Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 17 de junio de 2017

Despertando en el Cuerpo de Cristo


Evangelio de Juan 6, 51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.” Disputaban entonces los judíos entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Entonces Jesús les dijo: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre.”


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La multiplicación de los panes y los peces, Tintoretto



Nos despertamos en el cuerpo de Cristo
cuando Cristo despierta en nuestros cuerpos.
Bajo la mirada y veo que mi pobre mano es Cristo;
él entra en mi pie y es infinitamente yo mismo.
Muevo la mano, y esta, por milagro,
se convierte en Cristo,
deviene todo él.
Muevo el pie y, de repente,
él aparece en el destello de un relámpago.
¿Te parecen blasfemas mis palabras?
En tal caso, ábrele el corazón.
Y recibe a quien de par en par
a ti se está abriendo.
Pues si lo amamos de verdad,
nos despertamos dentro de su cuerpo,
donde todo nuestro cuerpo,
hasta la parte más oculta,
se realiza en alegría como Cristo,
y este nos hace por completo reales.
Y todo lo que está herido, todo
lo que nos parece sombrío, áspero, vergonzoso,
lisiado, feo, irreparablemente dañado,
es transformado en él.
Y en él, reconocido como íntegro, como adorable,
como radiante en su luz,
nos despertamos amados,
hasta el último rincón de nuestro cuerpo.


                                                                        Simeón, el Nuevo Teólogo






De La Misión, de Roland Joffé, 1986


Somos el Cuerpo de Cristo si vivimos con, por y para él. Entonces vivimos como Él, somos Cuerpo entregado y Sangre derramada por todos. Es tiempo de amor y de entrega. La mayor entrega es la del que da la vida por los demás.

Hace tiempo compartí en el blog hermano, www.viaamoris.blogspot.com , un sueño lúcido, de esos que te asaltan en la duermevela que antecede al alba y hacen que se caiga otro velo y que la vida, como el nuevo día de gracia que te es dado, empiece a clarear. Este fue el sueño o, mejor dicho, el despertar de aquel amanecer que aún no ha acabado.


OTRO DON

Esta noche he tenido un sueño que me ha hecho comprender de forma viviente lo que es el Pan de Vida y también el Cuerpo de Cristo. Me he sentido totalmente parte de Él, una con Él y con el resto de Sus miembros. Respirando Su aire, alimentándome de una misma sangre que se me representaba transparente, como una savia muy sutil. ¡Y estaba dando flores! Unas flores raras, con pétalos blancos y azules, alguno violeta. El gozo que sentía, la paz que me embargaba, la confianza que se respiraba en aquel no-lugar idílico no los había sentido nunca. Tuve la certeza de estar donde debía estar, por siempre y para siempre; donde, en realidad, ya estoy, ya estamos si queremos. Y también sé que puedo revivir esos momentos de Comunión absoluta, de plenitud y alegría. Cada vez que me sienta desfallecer en este mundo del que no soy, conectaré con la verdadera realidad, a la que pertenezco, volveré a alimentarme de Vida eterna y sentiré cómo, a través de mí, se alimentan y vivifican todos los que han hecho posible que yo esté aquí, firmemente injertada en el Cuerpo de Cristo, dando flores y frutos en sazón.

sábado, 10 de junio de 2017

Contemplando el Misterio


Evangelio de Juan 3, 16-18

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.


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                                                           La Trinidad, A. Rublev


Lo inefable del Misterio solo puede abordarse con mirada de místico o de poeta, que son muy parecidas o son la misma. Hoy volvemos a contemplar el Misterio de la Santísima Trinidad a través de la mirada de dos místicas que ya han aparecido por aquí, dos mujeres valientes y revolucionarias en el verdadero sentido de la palabra revolución. Juliana de Norwich, la optimista anacoreta y visionaria y Margarita Porete, beguina condenada a la hoguera por la incomprensión, la intransigencia y el miedo de los que no pueden ir más allá de la mente limitada y mortal.


Beata giuliana di norwich 1
Juliana de Norwich

En una ocasión, nuestro Señor me dijo: “Todo irá bien”; en otra ocasión, dijo: “Y tú misma verás que todo acabará bien”. Y de esto el alma obtuvo dos enseñanzas diferentes. Una era ésta: que él quiere que nosotros sepamos que presta atención no solo a las cosas grandes y nobles, sino también a todas aquellas que son pequeñas y humildes, a los hombres simples y humildes, a este y a aquella. Y esto es lo que quiere decir con estas palabras: “Todo acabará bien”. Pues quiere que sepamos que ni la cosa más pequeña será olvidada.

Otro sentido es el siguiente: que hay muchas acciones que están mal hechas a nuestros ojos y llevan a males tan grandes que nos parece imposible que alguna vez pueda salir algo bueno de ellas. Y las contemplamos y nos entristecemos y lamentamos por ellas, de manera que no podemos descansar en la santa contemplación de Dios, como debemos hacer. Y la causa es ésta: que la razón que ahora utilizamos es tan ciega, tan abyecta y estúpida, que no puede reconocer la elevada y maravillosa sabiduría de Dios, ni el poder y la bondad de la santísima Trinidad. Y ésta es su intención cuando dice: “Y tú misma verás que todas las cosas acabará bien”, como diciendo: “Acéptalo ahora en fe y confianza, y al final lo verás realmente en la plenitud de la alegría”.
Hay una obra que la santísima Trinidad realizará el último día, según yo lo vi. Pero qué será esta obra y cómo será realizada es algo desconocido para toda criatura inferior a Cristo, y así será hasta que la obra se lleve a cabo… Y quiere que lo sepamos porque quiere que nuestras almas estén sosegadas y en paz en el amor, sin hacer caso de ninguna preocupación que pudiera impedir nuestra verdadera alegría en él.
Esta es la gran obra ordenada por Dios desde antes del principio, tesoro profundamente escondido en su seno bendito, conocido sólo por él, obra por la que hará que todo termine bien. Pues así como la santísima Trinidad creó todas las cosas de la nada, así la misma santísima Trinidad hará buenas todas las cosas que no lo son. Quedé profundamente maravillada en esta visión, y contemplaba nuestra fe con esto en la mente: “Nuestra fe se fundamenta en la palabra de Dios, y pertenece a nuestra fe que creamos que la palabra de Dios será preservada en todas las cosas”."


                                                        Juliana de Norwich, Revelaciones del amor divino


                                                               Margarita Porete
                                         
Aquí se habla de la substancia permanente y de cómo Amor engendra en el Alma la Trinidad.

Hay una substancia permanente, una fruición agradable, una amorosa conjunción. El Padre es substancia permanente, el Hijo, fruición agradable, el Espíritu Santo, amorosa conjunción, y esta última procede por amor divino de la substancia eterna y la agradable fruición.

El Alma: ¡Ah, Unidad! –dice el Alma poseída por la Divina Bondad–,engendráis unidad y esta unidad refleja su ardor en unidad. Y el divino amor de unidad engendra en el Alma anonadada, en el Alma liberada, en el Alma clarificada, substancia permanente, fruición agradable y amorosa conjunción. Por la substancia permanente la memoria tiene la potencia del Padre. Por la agradable fruición el entendimiento tiene la sapiencia del Hijo. Por la amorosa conjunción la voluntad tiene la bondad del Espíritu Santo. Bondad del Espíritu Santo que la une en el amor del Padre y del Hijo. Y esa unión lleva al Alma al ser-sin-ser que es el Ser. Y ese Ser es el propio Espíritu Santo que es el amor del Padre y del Hijo. Amor del Espíritu Santo que fluye en el Alma esparciéndose en una abundancia de delicias de un elevadísimo don otorgado por una selecta y magistral unión con el soberano Amante, que simple se da y simple se hace. Y se da simple para mostrar que nada existe sino él, de quien toda cosa tiene su ser. Y así nada hay más que él, en amor de luz, de unión, de alabanza: una voluntad, un amor, y una obra en dos naturalezas. Una sola bondad por conjunción de la fuerza transformadora del amor de mi Amigo –dice esta Alma que tal es– e ilimitado dominio del expandimiento del divino amor. De este divino amor usa la Divina Voluntad en mí, para mí, y sin que yo lo posea.

                                                                   Margarita Porete, El espejo de las almas simples


Ojalá podamos acabar nuestra vida y empezar la Vida, retornar a la Casa del Padre, de la mano del Hijo, con la guía del Espíritu Santo, como Margarita Porete culmina el libro que la llevó a la hoguera que hacen los hombres asustados y dormidos. Llamas que queman y consumen, no como las que ardían/arden en su corazón y en el de Juliana de Norwich, llamas estas que arden sin quemar, verdadera llama de amor viva.
Así termina El espejo de las almas simples:

Por ello os digo, para concluir, que si Dios os ha dado elevada creación, luz excelente y singular amor, sed fecundos y multiplicad sin desfallecimiento esa creación, pues sus dos ojos os contemplan sin cesar y, si consideráis y contempláis esto correctamente, esa mirada hace ser simple al Alma. Deo gratias.
                                                                           Explicit

Por el que ha escrito este libro
os pido de todo corazón
que al Padre, el Hijo y al Espíritu Santo
roguéis, y a la virgen María,
para que después de su vida presente
en compañía de los ángeles
pueda rendirles gracias y alabanzas.
Amén


                                             Talking about a revolution, Tracy Chapman


Mujeres revolucionarias que hablan del Misterio en susurros, como la inspiración -ruah- del Espíritu, para los que tienen oídos que oyen y ojos que ven, más allá de los sentidos físicos.

Revolución, del latín revolutio. Vuelta, cambio radical, de raíz, arráncate de raíz y plántate en el mar (Lucas 17, 6), transformación, conversión, teshuvah, metanoia, todo nuevo... He aquí, yo hago nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21, 5)...

                                                                           ***

La Trinidad es lo único necesario, el Valor supremo. Lo que se pone en juego en toda vida humana es la Trinidad ganada o perdida para siempre.
La historia del mundo es un drama de redención; para unos acabará todo con la visión de Dios, para otros con una desesperación eterna… ¡Cómo cambiaría todo si supiésemos comprender que, a través de nuestros pasos diarios, prosigue la subida de las almas hacia la inmutable Trinidad! Sería preciso colocar en todas las encrucijadas de nuestras grandes ciudades un cartel o una flecha indicadora que nos indicara el porqué del mundo y de nuestra vida. Dirección única: LA TRINIDAD.

                                                                                                                      M. M. Philipon

sábado, 3 de junio de 2017

Espíritu Santo


Evangelio de Juan 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.


                                                                    Pentecostés, El Greco


He venido a prender fuego a la tierra, y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!
                                                                                                                   Lucas 12, 49


      El Espíritu del Señor llena la tierra y, como da consistencia al universo, no ignora ningún sonido.


                                                                                                                        Sabiduría 1, 7

Ahora comprendo el verdadero sentido de la palabra inspiración. Consiste en dejar que el Espíritu te inspire, te respire, te haga suyo para transformarte y poder hacer en ti. Porque como vemos en  viaamoris.blogspot.com no se trata de hacer, sino de ser hecho. No hacer, sino dejarse hacer, dejar que el Espíritu que mora en nosotros actúe, transforme, lo haga todo nuevo. Así, la única acción necesaria sería soltar, desnudarse, renunciar a todo lo que obstaculiza esa Obra en nosotros; derribar los muros que nos separan de nuestro Ser. Es elegir la mejor parte: entregarse a la gracia de la acción de Dios en nuestros corazones.

Vivamos ya conforme a lo que estamos experimentando y lo que nos está siendo dado comprender. Que la vida va en serio, y la muerte también. Mucho más en serio de lo que podía suponer y lamentar Jaime Gil de Biedma en su poema. Va en serio sobre todo para aquellos que hemos recibido el don de ver y comprender que esto no es más que una obra de teatro y que la Vida verdadera a la que estamos llamados trasciende lo que hasta hace poco nos parecía tan importante.

Que solo el amor es valioso. Que todo lo que nos ha inquietado y a veces quitado el sueño es humo, vanidad, ilusión de la ilusión.

Llenémonos de Espíritu Santo para que la divinidad pueda expresarse a través de cada uno. Que impregne el cuerpo, los actos, los pensamientos y sentimientos. Que no quede ningún resquicio de vida ajeno a este caudal de luz.

Se acabó seguir cargando con lastre. Se acabó seguir remendando paños viejos con paños nuevos o echando vino nuevo en odres viejos. Ya no somos los mismos desde que el Espíritu de la Verdad está haciendo morada en nosotros. Y se acabó sobre todo seguir luchando contra nada o contra nadie, porque la lucha es siempre contra uno mismo y ahora estamos en paz con el mundo, con los hombres y también con nuestras entrañas, viejo anhelo de Antonio Machado. Porque Jesucristo hoy, y siempre es hoy, nos trae la paz, Su paz, que no solo es ausencia de conflicto, sino, sobre todo, amor y perdón, unidad y camino de regreso.

Trabajemos ahora que aún hay luz para recibir esta Paz que no es del mundo y poder hacer nuestras las palabras del Patriarca Atenágoras:

Hay que hacer la guerra más dura
contra sí mismo, hay que lograr desarmarse.
Yo hice esa guerra durante años y fue muy terrible,
pero ahora ya estoy desarmado.
Ya no tengo miedo de nada.
Estoy desarmado de la voluntad de tener razón,
de justificarme descalificando a los otros.
Ya no estoy a la defensiva,
celosamente crispado sobre mis riquezas.
Acojo y comparto,
no me aferro especialmente a mis ideas, a mis proyectos.
Si me presentan mejores, o, más bien,
no mejores sino simplemente buenos,
los acepto sin pesares.
Ya renuncié a comparar;
lo que es bueno, verdadero, real,
es siempre para mí lo mejor.
Por eso ya no tengo más miedo.
Si uno se desarma, si uno se despoja,
si uno se abre al Dios–hombre,
que hace todas las cosas nuevas,
entonces Él borra el pasado malo
y nos devuelve un tiempo nuevo donde todo es posible.




Gloria in excelsis Deo et in terra pax, J. S. Bach

                
La historia es constantemente nueva porque el Espíritu que actúa en ella es constantemente nuevo. Ese espíritu que trabaja constantemente en el mundo es la gracia, ese “suplemento de alma” insuflado sin cesar por Dios en el mundo. Vivir bajo el influjo del espíritu es vivir en “estado de gracia”, en esa juventud de alma y ese espíritu infantil que es participación en la infancia eterna de Dios. Niño es aquel que todo lo cree, que todo lo espera, que sueña con lo imposible, que vive en un universo de leyendas y utopía, persuadido de que todo ello es verdad; y tiene razón. ‘Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos’ (Mt 18,3).

                                                                                                           Henri Boulad


El tronco corrompido por el pecado que soy yo recibirá por el Nombre de Jesús savia y vigor; por Él, reverdecerá mi humanidad y dará frutos a la gloria de Dios. El espíritu de mi voluntad, que ahora está en la humanidad de Cristo, y que vive por su Espíritu, dará por Su virtud savia a la rama desecada, para que el último día, a la invocación de las trompetas celestes que son la voz de Cristo y la mía propia en Él, resucite y reverdezca en el Paraíso.
                                                                                                          Jacob Boëhme