Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










martes, 31 de diciembre de 2019

Santa María, Madre de Dios


Evangelio según san Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.


Bartolomé Esteban Murillo (Pérez) - La Adoración de los pastores
Adoración de los pastores. Murillo


                                                       Bendecid, que para esto hemos sido llamados,
                                                       para ser herederos de la bendición.

                                                                                                           1 Pe 3, 9

Dice Henry Nouwen que dar una bendición crea aquello que pronuncia. La bendición tiene que ver con la afirmación de la bondad original del otro. Tal vez por eso me gusta tanto y me mueve por dentro la Bendición de El Libro de los Números, que la liturgia propone para recibir el nuevo año:

El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti y te conceda la paz.

                                            Números 6, 24-26

Acojamos con gratitud y buen ánimo la bendición que el Señor nos ofrece sin cesar, conscientes de que Él, fiel a su promesa, está con nosotros siempre (Mt 28, 20), en cada acontecimiento, cada encuentro, cada ausencia, cada palabra, cada silencio, cada alegría y cada tristeza, porque nada ni nadie nos puede separar de Su amor (Rom 8, 38-39).

Teniéndole a Él de nuestra parte, nada logrará abatirnos ni robarnos la paz. Entonces, como decía la optimista y audaz Juliana de Norwich, hace más de seiscientos años, todo irá bien, y todo irá bien, y toda clase de cosas irán bien (all shall be well, and all shall be well, and all manner of things shall be well).

La mejor, más efectiva y poderosa bendición que podemos dar y darnos tiene que ver con lo que hoy leemos en el Evangelio: y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (Lc 2, 21).

Si dudamos de que todo irá bien, podemos recordar las palabras de San Bernardo y pronunciar, compartir, pensar y sentir este Nombre nuevo y antiguo, Nombre eterno, que no separa ni divide como el resto de los nombres, sino que ilumina, transforma y da la Vida:

El nombre de Jesús no es sólo luz, también es alimento. ¿No te sientes reconfortado siempre que lo recuerdas? ¿Hay algo que sacie tanto el espíritu del que lo medita? ¿O que pueda reparar tanto las fuerzas perdidas, fortalecer las virtudes, fomentar el amor?
Que el Nombre de Jesús nos bendiga cada día de nuestra vida y que seamos capaces de conservar la gracia y los dones recibidos, meditándolos en el corazón, como hacía María, Madre de Dios, misterio y dogma que hoy celebramos para iniciar el nuevo año a la luz misericordiosa de su mirada. www.viaamoris.blogspot.com

Su Corazón Inmaculado triunfará sobre todo y sobre todos, porque la victoria es de Cristo, y Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra es un solo eslabón con su Hijo. Por eso, digan lo que digan, proclamen el Quinto Dogma Mariano oficialmente o no lo hagan, ella es, desde siempre y para siempre, corredentora. 

                                          197. Diálogos divinos. ¿Corredentora?


                                          198. Diálogos divinos. ¿Corredentora? II

sábado, 28 de diciembre de 2019

La Sagrada Familia


Evangelio según san Mateo 2, 13-15.19-23

Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levanto, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: “Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto”. Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño”. Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea, y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría nazareno.
            
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                               La Sagrada Familia huyendo a Egipto, Alberto Durero

Una familia fuerte es como un estado independiente en el que los avatares del mundo y los condicionamientos de la sociedad no tienen capacidad de determinar su vida interna. Pasarán muchas cosas alrededor, pero si la familia es fuerte puede sostener una identidad y no dejarse afectar por tantas cosas que pasan en la vida.

                                                                                                  Gilbert Keith Chesterton


Como vemos en www.viaamoris.blogspot.com uno de los significados de la palabra "santidad" es "apartarse". Jesús no necesitaba, como nosotros, apartarse para ser santo, pues Es, desde siempre, el Santo de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, pero su Humanidad corría peligro. Por eso huyeron a Egipto, María, José y el Niño, La Sagrada Familia, que hoy celebramos.

Modelo para todas las familias desde hace dos milenios; para las familias institucionalizadas o exteriores y, sobre todo, para la verdadera familia: la familia espiritual, unida por lazos eternos, la formada por aquellos que, en palabras del propio Jesús, escuchan la palabra de Dios y la cumplen (Lc 8, 19-21). No es, por tanto, una familia según la carne o la sangre, sino en espíritu y en verdad.

Hay mucho sueño, incoherencia, egoísmo y contradicciones en casi todos los hogares, como los hay en uno mismo. La familia exterior es a menudo reflejo de la sociedad en que surge, y reproduce sus lacras. Es la Palabra encarnada en cada uno la que hace posible la familia real y duradera como semilla del Cuerpo Místico, esa Iglesia interior que nos llama desde la Jerusalén celeste.

Posponer al padre y a la madre, a la mujer y los hijos, a los hermanos y hermanas, es requisito para seguir a Jesús (Lc 14 26). ¿Queremos ser buenos, o perfectos como el Padre? ¿Conformarnos con obrar según la norma externa, como el joven rico, o, además, ser coherentes desde el centro del corazón (Mt 19, 16-23)? La perfección es seguir al Maestro, que no tiene nada ni se apega a nada ni nadie que lo aleje de su Misión. Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza (Mt 8, 20).

La familia según la carne puede incluso atacar a la que se forma con los lazos del espíritu, cuando cree que esos lazos, sutiles y firmes, amenazan los valores que priman hoy, tan alejados a veces de los que inspira la enseñanza de Jesús (Mt 10, Mateo 10, 21), como ninguna. Docilidad, desapego, generosidad, confianza, valores evangélicos tan olvidados en una sociedad competitiva y hedonista, donde afanarse, disfrutar, medrar, prosperar a costa de lo que sea suele ser hasta bien visto.  

Pero la vida de Jesús, el Maestro, es lo más alejado de los afanes mundanos, los placeres, las comodidades y los privilegios. El verdadero discípulo no se asienta ni se acomoda, no se establece ni se congela, no busca en el exterior un bienestar que le adormece. Al contrario, está siempre de pie, el corazón encendido, la cintura ceñida, dispuesto a reemprender el camino en medio de la noche.

Por eso, la Sagrada Familia es ejemplo de actitud y de propósito. Van, vienen, cambian, crecen, evolucionan en la Voluntad del Padre, valientes y libres, confiados y generosos, sin apegarse a lugares o circunstancias. Una fidelidad y una confianza como las suyas son imprescindibles para el que no se conforma con ser “bueno” y decide vivir para extender el Reino. 

La Sagrada Familia es modelo para las familias físicas pero, sobre todo, para la familia espiritual. No en vano, el Padre de esta Familia es Dios Padre, el Esposo, el Espíritu Santo y el Hijo es el Verbo. San José cumple la función de padre impecablemente, sin ser padre de carne, y María es hija del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu Santo, lo que cada alma está llamada a ser siguiendo su guía.


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Descanso en la huida a Egipto, Joachim Patinir

martes, 24 de diciembre de 2019

Navidad


Evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este era de quien yo dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado. 


El nacimiento de Jesús, B. Murillo
                                      
      Aunque Cristo naciera mil veces en Belén
      y no dentro de ti, tu alma estará perdida.
     Mirarás en vano la Cruz del Gólgota 
     hasta que se eleve de nuevo en tu interior.

                                                                                    Angelus Silesius

Ya sabemos que la Navidad no es un tiempo de vacaciones, comidas familiares, regalos, luces y jolgorio. Los que la viven así no conocen su verdadero sentido, no viven la Navidad. Pero ¿la viven y la comprenden realmente los que parecen darle una dimensión cristiana? ¿La vivimos y comprendemos realmente, con lo más profundo del corazón? Si logramos soltar todo lo que no es la Navidad, podemos profundizar en el gran Misterio, el gran Milagro, que es el Nacimiento del Hijo de Dios como uno de nosotros.

Hace falta silencio, un gran silencio, real y fecundo, para experimentar la verdadera Navidad. El Verbo nace en el silencio de la noche. Si queremos que Él nazca en nosotros, hemos de hacer silencio y vaciarnos, liberarnos de ruido, palabras vanas, imágenes, distracciones, actividad innecesaria, todos esos ídolos, a veces aparentemente buenos, que se oponen al Nacimiento de Dios. Liberémonos de todo lo que amenaza ese silencio, lo que impide que encarne, se geste y nazca en nosotros la Palabra. www.viaamoris.blogspot.com


Frithjof Schuon insiste en que la venida de Cristo es "el Absoluto hecho relatividad, a fin de que lo relativo se haga Absoluto". Bendita relatividad, bendita multiplicidad, entonces, contemplada desde la esencia que nuestra condición restaurada de Hijos nos otorga.

Celebramos el Amor; Él nos ama tanto que hace que su Hijo nazca hombre pasible. Si no fuera por el misterio del Amor, que solo en el silencio podemos experimentar y vislumbrar, el verdadero significado de la Navidad sería visto desde fuera como una locura. Que Cristo encarne en un niño, que Dios se haga hombre, esa locura maravillosa, nos da una dignidad que nada ni nadie puede quitarnos. Y también nos enseña a ser humildes, contemplando al mismo Dios, desvalido y envuelto en pañales, en un pesebre. 

Estamos conmemorando la segunda creación del hombre. Desde el nacimiento de Jesús, el hombre tiene libre acceso a las dimensiones más elevadas de sí mismo. No hay amor más grande, no hay alegría mayor; podemos entrar en comunión con el Amor a cada instante, en ese eterno presente donde ya somos uno con Él.

Ese Amor encarnado, el resplandor de la naturaleza humana divinizada, enciende una chispa en el corazón del que está atento y dispuesto a acoger al Niño. El destino de esa chispa es crecer hasta que se convierta en un fuego purificador que nos transforme y queme lo que queda de hombre viejo, de viejo mundo, en nosotros. He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! (Lc 12, 49), nos dirá Jesús, treinta años después de su primera venida. ¿Cómo no reconocer que Él es nuestro amor, nuestra luz, nuestra alegría?

            En Belén se inicia el camino que nos permite recuperar la inocencia primordial, esa dimensión sin espacio ni tiempo ni coordenadas, en la que todas las cosas y todos los seres mueren para renacer en la Unidad, en un presente eterno, un único latido que trasciende las formas y los nombres, ante el único Nombre, que siempre está viniendo.  

                                               26. Diálogos divinos. Navidad

sábado, 21 de diciembre de 2019

Cuando José se despertó


Evangelio según san Mateo 1, 18-24

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta:  "Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa «Dios con nosotros»”. Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

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El sueño de José, Philippe de Champaigne

Un rasgo esencial de la figura de san José: su finura para percibir lo divino y su capacidad de discernimiento.
                                                                                               Benedicto XVI


La Palabra se hace palabra. El Nombre sobre todo nombre adopta el nombre de Jesús. La omnipotencia se encarna en niño frágil y necesitado de amparo que José ha de tomar consigo, acoger, amparar. Surge la Sagrada Familia, y surge con sacrificio, palabra denostada por muchos, en realidad, sublime, pues significa hacer sagrado “sacer fare”.

¿Qué sacrificó José? Las dudas, el miedo, lo superfluo e inútil que tiene toda tradición, los condicionamientos. Sacrificó hasta la dimensión carnal de su matrimonio. Pero no perdió virilidad; ganó la verdadera virilidad, la eterna. José, hombre discreto, valiente y decidido, modelo de fidelidad. José, el elegido de la estirpe de David, para ser el esposo de la más excelsa criatura y cuidar, como padre terreno, al Hijo de Dios. A este hombre excelente como ninguno, se le confió Aquel que había de salvar a la humanidad. José, hombre digno de confianza y modelo de confianza a la vez. Dios confió en él y él confió en Dios, sin reservas.

Precisamente la clave para vivir la Navidad es, además de la virginidad espiritual, sobre la que reflexionamos en www.viaamoris.blogspot.com, la confianza. Somos conscientes de que solos no podemos hacer nada, nos abrimos y aceptamos que se haga Su voluntad. Aprendemos a callar y a escuchar, para que en el silencio del corazón, libre ya de ruidos, de palabras inútiles, del bullicio de los vanos deseos, pueda encarnar la Palabra.

Porque al celebrar la Navidad de Belén, evocamos también la Navidad en el seno del Padre (en el principio era el Verbo…). Una Navidad cronológica y otra intemporal. Y también una Navidad personal: el nacimiento de Jesús en cada una de nuestras almas. Dice San Pablo en Gálatas 4, 19: “Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros”. 


Adviento, el que viene, el que está viniendo…
Si no callas no se detendrá en tu puerta,
si no tienes silencio para ofrecerle, pasará de largo.
Porque el que viene trae Palabras
de vida eterna que solo puede oír el que ha callado
lo suficiente por fuera y del todo por dentro.
Calla otra vez y otra y otra.
Haz del silencio tu ejercicio cotidiano.
Silencio que se oye, se huele, se palpa,
silencio que se ve en cada movimiento
de un cuerpo silencioso que se enciende
de pura quietud, va derramando
desde el centro permanente de su esencia
la pura clara luz, la llama inmóvil
que el Silencio ha prendido para que arda
recreando el Sonido primordial
donde se oye la Palabra increada;
creadora, infinita, eterna.


                                                78. Diálogos Divinos. Navidad eterna

sábado, 14 de diciembre de 2019

Domingo de la Alegría

               
Evangelio según san Mateo 11, 2-11

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!” Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis, a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti”. Os aseguro que no ha nacido de una mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él".

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La Virgen María con Jesús y Juan Bautista niños, Abbott Handerson Thayer

El mundo puede cambiar si vosotros cambiáis. Si os convertís en el hombre nuevo, 
haréis posible al mundo nuevo; y en el Evangelio tenéis todas las luces y las fuerzas 
necesarias para crear, el uno por medio del otro, al hombre nuevo y al mundo nuevo.

                                                                                 Padre Gatry

Adviento, tiempo de esperanza y alegría, de ponernos en pie, de alzar la cabeza, de atrevernos. ¿Qué nos detiene?, ¿qué nos estorba?, ¿qué nos impide caminar al encuentro del que viene? Ver esos obstáculos es ya un gran paso para liberarse y estar disponible para ser un instrumento fiel. Verlo nos expande, nos abre perspectivas, nos quita lastre, nos libera, recordándonos que estamos en el mundo pero no somos del mundo… www.viaamoris.blogspot.com

Adviento, fidelidad, promesa  cumplida, confianza, alegría, amor. Tiempo para recordar hemos sido liberados de la muerte por Aquel que está viniendo, Jesús, nuestro libertador. Libre es el que no teme y por eso puede estar en paz, y sentir alegría. Porque hoy es el Domingo Gaudete, Tercer Domingo de Adviento, Domingo de la Alegría. 

Es tiempo de cantar la alegría de la Salvación que está llegando. La alegría de Zacarías, que rezamos cada mañana en el Benedictus, y la de Isabel, los padres de Juan Bautista. La alegría de María, resumida  en el Magníficat, la del propio Juan, que le llevó a saltar en el seno de su madre, la de David, el rey pecador, convertido en poeta y santo por la gracia, “padre” e hijo a la vez del Señor que esperaba, la nuestra, por sabernos ciudadanos del Reino de la alegría. 

Juan el Bautista marca la transición del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento, la Buena Nueva que libera, alegra, expande el corazón. Esperar a Jesús, anhelarle, querer unirnos definitivamente a Él pasa por reconocer nuestra miseria con la humildad de Juan Bautista, por eso la alegría del Salvador que se acerca nos embarga ya, pero no olvidamos el ascetismo y la sobriedad pues necesitamos velar para que a Su llegada nos encuentre despiertos.

VOZ QUE ANUNCIA A LA PALABRA

El desierto es mi hogar y mi destino.
¿Quién no atraviesa en su vida un desierto?
Pero el mío ha sido mi morada,
paisaje desnudo para el asceta,
arena infinita para el precursor.
Profeta de la Luz,
heraldo de la Vida, eso soy yo,

desde este espacio yermo
que me abrasa de día
y de noche congela hasta las lágrimas.

Cómo hubiera seguido tus pasos
si otra hubiera sido mi misión;
habría aprendido a bailar y reír,
para poder predicar la alegría del Reino.
Mas debía seguir en mi desierto,
exhortando a la conversión.

Quién pudiera ser de pecadores
el consuelo, el refugio, el defensor,
y no el hostigador, y no el azote,
y no el recuerdo ingrato de las penas
para el que no quiere ser
ciudadano del Reino de la alegría.

Por eso pregunté si eras tú,
desde el ventanuco de mi cárcel postrera,
no porque lo dudara, era una forma
de acercarme a tu grupo
de discípulos fieles, compartir
desde la distancia del cautivo
vuestra amistad, vuestro entusiasmo.

Qué ingrato y qué difícil mi papel,
lejos del Maestro, pero anunciándole.
Te bauticé porque me lo pediste,
con estas manos ásperas
de asceta solitario,
del último del  Reino de los Cielos,
yo, Juan, que, desde el seno de mi madre,
en el seno de la Tuya te reconocí.

Yo soy la voz que clama en el desierto
y anuncia la Palabra que eres Tú,
Verbo eterno, Palabra
definitiva del Padre, ven Jesús,
sigue viniendo, yo, Juan,
el último del Reino,
no dejo de anunciarte y proclamar
que eres Señor.



Cantata de Adviento, "Elevaos con alegría". J. S. Bach

“Cuando buscamos una palabra en un gran diccionario tardamos en llegar a ella, pues nos solicitan tantas imágenes y palabras que a menudo ni siquiera nos acordamos de lo que buscamos y volvemos a cerrar el libro, cansados, dispersos, vacíos y tan ignorantes como antes. Satán es la distracción en la multitud de las cosas creadas por el hombre en el mundo, que nos impide ir directamente hacia Dios. Por eso se le llama el tentador. La dificultad es grande, pues hay que tener los ojos bien abiertos para buscar la palabra, estamos obligados a ver las demás palabras, y hay que tener mucho atrevimiento y determinación para no hacer caso y seguir recto hacia la palabra clave, ¡al reino de Dios que nos da todo lo demás por añadidura! Pues se busca toda esa añadidura en el polvo de las palabras infinitas e inasible en; saber mirar el mundo y no verlo.”

Louis Cattiaux da en el centro de la diana, con una reflexión que nos recuerda la ceguera y dispersión, cada vez más evidente, de estos últimos tiempos. Él habla de palabras y diccionarios, que nos impiden ver, encontrar, escuchar la Palabra, pero lo podemos ver también en los centros comerciales, en las alienantes redes sociales, en las diabólicas estrategias comerciales de la red. “Red”, acertada palabra para esta Matrix que nos esclaviza y aturde, nos convierte árbol estéril, en paja que se quemará. 

Liberémonos de todo lo que obstaculiza el camino al Señor, que ya viene. Soltar, limpiar, vaciar... Dejemos de ordenar las sillas del Titanic, pues así discurre nuestra vida tantas veces. Ese no querer perderse nada de lo que el mundo ofrece, que nos lleva a perder el alma y la vida eterna. Dejemos de estar encandilados con las preciosas sillas del Titanic. Que otros las ordenen, admiren y adornen, si quieren, que las sigan hasta el légamo oscuro y frío donde acaban todos los naufragios. Pongámonos nosotros manos a la obra para ordenar nuestra alma, vaciándonos, desapegándonos, llegando a la pura nada que somos, para que el Todo nos llene. Y ese Todo es Jesús, que está viniendo.