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sábado, 31 de mayo de 2014

Ascensión. La Maravilla presente




¿Dónde está sentado Cristo? No está sentado en ninguna parte. Quien lo busca en algún lugar, no lo encuentra. Su parte menor se halla por doquier, su parte superior no está en ningún lugar.

La señal de que alguien ha resucitado por completo con Cristo consiste en que busca a Dios por encima del tiempo. Busca a Dios por encima del tiempo quien busca sin tiempo.
Meister Eckhart

¿Qué es entonces la oración espiritual? Es el símbolo de nuestra condición futura.
                                                                                              Isaac de Nínive

                                                           Siempre la claridad viene del cielo.
          
                                                                                    Claudio Rodríguez


A veces necesitamos encontrar formas de explicar lo inexplicable, expresar los vislumbres que el corazón capta, aunque la mente se quede a las puertas. Gracias a las reflexiones sobre la Ascensión, van apareciendo ideas, figuras, intuiciones acerca del cuerpo interior, el que perdura, la carne glorificada, la vida eterna... Me atrevo a esparcirlas aquí, el blog hermano de viaamoris.blogspot.com, porque  a veces es bueno soltar, jugar, soñar, recrearse con más libertad. Entonces el Misterio nos mira complacido, y de cuando en cuando nos concede un relámpago de asombro, un hallazgo que se expande como ojal en la tiniebla de una noche oscura.

Dice el monje copto Matta el Meskin que Jesús, en el momento de su muerte, portaba en su carne a la humanidad entera. Confirma así las palabras de San Pablo: “Nos apremia el amor de Cristo, al pensar que, si uno ha muerto por todos, todos por consiguiente han muerto.” 2 Cor 5, 14
Él nos lleva consigo, en su muerte, en su resurrección, en su ascensión. Pero nosotros también lo llevamos dentro, porque Él ha querido quedarse con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Somos teóforos: portadores de Dios.

Por lo que estamos intuyendo al contemplar la Ascensión, la muerte es realmente un paso a otra forma de existencia. Adquiere pleno sentido la metáfora de San Agustín sobre ese tránsito como paso a “la habitación de al lado”. La Comunión de los Santos no es así una esperanza lejana sino una realidad viva, porque para Dios no hay tiempo. Lo que vemos está entretejido con lo que no vemos y todo Es ya, aquí, luminoso y eterno a pesar de la apariencia de entropía.
Porque Cristo ha vencido a la muerte y unidos a Él también la hemos vencido y vivimos las primicias de la eternidad.  Esa es “la habitación de al lado”; todos los que parecieron irse están aquí, con nosotros, porque los planos de realidad se superponen y a veces, si estamos atentos, podemos sentirlo.

La muerte no nos separa de aquellos que amamos, al contrario, nos une de una forma más íntima y  real, por fin duradera. Porque el Reino de los Cielos ya está aquí, y también, ay, el infierno y el purgatorio… Lo hemos escuchado y leído a menudo, pero no siempre lo hemos comprendido en profundidad. Tuve la gracia de experimentarlo hace unos días con una claridad inédita. Y cuando pude asimilarlo, apunté esto en mi cuaderno asombrado:
            “El Cielo, el infierno y el purgatorio están en la tierra, aquí, entre nosotros. Un hombre sin piernas en una silla de ruedas empujada por una anciana con ojos de ceniza. Un enfermo de sida escuálido, solo huesos y sonrisa, que mendiga en la calle junto a un cartel de tinta temblorosa, y mira a su perro con ternura. Bajar varios tramos de escalera en penumbra para una gestión del implacable césar en Correos. El Metro, esos otros tramos de escaleras que, multidimensionales, a veces conectan con lo Real. Subir y bajar y subir de nuevo, bucear taladrando los velos del sueño. Y mañana y ayer, siempre, escalar una montaña con los sentidos sutiles despiertos, porque nuestro destino es ascender, y elevar a cuantos han hecho posible que estemos, que seamos, en este mundo, diabólico y celestal, según lo mires o lo sueñes o lo recreesEl “más allá” no es “más allá”, porque se encuentra aquí.”

Voy comprendiendo también que se puede “rehacer” la propia vida si se vive en unión con Cristo, el verdadero “Original” de los seres virtuales que somos cuando vivimos en la Matrix de inconsciencia. En Él podemos encontrar, actualizada, toda nuestra vida pasada, ese pasado consciente que nos realiza. Y sé que Él nos devolverá (nos devuelve ya) nuestra vida, para que la revivamos a la luz eterna del más allá–más acá, pero con una claridad distinta, con una densidad diferente, la materia al fin iluminada.

Ascendemos a nuestro Yo real y eterno porque en Cristo no hay disolución, sino consunción. ¿Quién asciende?, ¿cómo asciende?, ¿en qué se asciende? Esencia, centro, corazón de los sufíes, alma inmortal, sueltos al fin los viejos patrones y programas, Original que ha bajado a nuestro encuentro para elevarnos…
Ascendemos con nuestra apariencia eterna, la de de nuestra verdadera juventud, que es nuestro ser más profundo, el impulso de todo aquello que hemos sido, incorporado (in-corpore) y trascendido….
Como dice el jesuita Henri Boulad: “Quienes integran su pasado en el momento actual y lo concentran en él, están constituidos no sólo de la naturaleza humana que es visible en un momento concreto, sino de mucho más: encarnan al mismo tiempo todo el impulso interno de su pasado. Hay un arte de vivir en un estado de síntesis, en un estado de totalidad.” Dice también que solo hay una humanidad: “un único ser humano que se perpetúa a través de los milenios de la historia, y ese ser humano soy yo, ese ser humano somos nosotros. (…) En nuestro espíritu, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra conciencia y nuestro subconsciente, experimentamos el impulso irresistible de todas las generaciones pasadas, que esperan de nosotros el fruto que tienen derecho a esperar, que será la humanidad nueva que ha de nacer de nosotros algún día, cuando llegue la consumación de los tiempos, cuando el hombre haya alcanzado su pleno desarrollo, su estatura perfecta.” El “Cielo” sería así: “ese instante eterno de recuerdo reiterado de todo lo que hemos sido, de todo lo que hemos vivido en el presente de Dios.”

Que así sea, porque Es.



                               Escenas de El Árbol de la Vida, de Terrence Malick (2011) 

              Semina Verbi… (gracias, Antonio y Ricardo). Él también siembra semillas de Sí Mismo, de Verdad, en los artistas (de todas las tradiciones, todas las religiones o de ninguna) que se abren al Misterio de Lo Que Es.

                   Gracias a Marco Giovannucci por el vídeo, y por la Luz silenciosa.

                                                                      ***

             Ha subido al cielo; pero el cielo no es únicamente la desierta convexidad donde aparecen y desaparecen, veloces y tumultuosas como los imperios, las nubes de los temporales, y resplandecen en silencio, como las almas de los santos, las estrellas. El Hijo del Hombre, que subió a las montañas para estar más próximo al cielo, que fue todo luz en la luz del cielo, que murió, levantado del suelo, en la oscuridad del cielo, y volvió para elevarse en la suavidad de la noche al cielo, y volverá de nuevo un día sobre las nubes del cielo, está todavía entre nosotros, presente en el mundo que ha querido libertar, atento a nuestras súplicas si verdaderamente proceden de lo hondo del alma; a nuestras lágrimas, si en verdad fueron lágrimas de sangre en el corazón antes de ser gotas saladas en los ojos; huésped invisible y benévolo que no nos desamparará nunca, porque la tierra, por voluntad suya, ha de ser como una anticipación del reino celestial, y, en cierto sentido, forma desde hoy parte del cielo. Esta rústica nodriza de los hombres que es la Tierra, esta esfera que es un punto en el infinito, y, con todo, contiene la esperanza del infinito, Cristo la ha tomado para sí, como perpetua propiedad suya, y hoy está más ligado a nosotros que cuando comía el pan de nuestros campos. Ninguna promesa divina puede ser cancelada; todos los átomos de la nube de mayo que lo escondió están todavía aquí abajo, y nosotros elevamos todos los días nuestros ojos cansados y mortales a aquel mismo cielo del que volverá a descender con el fulgor terrible de su gloria.
                                                                                                                                        Giovanni Papini

domingo, 18 de mayo de 2014

"No somos del mundo." Jn 17, 16. Del "fracaso" a la Maravilla IV


                                                 El buen gobierno, Ambrogio Lorenzetti


              El invierno no sale a la muerte sino a la primavera.
              Y yo me siento ya en ese punto de mi invierno en que la primavera me aguarda.

                                                                                                  Juan Ramón Jiménez

                   
             Nunca nada es tan bueno o tan malo como imaginábamos. La ataraxia de los epicúreos, los estoicos, los escépticos..., y de los padres del desierto, es una puerta a la serenidad.
            Que nada ni nadie nos quite la paz; que nada ni nadie nos saque del centro donde somos reales y eternos.
            Porque la vida y la seguridad verdaderas están más allá del mundo, o más dentro del propio corazón.
           Lo auténtico trasciende lo que vemos, esta dimensión de límites y entropía, de ausencias y tristeza, de errores y fracasos.
           En el mundo rigen los pares de opuestos: bien o mal, error o acierto, fracaso, triunfo, sí o no… Pero podemos seguir en el mundo, mientras sea necesario, conscientes de no ser del mundo, conectando con nuestra esencia original.
Y así vamos viviendo y muriendo a la vez. Compañeras inseparables, vida y muerte, muerte y vida, nos muestran el camino de vuelta a ese hogar donde los extremos no existen, porque los pares de opuestos se han fundido en el espejo que muestra lo Real.
            Y aprendemos a mirar todo de forma nueva, serenos y libres, aceptando y soltando, ecuánimes ante los afanes del mundo, con el corazón, la mente, el alma, incluso el cuerpo, en Lo Que Es y, porque Es, no puede desaparecer.


 
                                               Canción del elegido, Silvio Rodríguez



                                                               SÓLO EL TIEMPO

                                                                                              Cuando ha desaparecido todo, queda todo.
                                                                                                                                    Francisco Pino 
Sólo el tiempo puede
ganarnos la partida,
si no somos capaces de perder
como quien vence
o como quien aprende
a atravesar los velos
del sí y el no, del arriba y abajo,
del blanco y el negro
y ver las cosas, en un instante
de lucidez inesperada,
como son.

Pero si aprendemos
a perder con la serena
ecuanimidad del que recuerda
quién es
y no lamenta el cambio
de escenario o de ropaje,
del que se empeña a fondo
en cada nuevo personaje,
sin olvidar que es actor
(y no Otelo y no Penélope y no Hamlet),
sin olvidar que el silencio
es arma tan poderosa como la palabra
(a veces, tantas veces, más),
  
si encontramos en la pérdida
un nuevo afluente, una nueva raíz
que se adentra y avanza y va creciendo,
conseguimos el Bálsamo de Fierabrás
que protege y sana toda herida.
 
Sólo el tiempo puede entonces
tratar de ganarnos la partida
y fracasar.