Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 30 de junio de 2018

Y Cristo será tu luz


Evangelio según San Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
–Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido, curaría.
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando:
–¿Quién me ha tocado el manto?
Los discípulos le contestaron:
–Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿quién me ha tocado?»
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo:
–Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
–Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
–No temas; basta que tengas fe.
No permitió que lo acompañara nadie más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo:
–¿Qué estrépito y qué lloros son estos ? La niña no está muerta, está dormida.
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
–Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar –tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña. 

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Curación de la hemorroísa. Catacumbas de Roma


                                 Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.

                                                                                                                                Isaías 53, 4

Doce años de vida de una niña al borde de la muerte. Doce años de agonía en otra mujer, adulta, abocada también al abismo, pues la exclusión en el pueblo judío era peor que la muerte, y la esterilidad, una verdadera condena. Pero ambas se han encontrado con Aquel capaz de vencer la enfermedad y la muerte, poniéndose por encima de las leyes, cuando las leyes ignoran la Ley del amor. Tocar a un muerto estaba prohibido, tocar a una mujer con flujos de sangre, también.

Dos figuras femeninas, una mujer enferma y una muchacha muerta; ambas ligadas además por el número doce: los años de sufrimiento de la mujer y los años de vida de la muchacha. Un episodio aparentemente complejo en su composición literaria, en el que las dos historias se hilvanan en un canto a la sencillez. Jairo sólo quiere que su hija viva. La mujer quiere el cese de sus flujos de sangre y, además, quiere vida verdadera, la que procede del amor, pero no del que crea hijos para el mundo y para la muerte, sino del amor que regenera, que transforma lo yermo en fértil, el crepúsculo en alba de oro.

La doble cara de la naturaleza humana: la pura e inocente, por un lado, y la impura y corrompida del pecado que nos desangra… La pura e inocente, en la casa, en lo escondido; la impura, en paradoja aparente, con la inocencia de mostrarse ante todos. Jesús sana a una mujer y resucita a una niña y, en realidad, es lo mismo; lo mismo, siempre nuevo, porque como canta el salmo de hoy (Salmo 29), ensalzamos al Señor, porque con Él superamos las contradicciones. Y por Él, todo es integrado, armonizado, nivelado, como dice la segunda lectura  (Corintios 8, 7.9.13-15).

A Jairo se le está muriendo su hija, su deseo de perpetuarse, su descendencia. A la mujer, la posibilidad de tener hijos se le ha convertido en un flujo de sangre muerta, podrida, turbia. Pero Jesús es la fecundidad, el Verbo creador y todo lo que toca lo hace fértil, portador de Vida  viaamoris.blogspot.com.

La mujer pasa por encima del bullicio de los que apretujan por acercarse al Maestro y, callada, toca delicadamente el borde de Su manto. Jesús echa de la casa de Jairo a todos los que causan estrépito… Hace falta mucho silencio y mucha calma para darnos cuenta de los milagros que él está haciendo con nosotros cada día. Silencio y calma para despertar, volver a la vida y dar testimonio de las maravillas que Él hace en tu vida, en mi vida.

  
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Resurrección de la hija de Jairo, Vasily Polenov


TALITA QUMI

Ya soy una mujer, me casé y tuve tres hijos, pero sigue en mí la niña de doce años que aquel rabbi despertó. No sé bien lo que soñé antes de que él me tocara y me hablara. Fue algo bonito y alegre, lleno de luz, pero quedó borroso, como un paisaje al amanecer. 
Al despertar sentí un hambre rara, como si nunca hubiera comido o como si volviera de un larguísimo viaje. Por eso él dijo que me dieran de comer. 
Nada me sació totalmente desde entonces, solo el recuerdo de su mano cogiendo mi mano, su mirada y su voz haciéndome nueva, recreándome. La misma niña, ya casi mujer, la misma niña, pero despierta. 
Su voz era tan clara y profunda como las aguas del lago de Genesaret. Y su mirada también hablaba, de amor ilimitado y confianza, de vida verdadera. 
Cómo no despertar si esos ojos te miran, esa mano te toca y esa voz te dice: Talitha qumi, que significa: "niña, levántate". 
Sigo despierta, en este mundo donde casi nunca se está completamente despierto, pero le sueño, evoco su presencia y anhelo el momento en que vuelva a encontrarle, para dejarme despertar por Él y que esta vez sea para siempre. 
Incluso años después, mi madre siempre contaba que aquel hombre era muy misterioso, no entendía por qué hizo salir a todos de la habitación antes de acercarse a mí. Yo sí lo entiendo, ahora entiendo mucho más de lo que puedo contar. Él no quería ser aclamado ni exhibir el poder que emanaba de sus manos, de su voz y sus ojos, de su presencia. Él no quería que nadie le siguiera por sus milagros, sino por él mismo. Quería despertarme, y despertar a todos, con firmeza y cuidado, con sencillez y hondo silencio, solo interrumpido por las palabras precisas, sin ostentación ni alboroto.
La vida no tiene sentido si no sabes por qué estás aquí. Yo ya lo sé y lo vivo plenamente cuando despierto cada mañana, cuando contemplo y admiro la belleza efímera de una flor, o cuando de noche escucho el silbido del viento expresando todo el dolor y toda la dicha del mundo a la vez. Lo sé cuando pienso en él y vuelvo a oír Talitha qumi: "niña, levántate".
Sigo despierta, vivo despierta, soñándole, esperando el despertar definitivo.


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Jesús cura a la homorroísa. Paolo Veronese


EL BORDE DE SU MANTO

Marcos contó mi historia en mitad del capítulo que narra la resurrección de la hija de Jairo. Fui incómoda hasta para eso, incómoda para todos, hasta para hacerme conocer por las generaciones venideras. Legalmente impura por sufrir de hemorragias. Doce años perdiendo sangre, perdiendo vida, sintiendo cómo se debilitaba mi cuerpo y mi alma… La impura, la invisible, la insignificante, la que lleva en las entrañas muerte y podredumbre, la rechazada… 
Siempre fui una mujer solitaria e incomprendida, pero desde que enfermé de hemorragias la soledad se hizo terrible. Abandonada y despreciada por todos. Ningún hombre me había amado, y ya nadie me amaría jamás…
Pero en lo más angustioso de mi estado le encontré a Él, el único capaz de amar de verdad con un amor infinito. En un solo instante recibí tanto como para vivir el resto de mi vida; recuperé la salud y mucho más… Podía encontrar a alguien que quisiera estar a mi lado, acompañarme, cuidarme… Pero ¿quién quiere volver a caer en una ilusión de amor cuando se ha encontrado el amor incondicional que no acaba, ni siquiera cuando la vida en este plano de luces y sombras haya desaparecido?
Cuando confesé haber tocado el borde de su manto, Él me miró con el asombro y la ternura con que se mira a un recién nacido y sentí la libertad del que ve su pasado rehecho, perfecto, sin mancha ni sombra, listo para ser olvidado y empezar una vida nueva.
Si conocierais el arameo, comprenderíais la ternura de las palabras con que Él me habló. Lo han traducido mal, porque lo que dijo fue: “hijita mía de mi corazón”… Eso era lo que busqué a lo largo de toda mi vida y de mis doce años de desangrarme de tristeza y soledad. Buscaba que alguien me reconociera, como lo que soy en realidad, una niña inocente y pura, la hijita querida del corazón del único capaz de amar y de salvar. Él me sanó y me amó a la vez, y yo solté mi mal, lo olvidé, para mirarle solo a Él, amarle eternamente solo a Él. 

sábado, 23 de junio de 2018

Benedictus


Evangelio según san Lucas 1,57-66.80

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, vinieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "¡No! Se va a llamar Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel. 

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Natividad de San Juan Bautista, Ghirlandaio

Ciertamente, no era la Luz, pero permanecía por entero
en la luz, el que mereció dar testimonio de la Luz verdadera.
                                                                                             
San Máximo de Turín

Hoy celebramos, como Solemnidad, el nacimiento de San Juan Bautista, el único santo, a excepción de la Santísima Virgen María, del que la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace por estar relacionado con el Nacimiento de Jesucristo. San Juan Bautista anuncia al Verbo encarnado que viene a dar cumplimiento a todas las promesas que anunciaron los profetas. Con Juan acaba el Antiguo Testamento y comienza la Buena Noticia. Así lo presenta el propio Jesús: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él» (Mateo 11, 10-11).

La Natividad de Juan se celebra tres días después del solsticio de verano: lo que empieza a morir, aunque aparentemente está en la plenitud de la vida. En el calendario se sitúa en el polo opuesto del solsticio de invierno, en que celebramos la Navidad: el Sol invicto, la semilla de Vida para todos, en la aparente oscuridad del invierno y en la fragilidad de un recién nacido. Pero a partir de esa noche, la más larga del año, los días empiezan, muy despacio, a alargarse sin que tengamos que hacer nada, como la semilla que el sembrador esparció en tierra buena o el grano de mostaza de los que hablaba Marcos en el Evangelio del domingo pasado. 

Juan el Bautista marca la superación del Antiguo Testamento, del vino viejo, del ascetismo y la conversión en medio de sufrimientos, culpa y ceniza. Jesucristo es el Nuevo Testamento, el Camino, la Buena Nueva que libera, alegra y expande el corazón. Todo el que le sigue puede entrar en el reino y alcanzar la estatura, el tamaño, el nivel que su fe y su entrega le permitan. 

Juan llamaba al arrepentimiento y, enérgico y riguroso, sacudía las conciencias, pero se quedaba en la literalidad de la ley. Por eso Jesús dijo de Él que era el mayor de los nacidos de mujer, pero que el más pequeño del reino de los cielos era mayor que él. Juan hablaba de normas, cumplimientos, reglas externas, Jesús hablará de la transformación interior necesaria y previa para poder hacer. Juan les decía lo que tenían que hacer, Jesús les decía, nos dice, lo que hemos de ser.
 
Juan es la enseñanza literal, buen germen necesario, buena piedra donde cimentar. Pero hay más, mucho más que la piedra; los que quieran, además de la piedra, el agua y el vino han de transformarse en vasija vacía y en odre nuevo, y seguir a Aquel que es el Agua Viva y el Vino Nuevo, el mejor de las Bodas porque, con ser nuevo, conserva el sabor y el aroma de la Verdad, la Belleza y la Bondad eternas.

El sentido literal de la Enseñanza, que Juan predicaba y que tantos como él predican hoy, ha de ser respetado y conservado, como peldaño para acceder a niveles superiores de la Enseñanza de Cristo, viva porque brota del Verbo Creador y de la experiencia transformadora de Comunión con Él que cada uno de nosotros seamos capaces de vivir y compartir.
 
El que bendice es bendecido, es ley del nuevo orden que Jesús viene a instaura. Isabel, que bendijo a  su prima María con las palabras que recordamos cada día en el Avemaría, fue la bendecida madre del Precursor. Y el padre de la voz que clama en el desierto, fue bendecido recuperando la voz y el habla cuando acató el mandato del ángel e impuso a su hijo el nombre de Juan ( viaamoris.blogspot.com ). Zacarías recupera la voz y alaba a Dios, que es la finalidad para la que tenemos voz y vida. De esta alabanza surge el Benedictus, la oración que la Liturgia de las Horas reza en Laudes para bendecir y alabar al Señor.
 
Bendito sea Juan, el mayor de los nacidos de mujer, por ser la Voz que anuncia al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Bendito sea por llamarnos a la conversión con claridad y contundencia, bendito, por su valentía y su humildad. Bendito sea por reconocer sus limitaciones y apartarse, por mostrarnos al Maestro para que, siguiéndole, aprendamos a ser ciudadanos del Reino. O a recordar que ya lo somos.

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La Visitación, Van der Weyden


AGUA Y ESPÍRITU

María e Isabel, dos senos llenos de Vida.
Uno, virginal, de mujer muy joven, casi niña,
fecundado por el Espíritu.
El otro, de mujer cansada,
desierto de carne seca,
que el Espíritu empapa y hace fértil,
para que la semilla de hombre fructifique.

Manos que se cruzan en los vientres,
miradas que manan amor reverente,
éxtasis de asombro.
Cuerpos que se encuentran
e intercambian los latidos nuevos.
Signo de infinito, dar y recibir.
Fiat, hágase.

La obra entregada que,
aceptada y transformada,
se convierte en Obra.
Propósito y existencia,
materia iluminada por el Verbo increado,
que se hace carne para elevar y transmutar la carne.

Placenta primordial y placenta humana
agitándose de asombro.
Crisol atemporal, espiral eterna,
lazo infinito que perpetúa la Salvación.
Mengüemos a lo que no somos,
para crecer a lo que Somos
por Él, con Él y en Él.

Jesús salva.
Preparemos Su Camino,
fundiéndonos con Él
en  abrazo sagrado,
entrelazando luz, con Luz,
agua de la experiencia con el agua de la Vida,
Comunión de las aguas para Ser.



¡Dichoso tú, Juan, elegido de Dios, tú, que has puesto la mano sobre tu Maestro, tú, que has cogido en tus manos la llama cuyo resplandor hace temblar a los ángeles! ¡Estrella de la mañana, has mostrado al mundo la Mañana verdadera; aurora gozosa, has manifestado el día de gloria; lámpara que brilla, has designado a la Luz sin igual! ¡Mensajero de la gran reconciliación con el Padre, el arcángel Gabriel ha sido enviado delante de ti para anunciarte a Zacarías, como un fruto fuera de tiempo… El más grande entre los hijos de los hombres (Mt 11,11) vienes delante del Emmanuel, de aquél que sobrepasa a toda criatura; primogénito de Elizabeth, tú precedes al Primogénito de toda la creación!                                                                                                                                                                                                                                                                                             San Efrén

sábado, 16 de junio de 2018

El Reino es Jesús


Evangelio de Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega”. Dijo también: “¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía en parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.


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La entrada en el Reino exige un deseo vivo y continuo, una aceptación 
constante y actual de la voluntad de Dios sobre nosotros. Es un “sí” 
continuamente repetido, que ha de vencer a nuestra infidelidad práctica

Yves de Monteheuil

Con parábolas, para que le entiendan todos, y con su vida, Jesús anuncia el Reino de Dios, insistiendo en que no es un Reino lejano e inalcanzable, sino que está dentro de nosotros (Lucas 17,21), dentro y cerca (Marcos 1,15), y se actualiza en Él y en cada uno de los que acogen la Buena Nueva (Mateo 20,28). Porque el Reino es Jesucristo y la Buena Noticia que anunciamos es también Él. 

Y ¿cómo es ese Reino tan cercano, tan íntimo, tan personal? ¿Por qué no lo vemos? Porque está en la eternidad y mientras seguimos en el devenir temporal, solo podemos vislumbrarlo en ese instante sagrado en que, abiertos al Misterio, conectamos con el Eterno, Jesucristo, el Verbo increado.

No es contradictorio decir "venga a nosotros tu Reino" y saber que el Reino es anterior a la creación y perdurará después del final de los tiempos. El Maestro hablaba de ello en parábolas porque es muy difícil expresar con palabras unos misterios tan inalcanzables para la mente limitada, atada al tiempo y al dualismo (dentro, fuera; anterior, posterior; superior, inferior…).

Jesús nos eleva hasta Él para que comprendamos sin necesidad de argumentos intelectuales. Como un latido, como un abrazo de amor verdadero, como una respiración. Nos hace vivir el Reino en el presente atemporal, que es plenitud y es coherencia y es potencia infinita. Como la semilla, que ya lleva en sí el potencial de lo que llegará a ser.

Jesús es la semilla del Reino y es también el sembrador en la tierra fecunda que somos si confiamos y nos abrimos a Él. “Desterrarnos del cuerpo y vivir junto al Señor”, nos propone San Pablo en la segunda lectura de hoy (Corintios 5, 6-10). Desterrados del mundo, del que no somos, del cuerpo mortal, aunque siga sirviéndonos como vehículo, como instrumento,  vemos crecer el Reino dentro de nosotros, con la alegría y la confianza del que sabe que hay Alguien que abona, riega, vela por las semillas que también somos, como Él fue la primera semilla. Solo cabe esperar, confiar, recordar que la única tarea verdaderamente importante en es dejarnos cuidar, amar y transformar por Él.

Las parábolas que hoy contemplamos nos recuerdan que el Reino se manifiesta en lo pequeño, lo discreto, lo desapercibido; y no en lo brillante, ni lo evidente, ni lo triunfal. Al Reino no se llega por el camino asfaltado ni por la escalera lujosa, sino por el camino descendente de Aquel que se abajó para elevarnos. viaamoris.blogspot.com

Es el sacrificio (sacer fare: hacer santo, sagrado) de lo discreto, lo normal, lo cotidiano. Ofrecemos todo con confianza y naturalidad. Cada día, en cada gesto en cada encuentro, cada pensamiento y cada sentimiento. Nuestras vidas son la gota de agua que se une al vino en la Consagración para disolverse en la Sangre de Cristo. Nuestras voluntades, sufrimientos, esfuerzos y anhelos se hacen Sangre redentora, vida eterna. Y todo al estilo de Jesucristo: con discreción, silencio, constancia, fidelidad. 

Jesús es el Reino y quiere que lo seamos nosotros también. El Reino se halla en lo más íntimo y profundo de nosotros mismos, y no hay nada sensible que pueda evidenciarlo. Pero sí hay signos de pertenecer al Reino: la docilidad, la confianza y, sobre todo, la fidelidad a la voluntad de Dios. Confianza y fidelidad, porque el amor confía, es fiel y no teme. Frente a lo circunstancial y temporal está lo eterno; vivámoslo ya con ojos de eternidad.

                                            El Reino es hoy, Salomé Arricibita

Hermanos, habéis aprendido como el reino de los cielos, con su grandeza, se compara a un grano de mostaza. No nos dejemos desconcertar por las palabras del Señor. Si, en efecto, la debilidad de Dios es más sabia que el hombre, esta pequeña cosa, que es propiedad de Dios, es más espléndida que toda la inmensidad del mundo. Nosotros solamente podemos sembrar en nuestro corazón esta semilla de mostaza, de modo que llegue a ser un gran árbol del conocimiento, sobrepasando su altura para elevar nuestro pensamiento hasta el cielo, y desplegando todas las ramas de la inteligencia.
Cristo es el reino. A manera de una semilla de mostaza, ha sido sembrado en un jardín, el cuerpo de la Virgen. Creció y llegó a ser el árbol de la Cruz que cubre la tierra entera. Después de ser triturado por la pasión, su fruto produjo sabor para dar su buen gusto y su aroma a todos los seres vivos que lo tocan. Porque, mientras la semilla de mostaza permanezca intacta, sus virtudes quedan escondidas, pero despliegan toda su potencia cuando la semilla es molida. De igual modo, Cristo quiso que su cuerpo fuera molido para que su fuerza no quedara escondida. Cristo es Rey porque es el principio de toda autoridad. Cristo es el reino porque en él reside toda la gloria de su reino. 
                                                                                                                   San Pedro Crisólogo

sábado, 9 de junio de 2018

De la gracia, a la Vida


Evangelio según San Marcos 3, 20-35

En aquel tiempo volvió Jesús a casa y se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales. Unos letrados de Jerusalén decían: “Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios”. El los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas: “¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil, no puede subsistir; una familia dividida, no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre”. Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo. Llegaron su madre y sus hermanos, y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: “Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan”. Él les preguntó: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

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Eva y Adán en el Paraíso, Rubens


            Si Dios se ha hecho hombre, el hombre se ha hecho Dios. 

            San Cirilo de Alejandría

“El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre” Queremos ser de los Suyos, de Jesús, de su familia, pero nos cuesta tanto hacer la voluntad de Dios… El propio San Pablo lo reconoce: El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago (Romanos 7, 19), Entonces, ¿qué podemos hacer? Gloriarnos en nuestra debilidad, (Corintios, 12, 9), como él, y dejar la puerta abierta para que sea Cristo quien haga en nosotros. Más que esforzarnos por cumplir Su voluntad, dejamos que Su voluntad Sea en cada uno, como vemos en viaamoris.blogspot.com 

La humanidad fue creada por el Fiat inicial, regenerada por el agua en tiempos de Noé, regenerada definitivamente por la Sangre del Cordero derramada por los que la aceptan, y sigue regenerándose a través del conocimiento de las verdades divinas que el Señor nos comunica y podemos recibir y comprender si nos vaciamos de tantos conocimientos del mundo, efímeros, vanos…  

Adán cayó, Cristo, el nuevo Adán, lo rescató y nos confió a nosotros, Su familia espiritual, la misión de proclamar la buena noticia (eu angelos) que canta el Salmo de hoy (Sal 129): la redención copiosa, la vida de los resucitados en Cristo, que creen y hablan, como dice la segunda lectura (Corintios 4, 13-5, 1), creen y dan testimonio para construir con Él la morada eterna, el Reino, aquí y ahora. Esa es la redención copiosa, que es más que redención, es la oportunidad de vivir como resucitados a semejanza del Viviente.

Por eso los cristianos somos creativos, porque vivimos en el Verbo, la palabra creadora. Para nosotros se acabaron los símbolos, pues vivimos en lo real. Dios Es y lo que somos en Él, Es, aunque el mundo no lo vea. 

En el pasaje del Evangelio de hoy, constatamos de nuevo la confusión malévola del mundo: acusan a Jesús de expulsar demonios con el poder de Belcebú. Los que están contra Él y no pueden recoger con Él, son los que acusan, dividen, desparraman (Mateo 12, 30). Pero nosotros queremos ser de los Suyos para recoger, unir, hacer la voluntad de Dios. Queremos Ser la voluntad de Dios, que es motor, impulso creador, fuente de Vida.

Frente al conocimiento dualista, diabólico, que lleva a la entropía, nosotros acogemos el Conocimiento que unifica. El Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal es elegir con la soberbia del “seréis como dioses”. Nosotros abrazamos el Árbol de la Vida, la Cruz de Cristo, la única opción que integra, redime, reúne todo y lo ofrece. El conocimiento diabólico que la serpiente inoculó en Eva es germen de separación y dis-yuntivas. Crea dilemas y conflictos. El conocimiento divino une, es yunta/yugo ligero, te impulsa a amar y a servir, no busca la gloria personal, sino la de Dios. Non nobis, Domine, no a nosotros, sino al Señor, la gloria… El lema de los templarios, que es el lema de los de Cristo, fin de los dilemas. Al Señor la gloria, viviendo en Él, por Él, con Él.

La serpiente nos hizo caer inyectándonos su veneno. Nos enseñó a engatusar con la mentira, el halago, la verborrea… Eva debería haber sido la madre de Vivientes, pero lo fue de vivientes. Ha sido, siglo tras siglo, la madre que, en su tristeza y su cansancio, disfrazados a veces de belleza, sueña con la Madre, la fuente de la Gracia, la Belleza verdadera.

De aquel primer engaño, nació la duda, las insidias, el acusar al otro, el competir de la mujer con el hombre, en lugar de buscar correspondencia, el linaje de asesinos, envidiosos… la sombra de Caín sobre la tierra. Culpa, vergüenza, miedo al castigo, excusas, justificaciones, desobediencia… 

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Pero vino María a devolver la dignidad y la libertad verdadera a la familia humana. María, cuyo Inmaculado Corazón celebramos hoy, María, Madre de Dios y Madre nuestra, serena y silenciosa, transparente, fiel. Se acabaron las excusas, las justificaciones, la desobediencia… Del pecado a la gracia; recuperar la gracia era lo primero, y la llena de gracia nos enseña el camino que lleva al Amor que da Vida, la fecundidad de la familia espiritual que hemos formado en torno a ella y Su Hijo, nuestro Señor, Jesucristo.

Adán, tan frágil tras la caída, tan arrepentido… Pude escuchar su grito sordo, de siglos de angustia y desolación. Lo sentí al bajar a la tumba de Adán en el Santo Sepulcro. Cayó de la santidad divina que Dios le había dado, perdió la plenitud gozosa del Paraíso, y se convirtió en padre de la entropía, la enfermedad, la vejez y la muerte. Pobre Adán… Y pobre Eva, tan sin culpa en comparación con Adán… Pero tan culpable para sí misma por haber condenado a su esposo y su larguísima estirpe a la muerte lenta, a la tiniebla… Pobre Eva, que dejó en todos nosotros su señal de miedo, vergüenza, excusa y justificación camuflada en verborrea. Pobre Eva, que se aferra a cualquier ilusión para olvidar aquel sí tremendo que le dio al adversario e inauguró el reinado de la mentira, expulsándoles  del Paraíso. Pobre Eva, que fue al portal de Belén, que va ahora, con su manzana mordida, con su vejez de siglos, con su vida  miserable, que son millones de vidas rotas y se las da al Niño para que las rehaga con Su misericordia. Y el Niño acepta este darle la vuelta a lo que Eva y la Evas de después hicieron, y la traición es anulada y ponemos un Sí a Dios, donde hubo rebeldía, y ponemos un Fiat bendito donde hubo desobediencia. Y al comulgar, cuando soy una con Cristo, le devuelvo al Señor lo Suyo, en las manos marchitas de Eva, que él transforma, ahora, en manos de santa doncella.


                                               De profundisMarc-Antoine Charpentier
¿Quién es ésta, dice el Espíritu sobre María, que despunta como el alba, hermosa como la luna, refulgente como el sol? Ella surge como la aurora. En el esplendor del mediodía, nuestro primer padre fue hecho a imagen y semejanza de su Creador (Gn1,26). ¿Qué más glorioso para la criatura que parecerse al Creador? Le ha dado la imagen eterna; la semejanza era necesaria: es necesario que el hombre sea similar a su Creador. Sin embargo rechazó el honor de este privilegio..., estaba destinado a la muerte, con toda su descendencia, en las tinieblas. Las tinieblas cubrían toda la tierra, hasta que vino la Virgen. Nadie nos podía sacar de las tinieblas, nadie las podía disipar... Pero con la Virgen surge la Aurora: María anuncia la luz verdadera; por su Natividad hace brillar la más resplandeciente mañana. Es la estrella de la mañana... Es la Aurora que sigue -o bien de la cual nace- el sol de justicia (Ml 3,20), que es el único que la sobrepasa en esplendor. «A ti, Señor, el día» donde Adán ha sido creado; «a ti la noche» (Sal. 73,16) donde fue expulsado de la luz. Eres Tú el que ha creado la Aurora, es decir a la Virgen María, y al Sol, este Sol de justicia que se ha levantado de su seno virginal. Como la Aurora anuncia el final de la noche y marca el inicio del día, así la Virgen disipó la noche sin fin. Y día tras día, proporciona a la tierra al que ha germinado de su Virginidad.

                  San Pedro Damián