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sábado, 26 de febrero de 2022

Cada árbol se conoce por su fruto

  

Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

                                                           La higuera estéril, James Tissot

El tronco corrompido por el pecado que soy yo recibirá por el Nombre de Jesús savia y vigor. Por Él, reverdecerá mi humanidad y dará frutos a la gloria de Dios. El espíritu de mi voluntad, que ahora está en la humanidad de Cristo, y que vive por su Espíritu, dará por Su virtud savia a la rama desecada, para que el último día, a la invocación de las trompetas celestes que son la voz de Cristo y la mía propia en Él, resucite y reverdezca en el Paraíso.
                                                                                                         Jacob Boëhme

No es por ser menos pecadores por lo que os salvamos, sino por permanecer unidos a Cristo. Los tibios no son para el Reino, como recuerda contundente el Apocalipsis (Ap. 3, 16). Por eso, vale más un gran pecador que se convierte, que un pecador mediocre que sigue enredado en su cobarde, baldía mediocridad.

Es la entrega total la que hace posible la Unión. En la lógica del Reino, no se pierde lo que se da, al contrario, todo lo que se entrega, se recibe. Se entrega uno mismo, y se recibe al Sí mismo, se renuncia a la identidad y se encuentra la Esencia, se pierde la vida y se gana la Vida. 

El Evangelio de hoy nos invita a la sinceridad y la transparencia, para liberarnos de la hipocresía que impide ver- Se trata de escoger si queremos vivir para lo ilusorio y efímero, o para lo esencial, lo verdadero. No queremos ver nuestras miserias, mientras juzgamos las de los demás. 

Por eso no damos buen fruto, no nos damos, porque estamos casi siempre dormidos, alienados, a merced de la inercia y las vanidades. Nos encadenamos a lo material, lo transitorio, y perdemos de vista lo que vale de veras, lo eterno. Buscamos necesidades absurdas y quienes nos las satisfagan desde fuera.  Traicionamos nuestra misión y nuestra verdad interior, y luego nos engañamos a nosotros mismos para poder soportar esa traición que nos condena.

Es una elección continua; cada día, cada hora, cada instante hemos de optar entre vivir despiertos o dormidos, entre la luz y las tinieblas, la verdad o la mentira, vivir para lo Real o para lo falso, ser estériles o dar fruto.

El próximo miércoles, Miércoles de Ceniza comienza la Cuaresma, tiempo de conversión. Convertirse es mirar de otra forma, con ojos misericordiosos. Nosotros, ciegos guiados por ciegos, miramos con el egoísmo de nuestras seguridades, comodidades, parcelitas de control; Jesús mira rebosando amor, con un corazón palpitante, que no se cansa de derramar dones, gracias y bendiciones. El que solo se preocupa por controlar y asegurar “sus” cosas, “sus” costumbres, “sus” inercias, “sus” apegos vive en tinieblas. www.viaamoris.blogspot.com

La mejor conversión es dejar que la misericordia nos impregne hasta ser capaces de mirar y ver, de discernir el camino y a Aquel que nos guía. de amar como Jesucristo ama. Cada día su propio afán, siempre el mismo: ser o no ser, saberse y vivirse en Él, o seguir durmiendo hasta que Su voz nos despierte.

Permanecer, menein, mutua inmanencia, una de las palabras que más aparece en el Evangelio de San Juan. Permanecer en Cristo, indisolublemente unidos a Él nos hace ver que sin Él somos nada y con Él podemos ser Todo. Con Él como guía, seremos fértiles, capaces de dar buen fruto, cumplirnos, entregarnos, con un amor que está a salvo del desgaste y la entropía. Un amor que crece y se expande sin cesar, continuamente revitalizado, siempre el mismo y siempre nuevo. 


                                                      Salmo 102. Liturgia ortodoxa

sábado, 19 de febrero de 2022

El colmo del amor

 

Evangelio según san Lucas 6, 27-38 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

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El Sermón del Monte, James Tissot

Antes de tachar de cobarde al hombre que tiende la mano al que lo ha injuriado, haría falta que supiéramos que con esa misma mano ha querido estrangularlo y que le ha sido precisa una virilidad poco común para olvidar que su honor había sido escarnecido. El perdón es un acto de fortaleza; pero la fortaleza no es la dureza. La vida presente es corta y os trae ya los suficientes fastidios para que les añadáis unas penas inútiles. Olvidad, sonreíd y gustad una de las mejores alegrías de la tierra: la alegría de haber perdonado.
                                                                                                         Georges Chevrot

Hoy el Maestro nos lleva un paso más allá en su enseñanza, nueva e irrepetible, nos da un termómetro para medir nuestra tibieza. Nos dice que, no solo hay que amar a los que nos aman, sino que, además, debemos amar a los enemigos y para eso hay que pasar, como Él por la cruz. La cruz no amable ni aceptable para la lógica de un mundo que rechaza el sufrimiento. Se esconde la vejez, la enfermedad, la muerte en una sociedad de jóvenes alienados y adultos con síndrome de Peter Pan, que no quieren saber que les queda un puñado de años para culminar su vida inútil.

En el Padrenuestro decimos "hágase Tu voluntad". Pero cómo nos cuesta asumirlo en nuestros pequeños dramas cotidianos. Así nos forja, nos modela el divino Alfarero. Amar la Pasión…, como exclama Rafael Arnaiz en el texto de abajo. Empiezo a saber lo que es conocer, meditar, amar la Pasión de Cristo, más allá de palabras y teorías. De Su costado brota sangre y agua que purifíca y transforma al que Le mira y acepta ser salvado por tan tremenda locura de amor.

Porque esa Cruz que tantos rechazan, incluso entre muchos cristianos, esa Cruz, signo de división, es nuestra bandera, nuestra esperanza, nuestra salvación. Nosotros predicamos a Cristo crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios, como San Pablo. Por eso aprendemos a aceptar nuestras cruces, viendo en ellas un instrumento de transformación y purificación. Y una gran Cruz es perdonar, amar al que te ofende, te hiere, te traiciona.  www.viaamoris.blogspot.com

La cruz eleva, transforma y dignifica pero no tiene nada que ver con lo que el mundo entiende por dignidad. La falsa dignidad del mundo consiste en competir, destacar, asegurar, acaparar honores vanos y efímeros, recibir el aplauso y el reconocimiento de muertos vivientes. Son esos estribillos absurdos que, aun sin ser pronunciados, flotan en el aire y marcan nuestras actitudes y nuestros modos, siempre a la defensiva: “¿quién te crees que eres?” o “¡usted no sabe con quién está hablando!”. 

Lo sabio, lo acertado sería decir, pensar, sentir que no somos nada y, en coherencia, no pretender sino ocupar el último puesto. Y entonces, nueva paradoja de un Dios que se hace hombre y muere por amor, comprenderemos, como Charles de Foucauld, que ninguno de nosotros puede ser el último porque en ese puesto siempre encontraremos a Jesucristo, enseñándonos a amar la cruz, a perdonar, a amar a los que nos odian, rechazan o injurian.

Por la cruz a la Luz. Los desprecios, humillaciones, abandonos, sufrimientos y traiciones forman parte del camino descendente que Él recorrió y hemos de seguir sus discípulos. Todas las adversidades tienen “peso de eternidad”. Son  cruces dolorosas que, aceptadas, vividas con consciencia y mansedumbre, nos unen a la Cruz salvadora de Cristo y nos transforman, nos hacen libres, dignos de la vida eterna por ser Hijos de Dios, filiación divina que el Amor de Cristo nos devuelve. 

 El colmo del Amor,
amor hasta el extremo:
amar al que te odia,
al que te ataca,
al que mira indiferente
cómo sangra la herida
que su envidia infligió
en tu piel inocente
o en tu confianza.
Amar al que traiciona,
al que ignora tu voz
implorando su ayuda. 

Amor sin medida,
ni condición.
También al que se porta
como enemigo cruel,
sin razón ni motivo,
al que ofende y se burla,
al que te hace caer,
al rencoroso… 

La paradoja santa,
valor que abrasa el odio
y enciende el corazón.
Amor purificado
que dignifica,
y te hace fuerte, libre
para seguir amando hasta el final
como el Maestro.

Amor total, Amor,
fuego divino
inflamando la tierra,
espada de doble filo,
arrancándonos el miedo
con tajo firme,
cirujano preciso,
dolor que se transforma
en amor si le damos
peso de eternidad,
y todo, hasta el pecado,
tiene sentido, feliz la culpa
que mereció tal Redentor.

Amor que salva
clavado en una Cruz.
De la Cruz a la Luz,
del dolor al amor,
para la Vida.

File:Crucifixion by the Romans (Vasily Vereshchagin - 1887).jpg
Crucifixión, Vasily Vereshchagin

Bendito Jesús, ¿qué me enseñarán los hombres, que no enseñes tú desde la Cruz? Ayer vi claramente que solamente acudiendo a ti se aprende; que solo tú das fuerzas en las pruebas y tentaciones y que solamente a los pies de tu cruz, viéndote clavado en ella, se aprende a perdonar, se aprende humildad, caridad y mansedumbre. No me olvides, Señor… Mírame postrado a tus pies y accede a lo que te pido. Vengan luego desprecios, vengan humillaciones, vengan azotes de parte de las criaturas. ¡Qué me importa! Contigo a mi lado lo puedo todo. La portentosa, la admirable, la inenarrable lección que tú me enseñas desde tu cruz, me da fuerzas para todo. A ti te escupieron, te insultaron, te azotaron, te clavaron en un madero, y siendo Dios, perdonabas humilde, callabas y aún te ofrecías… ¡Qué podré decir yo de tu pasión!… Más vale que nada diga y que allá dentro de mi corazón medite esas cosas que el hombre no puede llegar jamás a comprender. Conténteme con amar profundamente, apasionadamente el misterio de tu pasión. ¡Qué dulce es la cruz de Jesús! ¡Qué dulce sufrir perdonando! ¡Cómo no volverme loco! Me enseña su corazón abierto a los hombres, y despreciado… ¡Dónde se ha visto ni quién ha soñado dolor semejante! ¡Qué bien se vive en el corazón de Cristo!
   
                                                                                                           San Rafael Arnaiz Barón

                                         En mi Getsemaní, María José Bravo

sábado, 12 de febrero de 2022

Dichosos los pobres


Evangelio según san Lucas 6,17.20-26

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en una llanura, con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

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                                               El Sermón de la montaña, Fra Angelico

Quiso dar, ante todo, a quienes le escuchaban, la idea de que el verdadero Reino de Dios se abría en el temblor del alma y en la voluntad de perfeccionamiento. 
  Daniel Rops

Creo tener la certeza de que no lograré la claridad y la sinceridad interiores, a menos que empiece a actuar consecuentemente con el Sermón de la Montaña. Y es que hay cosas por las que merece la pena comprometerse del todo. Y me parece que la paz y la justicia, o sea Cristo, lo merecen.
Dietrich Bonhoeffer

El domingo pasado contemplábamos la vocación de los primeros apóstoles y recordábamos nuestra propia vocación. Hoy contemplamos las Bienaventuranzas, el núcleo del Sermón de la Montaña, cuyo centro es la sinceridad, la coherencia y la pureza de corazón que permite amar y comprender cómo es más importante la voluntad de perfeccionarse que la propia perfección. Ese anhelo de perfección, que en el joven rico no fue lo suficientemente fuerte o sincero, exige equilibrio, constancia y fidelidad. La audacia en el corazón es fundamental, unida a la confianza, una actitud limpia y un propósito claro, una firme determinación. Para los sinceros, de corazón puro, que caminan en la voluntad del Señor, no solo cumpliéndola, sino viviéndola, fundidos en esa voluntad divina, está predestinada la dicha eterna, la bienaventuranza plena. 

La ley que sostiene las Bienaventuranzas está grabada en el corazón del hombre. Estamos llamados a vivir desde nuestra verdadera esencia, y eso nos permite soltar los condicionamientos y la rigidez de ciertas reglas, para asomarnos a una vida espiritual coherente y real, más allá de ideas o proyectos o percepciones subjetivas. Entonces descubrimos el sentido real del seguimiento y nos convertimos en discípulos, con todo lo que ello implica.

La relación con Dios y con nuestra identidad inmortal va haciéndose más evidente, trascendiendo ritos, formas e intermediarios, viendo en ellos un instrumento útil, imprescindible para muchos, pero sin confundirlos con el Fin. Profundizamos en la oración al "modo" de Jesús(Mt 6, 5-8) y lo que significa adorar en espíritu y en verdad (Jn 4, 23-24). Se trata de interiorizar esa unión y vivir conforme al mandamiento nuevo, el Mandamiento del Amor que late en cada bienaventuranza.

Alcanzar ese estado, el de la vida, la alegría y el amor, supone tener la semilla enraizada y haber conectado con ese centro de nosotros mismos donde sabemos que somos eternos. Desde ahí podemos vivir con verdad, valor y honestidad, y logramos eso tan difícil para un mundo de justificaciones, pretextos y autodefensa: decir sí cuando es sí y no cuando es no (Mt 5, 37). Hay tanto argumento inútil, tanta dispersión dialéctica en nuestras vidas, que a veces parece incluso hacernos olvidar hacia dónde caminamos.

Como San Pablo, gloriémonos en nuestra debilidad, con la alegría y la confianza del que sabe que hay Alguien que completa, restaura, perfecciona todo, toma los errores e incoherencias del pasado y las transforma en coherencia y propósito puro, claro, lleno de sentido.

Solo Él tiene Palabras de Vida; alimentémonos de ellas, soltando el ruido vano de la palabrería vana, que confunde y entretiene, impidiéndonos caminar en Su voluntad, Su presencia, Su verdad, que es Amor. www.viaamoris.blogspot.com

Lo importante es perseverar en la voluntad de seguir amando hasta el final. No es un logro concreto, como nos presenta siempre la lógica del mundo, sino un anhelo esencial de trabajar por el reino para que lo demás venga por añadidura.


63 Diálogos Divinos, Vivir la Divina Voluntad

sábado, 5 de febrero de 2022

De pecador a peScador

 

Evangelio según san Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar”. Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos sacado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”. Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora, serás pescador de hombres”. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.  

                                                           La pesca milagrosa, Rafael

Sí, estoy segura de que aunque tuviera sobre la conciencia todos los pecados que puedan cometerse, iría, con el corazón roto por el arrepentimiento, a arrojarme en los brazos de Jesús, porque sé muy bien cuánto ama al hijo pródigo que vuelve a él. Dios, en su misericordia preveniente, ha preservado a mi alma del pecado mortal; pero no es eso lo que me eleva a él, sino la confianza y el amor.
                                                                                              Santa Teresa de Lisieux

Pecador y pescador, una sola letra, la “S”, marca la diferencia. Cuántas veces habré leído este pasaje, sin reparar en un detalle tan significativo… Es lo que tiene el Evangelio, que es Enseñanza viviente, Palabra viva, con infinitos matices, caleidoscopio sagrado para leer, contemplar y vivir hasta el final. Sin reconocernos como “pecadores”, no podemos ser “pescadores” ni asumir la misión que cada uno tiene que cumplir.  www.viaamoris.blogspot.com 

Para que Pedro se declare pecador, en esta escena de la pesca milagrosa, ha tenido que ver con sus ojos el poder del Señor. A algunos no les hacen falta milagros evidentes para Ver. Tienen la mirada interior, la verdadera, purificada, como el anciano Simeón, que evocábamos en la festividad de la Presentación del Señor. Le bastó ver a un bebé para reconocerlo como el Salvador, luz del mundo.

Ajustemos la mirada interior, enfoquemos bien para ver el poder de Dios en lo cotidiano, sin esperar prodigios ostentosos. Imitemos a Simeón, vivamos cada día la fiesta de la Candelaria porque hayamos logrado purificarnos y encender la vela que guarda cada corazón.
De pecador a pescador por el Amor. La “S”, letra 20 del alfabeto, el 2 es el plano emocional en muchas tradiciones. De la e-moción, energía en movimiento, al Sentimiento, permanente, duradero, perpetuum mobile. Centro espiritual superior que hace posible la misericordia que aprendemos a vivir y practicar, a recibir para dar.

Los pecadores en cada uno de nosotros son los mismos que quieren acabar con Jesús, como veíamos el domingo pasado, la sangre de Caín que corre por nuestras venas hasta el final de los tiempos. Y los pescadores somos los que hemos descubierto que el Caín que llevamos dentro es un pobre hombre, lleno de miedo, y le hemos perdonado, porque sabemos que el que perdona, el único Santo, ya le ha perdonado. Seguimos sintiendo su latido cainita, pero reconocerlo y asumir la propia debilidad nos hace fuertes (2 Cor, 12, 9). Porque si no asumimos al pecador que somos, no hay más que buenismo, postureo, falsedad…
Dios sale para justos y pecadores (Mateo 5, 45), recuerda el Maestro; para el justo y el pecador que soy, que eres, que somos. Y también dice: que no se pierda ninguno de estos (Juan, 6, 39, Mateo, 18, 14, 2 Pedro 3, 9) Y tras la multiplicación de los panes y los peces: recoged las sobras (Juan 6, 12). Nada sobra, todo a la red, que no se pierda nada, que todo se convierta en semilla para el Reino.
Para ver todo y que no se pierda nada ni nadie, conviene entrenarse, y una forma de ejercitar la mirada consiste en no esperar lo espectacular, la liberación evidente e inmediata de cualquier aflicción, el alivio instantáneo de los sufrimientos. El triunfo de Cristo, que es el nuestro, va por dentro, por detrás del fracaso, de la aflicción aparentemente injustificada o absurda. Como en los dolores de parto, el sufrimiento está, pero la Vida trabaja desde dentro, para dar más vida… Todo es a la vez; la Cruz y la Resurrección, el dolor y la alegría, el sufrimiento y el consuelo, la adversidad y la bendición.
El sufrimiento es del mundo, del que no somos. Lo asumimos, lo integramos y recordamos que, aunque estamos en el mundo, nuestra esencia habita ya en lo Real, porque Él nos elevó consigo, cuando la Cruz fue izada sobre la tierra.

De la emoción al Sentimiento, he ahí una clave para no perder el Norte. Puedo empezar por discernir en qué pongo emoción, pasión, energía en movimiento... Entonces descubro que la mayoría de mis emociones me mantienen recluida en un mundo falso, condenado a desaparecer. Liberarse es posible, recordando que ya fuimos liberados y que podemos sentir, vivir, experimentar el Amor.

Es la única historia de amor que nos realiza. Porque la verdadera fe, como la del anciano Simeón, es amor y, por eso, al encontrar la fe, San Agustín canta: Tarde te amé, hermosura, siempre antigua y siempre nueva, tarde te amé…

Dice Domenico Douady: Solo en una historia de amor el hombre cree aquello que no ve. Deja de creer en lo que ves, ama, cree lo que no ves. Es lo real, lo único por lo que puedes dar la vida. Jesús dio la vida, murió por nuestros pecados, lo dice la segunda lectura de hoy (1 Corintios 15, 1-11). ¿Nos damos cuenta de lo que esto significa?

Es hora de soltar todo y dejar todo para seguirle. Dejar hasta el victimismo del pecador que nos impide ser pescador. El miedo, que es también ceguera, nos hace vivir como pecadores. La conversión que produce el sabernos salvados es mucho más fuerte que la vergüenza y el remordimiento, y nos da el valor para decir como la primera lectura de hoy: Aquí estoy, mándame (Isaías 6, 1-2a.3-8). Es la confianza la que nos fortalece; dejamos de recrearnos en las faltas y las convertimos en abono para la vid que va a dar fruto o en combustible para el viaje de retorno a Casa.

Es una doble mirada: la del que se atreve a ver su pecado, porque recibe la gracia de verlo, y la del Señor sobre el pecador, transfigurándolo, transmutándolo, ayudándole a ver, sosteniéndole. El único Justo nos salva. Se trata de reconocerlo, viéndolo y dejando que Él nos vea. Mirar y ser mirados, cruce de miradas que transforma de pecador en pescador, con esa “S”, que es mucho más que una letra, es la figura del Crucificado sobre la Cruz, el cuerpo de hombre encarnado por amor que asciende para que ascendamos. Miremos tantos Crucificados que dibujan esa “S” de Salvación. Al mirarlos y aceptar la Salvación, completamos lo que le falta a la “S” para formar el signo de infinito vertical. “S” de Salvación, “S” de Serviam, que unifica voluntades y nos hace Uno para vivir ya el Cielo en la tierra.

La poesía nos permite a veces balbucear lo inefable, acercarnos al Misterio con la mirada que contempla sin pretender clasificar, intelectualizar o acumular conocimientos. ¿Quien quiere conocimientos, cuando se encuentra ante la Verdad?

 
“S” DE SALVADOR

Tu figura es signo
vertical de infinito, hacia la Vida.

Figura que eleva, “S” sagrada,
tor-Sión sobre la Cruz, soga que salva
de un abismo muy hondo,
cargando distorsiones por amor.

Figura de Varón, sereno y libre,
primogénito entre miles de millones.

Mirarte solo a ti,
vencedor frente al miedo y la muerte,
invitando a subir
sobre tu Cruz en espiral consciente.

No enredarme aquí abajo,
a lo que sigue rebotando, horizontal,
dando vueltas y vueltas,
círculo demencial de Prometeo.

Que mis ojos y mi anhelo
no se aparten de ti que, si te miro,
me elevas hacia ti en cuerpo y alma
para que me incorpore a tu Verdad,
Origen y Propósito de toda la existencia.

Entonces veo todo,
también lo de aquí abajo, transformado,
desde la Cruz,
y el mundo resplandece, 
luz de Luz.


Mil gracias derramando
(Cántico espiritual, San Juan de la Cruz)
Hermana Glenda