regeneración, una oportunidad de rehacer la propia vida y la de todos.

No queremos una sociedad sin lágrimas, sin dolor, sin sufrimiento purificador y transformador, queremos el Reino del hágase Tu Voluntad, como en el Cielo, en la tierra, escogemos el Reino de la Divina Voluntad en el mundo y en nuestros corazones, que anhelan ser un único corazón con el Sagrado Corazón de Jesús y con el Inmaculado Corazón de María. Y ese Reino, que será el triunfo de los Sagrados Corazones, se gana por el amor-dolor-Amor.

Cuando decimos líbranos del mal no estamos diciendo “líbranos del sufrimiento”. El mal es cuanto nos desvía del camino que lleva al Reino, lo que nos hace vivir la vida como si Dios no existiese. El bien, en cambio, es optar por la única decisión posible: por Cristo, con Él y en Él, con Su amor-dolor-amor, que es el amor misericordioso de Dios, el Sagrado Corazón atravesado por la lanza para devolvernos la Vida. 

Y recordamos que misericordia etimológicamente significa “pasar la miseria por el corazón”. Nuestra miseria ha sido transformada en la Preciosísima Sangre de Cristo, el precio de nuestro “rescate”. Por eso, nos negamos a ser anestesiados, a vivir en una dictadura sin lágrimas ni sufrimiento. Lloramos y sufrimos por amor a Aquel que nos amó primero, nos ama eternamente y nos hace partícipes de Su Misma Vida, fuente de la verdadera felicidad.

El Sagrado Corazón de Jesús está siempre abierto, derramando su Divina Misericordia. Amor nuevo que eleva y transforma, enseña a amar mucho más allá de lo sensible, pero también en lo sensible, porque el Verbo eterno, la Segunda Persona de la Trinidad tiene en Jesús, además de la divina, naturaleza humana.

El Inmaculado Corazón de María, que contemplamos en www.viaamoris.blogspot.com, humano y ensalzado, humano y divinizado, atravesado por la espada del sufrimiento, como anunció Simeón, nos lleva al Sagrado Corazón de Jesús y Este nos lleva al Padre, la Fuente del Amor que está más allá de las emociones, más allá de los sentimientos. Dios Padre no necesita amor..., no necesita siente..., ES Amor.



                                           Sacred Heart,Ubi Caritas III , Cantatrix 

De Las Horas de la Pasión, de Luisa Piccarreta:

“Vida mía, crucificado Jesús mío, veo que sigues agonizando en la cruz sin que tu amor quede todavía satisfecho para darle cumplimiento a todo. ¡Yo también agonizo contigo! Quiero llamar a todos los ángeles y a los santos: ¡Vengan, vengan todos al monte Calvario a contemplar los excesos y las locuras de amor de un Dios! Besemos sus llagas ensangrentadas, adorémoslas; sostengamos esos miembros lacerados; démosle gracias a Jesús por haberle dado cumplimiento a nuestra redención. Démosle también una mirada a nuestra Madre Santísima traspasada por tantas penas y muertes que siente en su Corazón Inmaculado, tantas cuantas ve que su HijoDios está sufriendo; hasta sus mismos vestidos están cubiertos de sangre, como también por todo el monte Calvario se puede ver la sangre de Jesús. Así que, tomemos todos juntos esta sangre y pidámosle a nuestra dolorosa Madre que se una a nosotros; dividámonos por todo el mundo y ayudemos a todos; socorramos a quienes están en peligro para que no perezcan, a los que han caído para que se levanten de nuevo, a los que están a punto de caer para que no caigan. Démosles esta sangre a tantas pobres almas que están ciegas, para que resplandezca en ellas la luz de la verdad; vayamos a donde se encuentran quienes están combatiendo, seamos para ellos vigilantes centinelas, y si están por caer alcanzados por las balas, recibámoslos en nuestros brazos para confortarlos y si se ven abandonados por todos o están impacientes por su triste suerte, démosles esta sangre, para que se resignen y se mitigue la atrocidad de sus dolores. Y si vemos almas que están a punto de caer en el infierno, démosles esta sangre divina que contiene el precio de su redención, para arrebatárselas a Satanás. Y mientras tendré a Jesús abrazado a mi corazón para defenderlo y reparar por todo, abrazaré a todos a su Corazón, para que todos puedan obtener gracias eficaces de conversión, fortaleza y salvación. ¡Oh Jesús!, tu sangre diluvia de tus manos y de tus pies. Los ángeles haciéndote corona admiran los portentos de tu inmenso amor. Veo a tu Madre al pie de la Cruz traspasada por el dolor, a tu amada Magdalena y al predilecto Juan, y todos como petrificados en un éxtasis de estupor, de amor y de dolor. ¡Oh Jesús!, me uno a ti y me abrazo a tu cruz y hago mías todas las gotas de tu sangre para depositarlas en mi corazón. Y cuando vea irritada a tu divina justicia contra los pecadores, te mostraré esta sangre para aplacarte. Y cuando vea almas obstinadas en la culpa te mostraré esta sangre y en virtud de ella no rechazarás mi plegaria, porque en mis manos tengo la prenda con la que puedo obtenerlo todo. Por eso, ¡oh Jesús!, a nombre de todas las generaciones pasadas, presentes y futuras, junto a tu Madre Santísima y a todos los ángeles, me postro ante ti crucificado Bien mío y te digo: « Te adoramos, ¡oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa cruz has redimido al mundo ».”