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sábado, 29 de enero de 2022

Ser parábola de amor


Evangelio de Lucas 4, 21-30

En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: ¿No es este el hijo de José? Y Jesús les dijo:“Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún”. Y añadió: “Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que Naamán, el sirio”. Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.


                             El abandono consiste en librarse de las propias particularidades personales
con la finalidad de crear en sí el espacio para la presencia y la acción de Dios.

                                                                                                          Edith Stein
 
Como compartí el domingo pasado, sigo pensando, sintiendo, sabiendo que queda poco tiempo. ¿De vida?, ¿de camino?, ¿de extravío? Poco importa, queda poco tiempo, ese es el mensaje, y hay que recoger porque se acaba el recreo, o embarcar, que el barco zarpa o el avión despega.
Hacer las maletas, soltar lastre, buenas imágenes de este tiempo de gracia… ¿Qué nos llevamos?, ¿qué descartamos? La segunda lectura de hoy (1 Corintios 12, 31-13, 13) nos da la clave. Solo podemos llevarnos el Amor verdadero, que no es apego ni posesividad ni sensiblería. Todo lo que tenga que ver con el Amor, ¡a la maleta! El resto es para el polvo y para el viento, que decía Machado, el poeta que supo expresar como nadie lo que es zarpar y lo que es viajar ligero de equipaje, como los hijos de la Mar.
Hijos de la Mar… ¿Cómo son? Libres, liberados de sí mismos para poder acoger la Voluntad de Aquel que libera. La maravilla es descubrir que nuestra voluntad coincide, siempre coincidió, con la Suya. Entonces, qué fácil abrirse paso entre todo lo que nos esclaviza, qué natural abrirse paso y alejarse…
Por eso, San Gregorio de Nisa decía que el contemplativo que había restablecido en su alma la imagen de Dios era el verdadero hombre libre. Solo él podía llevar su dignidad merecidamente como hijo de Dios y rey de la creación divina.
Es otra manera de expresar ese proceso, gesto o instante de gracia, necesario para todos: abrirse paso entre la mentira, y alejarse por el camino de la Verdad, que es Jesucristo. Siguiéndole, no hay pérdida ni distracción y la vida se transforma en Pascua, paso en pos de Él.
Avanzamos seguros por el camino esencial que Él traza, libres, desapegados de esas seguridades que tienen que ver con este mundo de fuegos de artificio. Y nada nos encadenará ni nos hará perder la paz, o el Norte, que también es Él, porque elegimos, sin esfuerzo, como fruto de una elección original (del Origen) y por tanto ya tomada, la única opción, el ojo de aguja, el camino estrecho.
Es la verdadera autorreferencia, de la que tanto hablan cuando explican el “desdoblamiento de los tiempos”, según los principios de la física moderna. He aquí lo que no ven si se quedan en ese nuevo lenguaje científico y pretendidamente aséptico, que explica lo de siempre, lo eterno, con nuevos hallazgos o con hallazgos que no se podían expresar con los lenguajes de la ciencia clásica.
O sí lo ven, ya lo van viendo, porque todos los caminos sinceros desembocan en Cristo. No tardarán en verlo definitivamente y pronunciar con San Agustín: tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva. Es en Él, verdadero punto 0.0, donde todo el pasado se transforma en combustible del mejor de los futuros, el único posible en realidad: regresar a Casa. Todo ya lo dijo Él, lo mostró Él, por mucho que se empeñen en darle vueltas de tuerca al engranaje perfecto, atemporal, verdadero Arte objetivo, que es el Evangelio.
Abrirse paso y alejarse. Tarea de un instante y de toda la vida. Es también el recuerdo de Sí de Gurdjieff, Ouspensky y sus discípulos, y lo que buscan, algo despistados o cegados por brillos que les hacen creer que han encontrado “la gran clave”, los que hacen del mindfulness una nueva religión. Oyen hablar de Jesucristo y, dejándose llevar por prejuicios y condicionamientos, menosprecian al que habla, etiquetándole como anticuado, beato o simplemente religioso, con la carga despectiva que en esta palabra ponen los que van de progres y relativistas. No ven que Jesús es mucho más que una religión, porque Lo es Todo. Mindfulness, atención plena, vivir el instante aquí y ahora… El Evangelio está lleno de llamadas a vivir velando, a la vigilancia continua, a vivir el momento presente, a despertar de la matrix de todos los tiempos, que es el mundo, en el que nos abrimos paso para alejarnos hacia lo Real, donde ya estamos.
Vivamos en tensión espiritual, acordes con la Palabra, el infinito vertical que conecta con la Esencia. Eje vertical de la Cruz donde veo el otro eje, el infinito horizontal, transmutando todo, perfeccionando y completando todo, transfigurando todo, al interseccionar con el eje vertical. Y sueño con esa Figura que he de trazar también con mi vida, siendo Uno con Él, elevándome y volviendo a bajar, para iluminar la materia con la Luz que somos. Y comprendo a un nivel inefable el “tarde te amé”. Y comprendo también el consejo de Santa Teresa de mirarle sólo a Él, para ponerse bajo la única influencia, la única referencia, la del Ser, soltando todo lo que no es.
Comprenderlo y vivirlo es encarnar en nuestras vidas la imagen que hoy nos transmite el Evangelio: se abrió paso entre ellos y se alejaba. Abrámonos paso, soltando, trascendiendo, para alejarnos de lo que no somos y Ser en Él. Entonces cada uno de nosotros será parábola viviente de este Amor.


superficies y curvas de nivel (formulas y graficos)


Hijos del Mar y de la Luz

Pasamos la vida aprendiendo a dar;
entre el sí y el no,
el mío y el tuyo,
la constante fricción enciende el fuego
que ilumina el camino.

Ahora puedes andarlo
ligero de equipaje,
y entender al poeta
que se hizo a la mar casi desnudo,
acaso libre.

Pasamos la vida aprendiendo a dar;
aprende ahora a darte
y partirás desnudo,
acaso libre,
otro hijo del Mar y de la Luz.
 

En mi Getsemaní, María José Bravo
 

sábado, 22 de enero de 2022

Año de Gracia para la Vida


Evangelio según san Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

Excelentísimo Teófilo: Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».


 

Cuelgo un post que escribí hace años pero que encaja muy bien con lo que estamos viviendo en este 2022 apenas estrenado.
                                                                                   
                                                                                          La ley estaba preñada de Cristo.
                                                                                                                           San Agustín
Cuando me enteré de que David Bowie había muerto, me dije: tengo que hacer un paréntesis en los comentarios del Evangelio y escribir sobre él… El blog Días de gracia puede así volver a sus raíces: cultura, música, arte… Cómo no escribir, continué diciéndome, sobre alguien que me influyó tanto de joven... Enseguida me di cuenta de que, si no veía el trasfondo de estos pensamientos ilusorios, sería un ego escribiendo sobre otro ego… Porque así me vi en mi reflexión: cómo voy a disfrutar con este post, recordando su música, su arte, esa sonrisa de dientes descolocados que tanto me gustaba… Días de gracia volverá a ser un blog de arte.
 
Quería hacer un paréntesis en los comentarios al Evangelio, justo cuando se nos llama a anunciar el Evangelio, la libertad, la luz…, el año de gracia del Señor. Dejar la Palabra de Vida por palabras que el viento se lleva, por el arte subjetivo y efímero...
 
Qué ingenua, Eugenia, qué ingenua… ¡No ves que ya es un blog sobre la Palabra y el Arte! Solo ahora es verdaderamente un blog de Escritura y Arte objetivo. Solo ahora vale la pena escribir en él porque habla del Arte verdadero, del único Artista… Como nos recordó don Roberto en una de sus últimas homilías: quien no recoge con Él, desparrama. Y ya he desparramado tanto… Recoger con Él, dedicarle lo poco que sé hacer: escribir, mirar, leer Su Palabra, compartir hallazgos en el camino de regreso a Casa.
 
Quería escribir sobre Bowie y sobre esos dieciocho meses de gracia que le fueron dados cuando conoció que tenía cáncer y los quiso dedicar a su obra… Y el Evangelio de hoy nos habla del Año de Gracia y de la Obra. Bowie tuvo año y medio para culminar su obra musical y despedirse, muchos de nosotros tenemos aún un largo tiempo de gracia. ¿Qué vamos hacer con él? ¿Desparramar o recoger?
 
A mí no me han diagnosticado un cáncer, pero siento desde hace tiempo que hay que ir recogiendo, cerrando, culminando… Resolver, limpiar, dejar un buen testimonio de nuestro paso por la vida. Puede que siga por aquí un buen puñado de años, tres, doce, cuarenta.. (nada, en la inmensidad del universo, una brizna de existencia), pero tengo la certeza de que ya hay que ir recogiendo, que "se acaba el recreo".

A veces pienso en las huellas materiales que dejaría si me fuera hoy… Conflictos sin resolver, peso, lastre, líos… Otras veces pienso en mis libros inacabados; tantos escritos inéditos que debería tal vez ordenar, concluir, seleccionar y corregir para que no sea trabajo perdido… ¿Soltar, como Bowie, mis últimas canciones-páginas y destruir el resto?

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Miro los recortes de prensa que hablan sobre su muerte. Su última imagen: qué guapo aún, qué elegante, con ese paso al frente, aun sabiendo que se muere..., me dice la ingenua… Impostura en él, y en mí mirándole…, o, mejor dicho, postura, pose, gesto, pura virtualidad, como esas series de retratos con mínimas variantes que han aparecido en todos los periódicos. Con el rayo atravesando la cara, o con ademanes milimétricamente estudiados para conseguir un efecto. Tantas imágenes, su última imagen…
 
Y el pensamiento se me va a la imagen póstuma de otro hombre. Y qué hombre… La busco, la tengo en casa, enmarcada, siempre a la vista, para recordar cómo mira, cómo sonríe, cómo vive y cómo muere un hombre. Es Martín Martínez Pascual, un minuto antes de morir, fotografiado junto a los milicianos que le asesinaron, bendiciendo con la luz de sus ojos, demostrando que la muerte no existe para el que sabe vivir y morir.

 

Bowie necesitó 18 meses de esfuerzo para terminar una obra musical a los 69 años e irse. Martín Martínez Pascual apenas requirió un minuto ante unos verdugos ignorantes para culminar una Obra a los 26 años.
 ¿Qué quiero acabar yo? ¿Intento culminar una obra para el mundo, para seguir desparramando, o afronto de una vez la Obra que pocos emprenden y algunos acaban (muchos son los llamados y pocos los elegidos), y decido recoger con Él y solo con Él? Puede ser trabajo de años, recuerdo a Ana de Fanuel, a Simeón, a San Juan Evangelista, a tantos santos que llegaron a ancianos, o, como en el caso de Martín Martínez Pascual, o Dimas, el ladrón que “robó” el cielo con su humildad, pueda bastar una hora, un instante de gracia donde condonar tanta vida inútil, tanto desvarío, tanto desparrame como he ido acumulando. Ahora sé qué significa la palabra desparrame, des-parra-me, des-parra-mar. Que Dios me dé lucidez y tiempo de gracia, para comprender también y vivir lo que significa recoger, re-coger, re-coger con Él.
 
“Tan guapo y misterioso, Bowie…” ¿A quién le parece/parecía guapo? Ahora veo que era guapo y misterioso en lo lineal, lo cronológico, lo virtual, en el mundo del que no somos…. Lo mismo que su música, buena música, extraordinaria, en el mundo, en lo lineal, lo virtual, una música que solo alcanza la verdadera Belleza en los raros momentos en los que, probablemente sin saberlo, reconocía su verdadera esencia, y ya no era lineal, cronológico, sino vertical, del que mira hacia arriba, del que busca en lo Alto su origen y su meta. Ni él sería consciente de estar dando rienda suelta a su anhelo de infinito. O acaso sí, acaso alguna vez lo fue a pesar de la pose, como en su estudiado Padrenuestro por su amigo Freddie Mercury. Porque lo primero que hice cuando supe que Bowie había muerto fue, como siempre que conozco la muerte de alguien, rezar un Padrenuestro, y le recordé arrodillado en el Estadio de Wembley.
 


                 
Mírame, estoy en el cielo, dice en Lazarus, una de sus últimas canciones… Ya te miro, David Jones. Te miro y te Veo, y tú te Ves por primera vez, libre de mechas y maquillaje, de poses y artificio, de gestos estudiados, ahora te ves a ti mismo, a cara y corazón descubierto; ahora lo comprendes todo. Qué pequeña te debe parecer tu obra a la luz de la eternidad, que insignificante tu vida, tu historia, como todas nuestras obras, vidas e historias, ante la perspectiva de la eternidad…

David Jones ha muerto, viva David Bowie -me decía yo hace unos días- un post de música y arte, claro… Sé tanto sobre él…, me sé sus canciones, sus películas, su historia…, esto “me lo sé bien”…
 
Y lo Otro, ¿me lo sé? ¿Me sé lo Otro, lo Único?
 
Demostrar que me lo sé… Cuánto hay en el arte con minúsculas y en la vida con minúsculas de eso, de “sabérselo” y demostrarlo. ¿Qué me sé? ¿Quién se lo sabe? Nadie, nada…
 
Y recuerdo los versos de Gil de Biedma…
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde,
como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
 
Y vuelvo al Arte, a la Escritura, al año de gracia, al día de gracia que hoy, siempre es hoy, se nos concede… ¿Qué haremos? ¿Recoger o desparramar?

miro de nuevo esas dos últimas imágenes. La de Bowie y la de Martín, un modelo para los días de gracia que queden por vivir. El showman y el hombre. El hombre exterior, el virtual, el muerto, y el hombre interior, el real, el resucitado ya desde antes de morir. www.viaamoris.blogspot.com
 

sábado, 15 de enero de 2022

Hacia el banquete de bodas eterno


Evangelio según san Juan 2, 1-12

A los tres días, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino y la madre de Jesús le dice: “No les queda vino”. Jesús le dice: “Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora”. Su madre dice a los sirvientes: “Haced lo que él diga”. Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: “Llenad las tinajas de agua”. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: “Sacad ahora, y llevadlo al mayordomo”. Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, porque habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dijo: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora”. Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días 


Bartolomé Esteban Murillo (Pérez) - Bodas de Caná
                              Las Bodas de Caná, Murillo

Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará Dios contigo.
                                                                                                                          Isaías 62, 5                            
En Caná, la Madre cede, de algún modo, el testigo al Padre. Hasta ahora, su misión fue cuidar de Jesús, educarle, enseñarle..., pero ha llegado el momento de que el Hijo amado, el predilecto, dé testimonio de Sí mismo, y proclame la buena nueva, la semilla del Reino para todos.

Si en Getsemaní estará triste hasta la muerte (Mt 26, 38), en Caná se muestra por un momento triste, serio, con la amargura del que empieza a vislumbrar la magnitud dramática de su misión. De ahí la respuesta inicial que, según San Máximo de Turín, no expresa enfado ni frialdad, sino que contiene un "misterio de compasión". 

         María, que ha comprendido el mensaje de Jesús, y sabe que una sola cosa es necesaria (Lc 10, 42), experimenta un cambio interior, deja de referirse al vino que se ha terminado, y se dirige a los sirvientes, es decir, a nosotros (los evangelios siempre están hablando de y para nosotros), con ese imperativo que es toda una catequesis: “Haced lo que él os diga”. www.viaamoris.blogspot.com Dice “él” en lugar de “mi hijo”, como si quisiera hacernos percibir ese segundo alumbramiento de Jesús que acaba de producirse.

         Es entonces cuando Jesús actúa y ordena, en los dos sentidos de las palabras actuar y ordenar. Actúa de acción (es evidente), y de actuación, pues la vida de Cristo es un maravilloso, irrepetible y sagrado drama, que ejemplifica lo que ha de ser nuestra vida. Ordena de mandar (también es evidente en su imperativo “llenad”) y de poner en orden, pues nadie como Él pone orden en el caos que nos rodea y que nos llena.

            En el relato se nos presenta una carencia que tiene que ver con lo material, con las razones y condicionamientos del mundo. Falta lo necesario para algo cotidiano, el vino, como elemento de alegría y agasajo a los invitados. No queda vino, un gran apuro en una boda de esa época, una de las escasas ocasiones en las que la abundancia era primordial. ¿Eran realmente necesarios 600 litros de vino, cuando la celebración está acabando? ¿Cuál es la verdadera necesidad que hemos de leer entre líneas?

            El Señor interviene en cada carencia, cada apuro, cada fracaso, cada dificultad, haciéndonos ver que estamos en el mundo pero no somos del mundo, que si seguimos el imperativo de María, que nos fue dada como madre al pie de la cruz, y hacemos lo que Él nos dice, realizaremos el Reino aquí, ya. Entonces, escalamos de golpe muchos de los niveles que nos separan de nuestro ser verdadero, y que en este episodio de Caná se sintetizan didácticamente en tres, proyectando luz sobre las bases del camino espiritual. Niveles o etapas no excluyentes, sino que se van integrando verticalmente, sobre los buenos y necesarios cimientos de la piedra. Rechazar un nivel sería caer de nuevo en el dualismo, en la separación, y construir castillos en el aire.

Piedra. Base, estructura, cimiento firme y necesario.  Interpretaciones literales. Antiguo Testamento. Las Tablas de la Ley. Lo más exterior de las religiones, ritos, fórmulas. Las tinajas son 6, el número de la preparación, de los potenciales. El peligro sería no ver más allá, quedarse a ras de suelo, seguir ligados al mundo, creyendo a veces que somos muy espirituales, mientras nos mantenemos sujetos a leyes, normas y reglamentos, sin profundizar ni avanzar, la mano en el arado y la mirada hacia atrás (Lc 9, 62).

Agua. El anhelo de conectar con nuestra verdadera esencia hace que soltemos los condicionamientos y la rigidez de ciertas reglas y fórmulas, para asomarnos a una religiosidad más profunda y coherente, con más contenido y más compromiso interior. Se descubre el sentido del verdadero seguimiento. Nos convertimos en discípulos, fieles, con todo lo que ello implica.

Vino. La relación con Dios y con nuestra esencia inmortal va haciéndose más real, trascendiendo ritos, formas e intermediarios, viendo en ellos un instrumento útil, imprescindible para muchos, pero sin confundirlos con el fin. Hemos comprendido el sentido de la verdadera oración (Mt 6, 5-8)  y lo que significa adorar en espíritu y en verdad (Juan 4, 23-24). Podemos interiorizar esa unión y vivir conforme al mandamiento nuevo, el Mandamiento del Amor.

            Alcanzar el nivel del vino, de la vida, la alegría y el amor, supone tener la semilla enraizada y haber conectado con ese nivel de nosotros mismos donde sabemos quiénes somos y a qué destino de Unidad en Cristo estamos llamados. 

 María, a lo largo de nuestras vidas, nos dice continuamente: “Haced lo que él os diga”. Y Jesús no deja de decirnos: “Llenad las tinajas de agua”. No se refiere a cualquier tinaja, sino a las enormes vasijas de piedra reservadas para el agua de las purificaciones. Quiere que llenemos esos recipientes vacíos con agua, símbolo de fecundidad y generosidad, de sed apagada. El agua es la pureza, la inocencia, la confianza, la capacidad de asombro, la creatividad del que suelta prejuicios, condicionamientos, creencias; suelta todo, da el salto que la auténtica fe permite dar, confía y se encuentra con su realidad esencial, la que es capaz de probar y saborear el vino nuevo.

Esa confianza puesta en Jesús hará que el agua que vertemos en las tinajas de la religión establecida se transforme en vino, en lo que realmente necesitamos, mucho más allá de cualquier necesidad material o anecdótica. Vino nuevo de la buena nueva, de la alegría incondicionada que nos embriaga en el banquete eterno que, para quien pueda entender  (Mt 19, 12), ya ha comenzado.

Se puede intentar en vano llegar al vino con esfuerzo y un largo trabajo interior, como sostienen algunas tradiciones espirituales, o se puede llegar por la gracia, creyendo en Jesucristo, confiando en Él, dejando que sea Él quien haga el milagro.

Solo tenemos que hacer lo que Él nos dice: llenar las tinajas de agua, superar la etapa de la piedra, de la pura exterioridad del rito y el formalismo, llenando todo con el agua pura de la fe verdadera, la que no tiene que ver con creencias institucionalizadas ni con rígidos esquemas mentales, sino con la valentía y la libertad que nacen de un corazón despierto y entregado. Entonces probaremos y beberemos el vino de la alegría, porque Él, que es el esposo y es el vino nuevo, ha venido para que tengamos vida y la tengamos abundante (Jn 10, 10).

                                                     ¡Oh, almas criadas!, Hermana Glenda

sábado, 8 de enero de 2022

Hijos amados en el Hijo


Evangelio según san Lucas 3, 15-16.21-22

En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante y todos se preguntaban sobre Juan, si no sería el Mesías. Juan les respondió dirigiéndose a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. En un bautismo general, también Jesús fue bautizado. Y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado. El predilecto.”
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                                                    El Bautismo de Jesús, Perugino

                                                                     La bienaventuranza que nos trajo era nuestra.
                                                                                                                            Maestro Eckhart

Todas las lecturas de hoy hablan de libertad y consciencia, de confianza y gratitud, de fidelidad y amor, en definitiva, del Bien que Jesucristo nos anuncia y nos regala. Ese el sentido de la verdadera Bendición, fuente de paz y de alegría. Es lo que estamos escogiendo: la Divina Voluntad frente a la voluntad humana, la Vida, frente a la vida. www.viaamoris.blogspot.com 

A la Verdad original, en la que todos somos Uno, es hacia donde nos dirigimos para dejar de repetir los patrones de sufrimiento y egoísmo, esos “programas” de una “Matrix” cada vez más evidente, y más inofensiva, gracias a Aquel que vino a vencerla para que venciéramos con Él.

De esta victoria frente al mundo que Él viene a ofrecernos, hablan la primera y la segunda lectura (Isaías 42, 1-4.6-7 y Hechos 10, 34-38) y también el Salmo 28. Abrir los ojos a los ciegos, liberar a los cautivos y curar a los oprimidos por el diablo significa despertar a los que se creen separados, llevarlos a la Unidad, allí donde somos herederos del Reino, en los que el Padre se complace. Él nos ha escogido como hijos amados y predilectos desde siempre. Ya merecemos ese honor, esa dignidad, ese amor.

El Evangelio de hoy se centra en la Teofanía del Jordán, el bautismo de Jesús por Juan. Y está refiriéndose indirectamente a nuestro propio bautismo, siempre actual, porque cada instante de consciencia vivido en el amor y la unidad, podemos renovar las promesas bautismales. 

            Si contemplando el Belén con los ojos del cuerpo y, sobre todo, los del corazón, fuimos capaces de ver nuestro propio rostro en el del Niño, descansando en el regazo de María, bajo la mirada atenta de José, recibiendo los dones de los Magos, hoy podemos ser capaces de escuchar las palabras del Padre, dirigidas a cada uno de nosotros.

            El Bautismo es volver a la Fuente, en Su Agua viva nos renovamos, nos regeneramos para una Vida que no acaba. Porque esas palabras del Padre a cada uno no solo se escuchan en nuestro Bautismo, sino cada vez que recordamos nuestro origen y nuestro destino, renunciamos a lo que no somos y reconocemos nuestra verdadera esencia, ese nombre que Él nos dio antes de todos los tiempos.

           Cristo desciende al Río Jordán, se hace uno más entre el grupo de los pecadores que piden ser bautizados. También nosotros bajamos para subir, experimentamos esta vida material, con sus cruces y sus sombras, para morir y resucitar, iluminando la materia, elevándola con Él.

            El Bautismo es así un renacimiento: nacemos al descubrimiento de nuestra verdadera identidad, despertamos del sueño que nos hacía identificarnos con una persona (del griego, máscara) mortal y reconocemos quiénes somos realmente.

A veces hemos pretendido adulterar y rebajar la verdadera religión, cuya esencia es el intercambio, la comunicación y la unión del Espíritu de Dios con el espíritu del hombre, reduciéndola a fórmulas y ritos, a menudo vacíos por la superficialidad con que se viven. Esto ha separado a muchos de la Verdad y la Vida que se nos han manifestado en Jesucristo.

          Si no caemos en las redes de una falsa religión externa, sin contenido, y nos unimos a Jesucristo en Espíritu y en Verdad, somos vivificados por el Agua de Vida y el Fuego del Espíritu Santo que crea y regenera, sentimos el entusiasmo de ser en Dios y vivimos la libertad del Amor que nació en Belén, se manifestó ante los Magos, y se volvió a manifestar en el Jordán, cuando la Paloma bajó hacia Él y la Voz del Padre reveló su filiación divina.

Después de la Teofanía en el Jordán, Jesús necesitaba silencio y soledad, para poder mirar en lo más profundo de su ser, y reflexionar sobre el sentido de su misión. Busquemos también nosotros ese espacio solitario y silencioso donde discernir cuál es nuestra misión y prepararnos para ella.

                                                     44 Diálogos divinos. Bautismo

"Cada hombre, al nacer, recibe un nombre humano. Pero antes de que eso ocurra, posee ya un nombre divino: el nombre con el cual Dios, el Padre, le conoce y le ama desde siempre y para siempre. ¡Ningún hombre es anónimo para Dios! A sus ojos, todos tienen el mismo valor: todos son diferentes, pero todos iguales, todos llamados a ser hijos en el Hijo."                                                                                   
                                                                                                                       San Juan Pablo II

miércoles, 5 de enero de 2022

La gracia es el regalo


Evangelio según san Mateo 2, 1-12

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: "¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: "En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: «Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel»." Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén diciéndoles: "Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo". Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

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Adoración de los Magos, David Jean

"Día de Reyes"; muchos olvidan que celebramos la Epifanía del Señor y viven un día de regalos, de intercambio, del agasajo efímero con que el mundo anestesia o hipnotiza. Para el mundo, generosidad significa "dar" en el sentido de "perder". Pero en el Reino, para Dios, generosidad significa "dar" en el sentido de "conservar". Y ¿qué damos en realidad? ¿Cuál es el verdadero regalo? 

Damos testimonio de la Luz, de la estrella que nos guía, del Verbo original al que regresamos (www.viaamoris.blogspot.com). Damos testimonio como testigos directos del Misterio, y, al dar lo que hemos visto con los sentidos del alma, lo que hemos experimentado, comprendido, integrado, nos damos a nosotros mismos, entregamos la Obra que hemos venido a realizar (real - izar), nos cumplimos, en Aquel que nos hace reales y nos eleva. 

La Santísima Virgen María, protagonista junto a Jesús de la Navidad, nos enseña el sentido del regalo, porque es puro don; ella se da a sí misma y nos da a Jesús. Dando, conserva y multiplica, hace posible el Milagro. La gracia es el regalo. Jesús es la Gracia y viene a colmarnos de gracia y bendiciones. Solo Él puede responder a los anhelos más hondos del corazón.

La gente se afana comprando, vendiendo, intercambiando, deseando, regalando cosas materiales que siempre dejan un poso de amargura porque nunca se tiene bastante de lo que no se quiere realmente y el verdadero deseo del corazón es Dios. Nos creaste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti, dice San Agustín. 

El sermón que leemos a continuación, también de San Agustín, nos ayuda a profundizar en el Misterio del Verbo encarnado, valorar todos los dones y gracias que de Él proceden, y lo que contemplamos en los dos misterios que este año litúrgico se celebran en dos Domingos sucesivos: La Epifanía o la Adoración al Niño de los Magos y la Teofanía o el Bautismo de Jesús en el Jordán.


La fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. 

Despiértate: Dios se ha hecho hombre por ti. Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz. Por ti precisamente, Dios se ha hecho hombre.

Hubieses muerto para siempre si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca te hubieses visto libre de la carne del pecado, si él no hubiera aceptado la semejanza de la carne del pecado. Una inacabable miseria se hubiera apoderado de ti, si no se hubiera llevado a cabo esta misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no hubiera venido al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si no te hubiera ayudado. Hubieras perecido, si Él no hubiera venido.

Celebremos con alegría el advenimiento de nuestra salvación y redención. Celebremos el día afortunado en el que quien era el inmenso y eterno día, que procedía del inmenso y eterno día, descendió hasta este día nuestro, tan breve y temporal. Este se convirtió para nosotros en justicia, santificación y redención: y así -como dice la Escritura-: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor. Pues la verdad brota de la tierra: Cristo, que dijo: Yo soy la verdad, nació de una virgen. Y la justicia mira desde el cielo: puesto que, al creer en el que ha nacido, el hombre no se ha encontrado justificado por sí mismo, sino por Dios.

La verdad brota de la tierra: porque la Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo: porque todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba. La verdad brota de la tierra: la carne, de María. Y la justicia mira desde el cielo: porque el hombre no puede recibir nada, si no se lo dan desde el cielo.

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. No dice: “Nuestra gloria”, sino: La gloria de Dios; porque la justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por tanto, el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, y no en sí mismo.

Por eso, después que la Virgen dio a luz al Señor, el pregón de las voces angélicas fue así Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. ¿Por qué la paz en la tierra, sino porque la verdad brota de la tierra, o sea, Cristo ha nacido de la carne? Y él es nuestra paz; él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa: para que fuésemos hombres que ama el Señor, unidos suavemente con vínculos de unidad.

Alegrémonos, por tanto, con esta gracia, para que el testimonio de nuestra conciencia constituya nuestra gloria: y no nos gloriemos en nosotros mismos, sino en Dios. Por eso se ha dicho: Tú eres mi gloria, tú mantienes alto mi cabeza. Pues ¿qué gracia de Dios pudo brillar más intensamente para nosotros que esta: teniendo un Hijo unigénito, hacerlo hijo del hombre, para, a su vez, hacer al hijo del hombre hijo de Dios? Busca méritos, busca justicia, busca motivos; y a ver si encuentras algo que no sea gracia.

                                                                                                      San Agustín. Sermón 185


                                          Oratorio de Navidad BWV 248, J. S. Bach
                                                   Llegada y Adoración de los Magos