Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










viernes, 23 de diciembre de 2016

Tregua de Navidad. Debemos callar


Evangelio de Juan 1, 1-1

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este era de quien yo dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado.


Nacimiento de Jesús
                                                     Nacimiento de Jesús, Giotto


Una vez más, un cruce de miradas de los dos blogs, que quieren fundirse en la mirada de ese otro "blog" que quiero escribir en el Vacío con el lenguaje de los pájaros o el idioma primordial, donde la Palabra, el Verbo, Es desde siempre y nos crea una y otra vez.
Nos despedimos aquí hasta el Año Nuevo, que será un comenzar definitivo desde ese Origen Santo que es inicio y es a la vez meta. Alfa y Omega, resignificación de todo a la luz de la Luz que nos transmite la Vida verdadera y hace nuevas todas las cosas.



                                           Silent night, Andrea Bocelli y Frank Sinatra

Silent night, dice la canción de Navidad… ¿Estamos preparando esa noche silenciosa y serena donde nacerá el Niño Divino en cada uno de nuestros corazones? Dice Anselm Grüm que un buen criterio para valorar la veracidad de una persona es su capacidad y su disposición a exponerse a la quietud y al silencio. Porque muchos, casi todos a veces, encubrimos la verdad con palabras. Ocultamos el silencio, lo arrinconamos en vidas llenas de cháchara, vanidad y mentiras. ¿Cómo salir en ese estado al encuentro de la Verdad y la Vida?

Noche silenciosa, Noche santa que viene para los que puedan vivirla… Hace falta callar, vaciarse, pacificarse por dentro para estar disponibles, preparados para recibir y acoger el Misterio.  

¿Estamos listos para callar? ¿Estamos receptivos para escuchar? ¿A los demás, al propio corazón, al Misterio? ¿O la Navidad pasará de largo, al ver las guerras interiores y exteriores, que son siempre eco, reflejo, consecuencia de las primeras?


                                 Algunos de los soldados que vivieron la "Tregua de Navidad"
          
           El día 24 de Diciembre de 1914 transcurrió con una inédita calma en el frente occidental, la artillería no sonaba y no se produjo ninguna ofensiva importante. Por la noche las trincheras alemanas se iluminaron con todos los adornos navideños llegados al frente por orden del Kaiser, que quería elevar la moral de su ejército. Tras las luces llegaron los villancicos, y el inevitable, "Noche de paz". Los soldados británicos y franceses, sorprendidos, pronto se unieron a los cantos y las dos trincheras fueron turnándose, intercambiando villancicos y felicitaciones.
           A la mañana siguiente, 25 de Diciembre, Navidad, el espíritu de paz y armonía prosiguió. Los soldados alemanes salieron de sus trincheras ondeando banderas blancas. Los británicos salieron a su encuentro.
              Estamos unidos, aunque no seamos conscientes de ello y, como siempre sucede, lo que uno piensa, siente y hace tiene repercusiones en los demás y en esa Unidad que somos. Por eso, el espíritu navideño se extendió por buena parte del frente occidental. En algunos sectores, la tregua siguió hasta Año Nuevo e incluso hasta febrero.

La tregua de navidad de 1915 durante la 1ª Guerra Mundial
                                                      Daily Mirror, 5 de enero de 2015

Hace dos años encontraron la carta que Willie Loasby, el soldado británico, escribió a su madre en 1914, contándole cómo, venciendo el miedo, propuso a los soldados alemanes atrincherados a escasos metros de los británicos, una tregua de un día para celebrar juntos la Navidad. Su iniciativa detuvo la guerra. Sí, la paró un hombre solo, al menos la batalla en la que él combatía, que es lo que importa, y lo que podemos hacer cada uno de nosotros.

                                      La carta que Willie Loasby escribió a lápiz a su madre

Todos podemos detener la guerra que sucede dentro y fuera de nosotros. Basta pensarlo, quererlo y actuar en consecuencia. Pactemos una tregua allí donde nacen las hostilidades que asolan el planeta: en tu corazón y mi corazón. Porque la Paz viene a nuestro encuentro en la figura de un Niño. Que no nos avergoncemos al sentir su mirada sobre nuestra locura. Aún estamos a tiempo de recuperar la calma. Preparemos el Silencio de la Noche Santa.

                                   Feliz Navidad (2005). Escenas de la película de Christian Carion


              Que Jesús nazca en nuestros corazones y se quede para siempre. Él hará todo nuevo y habitaremos la nueva tierra de paz, amor, justicia y libertad que el Padre soñó antes de todos los tiempos.
              Digamos con Zacarías: Nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lucas 1, 78-79).


                                                    Adeste fideles, Juan Diego Flórez


"Por Navidad celebramos un triple nacimiento… El primero y más sublime es el nacimiento del Hijo único engendrado por el Padre celestial en la esencia divina, en la distinción de las personas. El segundo nacimiento en el que tiene lugar a través de una madre, la cual, en su fecundidad ha conservado la pureza absoluta de su castidad virginal. El tercero es aquel a través del cual Dios, todos los días y a todas horas, nace en verdad, espiritualmente, por la gracia y el amor, en un alma buena. Por este tercer nacimiento es por lo que no debe quedar en nosotros más que una búsqueda simple y pura de Dios, sin ningún otro deseo que el de no tener nada propio…, con la única voluntad de ser de él, de darle cabida en nosotros de la manera más elevada, la más íntima con él, para que él pueda llevar a cabo su obra y nacer en nosotros sin que interponga amos ningún obstáculo… Por eso San Agustín nos dice: “Vacíate para que puedas ser llenado; sal para poder entrar”, y en otra parte: “Oh tú, alma noble, noble criatura, ¿por qué buscas fuera de ti al que está en ti, todo entero, de la manera más real y manifiesta? Y puesto que tú participas de la naturaleza divina, ¿qué te importan las cosas creadas y qué tienes que hacer con ellas?”. Si el hombre preparara así el lugar en el fondo de sí mismo, Dios, sin duda alguna, estaría obligado a llenarlo y completamente; si no fuera así, el cielo se rompería para llenar el vacío. Dios no puede dejar las cosas vacías; eso sería contrario a su naturaleza, a su justicia.
Por eso debes callarte; entonces, la palabra de este nacimiento, podrá ser pronunciada en ti y tú podrás escucharla. Pero debes estar seguro que, si quieres hablar, él debe callarse. No se puede servir mejor al Verbo que escuchándole y callándose. Si tú, pues, sales completamente de ti mismo, Dios entrará todo entero; tanto en cuanto tú sales, él entra, ni más ni menos.”

                                                                                                                   Juan Taulero

sábado, 17 de diciembre de 2016

Cuando José se despertó


Evangelio de Mateo 1, 18-24

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta:  "Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa «Dios con nosotros»”. Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

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El sueño de José, Philippe de Champaigne


Un rasgo esencial de la figura de san José: su finura para percibir lo divino y su capacidad de discernimiento.
                                                                                               Benedicto XVI


La Palabra se hace palabra. El Nombre sobre todo nombre adopta el nombre de Jesús. La omnipotencia se encarna en niño frágil y necesitado de amparo que José ha de tomar consigo, acoger, amparar. Surge la Sagrada Familia, y surge con sacrificio, palabra denostada por muchos, en realidad, sublime, pues significa hacer sagrado “sacer fare”.

¿Qué sacrificó José? Las dudas, el miedo, lo superfluo e inútil que tiene toda tradición, los condicionamientos. Sacrificó hasta la dimensión carnal de su matrimonio. Pero no perdió virilidad; ganó la verdadera virilidad, la eterna. José, hombre discreto, valiente y decidido, modelo de fidelidad. José, el elegido de la estirpe de David, para ser el esposo de la más excelsa criatura y cuidar, como padre terreno, al Hijo de Dios. A este hombre excelente como ninguno, se le confió Aquel que había de salvar a la humanidad. José, hombre digno de confianza y modelo de confianza a la vez. Dios confió en él y él confió en Dios, sin reservas.

Precisamente la clave para vivir la Navidad es, además de la virginidad espiritual, sobre la que reflexionamos en www.viaamoris.blogspot.com, la confianza. Somos conscientes de que solos no podemos hacer nada, nos abrimos y aceptamos que se haga Su voluntad. Aprendemos a callar y a escuchar, para que en el silencio del corazón, libre ya de ruidos, de palabras inútiles, del bullicio de los vanos deseos, pueda encarnar la Palabra.

Porque al celebrar la Navidad de Belén, evocamos también la Navidad en el seno del Padre (en el principio era el Verbo…). Una Navidad cronológica y otra intemporal. Y también una Navidad personal: el nacimiento de Jesús en cada una de nuestras almas. Dice San Pablo en Gálatas 4, 19: “Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros”.



                                           La Virgen sueña caminos, Carmelo Erdoziain

martes, 6 de diciembre de 2016

Mujer, casa de Dios


Evangelio de Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible". María contestó: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.


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                                                         La Inmaculada, Velázquez


La dicha de María ha sido mayor porque Dios nació espiritualmente en su alma que porque nació de ella según la carne.
       San Agustín

Mientras preparamos nuestro hogar interior para poder recibir y acoger a Aquel que viene, que siempre está viniendo, celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción.

María, la nueva Eva, como la vieron los Padres de la Iglesia, es inmaculada desde que fue concebida por Joaquín y Ana; no necesitó purificación ni transformación. Nació sin mancha para poder ser el receptáculo humano del Verbo, el seno virginal donde se gestó el Hijo de Dios.

Porque María era completa y absolutamente virgen. No solo no conocía varón, como dijo al ángel con transparencia, algo que está al alcance de cualquier criatura, sino que, además, y sobre todo, era esencialmente virgen, originalmente virgen, eternamente virgen.

Dios se había reservado una criatura incontaminada para que fuera la madre de Su Hijo. En palabras del Maestro Eckhart: “Virgen indica alguien que está vacío de toda imagen extraña, tan vacío como cuando todavía no era. Libre y vacío, por amor de la voluntad divina, para cumplirla sin interrupción.”

Llena de gracia, es el título que la otorga el arcángel Gabriel (Lucas 1, 28), lo que quiere decir que en ella todo había sido renovado desde el inicio de los tiempos. Su alma, diáfana para dejarse traspasar por la Luz, su espíritu, eternamente puro, hasta los átomos de su cuerpo, todo había sido preservado de cualquier mancha de egoísmo.

Ninguna otra criatura nació en ese estado de pureza primordial. Sin embargo, también nosotros estamos llamados a dar a luz a Cristo. Podemos y debemos lograr que Él nazca espiritualmente en nuestras almas. ¡Qué plenitud de sentido puede darnos tan maravillosa misión!

¿Cómo ha de ser una madre espiritual de Dios? ¿En qué debemos transformarnos para poder ser casa de Dios y dar a luz al Cristo interior? En vírgenes de alma o de espíritu, disponibles sin reserva, mental y emocionalmente liberados de las seducciones de lo material, de la figura, imagen o representación de este mundo que ha de pasar, que ya está pasando para quien puede percibirlo.

Y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva, porque esa virginidad del alma va unida a una fecundidad prodigiosa como la de María, mujer, virgen y madre. Una fecundidad que, si se alcanza, se desborda para ser compartida, se expande gozosa sin límite ni obstáculo.

María, la Inmaculada, es nuestro modelo por excelencia, la primera criatura en la que se produjo el misterio del “nacimiento interior del Cristo”. Si seguimos la estela de su Luz llegaremos a la meta. El camino pasa necesariamente por imitar sus virtudes y hacernos humildes, disponibles, vacíos de ego, libres del mundo y sus afanes, llenos de amor para poder entregarnos y servir.

Nada hay en la fiesta que celebramos hoy, o en el culto de hiperdulía que damos a la Virgen, de sensiblero o almibarado, como a veces parecen sugerir quienes aún no pueden abrirse al Misterio inefable que es Jesucristo, y que también es Su Madre, el rayo de lo Absoluto más cercano a la tierra y al ser humano.

A pesar de la confusión que pueda crear cierta iconografía o esa obsesión por los “mensajes proféticos” que proliferan, quejumbrosos, en internet, María está muy alejada del remilgo y de la sumisión pasiva y conservadora. Siempre atenta, audaz y coherente, ya lo dijo todo en los Evangelios. Basta con evocar sus contadas y fundamentales apariciones en los textos sagrados, o con recitar de vez en cuando esa oración alegre, entusiasta y revolucionaria que es el Magníficat (Lucas, 1, 46-55).

Si unimos ese maravilloso himno de alabanza, amor y subversión de lo injusto, a la valiente aceptación inicial: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 38), al imperativo “Haced lo que Él os diga” en Caná (Juan 2, 5), y a su presencia silenciosa ante la Cruz (Juan 19, 25) y en Pentecostés (Hechos 1, 14; 2, 1), tenemos el legado de nuestra Madre, la más sencilla y completa guía de Vida.


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí;
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos,
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Lucas 1, 46-55



Guardabas en el corazón, Hermana Glenda

sábado, 3 de diciembre de 2016

Está cerca el reino de los cielos


Evangelio de Mateo 3, 1-12

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos." Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: "Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos." Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: "¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga”.

                                                       San Juan Bautista, Juan Sariñena


El mundo puede cambiar si vosotros cambiáis. Si os convertís en el hombre nuevo, haréis posible al mundo nuevo; y en el Evangelio tenéis todas las luces y las fuerzas necesarias para crear, el uno por medio del otro, al hombre nuevo y al mundo nuevo.

                Padre Gatry

Jesús nació aquí, en la tierra, en nuestro mundo de límites, para transformarlo y transformarnos, para conducirnos a la Unidad de lo Ilimitado. Se hace uno de nosotros, se mezcla con nosotros, el Infinito viene a lo finito por Amor.

El Incondicionado, el Verbo increado, decide nacer en este mundo de criaturas condicionadas. Nace entre nosotros y vive entre nosotros, con la gran diferencia: Él no se cree este escenario, tan hermoso y a la vez tan terrible, no se deja arrastrar por las múltiples posibilidades, sabe que es una representación con fecha de caducidad. Nos lleva al desierto una y otra vez, para que soltemos disfraces, proyecciones, fantasías y reencontremos la Esencia desnuda de lo que somos, imagen y semejanza Suya.

Volvamos al desierto a escuchar la voz que anuncia la llegada de Jesús. Volvamos al silencio, a la esencia que no está en lo que el mundo valora, sino en lo humilde, lo sencillo. Como la Madre, María Inmaculada, que celebraremos el jueves, día 8, y no es casualidad la fecha, casi nada es casual, el Infinito vertical encarnado en una mujer, la única criatura verdaderamente libre, inocente, capaz de acoger el Misterio en su seno.

Juan Bautista anuncia la lógica del amor. Es el final de la lógica divergente, de la división y la comparación, de la lucha y la defensa, de la distracción y la confusión. Juan es el puente entre ambas visiones, una para el mundo, la otra, para el Reino. Él ya sabe que el que viene a juzgar el universo viene, a la vez, a perdonarlo, integración de opuestos que transforma y crea una nueva Realidad, haciendo nuevas todas las cosas. Es la maravillosa paradoja del amor, que da la vuelta a los criterios humanos. Acaban las posibilidades, esos futuribles que nos apartan del único Futuro posible ya, que es volver a Casa.

Acaba el seréis como dioses y todas sus diabólicas versiones (dia-bólicas, separadoras), con las di-versas posibilidades que nos convierten en "expertos" en fantasear, en lugar de vivir. Llega el tiempo de la conversión, la vuelta a la única Versión, con todo el equipaje de miseria, error y confusión que El que vino, viene, vendrá transforma en combustible para ese viaje de retorno.

Allanemos lo escabroso, enderecemos lo torcido, torsionemos la dis-tor-sión para volver a Sión alegres y confiados, libres de los vestidos de luto y aflicción.

¿Cómo allanar, cómo enderezar, como transformar todo? Convirtiéndonos (con–versión), para renacer, hombres y mujeres nuevos, resucitados, porque hemos muerto con Cristo y  hemos resucitado con Él.

Dice san Gregorio Magno, con palabras de plena actualidad: “¿Qué es esta vida mortal sino un camino? ¡Qué locura, hermanos míos, agotarse en el camino, no queriendo alcanzar el fin!... Así, hermanos míos, no améis las cosas de este mundo, que, como vemos según los acontecimientos que se producen alrededor nuestro, no podrá subsistir por mucho tiempo”.

Y Chesterton, también actual, siempre lúcido, con una afirmación  que hizo justo antes de morir y que deberíamos repetir hoy (siempre es hoy): "El asunto está claro ahora. Está entre la luz y las sombras, cada uno debe elegir de qué lado está." Y la Luz que viene es Jesucristo, que ilumina el camino regreso a la Esencia Original, al sueño de dicha y plenitud que Dios soñó para cada uno de nosotros. Él es la Luz del mundo y las sombras son el mundo, este laberinto a veces tan hermoso de posibilidades, algunas tan apetecibles y buenas. Pero ¿quién quiere lo bueno, cuando tiene lo Bueno? Las sombras, las posibilidades, tan legítimas y plausibles a veces..., cantos de sirena que nos entretienen girando en círculo, como burros atados a la noria, para que no veamos la espiral que eleva, la única posibilidad, el regreso a Casa.

Alegría y confianza nos transmiten la lecturas de estos días. Porque no se trata de recrearse morbosamente en los remordimientos que nos anclan al pasado y solo crean más pasado, sino de una conversión serena y decidida para mirar hacia el mejor futuro, el único en realidad, que ya existe, ya Es. Lo creó para todos Jesucristo, y Juan lo vio y lo anunció. Nosotros solo tenemos que aceptarlo y vivirlo.

Adviento, tiempo de espera llena de esperanza porque la promesa ya está cumplida. Espera en tensión, pero tensión buena, de estar alerta, despiertos, conscientes. Ten-Sión, que es un  querer que venga, sabiendo que ya viene, que ya está y regresamos con Él, hijos de Sión, apartando lo que nos dificulta la marcha.
Preparémonos para recibirle, apartémonos de las tinieblas que nos impiden verlo, reconocerlo y reconocernos en su mirada de amor. Es tiempo de seguir e imitar a Aquel que tanto amó al mundo como para hacerse uno de nosotros, en el mundo, para vencerlo y trascenderlo, llevándonos a todos con Él de regreso a nuestro verdadero Hogar.


                          
                                 Preparad el camino al Señor, Parroquia de Barciela-Sigüeiro

sábado, 26 de noviembre de 2016

Maranatha


Evangelio de Mateo 24, 37-44


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará cuando venga el Hijo del Hombre. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del Hombre. Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre".


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                                                        Visión del Apocalipsis, El Greco


Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.

                                                                               Apocalipsis 3, 20

Durmiendo yo, mi corazón velaba.
Y en esto, la voz de mi amado que llama…

                                                                                    Cantar de los cantares, 5, 2


Entre los primeros cristianos nació una expresión Maranatha, ¡Señor nuestro, ven! traducción al griego de una palabra  aramea. En indicativo, marán athá, el Señor viene. En esta expresión, que la liturgia repite continuamente estos días, se resume el sentido del Adviento.

Comprender y vivir el  Adviento consiste en descubrir que Él viene, que siempre está viniendo. Es darse cuenta de esta realidad, despertar del sueño que nos mantiene en una espera pasiva de que algo externo, a ser posible espectacular y evidente, nos salve.

Ya estamos salvados; llevamos la Salvación escrita en nuestro ADN desde el Misterio del Calvario. Él viene, está a la puerta y llama… La Salvación está ya en ti, en mí. No hay nada que hacer, ningún mérito que conseguir, solo despertar y darse cuenta de esta experiencia de salvación y liberación que ya Es. Emmanuel: Dios con nosotros.


                                             MARANATHA                                             
            
            Si logro estar alerta, me descubro:
            soy atención serena y sostenida,
            soy la mirada fiel, soy el aliento
            de una respiración que me respira,
            devolviendo mi esencia al universo.

            Si logro estar alerta, Le descubro:
            es todo para mí,
            soy todo para Él.

            Soy real en el centro de mi ausencia,
            presencia Suya al fin
            y para siempre.


El dueño de casa siempre está viniendo. Está a la puerta. Pero no le oímos, ni siquiera vemos que hay una puerta. Porque no es una puerta normal, no divide dentro y fuera, interior y exterior; no divide…  Es la puerta del darse cuenta, de estar atento, vigilante, despierto, la puerta de la consciencia que permite a cada uno/todos/Uno volver al Centro, desprenderse de lo falso para reconocerse en el Ser, único, indivisible, real, eterno.

La pereza, el exceso de comodidades el miedo y las falsas creencias nos roban la atención necesaria para mantenernos en el presente, que es  el amor consciente. Son los causantes del parloteo de la mente. Nos roba la capacidad de estar velando, manteniendo la consciencia, despiertos.

En espíritu y en verdad… Si traducimos literalmente del griego: en pneumati kai aletheia: en la respiración (en pneumati, de pneuma, el aliento, rouah en hebreo) y en la vigilancia (a-letheia, sin lethè, sin sueño, sin letargo). Hemos de vivir despiertos, vigilando, con una respiración consciente. Cobra así todo su sentido la exhortación a orar siempre de san Pablo.

Adviento, tiempo de oración continua, de vigilar y estar alerta como nunca, tiempo de velar. Porque cuando nos dormimos, volvemos a poner la mente y el corazón en los afanes del mundo, abandonando ese estado de vigilancia y verdad. Nos dejamos llevar de nuevo por la inercia, las creencias, lo conocido, los hábitos cansinos…

Porque la Fuente nunca nos abandona; somos nosotros los que podemos olvidarla. Si nos mantenemos atentos, despiertos, vigilantes, podemos ser conscientes de la Verdad en la que somos, esa que configura nuestra identidad, que nos llena de amor porque es más íntima a mí que yo misma. 

El Evangelio de hoy es una nueva llamada a despertar, vigilar, estar atentos, de pie, la cabeza levantada, el ánimo resuelto, porque el Libertador, el que era, el que es, el que viene (Apocalipsis 1, 8; 4, 8), está viniendo para todos.




Me basta con saber que estás aquí, Sor Virginia


Algunos pensamientos de Imitación de Cristo de Thomas Kempis, que nos animan a velar:

            Así habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir.

            Si no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana? Mañana es día incierto; y ¿qué sabes si amanecerás mañana?

            ¡Ojalá hubiéramos vivido siquiera un día bien en este mundo!

            Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y se dispone cada día a morir.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Eucaristía, prenda del Reino


Evangelio de Lucas 23, 35-43

En aquel tiempo, las autoridades y hacían muecas a Jesús, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: “Este es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha faltado en nada”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Jesús le respondió: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”.

jueves santo
                                           Imagen de La Pasión de Cristo, Mel Gibson


Jesucristo, Rey del Universo Amor de los amores, Luz del mundo… Rey del Reino eterno que reina también aquí, en la representación de este mundo que pasa, desde el trono invisible del Sagrario. Eucaristía, lo más real que podemos concebir en la tierra, lo más adorable, el más absoluto anonadamiento por amor. Inconcebible para la mente, lo sabe el corazón y lo comprenderemos cuando atravesemos definitivamente el velo que nos separa de lo que ni ojo vio ni oído oyó.

San Francisco de Borja cuando tuvo que reconocer el cadáver descompuesto de la emperatriz Isabel, su bella y amada señora, pronunció las célebres palabras: nunca más servir a señor que se me pueda morir. San Francisco de Borja, al comprender, o despertar, lo dejó todo, eligió servir al único Señor, el que no muere, el Único.

Jesucristo, Rey del Universo, así culmina el año litúrgico. Celebremos al Rey mirándole, sintiéndole, uniéndonos a Él en la Eucaristía, Su Presencia Real en el mundo. Es lo más adorable, mucho más adorable de lo que las imágenes con cetro y corona con que representan al Cristo triunfal de la Parusía, porque aquí, ahora, en este vértice del tiempo que conecta con la eternidad, se ha hecho Nada por amor y, desde esa Nada, nos acompaña e inspira, nos anonada y nos plenifica a la vez. Vivo sin vivir en mí..., muero porque no muero… Qué otra forma de expresar la Verdad que la paradoja, cuando nuestro lenguaje, tan limitado, pretende expresar lo Inefable… Paradoja, torsión que deshace la distorsión para que volvamos a Sión, donde el Rey nos espera sin esperar, nos acoge soltándonos, nos recibe recreándonos en el Origen (en el principio era el Verbo...).

La pregunta y la respuesta se encuentran, pero Pilato no lo ve. Si lo viera, solo con verlo, sería él también pregunta y respuesta unidas. Por eso Santa Teresa nos exhorta: no os pido más que Le miréis. Que Él es primogénito significa que somos Hijos también. Pregunta y respuesta unidas en cada hombre que se da cuenta y atraviesa el ojo de aguja, liberándose del tiempo, conectando con el Reino que está aquí, ahora. Un Reino que no es de este mundo pero está en este mundo si desaparecemos y a la vez nos real-izamos, una y otra vez, bajo la mirada de Aquel que nos eleva, nos iza, nos realiza (cuando yo sea elevado sobre la tierra elevaré a todos hacia Mí).

Hace unos meses volví a verlo de un modo nuevo que ya no olvido. Conversando con un sacerdote, de esos que se van pareciendo tanto al Rey, que se transfiguran y casi desaparecen. Me recordó que el camino pasa por no mirarse a uno mismo sino mirar a Cristo porque, si uno es tibio, Él es fiel, si uno es débil, Él es fuerte, si uno es mezquino, Él es generoso, si uno es falso, Él es verdadero. Ese día emprendí mi más querido proyecto, tal vez mi único proyecto ya: desaparecer para ser. 

Bendito sacerdote, bendito día, desde el que solo está Él, y el eco cada vez más débil y el rastro cada vez más tenue de un fantasma que a veces, asustado, intenta aparecerse. Entonces, vuelvo a enfocarme, vuelvo a mirarle, vuelvo a desaparecer, para unirme con el Rey que nos mira desde su trono invisible.

Ayer, un amigo me preguntó qué espero de la vida, cuál es mi meta. Le respondí que ser un fiel instrumento de Dios y que Su Voluntad se cumpla en mí. Hoy, releyendo este pasaje del Evangelio, bajo el listón y, a la vez, subo el listón, matizo la respuesta a ejemplo de Dimas (www.viaamoris.blogspot.com), el buen ladrón, lúcido y humilde, noble y listo, capaz de robar el Reino en un instante de rendición y confianza. Como él, yo ya solo pido, solo espero, solo anhelo que Jesús se acuerde de mí. Una palabra Suya basta para sanarnos, nos enseñó el centurión... Una palabra, una mirada, un recuerdo Suyo basta...

  

                                       Panis Angelicus, Pavarotti y Sting

sábado, 5 de noviembre de 2016

Hijos de la resurrección


Evangelio de Lucas 20, 27-38

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella”. Jesús les contestó: “En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos”. 





Retenemos las heces del mundo y dejamos escapar nuestra vida en el tiempo, he aquí la estupidez que nos hace herederos de la muerte. Abandonemos el filtro lleno de inmundicias y sublimemos pacientemente nuestra vida en Dios hasta la perfección de la paz eterna.


                                                                                            Louis Cattiaux




Las personas conscientes enfocan su vida a la luz de la muerte.
A esa luz, las cosas adquieren su auténtica dimensión.
Lo secundario es secundario y nunca principal.

Lluis Serra Llansana 

      Noviembre, mes para ser conscientes de la impermanencia del mundo de la forma y de nuestra propia impermanencia, conscientes de que estamos muriéndonos desde que nacemos, todos juntos y de uno en uno. Noviembre, mes del despertar para descubrir lo verdadero, lo que existe realmente y por eso no puede morir. Vivamos velando; aprendamos a vivir ya, aquí y ahora, la inmortalidad.
      Y, ¿cómo es posible vivir así, cuando sé que voy a morir? Porque ya has muerto y has resucitado; lo que llamas muerte será escenificar otra vez ese paso a la habitación de al lado donde ya estás. Mira esa luz que ves a veces al otro lado del espejo, en tus ojos, cuando brillan como si estuvieran reteniendo lágrimas. Esa luz es tuya, la trajiste de allí, la traes de allí cada vez que cruzas el umbral que separa el sueño de la Vida. Somos ciudadanos del cielo, dice San Pablo, podemos ya vivir resucitados, por Aquel que nos ganó la resurrección.
       Hemos sido esclavos del sueño y la ilusión demasiado tiempo; es hora de vivir de verdad, atentos al Reino que está entre nosotros y dentro de nosotros, más real que lo que nos muestran los sentidos. Aunque tengamos que seguir caminando, trabajando mientras hay luz, en este valle de la muerte donde todo es inestable y efímero.

       Es útil observarnos cuando algo nos saca inesperadamente de las “casitas de muñecas” o el “Monopoly”, la "Matrix" donde jugamos a vivir. Miremos sin excusas el fastidio, la sensación de desconcierto, la incapacidad para improvisar. Y nos daremos cuenta de la necesidad de tomar decisiones valientes y definitivas, porque en este mundo todo es precario, nada está seguro, por mucho que lo acoracemos con rutinas, falsas seguridades, comodidades anestesiantes…
       Bendito sea el imprevisto que nos despierta de nuestras ensoñaciones y nos pone frente a un espejo implacable, para que veamos todo lo que hay que extirpar o soltar o solo dejar caer, como una máscara vieja que ni siquiera nos favorece.

            No podemos ser esclavos de costumbres, hábitos, compulsiones o expectativas cuando sabemos, por experiencia, que no nos protegen de nada. Ni podemos apegarnos a un lugar, unas caras conocidas, porque, en esta tierra transitoria, el único entorno natural, lo único seguro es estar despierto, recordando que estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Tampoco podemos apegarnos a nuestros cuerpos ni al de los seres que amamos, pues no son nuestra esencia. Recordemos que el espíritu inmortal recoge cuanto de bello y verdadero hemos amado, y lo restaura para siempre en el cuerpo glorioso que nos ha sido destinado para la eternidad.

            No estamos aquí para estar cómodos o seguros, para disfrutar o tener lo que el mundo entiende por calidad de vida (qué sabe el mundo sobre la verdadera “cualidad”…) sino para imitar a Jesucristo, haciendo lo que Él hizo. Porque, desde que el mundo se empapó de la Luz que brotó a partir del Misterio del Gólgota, en Él nos espera la verdadera dicha.

            Todas las estructuras son inestables, dice Eckhart Tolle; las experiencias de pérdida producen sufrimiento, pero el sufrimiento consciente (el único valioso, porque el sufrimiento mecánico es masoquismo) eleva y permite salir del purgatorio en el que nos encontramos.
Sufrir conscientemente enciende en el corazón la llama del Amor. Es entonces cuando comienza el verdadero camino; lo de antes era un transitar por los senderos que conducen al Camino. La condición para adentrarse en él es salir de esa noria, pequeña y oxidada, de seguridades, pasiones inferiores, sensaciones, comodidades, necesidad de poder, sentimiento de separación, falsas creencias…
            Y aunque a veces descendamos a estados inferiores, de sufrimiento inconsciente, inercia, miedo ciego y olvido..., cuando uno ha dado el gran salto, siempre puede volver a elevarse en la espiral infinita. Porque el fuego sigue encendido, aunque no siempre seamos capaces de sentir su calor.

              El ego, que se niega a desaparecer, trata desesperadamente de combatir el miedo que esa amenaza le causa con placeres, posesiones, victorias efímeras, ilusiones… Pero, mirando siempre al Modelo, Jesucristo no buscó la abundancia, el triunfo mundano, el placer o la comodidad, sino cumplir siempre la voluntad del Padre. En esa sumisión voluntaria encontró el sufrimiento consciente, y lo aceptó por amor. Él mismo dijo: “Mi alma está triste hasta la muerte” (Mt 26, 38). Su naturaleza humana atravesó el valle de lágrimas para mostrarnos la salida.
            Si somos discípulos verdaderos, Le seguiremos, crucificando en nosotros todo lo falso, el egoísmo, el hedonismo, la rutina, la ignorancia, el miedo. Entonces experimentaremos la quiebra de las ilusiones que nos libera de la mentira y nos permite nacer a lo verdadero.
            Es el Fuego del Amor, la Llama de Amor Viva, que va consumiendo lo ilusorio, lo impermanente, para que resplandezca nuestra esencia inmortal, una en lo Uno, ola y Océano, sarmiento en la Vid.
¿Los yunques y crisoles de tu alma, trabajan para el polvo y para el viento o trabajan para lo real, el oro del espíritu que los ladrones no roban ni el óxido corroe? Funde tus miserias, acrisola lo que te ha robado tiempo y energía necesarios para amar. Transfórmalo todo en ese oro eterno, para pagar por ti y por cuantos te rodean.
Sufrimiento consciente con amor es redención, liberación, luz, alegría; es ascenso: “Cuando Yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). Sigamos subiendo, iluminando, redimiendo cuanto quede por redimir en nosotros y en aquellos que amamos.


¿Y ha de morir contigo el mundo mago
donde guarda el recuerdo
los hálitos más puros de la vida,
la blanca sombra del amor primero,
la voz que fue a tu corazón, la mano
que tú querías retener en sueños,
y todos los amores
que llegaron al alma, al hondo cielo?
¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo,
la vieja vida en orden tuyo y nuevo?
¿Los yunques y crisoles de tu alma
trabajan para el polvo y para el viento?

                                                                                       Antonio Machado



                                                 There is a Light that never goes out, Smiths