Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










martes, 31 de octubre de 2017

Santos y dichosos


Evangelio de Mateo 5, 1-12a 

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos. Y él se puso a hablar enseñándoles: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los hijos de Dios”. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.


                                                El Sermón del Monte, Rudolf Yelin


Jesús iba a convocar a los que consintieran, para que intentasen con Él la más grande aventura que jamás se hubiera propuesto a los hombres: implantar sobre la tierra el reinado de Dios.
                                                                                  Georges Chevrot


Jesucristo es Camino, Verdad y Vida. Nada, de lo verdadero que hay en otras enseñanzas o tradiciones, falta en el Camino de Jesucristo. En el Sermón de la Montaña, Jesús nos presenta un itinerario de santidad que nos introduce al Reino de Dios. Porque la santidad no es un modo excepcional de vivir, sino que es, o debería ser, la forma normal de ser cristianos. Si nos dejamos transformar por el Evangelio, haremos realidad el Reino de Dios. Por eso la pobreza de espíritu es la primera bienaventuranza y la esencia de todas las demás: solo quien se desprende de sí mismo y se hace un ser totalmente disponible es capaz de dejarse penetrar totalmente por el Reino de Dios.
La pobreza de espíritu no tiene nada que ver con la no posesión de bienes materiales. Un verdadero pobre de espíritu es la persona que ha conquistado la humildad y el desapego; alguien que ya conoce dónde se encuentran los verdaderos tesoros, los valora y los protege.
El corazón del ser humano reconoce los verdaderos tesoros que, más que en ganar, lograr, coger, consisten en soltar, dejar, vaciar... Ya está todo dicho en el Sermón de la Montaña; las bienaventuranzas explican dónde están los verdaderos tesoros. Es fácil reconocer esta verdad intelectualmente: que la finalidad de la vida es realizar el Reino y que los bienes del mundo son solo un medio. Sin embargo, no actuamos en consecuencia, el corazón apegado y temeroso se resiste, es demasiado fuerte a veces la inercia, el hábito de hallar placer o seguridad o control en lo inmediato. El trabajo pasa entonces por crear, con fe, esperanza y amor, un nuevo hábito de hallar alegría y plenitud en el Camino, Verdad y Vida que es Cristo.
El auténtico y bienaventurado pobre de espíritu ha de estar dispuesto a negarse a sí mismo, a vencerse y transformarse, renunciando a lo que impide ser discípulo, para poder decir como San Pablo: "vivo, pero no soy yo, sino Cristo que vive en mí" (Gálatas 2, 20).

Primero el Reino, que es Él, su amor infinito que nos llena, nos transforma y nos salva. Primero el Reino, y lo demás siempre vendrá por añadidura, porque todo lo bueno y necesario viene de Su amor. Sat Cit Ananda (Ser, Conciencia, Bienaventuranza), se dice en sánscrito, uno de los idiomas más antiguos. Pero la dicha a la que estamos llamados es más, infinitamente más de lo que se pueda decir con palabras de cualquier idioma. Ni ojo vio, ni oído oyó. Que venga a nosotros Su reino, ahora, en este mundo con el que cada vez nos identificamos menos cuando logramos vivir en Su presencia, tan real y transformadora como hace dos mil años.
Casi nada de lo que los ojos ven y la mente piensa o recuerda, nada de lo que el ser humano ambiciona es real, porque no es duradero, sino una grandiosa proyección, con los días contados, la representación de un mundo que ya pasa. Nada es real…, o acaso sí haya algo real en este torbellino de sombras efímeras que juegan a ser reales. Es real la luz de la consciencia que hemos puesto y la luz que Cristo nos regala para completar nuestra conciencia, a veces tan limitada. Es real el amor recibido y ofrecido con el corazón abierto, esa luz de los momentos vividos de verdad, en los que ponemos todo nuestro ser, lo que no perderemos nunca, lo que ha ido aumentando nuestro “oro espiritual” para la morada que Jesucristo nos está preparando, tan cerca de Él, tan unidos a Él, que parecerá mentira haber podido estar siquiera un día siquiera alejados de Su Amor.


Coplas a la muerte de su padre (Jorge Manrique), Amancio Prada
                                                  

viernes, 27 de octubre de 2017

Una sola voluntad


Mateo 22, 34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?". Él le dijo: “‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser’. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas". 

Cristo en la Sinagoga
Jesús en la sinagoga de Nazaret, Van den Eeckhout


Dios mío,
si Te he adorado por miedo al Infierno,
quémame en su fuego.
Si es por deseo del Paraíso,
prohíbemelo.
Pero si Te he adorado solo por Ti,
entonces no me prohíbas ver Tu rostro.

                                                                                Rabi’a al’Adawiyya


                                                     El infierno es el tormento de la imposibilidad de amar.

                                                                                                               Dostoievski

Amar a Dios y amar al prójimo, y hacerlo de corazón, sin reservas, sin medida…, imposible desde los valores del mundo: oportunismo, competencia, individualismo... Para empezar a amar desde nuestra condición frágil y limitada cuando, como San Pablo, hacemos lo que no queremos y eludimos lo que queremos, la voluntad es esencial.

Querer amar y, sobre todo, querer amar como el Señor quiere; amando Su voluntad. No busquemos sentir, pensar, experimentar...; si llega el sentimiento, bienvenido, pero lo importante es la voluntad, la intención de ser fieles.

Por la voluntad iniciamos el camino hacia la Unión plena, atravesando fases de purificación, fricción, revelación que nos conducen hacia el amor auténtico. Son las conocidas etapas de la mística: purgativa, iluminativa y unitiva, que dejamos para otro post; pero todo comienza, y también crece y se asienta, sobre una disposición interna, nuestra voluntad que debe unificarse con la Voluntad divina. Así lo expresa San Anselmo de Canterbury:

                           
Todo lo que hay en la Escritura depende de estos dos preceptos.

Reinar en el cielo es estar íntimamente unido a Dios y a todos los santos con una sola voluntad, y ejercer todos juntos un solo y único poder. Ama a Dios más que a ti mismo y ya empiezas a poseer lo que tendrás perfectamente en el cielo. Ponte de acuerdo con Dios y con los hombres -con tal de que estos no se aparten de Dios- y empiezas ya a reinar con Dios y con todos los santos. Pues en la medida en que estés ahora de acuerdo con la voluntad de Dios y de los hombres, Dios y todos los santos se conformarán con la tuya. Por tanto, si quieres ser rey en el cielo, ama a Dios y a los hombres como debes, y merecerás ser lo que deseas. Pero no podrás poseer perfectamente este amor si no vacías tu corazón de cualquier otro amor. Por eso, los que tienen su corazón llenos de amor de Dios y del prójimo no quieren más que lo que quieren Dios o los hombres, con tal que no se oponga a la voluntad de Dios. Por eso son fieles a la oración, hablan del cielo y se acuerdan de él, porque es dulce para ellos desear a Dios, hablar y oír hablar de él y pensar en quien aman. Por eso también se alegran con el que está alegre, lloran con el que sufre, se compadecen de los desgraciados y dan limosna a los pobres, porque aman a los demás hombres como a sí mismos. De esta manera toda la ley y los profetas penden de estos dos preceptos de la caridad. 

Otras miradas en  www.viaamoris.blogspot.com 


                                            ¡Gocémonos amado! (Cántico Espiritual),
                                           Amancio Prada canta a San Juan de la Cruz

sábado, 21 de octubre de 2017

Todo es Suyo


Evangelio de Mateo 22, 15-21

En aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?” Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.” Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién es esta cara y esta inscripción?” Le respondieron: “Del César.” Entonces les replicó: “Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”

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El tributo al César, Massaccio


¡Oh, Sadhu! Acaba con tus negocios materiales, deja ahí tus beneficios y tus pérdidas pues en el país adonde te encaminas no hay posibles mercados.

                                                                                         Kabir

Nos afanamos en acumular: bienes materiales, títulos, opiniones, seguridades, credenciales para el mundo del César..., porque tenemos un sentido de carencia muy acusado. Aún nos creemos que la realidad es solo lo que vemos. Pero hay realidades que los sentidos físicos no perciben. Saberlo puede ayudarnos a cambiar esa sensación de miseria, por consciencia de abundancia, de infinitos bienes a disposición de todo el que esté dispuesto a recibirlos. Podemos liberarnos de esa tendencia a controlar, asegurar, acumular “por si acaso”, para cuando vengan malos tiempos, esas vacas flacas que son fantasmas de nuestra imaginación pervertida y cobarde.
Si fuéramos conscientes –y no lo olvidáramos– de que en este mundo en el que estamos, pero del que no somos, hay dos bienes muy valiosos que solemos malgastar: el tiempo y la energía, no nos desviviríamos en afanes que ni siquiera son del César o del demonio, sino de la estupidez y la mediocridad. Grandes pecadores como San Agustín o San Francisco se convirtieron porque se dieron cuenta de errores muy evidentes. Pero esas miserias que nos roban la vida y el alma nos entretienen a un lado del camino, y se van los días de gracia, sin transformarnos en la "moneda de oro" que hemos de ser.
            Descansa solo en Dios, alma mía, dice el Salmo 62. Si descansas en Él, si haces de Él el centro de tu vida, todo habrá tenido sentido, incluso largos años de distracciones y de dar al César de más, ¡ay, cuánto de más! Esta avidez que nos confunde y nos ciega, haciéndonos olvidar quiénes somos y hacia dónde vamos nace del miedo a la muerte. Pero si descansamos en Él y hacemos de Él el centro de todo, la decadencia y la muerte son disfraces efímeros de un presente eterno. Hasta los recuerdos y los proyectos se llenarán de Él, de su sentido y hermosura, de su paz y su poder. Seremos libres; no estaremos apegados a bienes materiales ni a seguridades o falsas creencias, que tienen que ver con el mundo del César. Y nada nos detendrá en el Camino de vuelta a Casa, Sión añorada, después de tanta distorsión.
Se acabó la confusión, el dejar muchas opciones abiertas, que descentran, falsifican y generan agotamiento. Si vives en el centro, vertical, sin opciones, en el “cómo” ( www.viaamoris.blogspot.com), no hay dispersión, sino concentración, luz, Vida verdadera.

Respira, detente, quieto, atento siempre al centro donde Eres, el Corazón de Jesús, de donde brota esa Vida Nueva en forma de sangre y agua que borran las falsas imágenes para que aparezca la auténtica. Muere a lo falso, resucita en Él. De la experiencia mundana a la vida en Cristo, tu Ser verdadero, la semejanza por fin recuperada como dice San Antonio de Padua en el texto de abajo.
             Es hora de ser coherentes y dar a Dios lo Suyo, esto es, todo, a excepción de las migajas que damos al César para sobrevivir mientras estamos en el mundo. Hora de soltar la falsa moneda de las seguridades, comodidades y dependencias para apoyarnos solo en Él, adorarle solo a Él, depender solo de Él. Quien mantiene sus ojos fijos en Él no pierde nada, porque la perspectiva se amplía hasta lo infinito, y todo se va transfigurando, iluminando, realizando.
       Estamos de nuevo ante el “camino del no soy” que tantas veces hemos contemplado: de la riqueza a la pobreza; del orgullo a la humildad; de la idolatría de los bienes del mundo y del César, a la desposesión, el dejar ir, la confianza esencial que hace posible la entrega a Dios.



                                                             Salmo 62, Aaron Keyes


De la misma manera que esta moneda de plata lleva la imagen del César, igualmente nuestra alma es imagen de la Santa Trinidad, según lo que se dice en el salmo: La luz de tu rostro está grabada en nosotros, Señor: Señor, la luz de tu rostro, es decir, la luz de tu gracia que establece en nosotros tu imagen y nos hace semejantes a ti, está grabada en nosotros, es decir, en nuestra razón, que es el poder más alto de nuestra alma y recibe esta luz de la misma manera que la cera recibe la marca del sello. El rostro de Dios es nuestra razón; porque de la misma manera que se conoce a alguien por su rostro, así conocemos a Dios por el espejo de la razón.
Toda la Trinidad ha hecho al hombre según su semejanza. Por la memoria se asemeja al Padre; por la inteligencia se asemeja al Hijo; por el amor se asemeja al Espíritu. En la creación el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Imagen en el conocimiento de la verdad; semejanza en el amor de la virtud. La luz del rostro de Dios es, pues, la gracia que nos justifica y que revela de nuevo la imagen creada. Esta luz constituye todo el bien del hombre, su verdadero bien, y le marca igual que la imagen del emperador está impresa en la moneda de plata. Por eso el Señor añade: Dad al César lo que es del César. Como si dijera: De la misma manera que devolvéis al César su imagen, así también devolved a Dios vuestra alma revestida y señalada con la luz de su rostro.
                                                                                  San Antonio de Padua

sábado, 14 de octubre de 2017

Aceptar es elegirse


Mateo 22, 1-14

En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los elegidos."


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Las Bodas del Cordero, tapiz sobre dibujo de Bernardo Van Orley


Cuando el hombre se humilla, Dios en su bondad, no puede menos que descender y verterse en ese hombre humilde, y al más modesto se le comunica más que a ningún otro y se le entrega por completo. Lo que da Dios es su esencia y su esencia es su bondad y su bondad es su amor. 

        Maestro Eckhart


El banquete eterno, la boda, el Reino…, para quien pueda entender (Mateo 19, 12), ya ha comenzado. Cómo rechazar la invitación, si es nuestra propia fiesta… Somos los novios por los que María vela en Caná cuando se les acaba el vino (Juan 2, 1-11), y somos vírgenes prudentes que, a pesar del sueño, conservan en su lamparilla el aceite del amor (Mateo 25, 1-13). Somos también el hijo pródigo que regresa a casa arrepentido, al que el padre manda poner el mejor traje, un anillo en la mano y sandalias en los pies, antes de celebrar un banquete por haberlo recobrado con salud (Lucas 15, 11-32).

Que no seamos el insolente de la parábola de hoy, que me recuerda al hermano mayor del hijo pródigo, envidioso porque el padre agasaja al hijo perdido y reencontrado. El mayor se “indignó”, vistiéndose de reproche y mezquindad, haciéndose indigno del banquete del amor y la alegría, del perdón y la unidad.

La palabra griega para designar “digno” significa “mismo nivel”. Llevar el traje de fiesta es haber alcanzado la dignidad necesaria para entrar en el banquete. No es un logro personal, claro, nunca haríamos méritos suficientes, sino un don de Aquel que lavó nuestro sucio vestido con Su Sangre purísima. Él lo lava hoy, siempre es hoy, y nos lo ofrece. Vestirnos de fiesta y aceptar nuestra dignidad de hijos o seguir con los sucios harapos que heredamos de Adán y de Caín...; parece tan clara la elección… Pero muchos rechazan la preciosa túnica blanca y se aferran a sus manchas de siglos, sus afanes absurdos, sus mezquinos intereses. Es el misterio del libre albedrío, la locura del mundo, en el que somos manipulados y engañados por el príncipe de la mentira, que nos insta a escoger el mal, disfrazándolo de bien. 

Si somos conscientes de que Cristo nos ha devuelto la dignidad, dejaremos todo lo que nos impide asistir al banquete, aceptaremos la invitación con alegría y nos vestiremos como verdaderos hijos de la Luz. Recuperemos la inocencia, vistámonos de fiesta y entremos en el banquete a brindar con el Agua Viva y el Vino que no se acaba.


               Vestirse es desnudarse,
               quitarnos harapos y disfraces, 
               dejar a la vista el traje de fiesta,
               lucirlo con garbo y humildad,
               lucir pero sirviendo..

               Olvido de sí, recuerdo de Sí.
               Libres, atentos, libres.
               Soltar lo que no somos, dejar ir, abandonarse.
  
               Callar para escuchar,
               escuchar para escuchar,
               escuchar...
    
               Renunciar a los caprichos del ego, 
               descubrir que nuestra voluntad
               coincide con la del Rey. 
               
               Ser súbditos fieles y más:
               hijos del Rey-Padre.
               Descubrir que la boda
               que celebramos
               es nuestra propia boda.

               Benditos esponsales,
               matrimonio sagrado,
               nupcias espirituales.

               Unirnos para siempre
               con el Único.
               Uno, una, Único.


                                          
                                          Oda a la alegría, Betthoven. Sabadell, Plaza San Roc

sábado, 7 de octubre de 2017

Acoger al Hijo


Evangelio de Mateo 21, 33-43

Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevos otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” Le contestaron: “Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.” Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.”


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Por todas partes está colocado el lagar, porque en todas partes viven los que han recibido la unción del Espíritu de Dios...

                                                                                                  San Ireneo de Lyon


El apóstol Pablo dice: Lo que algunos tienen es ignorancia de Dios. Yo digo que permanecen en esta ignorancia todos aquellos que no quieren convertirse a Dios. Ellos rechazan esta conversión por la única razón de que imaginan a un Dios solemne y severo cuando es todo suavidad; ellos lo imaginan duro e implacable cuando es todo misericordia; creen que es violento y terrible cuando es adorable. Así el impío se engaña a sí mismo y se fabrica un ídolo en vez de conocer a Dios tal cual es.
San Bernardo

Como vemos en   www.viaamoris.blogspot.com  hay muchas maneras de rechazar al Hijo, incluso hasta la muerte, y no son siempre tan evidentes como la brutalidad de los viñadores de la parábola. Si somos honestos, reconoceremos que lo estamos negando cada día. Ser honestos, un corazón noble que mira lo verdadero, lo justo, puro y amable, como nos recuerda la segunda Lectura de hoy (Filipenses 4, 6-9). Una meta tan digna y a la vez tan cercana si nos liberamos de intereses mezquinos y muchas ocupaciones que son tantas veces un estorbo mortal, pues nos mantienen demasiado distraídos para ver a Jesús, piedra desechada por los ignorantes, para los sabios e inocentes, piedra angular, a quien debemos mirar, acoger, situar en el centro de nuestro corazón y de nuestro pensamiento.  Él es el Hijo que quiere convertirnos en hermanos Suyos y co-herederos de todos sus bienes. 

Dice Lilian Staveley: “Del pensamiento constante nacerá ternura; de la ternura, el afecto; del afecto, el amor. Una vez que el amor a Jesús se ha establecido firmemente en el corazón, percibimos nuestras propias faltas, percepción muy dolorosa, y conocida como arrepentimiento. (…) No tenemos individualmente la seguridad del cielo porque Jesús muriera en una cruz por los hombres, sino que tenemos la seguridad del cielo para nosotros solo si queremos vivir, pensar y actuar de modo tal que lleguemos a ser de los elegidos.”

En ello estoy, por la gracia del Señor y  de María, a la que me he consagré el pasado ocho de septiembre, tras una preparación de treinta y tres días, que a muchos les puede parecer anacrónica y es, con diferencia, de lo mejor que he hecho. Ya irán saliendo por aquí reflexiones sobre esta decisión y su trascendencia.

Iba a despedirme de estos blogs para callar, dije el pasado domingo, como consecuencia lógica, creía, de este proceso, pero la lógica del Señor no tiene nada que ver con la nuestra. Callaré o hablaré al ritmo que Él marque, desde el nuevo vacío que he estrenado.

Demasiado tiempo, tal vez, ignorando los bienes reales y duraderos, entretenida, colocando las sillas del Titanic… Queda la inercia que nos hace confundir lo verdadero y lo falso, la muerte y la vida, quedan demasiados hábitos, demasiadas grabaciones viejas que condicionan y limitan, pero ya he elegido; es tan clara la opción... ¿Colocar las sillas que están a punto de hundirse, o unirme a los músicos que interpretan en cubierta su última sinfonía, mientras los demás gritan, se empujan, se matan por conseguir un puesto en los botes para salvar la vida y perder el alma? ¿Intentar escapar, colocar las sillas del barco que naufraga, o unirme a los músicos, serenos y fieles a su misión?

Elijo unirme a los músicos, que es escoger la bondad, la verdad y la belleza, pero, como a veces soy infiel, me he hecho esclava. Como quiero ser libre, me he encadenado a María y a Jesús con cadenas de amor, para no ceder a lo falso o a la muerte ni un solo instante de los días de gracia que aún quedan y poder dar el fruto esperado, tan sutil que no se ve, tan sutil que podemos sacarlo de este mundo de oscuridad, pena y aprieto (como lo llama San Juan de la Cruz en el texto que sigue), y llevarlo con nosotros a la vida verdadera, con la pura claridad de cuanto amamos. Si matar al Hijo es suicidarse, acogerle es renacer y tender vías de comunicación directa con el Padre y Señor, con el Dueño de todos los bienes.

"Los ángeles son nuestros pastores; porque, no sólo llevan a Dios nuestros recados, sino también los de Dios a nuestras almas, apacentándolas de dulces inspiraciones y comunicaciones de Dios; y, como buenos pastores, nos amparan y defienden de los lobos, que son los demonios. Los ángeles, mediante sus secretas inspiraciones que hacen al alma, le dan más alto conocimiento de Dios; y así, la enamoran más de Dios hasta dejarla llagada de amor.
La luz de Dios que al ángel ilumina esclareciéndole y encendiéndole en amor, como a puro espíritu dispuesto para la tal infusión, al hombre, por ser impuro y flaco, regularmente le ilumina en obscuridad, pena y aprieto...
Cuando el hombre llega a estar espiritualizado mediante el fuego del divino amor que le purifica, entonces recibe la unión e influencia de la amorosa iluminación con suavidad a modo de los ángeles...
Acuérdate cuán vana cosa es gozarse de otra cosa que de servir a Dios, y cuán peligrosa y perniciosa, considerando cuánto daño fue para los ángeles gozarse y complacerse de su hermosura y bienes naturales, pues por eso cayeron feos en los abismos.”




                                           Si conocieras cuánto te amo, Hermana Glenda