Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 30 de octubre de 2021

Amar en Jesús


Evangelio según san Marcos 12,28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.» El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.




El Evangelio no consiste sino en una única exhortación: dejad que el corazón se os derrita al sol de Dios.
                                                                                          Klaus Berger

No somos capaces de amar sin condiciones, a no ser que pongamos nuestro corazón bajo el sol de Dios, fuente del verdadero amor, infinito e incondicional, muy diferente del amor humano, que se suele quedar en el apego, el afecto o el sentimentalismo.

El amor al que estamos llamados no es tampoco la benevolencia ni la filantropía; la caridad de Jesucristo es locura de amor. Él ve la imagen de Dios en cada uno de nosotros, por eso Su amor va mucho más allá de lo que se entiende por compasión. Él nos ve a la luz de Dios y nos invita a mirar así y amar así. Si lo logramos, nuestra mirada será tan amplia que abarcará a todos y no amaremos solo a aquellos que tenemos cerca, sino que viviremos en el amor sin condiciones, que es Jesús. 

Es el amor que ha creado el mundo, la fuente de todo bien, de toda belleza y que, como dice Dante, mueve el sol y las estrellas. Pero, ¿quién alcanza ese amor perfecto? Podemos intentar vivir como si ya lo hubiéramos logrado; mirar, hablar, escuchar, actuar como si ya ardiera en el corazón el fuego de ese amor divino. Entonces, un día,  cuando menos lo esperemos, nos sorprenderemos mirando con los ojos de Jesús, actuando con los gestos de Jesús, amando al con Su corazón traspasado por amor. 

El Padre en Jesús, Jesús en mí, yo en todos…. Si amas de verdad, te olvidas de ti mismo, te pierdes en el Otro, tienes como propio todo lo Suyo y pones en Sus manos todo lo tuyo, incluso las miserias, pues poco más tenemos. Entonces todo es amor y puedes decir con San Agustín: “ama y haz lo que quieras”, porque bebes del amor de Jesucristo, que ama sin retener, sin proyectar, sin depender, purifica y acrisola lo imperfecto. 


Porque Él quiere para aquellos a quienes ama lo mejor: el Reino, la Vida que nos está destinada desde antes de los tiempos. La vida humana pasa, si algo es "amable" en ella es el germen de vida divina. Deseemos lo mismo para quienes amamos: la vida divina, el Reino.

Es Dios que amó primero y nos creó por amor para el amor. El pecado original inició el simulacro de amor, que es lo que solemos sentir. Pero el amor de Dios perdura, es infinito y eterno; todo nos comunica el “te amo” de Dios y nosotros hemos de corresponder con su propio “te amo”. 

En ese “te amo” incesante, el Señor nos sigue diciendo, como en la primera lectura (Deuteronomio 6, 2-6), que recoge Marcos en el Evangelio: “Escucha, Israel”. Pero no solemos escuchar, y Le respondemos con ruido y agitación. Que cada instante vuelva a ser un: “Escucha, Israel”. No necesitamos escribir el mandamiento del Amor y cargarlo con nosotros, fuera de nosotros, como siguen haciendo los judíos, en cajitas atadas a la frente. Que no pasen jornadas enteras en que, absorbidos por el ruido y la inercia, olvidemos quiénes somos y para qué existimos. Escribámoslo en el corazón y, si lo olvidamos, que nos baste mirar la Cruz para recordar Quién es Cristo y quiénes somos nosotros en realidad, si merecemos tanto amor. 


                                                                 La lanzada, Rubens

Solo podemos amar a Dios y a los demás permaneciendo en Él, amando desde Jesús en nosotros. Lo demás es sensiblería, apego, afecto, costumbre, pero no amor. Amemos al modo de Jesús, poniendo en su abrazo transformador a cuantos se nos ha confiado. Es la inhabitación y mucho más: la fusión de voluntades, volver al Plan original: el amor de Dios derramándose en nosotros, anhelando nuestro amor. Por eso podemos amar también lo que se acaba y consume, porque no vemos ya los cuerpos abocados a la muerte, sino la vida eterna que va creciendo dentro. No miramos lo que corre hacia el polvo y la nada, miramos a Jesús, y amamos en Él, recordando Sus promesas. www.viaamoris.blogspot.com 

Nuestra meta es hacer posible el Reino en todos los corazones, para vivir en el amor de Dios, que no es sentimiento, sino Acto único y eterno, con Su bondad, belleza, verdad, potencia y pureza. Todo eso quiere para nosotros, ¡cómo no amarle! Ya no puedes vivir sin Jesús y Él no puede vivir sin ti, porque tu vida ya es la Suya.


                                                         La llevaré al desierto, Sor Tomasina

El grande y primer mandamiento

Para poder amar mucho a Dios en el cielo, es necesario, en primer lugar, amarlo mucho en la tierra. El grado de nuestro amor a Dios, al final de nuestra vida, será la medida de nuestro amor de Dios durante la eternidad. ¿Queremos tener la certeza de no separarnos de este soberano Bien en la vida presente? Estrechémosle cada vez más por los vínculos de nuestro amor, diciéndole con la esposa del Cantar de los cantares: "Encontré al amor de mi alma: lo abracé y no lo solté"(3,4). ¿Cómo ha apresado la esposa sagrada a su amado? Es con el brazo de la caridad con lo que se apresa a Dios, afirma san Ambrosio. Dichoso aquel que podrá escribir con san Pablo: «Que los ricos posean sus riquezas, que los reyes posean sus reinos: pero para nosotros, ¡nuestra gloria, nuestra riqueza y nuestro reino, es Cristo!». Y con san Ignacio: «Dame solo tu amor y tu gracia, eso me basta». Haz que te ame y que yo sea amado por Ti; no deseo ni desearé otra cosa.
                                                                                   San Alfonso María de Ligorio 

                                             291. Diálogos Divinos. El verdadero amor II

sábado, 23 de octubre de 2021

Ver

 

Evangelio según san Marcos 10, 46b-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y mucha gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Jesús se detuvo y dijo: “Llamadlo”. Llamaron al ciego diciéndole: “Ánimo, levántate, que te llama”. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Anda, tu fe te ha curado”. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. 

                                                  Jesús cura a un ciego, Sebastiano Ricci

Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios: yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán.
                   Job 19, 27-27

El ciego Bartimeo es un modelo para nosotros por su deseo de ver, que es deseo de despertar y encontrar la Verdad, por su gratitud y el anhelo de seguir a Aquel que ha reconocido como Hijo de David, antes de ver, y como Mesías, Hijo de Dios, recuperada la visión. 

El hijo de Timeo se dirige al Hijo de David. El ciego invoca a la Luz del mundo; ¿cómo no saltar, cuando la Luz que anhelas pasa por tu lado?

Ciego, apartado, pidiendo limosna, grita, Jesús le llama y suelta el manto, da un salto y se acerca: ese movimiento de la fe que le hace expresar su petición es lo que hace posible su curación.

Todos somos ciegos y, antes de que pase Jesús, Camino, Verdad y Vida, estamos sentados al borde del camino, en lo falso y estancado, sintiéndonos separados, incapaces, pidiendo limosna… Muchas de nuestras actividades aparentemente necesarias son una petición de limosna al mundo. Inútil petición, pues solo una cosa nos falta y por tanto solo una cosa hemos de pedir: reconocer a Jesucristo y seguirlo.

Date cuenta: Él te llama; te está llamando continuamente. Suelta el manto, da un salto, acércate a él y pídele ver. Él hará que veas, para que puedas volver al Camino, que es Él mismo. Abandona las tinieblas, la Luz verdadera te llama. Confía, suelta todo, salta, ve hacia Él, y síguele.

Porque la Verdad no es una idea o un concepto, ni siquiera un estado o nivel de conciencia que haya que buscar, encontrar o alcanzar. La Verdad es una Persona, Jesucristo, que te llama, te busca y te encuentra; una Persona en la que, por Amor, ya somos Uno. Reconocer esto es dejar de sentirnos separados, apartados o incapaces, es descubrir una fuerza que nos hace saltar y dejar todo, es Ver. Ver-dad. El que ve siente el imperativo interior de dar, de compartir su visión, ese tesoro por el que se vende todo. El que estaba ciego y pedía ahora ve y da porque ha reconocido la Verdad.

Como San Pablo, nos gloriamos en nuestra debilidad, y como Bartimeo, somos conscientes de nuestra pobreza, pero no permitimos que nuestras carencias y limitaciones nos frenen. Saltamos, dejamos el manto y las limosnas del mundo, y nos ponemos a seguirle por el camino, libres, capaces de todo, porque reconocemos que Él es la fuente de nuestra libertad y nuestra fuerza. Despiertos, seguros, viendo y siendo vistos por el Hijo de David e Hijo de Dios. www.viaamoris.blogspot.com 

El ciego salta con prontitud en la respuesta, pero porque Jesús le ha llamado. Él siempre llama antes, ama antes, sana antes de que se lo pidamos. Dice Cabodevilla: Mientras el arrepentimiento anda a su lento paso, la misericordia corre, vuela, precipita las etapas, anticipa el perdón, manda delante, como un heraldo, la alegría.

El ciego pide compasión, misericordia al que ya reconoce como la Fuente de la misericordia. En la propia palabra misericordia, vemos cómo se integra y se transforma simbólicamente la miseria humana en el corazón que ama (miseri–cordia; cor/cordis, corazón), para crear una nueva realidad de compasión y perdón, de libertad y alegría.

Hoy hemos contemplado de nuevo la misericordia de Dios manifestada en su Hijo. La misericordia hace posible la sanación real, que es mucho más que una ceguera física superada o una visión de los ojos recuperada, es ver con los ojos interiores, saber, reconocer la Fuente de toda sanación.


Tan solo he venido, Juan Luis Guerra


La misericordia de Dios, es el amor que obra con dulzura y plenitud de gracia, con compasión superabundante. La mirada dulce de la piedad y del amor jamás se aparta de nosotros; la misericordia nunca se acaba. He visto lo que es propio de la misericordia y he visto lo que es propio de la gracia: son dos maneras de actuar de un solo amor. La misericordia es un atributo de la compasión, y proviene de la ternura maternal; la gracia es un atributo de gloria, y proviene del poder real del Señor en el mismo amor. La misericordia actúa para protegernos, sostenernos, vivificarnos, y curarnos: en todo esto es ternura de amor. La gracia obra para elevar y recompensar, infinitamente más allá de lo que merecen nuestro deseo y nuestro trabajo.
            Juliana de Norwich

sábado, 16 de octubre de 2021

Dar la vida en rescate por todos

 

Evangelio según san Marcos 10, 35-45

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: “Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir”. Les preguntó: “¿Qué queréis que haga por vosotros?” Contestaron: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Jesús replicó: “No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?” Contestaron: “Lo somos”. Jesús les dijo: “El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado”. Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan”. Jesús, reuniéndolos, les dijo: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.


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Jesús crucificado, Velázquez
            

Necesito vivir olvidada, desconocida, despreciada, lo más cerca posible de Su vida santísima. 
Como Cristo, mansos, obedientes, humildes y llenos de caridad verdadera.
                                                              Santa Madre Maravillas

¿De qué hablas, te preocupas, te interesas, mientras vas de camino? ¿Qué esperas de la vida?, ¿qué pides a Dios cuando rezas, si rezas? Como Santiago y Juan en el Evangelio de hoy, tal vez anhelas ser el mejor puesto, destacar, ser reconocido por el mundo, triunfar… O acaso te conformas con defenderte, asegurar lo que crees ser o crees tener, conservar lo que será para el polvo y para el viento: posición social, familia, bienes materiales, prestigio, belleza, juventud…

No nos damos cuenta de que nuestra vida será, ya es, juzgada por Su Palabra, como leemos en el discurso de la Última Cena. Pero Su Palabra no es solo el Evangelio, la Palabra es Jesucristo, el Verbo eterno. Puedes no conocer el Evangelio, o no acordarte, o haber olvidado casi todo, pero si vives en Su voluntad, que es Él mismo, serás juzgado como merecedor del Reino y no te importará el puesto que se te asigne. 

La primera Lectura de hoy (Is 53, 10-11), parte del Canto del Siervo de Yahvéh  y el Salmo 32, escritos muchos años antes de los Evangelios, nos prometen ya el triunfo que espera a los que entregan su vida, confían y ponen su confianza en el Señor, nuestro auxilio y escudo, nuestra justificación y recompensa. 

Hay momentos en la vida en que nos vemos obligados a replantearnos todo. Benditos momentos de encuentro con la Verdad, en los que algunos se quiebran porque han dado casi todo el peso a la mentira, a un personaje ficticio forjado durante años, que acaban creyéndose. Cuando este revela su falsedad, no les queda nada, no saben siquiera quiénes son o cuál es el sentido de su existencia. 

Detente ahora, mírate sin excusas ni distracciones. ¿Quién ha vivido en tu lugar todo este tiempo? Si no te reconoces en lo que muestra el espejo (no el de cristal, sino el espejo que es la mirada de los demás y tu propia conciencia), mírate en la Cruz, el verdadero espejo, la vida que Él vivió por nosotros. Mientras no te reconozcas en el Crucificado, todo seguirá siendo falso, inestable, precario.

No desperdicies la vida girando en torno a los conflictos o ambiciones de tu pequeño yo; pon la atención en Jesucristo. Entenderás que el verdadero triunfo pasa por la mayor de las entregas. www.viaamoris.blogspot.com 

Con Jesús, todo se recapitula: los tiempos, las categorías, los órdenes, todo vuelve a Él; la justicia y la paz se besan. Juan Bautista, el mayor de los nacidos de mujer y el último del reino, es en Cristo la voz, y eso le basta; su renuncia a ser él mismo, le permite ser en el Sí Mismo. Como a Dimas, reconocer al Señor le valió el Reino, salió del pecado y entró en la santidad en un instante. 

Fuimos bautizados con agua y Espíritu Santo, renacimos a una vida nueva; la Sangre y el Agua que brotaron del costado de Jesús lo hicieron posible. Recordemos el Bautismo cada día y bebamos el cáliz en los sacrificios cotidianos, aparentemente pequeños, y también en los dramas y grandes sufrimientos que a todos nos acaban llegando. Quien es consecuente con el Bautismo recibido y bebe el cáliz de Cristo sabe que los sacrificios y sufrimientos tienen sentido y ya no puede identificarse con lo falso, porque por Jesucristo todo es consumido y consumado en la Verdad.

El único fracaso, el único error es rechazar ese cáliz redentor y ese bautismo que recibimos, del que aún no somos siempre conscientes. El triunfo es pronunciar un sí definitivo, sacrificar definitivamente la voluntad humana, para que el Señor valide todo con Su sello de vida divina. Entonces, ya no hay que luchar, defenderse, o destacar frente a los demás y podemos unirnos al Maestro sirviendo como Él y dando la vida en rescate por muchos

Es hora de vivir en Cristo, descansando en Él, contemplando la plenitud de Su Obra dentro y fuera de cada uno y participar en esa Obra que crea, redime y santifica a la vez, en el Acto Único, atemporal e infinito, vida nuestra.


                                                       Diálogos divinos 15. El valor del sufrimiento


Las tres clases de humildad: La primera clase de humildad es necesaria para la salvación eterna. Consiste en abajarme y humillarme tanto cuanto me sea posible para que obedezca en todo la Ley de Dios nuestro Señor. De manera que, aunque hicieran de mí el amo de todas las cosas creadas en este mundo o bien si en ello estuviera en juego mi propia vida temporal, nunca planearía transgredir un mandamiento, tanto divino como humano...

La segunda clase de humildad es una humildad más perfecta que la primera. Consiste en esto: me encuentro en un punto tal que no quiero ni me inclino más a la riqueza que a la pobreza, a querer antes honor que deshonor, a desear larga vida que vida corta, siendo ello igual para el servicio de Dios nuestro Señor y la salvación de mi alma... 

La tercera clase de humildad es la más perfecta humildad: es cuando, incluidas la primera y la segunda, siendo igualmente alabanza y la gloria de su divina majestad, para imitar a Cristo nuestro Señor y asemejarme a él de manera más eficaz, quiero y escojo la pobreza con Cristo pobre antes que la riqueza, los oprobios con Cristo cubierto de oprobios antes que los honores; y que deseo más ser tenido por insensato y loco por Cristo, él que fue el primero en ser tenido por tal, antes que «sabio y prudente» en el mundo (Mt 11,25). 
                                                                                                         San Ignacio de Loyola


                                                         Cara a cara, Marcos Vidal

sábado, 9 de octubre de 2021

Heredar la vida eterna

 

Evangelio según san Marcos 10, 17-30

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Él replicó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme”. A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: “Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! ¡Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios!” Ellos se espantaron y comentaban: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”. Pedro se puso a decirle: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús dijo: “Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura vida eterna”. 

                                    El Evangelio según S. Mateo de Pasolini (1964)

Purificad vuestra alma, rendidla para poder entender la llamada del Señor que os repite: ¡Ven y sígueme! Es la voz que guía a quien tiene el corazón puro; en cambio, la gracia de Dios resbala en un alma repleta y desgarrada por una multitud de posesiones.

                   San Clemente de Alejandría

Para alcanzar la vida eterna no basta cumplir, hacer, lograr.., hace falta ser, pero ser en Cristo, el único que nos crea, nos recrea al redimirnos y nos abre el camino para la verdadera santidad, que no es la santidad que busca el  joven rico, y tantos como él siguen buscando, santidad ramplona de mero cumplir y ejercitar virtudes. 

Es hora de abrir los ojos, encontrarnos con la mirada amorosa de Jesús, a Quien nada se le oculta, como dice la segunda lectura (Hebreos 4, 12-13) y que nos ofrece la única vía de santificación: unirnos al único Santo, el único Bueno, para encontrar en Él el verdadero nombre de cada uno, escrito por Dios antes de los tiempos. Porque la eternidad es más que tiempo infinito, mucho más que “sin tiempo”, es Conocimiento, pero no intelectual, sino Conocimiento que empieza por la intimidad y sigue por la unidad con la Fuente de toda Sabiduría, la Palabra viva y eficaz, que juzga los deseos e intenciones del corazón. 

Los que quieran ser santos al modo humano que sigan preocupándose de hacer, lograr y acumular méritos. Los que solo anhelen Ser en Cristo, el único Bueno, que sean tan sabios como el campesino analfabeto que admiró al cura de Ars, porque su grado de confianza e intimidad con el Señor en el Sagrario le permitía mirarle, ser mirado por Él y estar “contento”, es decir, adentrarse en la eternidad. 

Nosotros no somos tan sabios como aquel campesino de corazón de niño y alma translúcida. Por eso nuestra tarea consiste en soltar, dejar lo que no somos, abandonar con alegría lo que nos impide atravesar el ojo de aguja que lleva a la Vida. No son solo riquezas materiales, que se pueden administrar sin estar apegado a ellas; son casi siempre mucho más difíciles de dejar otras riquezas: las seguridades, los afanes mundanos, las inercias, los condicionamientos. 

El precio de la vida eterna es lo que creemos ser y la recompensa es seguir a Jesús, pues sabemos que Él nos conduce a la verdadera Semejanza. Esto es, el premio es ser en Él, con Él y como él. ¿Quién puede prometer algo semejante?

Ante tal promesa, ¿qué responder? Los pequeños y sencillos, los pobres de espíritu saben que la única respuesta es el Fiat, el sí definitivo, la entrega total a la Voluntad de Dios. Los falsos sabios y entendidos del mundo dirán que esa promesa es absurda y seguirán inmersos en sus afanes absurdos, mezquinos, efímeros, esos ídolos de oro o de barro que les mantendrán para siempre alejados de la verdadera luz. 

En cambio el pobre de espíritu reconoce cuál es el Bien verdadero y cuál el simulacro; sabe calcular sus años, tan pocos siempre aun en los muy longevos, un latido, un bostezo apenas, un parpadeo en la eternidad; y sabe que dejar todo lo que se tiene o se cree tener es dejar lo poco, lo casi nada. ¿De qué valen los tesoros de lo poquísimo, de lo casi nada? Pura apariencia, pura calderilla. www.viaamoris.blogspot.com

Porque no se trata de renunciar a mucho o a poco, se trata de renunciar al objeto de nuestros afanes y deseos mundanos y al propio deseo, el propio querer. Si el joven rico hubiera renunciado a su inmensa fortuna, su renuncia no habría sido más valiosa que la de la viuda pobre, que dio sus dos únicas moneditas como ofrenda de amor.

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La familia de Carlos IV, Goya

Hace tiempo estuve en el Museo del Prado y me detuve un buen rato mirando el cuadro de Goya de La familia de Carlos IV. ¿Dónde están ahora esos reyes y su familia? ¿De qué les sirvió su boato, su lujo, su aparente poder? ¿Dónde están los que les admiraban o temían? ¿Dónde está Goya, que los retrató?

Para dejarlo todo no hace falta ser muy valiente, sino ser sabio, con la Sabiduría que anuncia la primera lectura de hoy (Sabiduría 7, 7-11). Renunciar a la escoria y las baratijas, dejar de afanarse por el simulacro, para dedicar esfuerzo y vida a lo que no pasará, el resplandor sin ocaso, la plenitud de la verdadera abundancia. No se trata de recluirnos en un monasterio y dedicarnos a la vida contemplativa, sino de llevar la contemplación a la vida cotidiana para descubrir en ella la acción del Señor, el poder de su Bondad, su mirada que ama y por eso nos transforma.

Deja que los ricos de espíritu y los sabios para el mundo se ocupen de salir bien en la foto que el tiempo destruirá y se estrechen las manos falsas y advenedizas que pronto serán solo hueso y luego polvo y luego nada. Que luzcan ellos sus atuendos de soberbia y vanidad, de lujo vergonzoso y ostentación. Que se coloquen bien para el retrato de los nuevos Dorian Gray. 

Tú preocúpate del único retrato que perdurará, el que Dios está haciendo de cada uno, fundiendo fotogramas, instantes, miradas, decisiones, acrisolando el oro de la entrega sincera a Su Voluntad, que es Amor infinito. Preocúpate del vestido necesario para entrar en el banquete eterno, esa túnica blanca que Jesús ganó para ti y solo has de aceptarla y ponértela. Pero para podértela poner has de haberte desnudado antes de todo los demás, lo que el mundo valora y son solo harapos.

Los que han sido llamados y vienen, en cierto modo tienen fe. Es la fe la que les abre la puerta. Pero les falta el traje nupcial del amor. Quien vive la fe sin amor no está preparado para la boda y es arrojado fuera. La comunión eucarística exige la fe, pero la fe requiere el amor, de lo contrario también como fe está muerta. 
                                                                                  San Gregorio Magno

sábado, 2 de octubre de 2021

Volvamos al Principio

 

Evangelio según san Marcos 10, 2-16    

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” Él les replicó: “¿Qué os ha mandado Moisés?” Contestaron: “Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.” Jesús les dijo: “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.” Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús los miró con ira y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos. 


                                                     La Creación de Eva, Miguel Ángel
                                   

                                                  En tu naturaleza, Deidad eterna, conoceré la mía.
                                          Y ¿cuál es mi naturaleza, Amor inestimable?
                                          Es fuego, porque tú no eres otra cosa que fuego de amor.
                                          A todas las cosas y criaturas, las hiciste por amor.

Santa Catalina de Siena

Es el mismo Jesús el que habla hoy a los que son como niños. Como niños, por inocentes y con capacidad de asombro, despiertos y disponibles, que no viven como robots que solo escuchan sus propias voces interiores, casi siempre equivocadas, sino que tienen oídos para oír la Voz buena.

La misma Voz que habló al Inicio (En el principio era el Verbo...) y nos sigue hablando, porque quiere quedarse con nosotros hasta el final de los tiempos.

Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, canta San Agustín, y, con él, los que somos conscientes del tiempo que perdimos sin entregarnos del todo a Dios, Creador, Redentor, Santificador nuestro. 

Las enseñanzas de la Divina Voluntad que Jesús dictó a Luisa Piccarreta son la mejor manera de recuperar el tiempo perdido. Espero que el vídeo que pongo abajo y las referencias que voy dando por aquí sirvan para dar a conocer este tesoro tan valioso, el conocimiento de nuestra misión en el Plan de Dios y cómo realizarlo.

Volvamos al Edén cada mañana, salgamos de la inercia que nos hace vivir con el piloto automático, recuperemos la inocencia y la belleza originales, para mantenernos unidos a la Fuente de la Vida y del Amor verdaderos. www.viaamoris.blogspot.com


                                         Diálogos Divinos 39, El Sacramento del Matrimonio


En la unidad de la persona divina del Hijo, la voluntad humana encuentra su realización plena en el abandono total del yo en el tú del Padre, al que llama Abbá. San Máximo el Confesor afirma que desde el momento de la creación del hombre y de la mujer, la voluntad humana está orientada a la voluntad divina, y la voluntad humana es plenamente libre y encuentra su realización precisamente en el «sí» a Dios. Por desgracia, a causa del pecado, este «sí» a Dios se ha transformado en oposición: Adán y Eva pensaron que el «no» a Dios sería la cumbre de la libertad, el ser plenamente uno mismo. Jesús, en el monte de los Olivos, reconduce la voluntad humana al «sí» pleno a Dios; en él la voluntad natural está plenamente integrada en la orientación que le da la Persona divina. Jesús vive su existencia según el centro de su Persona: su ser Hijo de Dios. Su voluntad humana es atraída por el yo del Hijo, que se abandona totalmente al Padre. De este modo, Jesús nos dice que el ser humano sólo alcanza su verdadera altura, sólo llega a ser «divino» conformando su propia voluntad a la voluntad divina; sólo saliendo de sí, sólo en el «sí» a Dios, se realiza el deseo de Adán, de todos nosotros, el deseo de ser completamente libres. Es lo que realiza Jesús en Getsemaní: conformando la voluntad humana a la voluntad divina nace el hombre auténtico, y nosotros somos redimidos.
                                                                                                                                   Benedicto XVI