Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 30 de marzo de 2013

Sueños lúcidos III



El arzobispo Teófilo, de santa memoria, decía al aproximarse a la muerte: Eres un hombre feliz, abad Arsenio, porque has tenido siempre esta hora ante tus ojos.
                                                                                                          Thomas Merton
                                                                                                   La sabiduría del desierto
 

Tenía catorce años cuando soñé con mi propio funeral, de cuerpo presente. Yo estaba ante la muerta, que era yo misma, en el centro de la capilla del colegio. Y lloraba junto al cadáver, que yacía hermoso en un ataúd blanco y abierto; entre las manos, una rosa, también blanca. Me recordó a Aurora, la protagonista de mi cuento favorito: La bella durmiente.
 
Creo que por primera vez fui consciente –pude experimentarlo– de que hay algo en nosotros, de otra calidad y otro nivel, inefables e inalcanzables por la mente, que no va a morir, porque el verdadero Ser que somos es inmortal.
La que lloraba a la muerta con una tristeza serena, casi alegre, estaba más allá de la muerta; la trascendía. Aquella noche intuí –hoy lo sé– que se puede morir sin morir.
Desde entonces camino hacia esa meta sin miedo y sin deseo, con la muerte trascendida, puerta blanca, ventana siempre abierta, como aliada.

 

 

 

sábado, 16 de marzo de 2013

Todo nuevo


         Para Marco–Légolas,
         porque no olvido el lenguaje de los elfos.


    
Cuando era niño, Nikos Kazantzakis se fijó en una crisálida adherida a un árbol. Esperó a que la mariposa saliera, pero, como tardaba, decidió calentar la crisálida con su aliento. La mariposa salió, pero sus alas aún estaban unidas y murió sin poder volar. Décadas después escribió: “Era necesaria una paciente maduración hecha por el Sol, y yo no supe esperar. Aquel pequeño cadáver es uno de los mayores pesos que tengo en la conciencia. Él me hizo entender lo que es un verdadero pecado mortal: forzar las grandes leyes del Universo. Es preciso paciencia, aguardar la hora exacta y seguir con confianza el ritmo que Dios escogió para nuestra vida”.


 
                                           Mariposa Monarca saliendo de su crisálida


Gusanos de seda,
suavidad viva, reptante aún.
Vuelo soñado.


 
                                        Y dijo el que estaba sentado en el trono: "Mira, todo lo hago nuevo".

                                                                                                      Apocalipsis 21, 5
 
 
            No creo en la reencarnación. No solo por las certezas e intuiciones que me regala la fe en Jesucristo; a una mente occidental le cuesta asumir la idea de las vidas sucesivas. Aunque hay algo que me acerca a esa concepción del mundo y del hombre. He observado cómo en la trayectoria de algunas personas hay un momento clave en que descubren el sentido de su existencia. Entonces, todo se hace nuevo, y comprendemos el secreto de la paz y la alegría. Hay quien nunca vive esta transformación, pero el que tiene la suerte de atravesarla, deja atrás una piel muerta de serpiente, o una crisálida vacía, para empezar de cero, más fuerte y más sabio, con la inocencia renovada. Y ya no le preocupa si hay reencarnación o la promesa de venturas venideras, porque sabe que el Reino es ahora o no es.
 
 
                                         
                                   La Follia, de Arcangelo Corelli, por Henryk Szeryng

jueves, 7 de marzo de 2013

Días de gracia en calle Desengaño


Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó porque estaba cimentada sobre roca.
                                                                                                        Mateo 7, 25


            Fuertes rachas de viento y lluvia persistente en la Comunidad de Madrid, dicen en el telediario. La chimenea lleva el día entero bufando, y en el tejado alguien parece estar jugando a las canicas o a las chapas.
 
            Si no fuera por alguna llamada de teléfono, no habría hablado nada, con nadie, nada de nada. El silencio interior ayuda a escuchar y apreciar lo que percibe el oído, y se descubre que no hay ruidos, solo hay sonidos, notas de una sinfonía interminable que uno mismo va componiendo e interpretando a la vez.

Cuando llueve o hace viento, mi casa se transforma en un torreón medieval, intacto después del asedio, sin miedo ya, sin deseo. Hoy la lluvia me ha encontrado despierta y libre de lo que un día creí que era mío o creí que era yo.

El viento que juega a las canicas y la lluvia monótona me están dando sueño. Me levanto para espabilarme y seguir escuchando los sonidos de este universo en el que hoy solo hay lluvia, viento, vida, consciencia de existir.
 
Lo demás, los libros inacabados, la "burrocracia", las citas pendientes, los plazos a punto de vencer, o de expirar… (¡expirar es vencer!), las agendas, los proyectos, los fantasmas visibles, los invisibles…, son canicas transparentes recorriendo el tejado en un mundo de viento y lluvia, de sonido y soledad, sonora como nunca.
 
 


Ismael Serrano cantando A cántaros, la conocida canción de Pablo Guerrero.
Siempre actual  y oportuna, sobre todo ahora que "la siesta" realmente se acaba.