Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 24 de noviembre de 2018

El reo es el Rey


Evangelio de Juan 18, 33b-37

En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Jesús le contestó: "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?" Pilato replicó: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí, ¿qué has hecho?" Jesús le contestó: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí." Pilato le dijo: "Entonces, ¿tú eres rey?" Jesús le contestó: "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."


                                                     Antonio Ciseri, Ecce Homo 


Cuando Jesús es llevado ante Pilato, dos mundos enfrentan de manera inmediata e inconciliable: el de los hechos y el de las verdades, y con una claridad tan terrible como nunca antes en la historia del mundo.
                                                                                                            Spengler

Como dice la primera lectura de hoy, Daniel 7,13-14,  los pueblos reconocen el poder real y el dominio del Rey. Reconocemos que Su reino no tendrá fin; y si Él es el primogénito (segunda lectura, Apocalipsis 1,5-8), nosotros somos coherederos. Pero siendo hermanos del Rey, vivimos a veces como reyezuelos mezquinos y traidores en tronos de cartón piedra. Y todo porque hemos equivocado el enfoque, la dirección en la que mirar, la estrella que guía. Reconocerle como Rey, como la única referencia en el camino de regreso, disipa los errores y nos orienta de nuevo.

Los que proclamaban a Jesús como Rey en su entrada en Jerusalén, son los mismos que piden su condena a muerte días después. Vida y enseñanza del Maestro llenas de paradojas hasta el final. Porque en el juicio a Jesús interseccionan dos lógicas del mundo y la del Reino. Por eso, desde el infinito vertical cuyo centro es la Cruz que salva, es Él quien nos da entrada a la vida eterna que es ya, la Casa del Padre a la que regresamos, hijos pródigos todos. Y allí funciona otra lógica, la del Amor, que transforma todo y hace de lo débil, fuerte, de lo roto, perfección, de lo corrupto, pureza, del reo, Rey.

Reconocerse en Jesús, es ser Verdad con Él, soltar disfraces e imposturas, no necesitar lavarse las manos manchadas de sangre porque ya no hay crimen ni mancha ni gestos teatrales. Reconocerse en Él es escuchar su voz, que es la voz de la verdad. Se acabó el aparentar, fingir, mentir, disimular… Llegó la hora de hablar, sí sí, o no no, y ser transparentes para ser como él luz de Luz.

En Juan 19, 8, leemos: Cuando Pilato oyó estas palabras se asustó aún más. Casi todos hemos sido–somos Pilato alguna vez, deseoso de salvar a Jesús, pero al final cobarde y pusilánime, queriendo librarse de “líos”, optando por lo más normal, lo más fácil… Qué elección tan cobarde y tan poco acertada, que se ha repetido con variantes a lo largo de nuestra vida, algunas tan sutiles que parecen decisiones loables, cada vez que nos hemos quedado en el “estar”, “bienestar”, renunciando al “ser”.

Pilato se ha asomado a los ojos de la Verdad pero no se ha atrevido a abismarse en ellos, ha mirado a otro lado, a lo seguro, a lo conocido, a su estado o condición y no a su esencia. Y su estado es tan pobre, tan efímero… Pretor de mediana edad, casado, con responsabilidades políticas, todo por un breve tiempo que pasa como un suspiro. Hombre dubitativo y con escrúpulos morales que ha de firmar la sentencia de Jesús. Condescendiente con los que ya sabe que son unos farsantes que fingen respetar al césar. Es el prototipo del hombre actual, dividido, dudando entre varias alternativas, tratando de contemporizar y ser políticamente correcto... Ese es su plato de lentejas, su elección miserable a cambio de un tesoro infinito.

¿Qué premio ridículo, qué bienestar, escogemos nosotros a cambio de un precio de valor incalculable? ¿Qué mentira escojo, pagando por ella la Verdad que soy?  

Pero aún podemos despertar del sueño de Pilato, escoger la Verdad y la Vida y pagar con la moneda de cambio de nuestra mentira, nuestra miseria, nuestra fragilidad, pobre carbón que el Rey transforma en diamante. Hoy, siempre es hoy, decido, y lo escribo porque lo escrito, escrito está, ser testigo de la verdad, ser de la Verdad y escuchar Su voz.

Jesucristo, Rey del Universo, Uni-Verso, Uno, Único, la Esencia original, la Unidad, el Verbo encarnado, muerto y resucitado, para que todos seamos Uno en Él. Es lo que no vio Pilato, porque pensaba, sentía, miraba y escuchaba según la lógica divergente del mundo.

Jesús, cuyo reino no es de este mundo, habla con palabras verticales, espiral de consciencia que nos eleva y a la vez nos transforma en ciudadanos de ese reino. En el colmo de esa nueva lógica, un preso, un condenado a muerte se proclama rey. Un reino de siervos, sin poder del mundo. Un rey que ha querido pasar desapercibido, sin alabanzas ni prestigio… Qué autoridad tan diferente, tan original, en el verdadero sentido de la palabra, y tan efectiva.

Los reinos del mundo muestran su poder, sus credenciales en la existencia virtual en la que nos desvivimos buscando supervivencia, seguridad, competencia, triunfo y reconocimiento mundano. El Reino se nos va revelando a través de paradojas lúcidas que nos abren ventanas a la confianza, la unidad, lo libre, lo verdadero.

Juicio, en griego, crisis. El juicio a Jesús es uno de los momentos claves de la historia de la humanidad, intersección entre lo temporal y lo eterno, entre lo humano y lo divino, horizontal y vertical, prefiguración de la Cruz que se avecina. Momento cumbre que toma la forma de un juicio, un proceso, un reo y una condena. La eternidad y la historia se entrelazan  para siempre. 

Son dos juicios simultáneos: el humano y el divino, el terrenal y el celestial, el temporal y el eterno. Dos juicios y dos reinos. Por eso Pilato no llega a comprender. No es capaz de atravesar el ojo de aguja que permite ver las leyes de lo superior, no reconoce a Jesús, sigue viendo al reo y no al rey.

Una autoridad del mundo terreno y temporal es quien ha de juzgar y sentenciar a la única Autoridad real. En la pregunta de Pilato a Jesús, que Nietzsche definió como la frase más sutil de todos los tiempos: ¿qué es la verdad? (ti estin alétheia?), se enfrentan dos concepciones diferentes de la verdad. Hay que esperar al verdadero desenlace del juicio, no el temporal, sino el eterno, que ya está contenido en esta escena para el que tiene ojos que ven y oídos que oyen. Con la Resurrección, triunfa definitivamente la Verdad que trasciende las verdades limitadas, concretas y subjetivas, de lo temporal.


 
                                           El sueño de Pilato, Jesucristo Superstar

sábado, 17 de noviembre de 2018

Mis palabras no pasarán


Evangelio según san Marcos 13, 24-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo. Aprended lo que os enseña la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre”.


                                           La apertura del quinto sello del Apocalipsis, El Greco


La segunda venida de Cristo puede ocurrir de dos maneras: con el final de los tiempos (solo Dios sabe cuándo) o por nuestro acceso a la dimensión eterna dentro de nosotros.
                                                                                Thomas Keating
  

Adivinación, augurios y sueños no tienen sentido,
como imaginaciones de mujer en parto.
A menos que vengan de parte del Altísimo,
no hagas caso de ellos.
Porque a muchos les engañaron los sueños:
fracasaron por fiarse de ellos.

Eclesiástico 34, 5-7


Hemos llegado a Jerusalén, a los momentos previos a la Pasión, en los que se suceden los mensajes proféticos y apocalípticos, que subrayan el conflicto entre el mundo y el Reino. Confrontación cuyo nudo gordiano está llegando a su cénit: la muerte y resurrección del Hijo de Dios, sublime referente desde entonces para quien sea consciente de ese conflicto dentro de sí mismo, y quiera vencer al mundo junto a Aquel que ya lo venció por nosotros.  

En esa lucha interior que se libra dentro de nosotros hoy, hay infinidad de enemigos, que se van relevando en coreografía macabra. Uno de ellos es la curiosidad, que confunde y entretiene, aleja del camino. A muchos que se creían sinceros buscadores de la Verdad, les perdió ese afán de dar continuamente “cuerda” a su pensamiento, persiguiendo interpretaciones cada vez más sofisticadas del Absoluto y del universo. Este tipo de búsqueda es infructuosa desde la raíz, porque olvida que Dios revela sus misterios a los pequeños, los sencillos y humildes, como vemos hoy en www.viaamoris.blogspot.com .

También quienes están aparentemente centrados en un solo camino corren ese riesgo, pues las trampas y los cantos de sirena están siempre al acecho. Los que descuidan su entrega, entreteniéndose en actividades que alimentan esa tendencia a “picotear” y curiosear, en algunos tan acentuada, pueden perderse o quedarse a mitad de camino.

Es absurdo perder tiempo y energía con mensajes proféticos, cuando el mismo Jesús nos dice que nadie, ni Él, sabe la hora. Además, todas las profecías verdaderas están en el Apocalipsis. La revelación, la luz que nos puede transformar está en la Palabra del Señor que no pasa ni pasará porque es Palabra Viva.

Es hora de asomarnos al Evangelio de un modo diferente a como leemos otros libros. O acaso de la forma en que deberíamos hacer todo: como si una luz iluminara cada párrafo, cada versículo, cada línea... Porque cada palabra “significa”; son signos, milagros de lucidez, ventanas a la conciencia y la comprensión. Escritura santa, enseñanza viviente.

La parábola de la semilla que cae al borde del camino, entre piedras, entre zarzas o en buena tierra (Mt 13, 1-9; Mc 4, 1-9; Lc 8, 4-8) es muy clarificadora sobre esa actitud de curiosidad malsana que encubre pereza y superficialidad. Los que se entretienen con multitud de mensajes son como la tierra junto al camino. No pueden acoger la enseñanza, de tan distraídos, y va el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. También son como terreno pedregoso: escuchan la palabra y la aceptan en seguida con alegría; pero no tienen raíces, son inconstantes.

La parábola del trigo y la cizaña (Mt 13, 24-30) nos recuerda que todos llevamos cizaña dentro; los que se obsesionan con las profecías y los mensajes la tienen en la obsesión de prestar atención a muchos falsos profetas, que es síntoma de desconfianza en el Profeta verdadero.

Una tercera alusión a las parábolas que pueden ilustrar esta actitud: el obsesionado por las profecías no vende todo cuanto tiene para comprar la perla de gran valor (Mt 13, 45-46), porque sigue siendo rico de espíritu, no se ha vaciado para que entre la buena nueva.

Qué auténtico y poderoso es el amor, que nos hace darlo todo y darnos, cuando brota de ese desvalimiento y de la entrega confiada a Dios, de la conversión ineludible a la que nos llevan el desengaño, el fracaso, la quiebra de las ilusiones.

Porque las crisis o los dramas personales pueden endurecer el corazón o abrirlo. Si eres consciente de que la batalla se libra siempre, en primer lugar, dentro, tarde o temprano acontece la rendición de esos personajes que ya no podemos seguir interpretando y el corazón se libera de escudos y armaduras, inútiles al fin. Y se alza la bandera de la confianza en el Único que nos da palabras de Vida, que no pasarán.

O hacemos real el Reino ahora, o no lo hacemos nunca. Es absurdo preocuparnos de escatologías más o menos cercanas o lejanas, si el Reino ya ha venido, está aquí, en nuestro corazón despierto y abierto.

Las profecías no distraen a quienes ya viven trascendiendo el tiempo cronológico. Es atendiendo a las guerras y los cataclismos interiores, a las fuerzas de dentro de uno mismo, como vemos surgir, ahora, los nuevos cielos y la nueva tierra. Sin miedo, con la confianza del que se sabe a salvo. ¿Cómo va a temer quien se sabe unido a Cristo, Su valentía y Su inspiración?

El que camina en esa Compañía, confiado y libre, no tiene miedo. Recibe información sobre lo que sucede fuera, pero sabe que lo más importante es lo que sucede dentro. Por eso puede perseverar y seguir amando hasta el final, que es el Principio.

El Reino se realiza en cada uno de nosotros cuando vivimos velando, atentos, vigilantes, con el único “equipaje” necesario siempre listo, el anhelo de volver. Mirada de lo alto y hacia lo alto, que atraviesa, como un rayo, la ilusión y la disuelve.


                                                   21 Diálogos divinos, "Confianza en Dios"

sábado, 10 de noviembre de 2018

Darse del todo al Todo


Evangelio según san Marcos 12, 38-44

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente dijo: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa. Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos monedas de muy poco valor. Llamando a sus discípulos, les dijo: “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.


Domingo XXXI de Cotidiano. ("El óbolo de la viuda" Anónimo, s. VI. Basílica de S. Apolinar Nuevo, Rávena)
                                      El óbolo de la viuda, San Apolinar Nuevo, Rávena


          Darse del todo al Todo, sin hacernos partes.

   Santa Teresa de Jesús


Ninguna acción surgida de un corazón renunciante es pequeña, y ninguna acción surgida de un corazón avaro es fructífera.  

                      Ibn ‘Atâ ‘illâh

La figura simbólica de la viuda se nos presenta como modelo de la desnudez, el desprendimiento total que, en lugar de cerrar el corazón, lo abre. De nuevo, no es cuestión de tener más o menos bienes materiales, sino de actitud, de no reservarse nada para uno, como María de Betania con el valioso frasco de perfume, del que derrama hasta la última gota sobre Jesús. Es lo que Él le pidió al joven rico, y lo que nos pide a cada uno, renunciar a nosotros mismos para dejar de estar sentados en dos sillas.

Hoy la reflexión va a ser anticipo de la del domingo próximo. Porque la liturgia es conducida por Mano sabia y, si los pasajes que leíamos esta semana nos iban preparando para comprender este darse total y sin reservas de la viuda pobre, que ya veo como una princesa del Reino, enjoyada con oro de Ofir (Salmo 45, 10), el pasaje de hoy enlaza con las lecturas del próximo domingo, de contundencia apocalíptica, atemorizante según la lógica del mundo, de separación y juicio, luminosa y esperanzadora para la lógica del Reino, que nos hace anhelar la plenitud del Origen.

Los humildes para el mundo pueden ser realmente generosos, porque solo se puede dar lo que no se tiene, pues se sabe que hay un solo Dueño. Y a la vez, al que tiene se le dará (Mt 13, 12): en el lenguaje paradójico e integrador de Jesús, el tener de Dios es muy diferente del tener del mundo. El tener del mundo es apropiarse, identificarse, acumular para conservar, asegurar y competir, coleccionando posibilidades y alternativas, ese “por si” que nace del miedo. El tener de Dios, en cambio, es Ser.

La viuda renuncia a las posibilidades, porque ha comprendido que son ilusiones inconsistentes de un mundo condenado a desaparecer. Por eso se da por entero y se somete a la única Voluntad, escoge la única opción, se mira en el único espejo.

Es nuestra lección pendiente: aprender a soltar lo que nos mantiene esclavos del mundo y sus seducciones. Cuando se sabe, más allá de la mente y sus teorías limitadas, que no se es de este mundo, se renuncia a guardar ases en la manga.

En el Evangelio que leíamos el martes (Lc 14, 15-24) veíamos cómo los invitados que prefieren atender a sus minucias, tan importantes para el mundo, no tienen tiempo ni disponibilidad para el Gran Banquete. La viuda no tiene tierras, ni bueyes, ni esposo que atender, no tiene nada, y por eso puede dar todo, es vaso vacío, preparado para ser llenado, la pura disponibilidad.

Si el ciego Bartimeo pedía, la viuda da; ella es de las verdaderas ricas del Evangelio, por eso da todo al templo, porque para ella es dárselo a Dios. Hoy celebramos el verdadero templo, que es el corazón como centro del Ser, el no lugar infinito donde adorar en espíritu y en verdad.

Viuda desvalida, así la ven los pobres fariseos, tan ignorantes. Nosotros vemos a la mujer poderosa y valiente que lo da todo porque apuesta fuerte. Mucho más audaz y generosa que Zaqueo, que solo dio una parte de su riqueza, ella alcanza lo que no logró el joven rico, lo que no alcanza ningún discípulo varón en todo el Evangelio, a excepción de Juan. Los apóstoles también acabarán dándolo todo, pero antes de la Pasión sólo encontramos esta generosidad incondicionada en Juan y en las mujeres. La viuda es hoy símbolo de esas mujeres que se dan por entero, Isa Bethel, mujer, casa de Dios, corazón inmenso. 

La mujer enigmática que hoy contemplamos, no solo es metáfora de la entrega total, es símbolo y figura también de la virginidad espiritual hacia la que nos dirigimos. Una viuda ha vivido todo lo que una mujer vivía en la Galilea de la época. Cuando uno siente que ya ha vivido todo, que es el mismo drama repetido, aunque sea hermoso a los ojos del mundo; siempre los mismos encuentros, pérdidas, conflictos, con distintos rostros y detalles, ya no quiere repetir una vez más la misma ronda de experiencias… Entonces uno da todo lo que tiene para vivir, pues ya no quiere vivir, sino Vivir; ya no quiere experimentar sino Ser. Esa es la única opción, el ojo de aguja, el camino estrecho. Qué sabia esta mujer despreciada por el mundo…; ella sabe que no hay alternativas entre las que elegir, mientras los demás siguen en la ilusión, desviviéndose con proyectos, actividades frenéticas y futuribles que son callejones sin salida. Ella lo ha comprendido, y por eso ha escogido la única opción, el único Camino, el que lleva de regreso a la Vida. www.viaamoris.blogspot.com

Con su última monedita, se está dando a sí misma, y esa es la demostración de su infinita riqueza. Porque para darse, hay que tenerse, y pocos se tienen, muy pocos son dueños de sí mismos… Al que tiene, se le dará… ¿Qué tiene?, ¿qué se le dará, realmente? La consciencia de ser, que es la verdadera abundancia.

Al que tiene (aquello que es consciente de ser) se le dará (Mateo, 13, 12; Lucas 19, 26; Marcos 4, 25). Qué importante ha de ser esta enseñanza para que aparezca, a veces por partida doble, en los tres sinópticos. Recibes, tienes, eres de acuerdo con lo que eres consciente de ser en Cristo, porque fuera de Él nada es. Ser conscientes de la vida en Cristo, fieles servidores de Su Reino y Su Justicia, renunciando a todo lo demás es a lo que hoy nos llama, la Palabra. Para ello escoge una mujer que no tiene nada más que a sí misma y su anhelo de Dios, y por eso lo tiene todo y se lo da al Todo, con la discreción de los sabios. Secretum meum mihi, dice el profeta Isaías (Is 24, 16). Porque el secreto, el Misterio, no se cuenta, se manifiesta, se hace Vida.

Los ricos de espíritu, los que tienen apegos en el mundo y están sometidos a sus alternativas, disyuntivas, múltiples posibilidades, no conocen ese secreto y por eso no pueden pasar por la puerta estrecha, el punto central, neutro, invisible, que da acceso al Reino y hoy se nos muestra como una mano discreta de mujer anónima que echa una monedita, la última que tiene para vivir, en las arcas del templo.

El pobre de espíritu no solo se ha desprendido de posesiones materiales; además, en escala ascendente, o descendente, se ha desapegado de su propia mente, con sus conocimientos, saberes, creencias, proyectos…, se ha liberado incluso de la necesidad de saber y de hacer, y, por último, de la necesidad de vivir con su propia voluntad, porque se mira en Dios y solo quiere lo que Él quiera. Es la muerte de la identidad, renunciar al mundo para ganar el alma, perder la vida para ganar la Vida, morir a uno mismo para nacer al Sí mismo.


                                               Levántate, amada mía, Hermana Glenda