En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid, vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Y entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de estos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.”
Cristo del Perdón, Luis Salvador Carmona
Si
leemos superficialmente el Evangelio de hoy, el tono del Maestro en su anuncio
profético puede resultar amenazador e inflexible. Con una lectura más
atenta, entendemos que está mostrándonos el funcionamiento de la
Ley del Amor. ¿Cómo va a ser juez implacable el que dio Su vida en rescate por
nosotros? Pero si profundizamos aún más, nos vamos acercando al corazón de Su
Enseñanza. Hoy celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo,
Uni-Verso, Uno, Único, el Verbo encarnado, muerto y resucitado para que todos
seamos Uno en Él.
Vivir
ya en el Reino pasa por la pobreza de espíritu que hace morir a uno mismo,
negarse a uno mismo, para descubrir al Rey, y a los demás en Él. Solo así somos
capaces de amar más allá de sensiblerías o buenismos, cuando somos capaces de
decir: "No yo, sino Cristo en mí" (Gálatas 2, 20). Es Él Quien ama en ti
y a Quien amas cuando sirves, ayudas, entregas tu vida por los que tienes
cerca.
¿Cómo
reina Jesucristo en el mundo? Él ha de ser rey de tu corazón, de tus
pensamientos de tu cuerpo, de tus bienes, de tu tiempo y de tu voluntad, de todo tu ser. Ha de ser el Señor de
tu vida, gobernando sobre ella, llenando de Su gloria y majestad todo, con su cetro, que no es de oro, sino que es Su Corazón traspasado en la cruz, su
corazón abierto dando vida.
Hace
años comprendí que no he de hacer, sino dejarme hacer en todo lo que soy, fui,
seré, tengo, tuve, tendré. Él va colonizando mi existencia, la llena de Sí ahora que Lo miro y Lo acepto y, desde este hoy eterno, coloniza también
mi pasado y mi futuro porque se lo doy todo.
Parece
demasiado maravilloso para ser cierto. La mente a veces se resiste a aceptar
que somos coherederos del Reino, si lo aceptamos. Tan hermoso… y, aun así,
cierto, lo más real de nuestras vidas. Un Dios que se ha hecho hombre por
amor puede convertirnos en ciudadanos del Reino de la paz, el amor y la alegría.
Jesucristo,
Rey del Universo y María, la Reina de todo lo creado, la que hizo posible el
Gran Milagro, con su Sí eterno y nos quiere a su lado, por eso nos enseña a aceptar
y guardar todo en el corazón. Yo quiero aprender, por eso no me separo de ella y el Rosario es para
mí corona y cordón umbilical, con el que me uno a la Madre, para que me haga digna del Rey. Enwww.viaamoris.blogspot.com vemos
a María como trono de Cristo (en la imagen del Santuario de Nuestra Señora del Henar, en Cuéllar) y
guía hacia el Reino.
King of Glory, The Brooklyn Tabernacle Choir
“Aclamen
los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la
tierra. Vino una vez, pero vendrá de nuevo. Es su primera venida, pronunció
estas palabras que leemos en el Evangelio: “Desde ahora veréis que el hijo del
hombre viene sobre las nubes.” ¿Qué significa: “Desde ahora”? ¿Acaso no he de
venir más tarde el Señor, cuando prorrumpirán en llanto todos los pueblos de la
tierra? Primero vino en la persona de sus predicadores, y llenó todo el orbe de
la tierra. No pongamos resistencia su primera venida y no temeremos la segunda.
(…)
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. ¿Qué significan esta
justicia y esta fidelidad? En el momento de juzgar reunirá junto así a sus
elegidos y apartará de sí a los demás, ya que pondrá a unos a la derecha y a
otros a la izquierda. ¿Qué más justo y equitativo que no esperen misericordia
del juez aquellos que no quisieron practicar la misericordia antes de la venida
del juez? En cambio, los que se esforzaron en practicar la misericordia serán
juzgados con misericordia. Dirá, en efecto, a los de su derecha: “Venid,
vosotros, benditos de mi padre; heredad el reino preparado para vosotros desde
la creación del mundo. Les tendrá en cuenta sus obras de misericordia: “Porque
tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber” y lo que
sigue.
Y
a los de su izquierda ¿qué es lo que les tendrá en cuenta? Que no quisieron
practicar la misericordia. ¿Y dónde irán? “Id al fuego eterno.” Esta mala
noticia provocará en ellos grandes gemidos. Pero, ¿qué dice otro salmo? “El
recuerdo del justo será perpetuo. No temerá las malas noticias. ¿Cuál es la
mala noticia? “Id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.” Los
que se alegrarán por la buena noticia no temerán la mala. Esta es la justicia y
la fidelidad de que habla el salmo.
¿Acaso,
porque tú eres injusto, el juez no será justo? O, ¿porque tú eres mendaz, no
será veraz el que es la verdad en persona? Pero, si quieres alcanzar misericordia,
sé tú misericordioso antes de que venga: perdona los agravios recibidos, da lo
que te sobra. Lo que das ¿de quién es sino de él? Si dieras de lo tuyo, sería
generosidad, pero porque das de lo suyo es devolución. ¿Tienes algo que no
hayas recibido? Estas son las víctimas agradables a Dios: la misericordia, la
humildad, la alabanza, la paz, la caridad. Si se las presentamos, entonces
podremos esperar seguros la venida del juez que regirá el orbe con justicia y
los pueblos con fidelidad.”
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de un tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.”
El miedo y los talentos, Salomé Arricibita
Cristiano, todo lo que hagas, recúbrelo de oro*,
o Dios no te será propicio, ni a ti ni a tus obras.”
(* oro del amor)
Angelus Silesius
Llamó a mi corazón, un claro día, con un perfume de jazmín, el viento.
—A cambio de este aroma, todo el aroma de tus rosas quiero.
—No tengo rosas; flores en mi jardín no hay ya; todas han muerto.
Me llevaré los llantos de las fuentes, las hojas amarillas y los mustios pétalos. Y el viento huyó... Mi corazón sangraba...
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?
Antonio Machado
Hoy sé que el huerto, el jardín, la viña, la casa construida sobre roca…, todo es nuestro porque somos de Cristo, y Cristo es de Dios, como vemos en www.viaamoris.blogspot.com . Todo es nuestro si reconocemos a nuestro Señor y ponemos a trabajar los dones y talentos que Él nos ha dado, para que, cuando regrese, podamos darle los beneficios y le entreguemos lo que nos dio, recubierto con el oro del amor, como dice Angelus Silesius en la cita de arriba. Amor, fuego que acrisola, disolución de lo que no es, para que quede lo que no se quemará: la gracia, la alabanza, el aceite de las lámparas que son nuestras almas, como veíamos el domingo pasado..
Mi Padre sigue actuando y yo también actúo (Juan 5, 17), dice Jesús en otro pasaje del Evangelio. Actuar, tener, hacer, Ser… Unidos al Él, aprendiendo Su abundancia, Su potencia, Su valentía, Su fidelidad. Así seremos como la mujer fuerte del Libro de los Proverbios, valiosa, bella y admirable por su corazón, honesto, puro, bien dispuesto y coherente.
El que esconde la moneda por miedo es el hombre dormido, que no se hace responsable de lo que le ha sido encomendado. Tibio, cobarde, desconectado de su Creador, no vive, sobrevive en la inquietud, la dispersión, la carencia, la mentira. Ni siquiera es consciente de que haya un Señor al que tendrá que rendir cuentas. Malvive replegado en su egoísmo y su pasividad, sin ver tampoco a los que tiene cerca. Los que ponen a trabajar los talentos y multiplican la riqueza que les ha sido confiada son siervos fieles, verdaderos discípulos.
Copying Beethoven, Agnieszka Holland, 2006
Si nos refugiamos en lo seguro, en lo aparentemente estable, rechazando el riesgo, no podemos alcanzar los verdaderos tesoros, el oro del amor, destinado a los valientes. Oro, adoro, ad–oro, hacia el oro… Superemos límites, salgamos de las madrigueras, despertemos y pongámonos manos a la Obra sin miedo ni deseo, sin expectativas, sin búsqueda de recompensa, por amor al Arte, por amor a Dios.
Mi Señor, ¿Qué sucedería si no hubiera Paraíso ni Infierno?
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos esta parábola: “Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes
que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas
eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se
proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite
con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A
medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus
lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que
se nos apaga las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no
hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo
compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban
preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde
llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él
respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no
sabéis el día ni la hora.”
Las vírgenes prudentes, Tintoretto
Despierta, tú que duermes,
levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.
Efesios 5, 14
Comentarios al Evangelio de hoy, por Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301), monja benedictina, y el Cardenal Newman. Dos miradas, dos comprensiones, dos sensibilidades que nos recuerdan que Dios es todo en todos (1 Corintios 15, 28). En www.viaamoris.blogspot.com la mirada de una necia que quiere ser prudente.
¡QUE LLEGA EL ESPOSO! SALID A RECIBIRLO
Mi Dios, mi dulce Noche, cuando me llegue la noche de esta vida, hazme dormir dulcemente en ti, y experimentar el feliz descanso que has preparado para aquellos que tú amas. Que la mirada tranquila y graciosa de tu amor organice y disponga con bondad los preparativos para mi boda. Con la abundancia de tu amor, cubre la pobreza de mi vida indigna; que mi alma habite en las delicias de tu amor, con una profunda confianza.¡Oh amor, eres para mí una noche hermosa, que mi alma diga con gozo y alegría a mi cuerpo un dulce adiós, y que mi espíritu, volviendo al Señor que me lo dio, descanse en paz bajo tu sombra. Entonces me dirás claramente: "Que viene el Esposo: sal ahora y únete a él íntimamente, para que te regocijes en la gloria de su rostro". ¿Cuándo, cuándo te me mostrarás, para que te vea y dibuje en mí, con deleite, esta fuente de vida que tú eres, Dios mío? (Isaías 12,3) Entonces beberé, me embriagaré en la abundante dulzura de esta fuente de vida de donde brotan las delicias de aquel que mi alma desea (Sal 41,3). ¡Oh, dulce rostro, ¿cuándo me colmarás de ti? Así entraré en el admirable santuario, hasta la visión de Dios (Sal 41,5); no estoy más que a la entrada, y mi corazón gime por la larga duración de mi exilio. ¿Cuándo me llenarás de alegría en tu rostro dulce? (Salmo 15,11) Entonces contemplaré y abrazaré al verdadero Esposo de mi alma, mi Jesús. Entonces conoceré como soy conocida (1 Corintios 13,12), amaré como soy amada; entonces te veré, Dios mío, tal como eres, en tu visión, tu felicidad y tu posesión bienaventurada por los siglos.
Santa Gertrudis de Helfta
Nessun dorma, Puccini, por Pavarotti
¡VELAD!
Consideremos pues esta cuestión tan grave que a todos nos concierne de manera
tan íntima: ¿en qué consiste esto de vigilar, de velar por la venida de Cristo?
Él nos dice: “Velad, pues, porque no sabéis cuándo volverá el Señor de la casa,
si en la tarde, o a la medianoche, o con el canto del gallo, o en la mañana, no
sea que volviendo de improviso os encuentre dormidos. Lo que os digo a
vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!” (Mc. XIII:35-37). Y en otro lugar: “Si el
dueño de casa supiese a qué hora el ladrón ha de venir, no dejaría horadar su
casa.” (Lc. XII:39). Advertencias parecidas, tanto de Nuestro Señor como de sus
Apóstoles, se hallan en otros lugares. Por ejemplo está la parábola de las Diez
Vírgenes, cinco de las cuales eran sabias y cinco necias, que resultaron
sorprendidas por el novio que se demoraba y que apareció de repente hallándolas
desprovistas de aceite. Sobre lo cual, comenta Nuestro Señor: “Velad, pues,
porque no sabéis ni el día ni la hora”. (Mt. XXV:13). Y otra vez: “Mirad por
vosotros mismos, no sea que vuestros corazones se carguen de glotonería y
embriaguez, y con cuidados de esta vida, y que ese día no caiga de vosotros de
improviso, como una red; porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra
entera. Velad, pues, y no ceséis de rogar para que podáis escapar a todas estas
cosas que han de suceder, y estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc.
XXI:35-36). Y de igual manera lo retó a Pedro en términos parecidos: “Simón,
¿duermes? No pudiste velar una hora?” (Mc. XIV:37).
De manera parecida San Pablo en su Epístola a los Romanos: “Hora es ya que
despertéis del sueño… La noche está avanzada, y el día está cerca” (Rom.
XIII:11, 12). Y nuevamente: “Velad; estad firmes en la fe; comportaos
varonilmente” (I Cor. XVI:13); “Confortaos en el Señor y en la fuerza de su
poder. Revestíos con la armadura de Dios, para poder sosteneros contra los
ataques engañosos del diablo… para que podáis resistir en el día malo, y
habiendo cumplido todo, estar en pie” (Ef. VI:10, 13); “No durmamos como los
demás; antes bien velemos y seamos sobrios” (I Tes. V:6). Y de modo parecido,
San Pedro: “Sed sobrios y estad en vela: vuestro adversario el diablo ronda,
como un león rugiente, buscando a quien devorar” (I Pet. V:8). No menos que San
Juan: “He aquí que vengo como ladrón. Dichoso el que vela y guarda sus
vestidos” (Apoc. XVI:15).
Ahora bien, considero que esta palabra, velad, usada originalmente por Nuestro
Señor, luego por su discípulo preferido, luego por los dos grandes Apóstoles,
Pedro y Pablo, es una palabra notable, notable porque la idea que expresa no
resulta tan obvia como podría parecer a primera vista, y luego porque todos
insisten tanto en ella. No es que tengamos que creer simplemente, sino velar
también; no basta con amar, sino que tenemos que velar también; no
basta obedecer, hay que velar también; velar, estar
vigilantes—¿por qué? Por ese gran acontecimiento, la Segunda Venida de Cristo.
Por tanto, ora nos detengamos a considerar el sentido obvio de la palabra, ora
el Objeto sobre el cual versa, nos parece ver que se nos insta a un deber
especial que naturalmente no se nos habría ocurrido. La mayoría de nosotros tiene
una idea general sobre qué se quiere significar con las palabras creer, temer,
amar y obedecer; pero a lo mejor no contemplamos o no entendemos enteramente lo
que se quiere decir con velar, con estar vigilantes.
Y me da por pensar que es una herramienta muy práctica para distinguir entre
los verdaderos y perfectos sirvientes de Dios y la multitud de los llamados
cristianos; distinguir entre ellos, entre quiénes son, no diré falsos o
reprobados, pero cuyo mismo talante hace que no podamos decir gran cosa sobre
ellos, ni hacernos demasiada idea de cuál será su suerte. Y al decir esto, no
vayan a entender que estoy sugiriendo—pues en modo alguno lo estoy haciendo—que
podamos tener por cierto quiénes son los perfectos y quiénes son los cristianos
incompletos o de doblez; ni tampoco que aquellos que discurren e insisten sobre
estos tópicos parusíacos se encuentran del lado bueno de la divisoria. Sólo me
refiero a dos tipos de personalidades: uno de carácter veraz y consistente y
aquel otro—el inconsistente; y digo que serán separados no poco por este único
rasgo—los cristianos de veras, sean quiénes sean, vigilan, y los cristianos
inconsistentes, no. Pues bien, ¿qué es vigilar?
Vela por Cristo quien dispone de un alma sensible, solícita, receptiva; un alma
viva, atenta, alerta, celosa en su búsqueda y de Su honra; que lo busca en cada
cosa que sucede, y que no se sorprendería, que no se hallaría sobre-excitado ni
abrumado si cae en la cuenta de que Él está por venir en seguida.
Esto es velar: estar desapegados del presente y vivir en lo que es invisible;
vivir pensando en el Cristo—cómo vino una vez, cómo volverá; desear su Segunda
Venida y que ese deseo proceda del recuerdo afectuoso y agradecido por su venida
aquella primera vez. Y en esto encontraremos que en general los hombres se
muestran deficientes. Lo que significa velar, y cómo se trata de un deber—sobre
eso no tienen ninguna idea precisa. Y así es que el asunto este de velar, de
paso viene a constituirse en prueba apropiada para establecer quién es
cristiano, toda vez que resulta una faceta esencial de la fe y del amor. Aun
así los hombres de este mundo ni siquiera lo profesan. E insisto: velar es
propiedad específica de la fe y del amor, constituye la vida o la energía de
aquellas virtudes y es el modo en que, si son genuinas, se manifiestan.
Resulta fácil ejemplificar lo que quiero decir con ejemplos de experiencias de
la vida que todos tenemos. Indudablemente son muchos los que se mofan
abiertamente de la religión, o que al menos desobedecen abiertamente sus leyes;
mas consideremos aquellos que tienen almas un poco más sobrias y son un poco
más concienzudos. Cuentan con un buen número de cualidades, y en cierto sentido
y hasta cierto punto se puede decir que son religiosos. Pero no velan.
Brevemente dicho, sus nociones acerca de la religión son éstas: se trata de
amar a Dios, sin duda, pero también de amar al mundo; no sólo cumpliendo con su
obligación sino también encontrando su principal y más elevado bien en aquel
estado al que Dios ha querido llamarlos, descansando en eso, tomándolo como
debido. Sirven a Dios, y lo buscan; pero contemplan al mundo presente como si
fuera eterno, no como un telón de fondo, el paisaje meramente pasajero detrás
de los deberes que tienen que cumplir y de los privilegios de que
disfrutan—nunca contemplan la perspectiva de que un día serán separados de todo
eso. No es que vayan a olvidarse de Dios, ni que dejen de vivir según sus
principios, o que se olviden de que los bienes de este mundo son Su regalo;
pero los aman por sí mismos más que por gratitud a su Dador, y cuentan con que
estas cosas van a permanecer—como si esos bienes fueran a permanecer tanto como
sus deberes y privilegios religiosos. No entienden que son llamados a ser
extranjeros y peregrinos sobre esta tierra, y que su suerte en este mundo y los
bienes mundanos que les tocó en suerte no son sino una especie de accidente de
su existencia, y que en rigor no tienen derecho de propiedad sobre ellos, por
más que las leyes humanas les garantice tal propiedad. Entonces, y de acuerdo
con esto, ponen su corazón en estos bienes, sean grandes o pequeños, y todo
esto con algún sentido de religión—pero en cualquier caso, idolátricamente.
Ésta es su falta—una identificación de Dios con el mundo y por tanto una
idolatría de este mundo; y así se ven libres de los trabajos que supone
aguardar a su Dios, pues creen que ya lo han encontrado en los bienes de este
mundo. Por tanto, mientras son dignos de alabanza por razón de muchos de sus
comportamientos y si bien resultan benévolos, caritativos, gentiles, buenos
vecinos y útiles para su generación—y más todavía, aunque quizás se muestren
constantes en el cumplimiento de los deberes religiosos ordinarios establecidos
por la costumbre, y si bien despliegan muchos sentimientos rectos y amables y
son muy correctos en sus opiniones e incluso a medida que pasa el tiempo
mejoran su carácter y su conducta, y corrigen mucha cosa en la que andaban mal,
y ganan en dominio de sí, maduran el juicio y por tanto son tenidos en gran
estima—aun así está claro que aman este mundo, se muestran renuentes a dejarlo
y desean aumentar la cantidad de sus bienes. Les gusta la riqueza, la
distinción, el prestigio y ejercer influencia. Puede que mejoren en conducta,
pero no en sus objetivos; van para adelante, pero no ascienden; se mueven en un
nivel bajo, y aun cuando se movieran para adelante durante siglos enteros,
jamás se levantarían por sobre la atmósfera de este mundo. Por tanto, sin negar
que esta gente merezca alabanza por muchos de sus hábitos y prácticas, diría
que les falta el corazón tierno y delicado que pende del pensar en Cristo y que
vive en Su amor.
El hálito del mundo tiene un peculiar poder para lo que podría llamarse la
oxidación del alma. El espejo dentro suyo, en lugar de devolver el reflejo del
Hijo de Dios su Salvador, exhibe una imagen pálida y descolorida; y de aquí que
disponen de mucho bien dentro suyo, pero sólo está ahí, dentro suyo—esa imagen
no los atraviesa, no está a su alrededor y sobre ellos. Sobre ellos se
encuentra otra cosa: una costra maligna. Piensan con el mundo; están llenos de
las nociones del mundo y de su forma de hablar; apelan al mundo, y tienen una
especie de reverencia para lo que el mundo tiene que decir. En esta gente uno
encuentra ausente una cierta naturalidad, una sencillez y una aptitud infantil
para ser enseñados. Resulta difícil conmoverlos, o (lo que podría decirse)
alcanzarlos y persuadirlos para que sigan un rumbo recto. Se apartan cuando uno
menos lo espera: tienen reservas, hacen distinciones, formulan excepciones, se
detienen en refinamientos, en cuestiones en las que al final no hay sino dos
lados, el bueno y el malo, la verdad y el error. En tiempos en que deberían
fluir cómodamente, sus sentimientos religiosos se traban; en su conversación, o
bien se muestran tímidos y nada pueden decir, o bien parecen afectados y
tensos. Y así como el óxido corroe el metal y se lo devora, así el espíritu del
mundo penetra más y más profundamente en el alma que alguna vez lo dejó entrar.
Y así parece que este es uno de los grandes fines de la aflicción, esto es, que
frota, raspa y limpia el alma de estas manchas exteriores y en alguna medida la
mantiene en su pureza y luminosidad bautismal.
Año tras año… los años pasan silenciosamente; y la Segunda Venida de Cristo
cada vez se acerca más. ¡Quiera Dios que a medida que Él se acerca a la tierra
nosotros nos vayamos aproximando al Cielo! Hermanos míos, suplico que le recen
para que les dé un corazón para buscarlo con toda sinceridad. Recen para que
los haga solícitos. Sólo tienen un trabajo que hacer, que es seguirlo llevando
la cruz. Determínense a hacerlo con Su Fuerza. Resuélvanse a no dejarse engañar
por “sombras de religión”, por palabras, o por disputas, o por nociones, o por
altisonantes declaraciones, o por excusas, o por las promesas o amenazas del
mundo. Recen para que les otorgue lo que la Escritura llama “un corazón bueno y
honesto”, o “un corazón perfecto”, y, sin solución de continuidad comiencen en
seguida a obedecerle con el mejor corazón que tengan. Cualquier obediencia es
mejor que ninguna—cualquier protesta o declamación separada de la obediencia es
pura fachada y engaño. Cualquier religión que no los acerca a Dios es del
mundo. Deben buscar su rostro; la obediencia es el único camino para buscarlo.
Todos los deberes no son sino obediencias. Si quieren creer en las verdades que
Él reveló, si desean regularse por sus preceptos, ser fieles a sus ordenanzas,
adherir a su Iglesia y su gente, ¿por qué será, sino porque Él los llamó? Y
hacer lo que Él quiere equivale a obedecerle, y obedecerle equivale a
acercársele. Cada acto de obediencia es un paso más cerca, un paso más cerca de
Aquél que no se halla lejos, aunque lo parezca, sino muy cerca—detrás de esta
pantalla de cosas visibles que lo oculta. Él está detrás de esta estructura
material; el cielo y la tierra no son sino un velo desplegado entre Él y
nosotros; llegará el día en que rasgará ese velo y aparecerá ante nuestra
vista. Y entonces, de conformidad con la intensidad con que lo hemos estado
esperando, nos recompensará. Si lo hemos olvidado, nos desconocerá; pero
“¡felices esos servidores, que el amo, cuando llegue, hallará velando! […] Él
se ceñirá, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles. Y si llega a la
segunda vela, o a la tercera y así los hallare, ¡felices de ellos!” (Lc.
XII:37-38). ¡Quiera Dios que a todos nosotros nos toque ese destino! Es duro
alcanzarlo, pero desdichado el que falla.
Breve es la vida; cierta la muerte; y eterno el mundo por venir.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre,
María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella
al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego
dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento, el discípulo
la recibió en su casa.
La Crucifixión, Rubens
El único verdadero Hijo de Dios es solo Cristo.
Pero cada cristiano debe ser él mismo Cristo.
Aunque Cristo naciera mil veces en Belén
y no dentro de ti, tu alma estará perdida.
Mirarás en vano la Cruz del Gólgota
hasta que se eleve de nuevo en tu interior.
Angelus Silesius
Siempre me ha gustado ver películas sobre Jesucristo. Ya desde niña, sentía la necesidad de contemplar la humanidad de Jesús y ver a Su madre como una mujer real. Mucho más adelante, hallé una razón más profunda de esa afición y esa necesidad de sentir cerca a mis Modelos. Tiene que ver con que cada mujer está llamada a transformarse, de Eva, en María. ¿Y cada hombre? También, de Adán, en María, porque todos hemos de dar a luz al Hijo interior, mujeres y hombres por igual. Y todos hemos de transformarnos de Eva y Adán, condicionados, limitados, caídos, en Cristo.
Hoy miramos a María, en la Advocación de Nuestra Señora de la Almudena, patrona de Madrid, símbolo de la fidelidad en los conflictos, las guerras y persecuciones, como también se mantuvo firme, sostenida por la Gracia, de la que es mediadora, en el Calvario.
En el evangelio que la liturgia ha elegido hoy, vemos a través de los ojos de María la imagen del Hijo en la Cruz. Porque Jesús nunca murió en su Madre, el mundo no se quedó definitivamente sin luz, dicen los padres de la Iglesia; Él siguió alumbrándonos a través de ella. Cuando nos damos cuenta de esa verdad, comprendemos lo que es María, su verdadera trascendencia y el sentido más profundo del “Hágase en mí según tu Palabra”. Ella renunció a su palabra, para vivir la Palabra. Por eso se convierte en palabra viva y testimonio vivo de Dios.
Contemplando ese misterio de la Virgen-Madre, una con Su Hijo, desde el Sí luminoso que hizo posible la Salvación, hasta el Sí amargo y fecundo como ninguno junto a la Cruz, me doy cuenta de que, si la Eucaristía es recibir realmente la sangre y el cuerpo de Jesús, ¡y lo es!, Su sangre y la mía se unen y, prodigio de Amor, es también la Sangre de María, madre nuestra, la que nos da vida nueva.
“¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” (Lc 2, 49). Es en el Templo donde María encontró a Su hijo a la edad de doce años, y en el Templo Le encontramos hoy. Por eso tenemos que convertirnos en Templo donde unirnos a Él, porque los verdaderos adoradores son los que Le adoran en Espíritu y en Verdad. Le encontramos en nosotros, donde está Su sangre, que es también la de María, mezclada con la nuestra. Pero aún no permitimos que la Suya circule por nosotros y por eso, a veces, volvemos a abandonarle. En cambio, para la Madre, su vida no importa ante la vida de Su Hijo. La grandeza de María está vivir la voluntad del Padre sin reserva, hasta el final. Muriendo a su palabra humana, de humilde doncella de Nazaret, dio a la luz a la Palabra. Soportando por obediencia y amor el sufrimiento de ver morir a su Hijo en la Cruz, nos da a luz a nosotros. Sigamos su ejemplo, seamos humildad y silencio, fidelidad y obediencia a la Voluntad de Dios.
El diario de María, Martín Valverde
"El origen de la imagen de la Virgen, que con el tiempo se había de llamar Santa María la Real de la Almudena llega, según la tradición, hasta la generación apostólica; y con ella la devoción que siempre ha tenido entre los madrileños. Cuenta la leyenda que fue traída a España por el Apóstol Santiago cuando vino a predicar el Evangelio, y dicen que la pintó San Lucas y la talló Nicodemo… Esta pretensión de atribuir tan remoto origen a la Imagen, es muy de admirar. Lo que sí es cierto es que en la pequeña villa que luego habría de ser capital de España, se veneró desde siempre como Patrona una imagen de la Madre de Dios denominada “Santa María de la Vega” o de “La Concepción Admirable”.
Cuenta la tradición que, a comienzos del siglo VIII, ante la inminencia de la invasión sarracena ocurrida entre los años 711 a 714, los cristianos de la villa para evitar la profanación de la imagen, escondieron a la Señora en un cubo de la muralla; en 1083-1085, siendo Pontífice Gregorio VII, al conquistar Magerit, el rey Alfonso VI, convocó una procesión encabezada por él mismo, y, al llegar junto al cubo de la muralla cercano a la Almudayna, unas piedras se derrumbaron y en el hueco estaba la imagen de la Virgen con los dos cirios encendidos. Era el 9 de noviembre del año 1085." De la página web de la Catedral de la Almudena