Evangelio de Mateo 1, 18-24
La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta: "Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa «Dios con nosotros»”. Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
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El sueño de José, Philippe de Champaigne |
Un
rasgo esencial de la figura de san José: su finura para percibir lo divino y su
capacidad de discernimiento.
Benedicto XVI
La
Palabra se hace palabra. El Nombre sobre todo nombre adopta el nombre de Jesús.
La omnipotencia se encarna en niño frágil y necesitado de amparo que José ha de
tomar consigo, acoger, amparar. Surge la Sagrada Familia, y surge con
sacrificio, palabra denostada por muchos, en realidad, sublime, pues significa
hacer sagrado “sacer fare”.
¿Qué
sacrificó José? Las dudas, el miedo, lo superfluo e inútil que tiene toda tradición, los
condicionamientos. Sacrificó hasta la dimensión carnal de su matrimonio. Pero
no perdió virilidad; ganó la verdadera virilidad, la eterna.
José, hombre discreto, valiente y decidido, modelo de fidelidad. José, el
elegido de la estirpe de David, para ser el esposo de la más excelsa criatura y
cuidar, como padre terreno, al Hijo de Dios. A este hombre excelente como
ninguno, se le confió Aquel que había de salvar a la humanidad. José, hombre
digno de confianza y modelo de confianza a la vez. Dios confió en él y él
confió en Dios, sin reservas.
Precisamente
la clave para vivir la Navidad es, además de la virginidad espiritual, sobre la
que reflexionamos en www.viaamoris.blogspot.com, la confianza. Somos
conscientes de que solos no podemos hacer nada, nos abrimos y
aceptamos que se haga Su voluntad. Aprendemos a callar y a escuchar, para
que en el silencio del corazón, libre ya de ruidos, de palabras inútiles, del
bullicio de los vanos deseos, pueda encarnar la Palabra.
Porque
al celebrar la Navidad de Belén, evocamos también la Navidad en el seno del
Padre (en el principio era el Verbo…). Una Navidad cronológica y otra intemporal. Y también una Navidad personal:
el nacimiento de Jesús en cada una de nuestras almas. Dice San Pablo en Gálatas
4, 19: “Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a
Cristo formado en vosotros”.
La Virgen sueña caminos, Carmelo Erdoziain
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