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sábado, 9 de octubre de 2021

Heredar la vida eterna

 

Evangelio según san Marcos 10, 17-30

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Él replicó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme”. A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: “Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! ¡Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios!” Ellos se espantaron y comentaban: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”. Pedro se puso a decirle: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús dijo: “Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura vida eterna”. 

                                    El Evangelio según S. Mateo de Pasolini (1964)

Purificad vuestra alma, rendidla para poder entender la llamada del Señor que os repite: ¡Ven y sígueme! Es la voz que guía a quien tiene el corazón puro; en cambio, la gracia de Dios resbala en un alma repleta y desgarrada por una multitud de posesiones.

                   San Clemente de Alejandría

Para alcanzar la vida eterna no basta cumplir, hacer, lograr.., hace falta ser, pero ser en Cristo, el único que nos crea, nos recrea al redimirnos y nos abre el camino para la verdadera santidad, que no es la santidad que busca el  joven rico, y tantos como él siguen buscando, santidad ramplona de mero cumplir y ejercitar virtudes. 

Es hora de abrir los ojos, encontrarnos con la mirada amorosa de Jesús, a Quien nada se le oculta, como dice la segunda lectura (Hebreos 4, 12-13) y que nos ofrece la única vía de santificación: unirnos al único Santo, el único Bueno, para encontrar en Él el verdadero nombre de cada uno, escrito por Dios antes de los tiempos. Porque la eternidad es más que tiempo infinito, mucho más que “sin tiempo”, es Conocimiento, pero no intelectual, sino Conocimiento que empieza por la intimidad y sigue por la unidad con la Fuente de toda Sabiduría, la Palabra viva y eficaz, que juzga los deseos e intenciones del corazón. 

Los que quieran ser santos al modo humano que sigan preocupándose de hacer, lograr y acumular méritos. Los que solo anhelen Ser en Cristo, el único Bueno, que sean tan sabios como el campesino analfabeto que admiró al cura de Ars, porque su grado de confianza e intimidad con el Señor en el Sagrario le permitía mirarle, ser mirado por Él y estar “contento”, es decir, adentrarse en la eternidad. 

Nosotros no somos tan sabios como aquel campesino de corazón de niño y alma translúcida. Por eso nuestra tarea consiste en soltar, dejar lo que no somos, abandonar con alegría lo que nos impide atravesar el ojo de aguja que lleva a la Vida. No son solo riquezas materiales, que se pueden administrar sin estar apegado a ellas; son casi siempre mucho más difíciles de dejar otras riquezas: las seguridades, los afanes mundanos, las inercias, los condicionamientos. 

El precio de la vida eterna es lo que creemos ser y la recompensa es seguir a Jesús, pues sabemos que Él nos conduce a la verdadera Semejanza. Esto es, el premio es ser en Él, con Él y como él. ¿Quién puede prometer algo semejante?

Ante tal promesa, ¿qué responder? Los pequeños y sencillos, los pobres de espíritu saben que la única respuesta es el Fiat, el sí definitivo, la entrega total a la Voluntad de Dios. Los falsos sabios y entendidos del mundo dirán que esa promesa es absurda y seguirán inmersos en sus afanes absurdos, mezquinos, efímeros, esos ídolos de oro o de barro que les mantendrán para siempre alejados de la verdadera luz. 

En cambio el pobre de espíritu reconoce cuál es el Bien verdadero y cuál el simulacro; sabe calcular sus años, tan pocos siempre aun en los muy longevos, un latido, un bostezo apenas, un parpadeo en la eternidad; y sabe que dejar todo lo que se tiene o se cree tener es dejar lo poco, lo casi nada. ¿De qué valen los tesoros de lo poquísimo, de lo casi nada? Pura apariencia, pura calderilla. www.viaamoris.blogspot.com

Porque no se trata de renunciar a mucho o a poco, se trata de renunciar al objeto de nuestros afanes y deseos mundanos y al propio deseo, el propio querer. Si el joven rico hubiera renunciado a su inmensa fortuna, su renuncia no habría sido más valiosa que la de la viuda pobre, que dio sus dos únicas moneditas como ofrenda de amor.

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La familia de Carlos IV, Goya

Hace tiempo estuve en el Museo del Prado y me detuve un buen rato mirando el cuadro de Goya de La familia de Carlos IV. ¿Dónde están ahora esos reyes y su familia? ¿De qué les sirvió su boato, su lujo, su aparente poder? ¿Dónde están los que les admiraban o temían? ¿Dónde está Goya, que los retrató?

Para dejarlo todo no hace falta ser muy valiente, sino ser sabio, con la Sabiduría que anuncia la primera lectura de hoy (Sabiduría 7, 7-11). Renunciar a la escoria y las baratijas, dejar de afanarse por el simulacro, para dedicar esfuerzo y vida a lo que no pasará, el resplandor sin ocaso, la plenitud de la verdadera abundancia. No se trata de recluirnos en un monasterio y dedicarnos a la vida contemplativa, sino de llevar la contemplación a la vida cotidiana para descubrir en ella la acción del Señor, el poder de su Bondad, su mirada que ama y por eso nos transforma.

Deja que los ricos de espíritu y los sabios para el mundo se ocupen de salir bien en la foto que el tiempo destruirá y se estrechen las manos falsas y advenedizas que pronto serán solo hueso y luego polvo y luego nada. Que luzcan ellos sus atuendos de soberbia y vanidad, de lujo vergonzoso y ostentación. Que se coloquen bien para el retrato de los nuevos Dorian Gray. 

Tú preocúpate del único retrato que perdurará, el que Dios está haciendo de cada uno, fundiendo fotogramas, instantes, miradas, decisiones, acrisolando el oro de la entrega sincera a Su Voluntad, que es Amor infinito. Preocúpate del vestido necesario para entrar en el banquete eterno, esa túnica blanca que Jesús ganó para ti y solo has de aceptarla y ponértela. Pero para podértela poner has de haberte desnudado antes de todo los demás, lo que el mundo valora y son solo harapos.

Los que han sido llamados y vienen, en cierto modo tienen fe. Es la fe la que les abre la puerta. Pero les falta el traje nupcial del amor. Quien vive la fe sin amor no está preparado para la boda y es arrojado fuera. La comunión eucarística exige la fe, pero la fe requiere el amor, de lo contrario también como fe está muerta. 
                                                                                  San Gregorio Magno

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