Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 27 de enero de 2024

La autoridad del Señor

 

Evangelio según San Marcos 1, 21-28 

Llegó Jesús a Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús lo increpó: “Cállate y sal de él. El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y lo obedecen”. Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.  


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La tentación de Cristo en la montaña, Duccio di Buoninsegna


Alma noble, noble criatura, ¿por qué buscas fuera de ti lo que
está en ti todo entero y del modo más verdadero y manifiesto?

            San Agustín         


Allí donde no habitas tú con tu ipseidad y tu voluntad propia,
allí habitan los ángeles contigo y por todas partes. Y allí
donde habitas con tu ipseidad y tu voluntad propia, ahí es
donde habitan los demonios contigo y por todas partes.

                                      J. Boëhme    

Muchas veces, a lo largo de nuestra vida, nos planteamos la posibilidad de elegir entre el falso poder de los usurpadores, esos idolillos que nos someten y esclavizan, y la autoridad que viene de lo alto. Si elegimos a Cristo, la única autoridad real, salimos de la mentira de lo que creemos que somos, para entrar en la Verdad, lo que Somos realmente, hijos de Dios en el Hijo.

Usurpador o Señor, poder engañoso del mundo o autoridad de lo alto, miedo y deseo o amor… Es siempre la misma, única elección. El miedo es una ilusión sombría que nos impide recordar que fuimos rescatados de la muerte. Miedo y deseo, agitación y división, notas falsas que entonan la melodía desafinada de nuestra vida, hasta que descubrimos nuestra verdadera nota, limpia, clara, y la ponemos al servicio de la sinfonía de la Vida. Es hora de invertir valores y poner nuestra confianza y seguridad en Dios, el único apoyo firme, el único verdadero, para realizar el Reino en la tierra.

No somos del mundo, aunque estemos en el mundo; no somos del César, sino de Dios. Demos a Dios lo que es de Dios: nosotros mismos, imagen Suya. Solo así alcanzaremos la semejanza perdida, aprenderemos de Jesús, que nos enseña con autoridad, con palabras de Vida. 

Hablar como los hombres o hablar como el Hombre… Se trata de escoger si queremos vivir para lo ilusorio y efímero, o para lo esencial, lo verdadero. En el mundo estamos a menudo dormidos, alienados, a merced de la inercia y las vanidades. Nos encadenamos voluntariamente a lo transitorio, y perdemos de vista lo eterno. Buscamos necesidades absurdas porque hemos creado una escala de valores diabólica que nos impide vivir como los hijos de la luz que estamos llamados a ser. www.viaamoris.blogspot.com 

Si fuéramos honestos, reconoceríamos cuántas veces escogemos las sombras y servir a los falsos señores de la mentira y la muerte (siempre el mismo falso señor, con diferentes máscaras). Traicionamos nuestro destino y nuestra verdad interior, y luego nos engañamos a nosotros mismos para poder soportar esa traición que nos condena. Porque es uno mismo el que escoge ser de los elegidos, y es uno mismo también el que se condena. He ahí el doble filo del libre albedrío con el que el Señor nos hizo las criaturas más dignas. 

La carencia, decía Montaigne, hace pensar, estimula. La sobreabundancia, en cambio, anestesia, mutila, abotarga. Así andamos todos, como autómatas, poseídos y dominados por un cargamento de fruslerías, pasiones, confusión, encadenados a una inercia que  nos impide ver que todo ese esfuerzo es para el polvo y para el viento. Verlo es ya empezar a liberarse y recibir autoridad de lo alto para abrirnos a la fuerza, el poder, la sabiduría del Señor. Nuestra autoridad es ser fieles a la única autoridad legítima, la de Jesús, que nos libra de esclavitudes. Con Él pasamos del latido muerto y diabólico del mundo, al latido del Verbo, que une y revitaliza. Vivamos unidos a Cristo, tan cerca de él, tan fundidos en él, que un día así vivido valga por una eternidad.



                                        En Tu Nombre (Me levantaré), Son by four

Si hay algún aspecto del Nuevo Testamento en el que se pueda decir que Jesús se presenta como una persona eminentemente práctica, es precisamente como exorcista. No hay nada manso y humilde, no hay nada ni siquiera místico –en el sentido que ordinariamente utilizamos este término– en el tono de voz que dice: “Queda en paz y sal de él.” Es mucho más parecido al tono de un domador de leones o de un resuelto doctor tratando con un maniaco homicida.           

                                                                                                                  Chesterton

sábado, 20 de enero de 2024

Vocación

 

Evangelio según San Marcos 1, 14-20

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia”. Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él. 


Vocación de los primeros apóstoles, Domenico Ghirlandaio

Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué Cuerpo eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas para ser trasladado a la luz del Reino de Dios.

                                                                                                                              San León Magno

Marcos inicia el relato de la actividad pública de Jesús con el tema del discipulado. En el pasaje de Juan que leíamos el domingo pasado, Andrés y Juan son los que se acercan a Jesús, siguiendo las indicaciones del Bautista y expresando su actitud de búsqueda. Marcos, en cambio, subraya el seguimiento, la respuesta a la llamada de Jesús, que es quien toma la iniciativa.

Nosotros también queremos ser sus discípulos, a veces creemos que lo somos de verdad, pero a casi todos nos falta un “empujón final”, una asignatura pendiente e imprescindible que nos permita comprender el mensaje del Maestro en toda su profundidad. La llamada fue total, nuestra vocación de bautizados nos hizo renacer como hijos de Dios, pero la respuesta a esa vocación a veces es tibia y ambigua. Tenemos que mirarnos por dentro y renunciar a todo aquello que sobra y deforma, que endurece y cierra el corazón. Solo así podemos llegar a ser verdaderos discípulos, dispuestos a seguirle hasta el final.

No se trata solo de renunciar a apegos concretos, sino de ir a la raíz de la entrega total, transformar las actitudes que nacen en el corazón e impiden ser fieles a la vocación esencial, la única, en realidad para un cristiano, que confiere el Bautismo. www.viaamoris.blogspot.com 

A veces nos sentimos más frágiles, las circunstancias nos zarandean y nos creemos incapaces de mantenernos fieles. Entonces recordamos que nos basta su gracia, que Él es nuestra luz y nuestra entereza, y nos sorprendemos de ver la abundancia que viene por añadidura cuando se pone el Reino en primer lugar (Mateo 6, 33), y descubrimos que siguiendo a Jesús no solo no perdemos nada, sino que recibimos cien veces más (Mateo 19, 29).

Hoy el Evangelio nos recuerda nuestra propia vocación y la segunda lectura (1 Corintios 7, 29-31) nos sacude y espabila para que seamos coherentes con ella. Todo habrá valido la pena si somos capaces de vivir, caminar, hacer todo con Cristo. Ya no es bien o mal; es con Él, en Él y por Él, sabiendo que, incluso cuando te olvidas de Él, Él nunca se olvida de ti y sigue a tu lado, esperando que vuelvas a prestarle atención.

Qué oportuno recordar hoy, en la cima del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, esa maravillosa vocación, que nos une e integra: caminar conscientes de Su presencia a nuestro lado y dentro de cada uno. Es hora de compartir esa llamada a estar con Él, a ser en Él.  El momento es apremiante, dice San Pablo, inexorable realmente, se acabó el malvivir, desconectados de lo que somos. Solo queda reconocernos como hijos de Dios, discípulos de Jesucristo y vivir ya la Vida eterna que Él nos ha dado, porque lo efímero se desmorona, la representación de este mundo se termina.

Vivimos en el mundo, sin ser del mundo, porque somos de Aquel que completa, restaura, perfecciona todo, toma las faltas, los errores e incoherencias del pasado y lo transforma todo en propósito lleno de sentido. Somos Suyos y somos en Él. De ahí el “programa” de San Pablo: “queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él”. 

Para seguir a Cristo no hay nada que hacer, según los valores del mundo, ningún sitio al que llegar, ningún bien que merecer. Sólo hay que vivir en Él, es lo que Nicolás Cabasilas y otros autores han llamado “la vida en Cristo”: el morir a uno mismo que hace posible el santo abandono en el que descubrimos que la única “tarea” verdaderamente importante es dejarnos mirar, amar y transformar por Él, para vivir fundidos con Él, con un verdadero intercambio de vida, con Su Voluntad Divina como motor.


245 Diálogos divinos. Trabajo de la Divina Voluntad y la voluntad humana

sábado, 13 de enero de 2024

Maestro, ¿dónde vives?

 

Evangelio según San Juan 1, 35-42

En aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y fijándose en Jesús que pasaba, dijo: “Este es el cordero de Dios”. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y al ver que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscáis?” Ellos le contestaron: “Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?” Él les dijo: “Venid y veréis”. Entonces fueron, vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)”. Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)”.

                       Cristo de Maryknoll, Robert Lentz

El día de tu muerte sucederá que lo que tú posees en este mundo pasará a manos de otra persona. Pero lo que tú eres será tuyo por siempre.
                                                                                                             Henry Van Dyke

Saber dónde vive, ver dónde vive, vivir con Él, ser en Él. Vivir en gracia es ya posible con Aquel que es la Gracia y la Verdad y nos hace luz del mundo. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, nos dice cada día, cada instante.

Conscientes de esta verdad, nos liberamos de la incoherencia y el sueño, el olvido y el pecado (en arameo, pecado significa errar el tiro). Que nunca tengamos que escuchar las escalofriantes palabras que escuchó Gawain, el sobrino del rey Arturo.

Entonces el hombre bueno llamó a Gawain, y le dijo:
-Mucho tiempo ha pasado desde que fuiste hecho caballero, y desde entonces nunca serviste a tu Creador; y ahora eres un árbol tan viejo que no hay en ti hoja ni fruto; así que piensa que rendirás a Nuestro Señor la pura corteza, ya que el demonio tiene las hojas y el fruto.
                     La muerte de Arturo, sir Thomas Malory

¿Hemos dejado que la Navidad nos transforme e iniciamos el 2021 como hombres y mujeres renacidos? (www.viaamoris.blogspot.com) Si vivimos recordando que somos hijos de Dios, hermanos del Niño Divino, el Rey del Universo que aún evocamos en el pesebre, sabremos dónde vive y viviremos con Él y Él con nosotros (Emmanuel). Entonces no fallará nuestra puntería, no erraremos el tiro ni confundiremos lo infinito con lo perecedero, lo absoluto con lo limitado, no equivocaremos el camino. Pero si lo olvidamos, nos basta Su gracia para recordar dónde vive y pedirle que nos deje quedarnos de nuevo con Él, en Él.

Maestro, ¿dónde vives? ¿Dónde piensas, sientes, sueñas, confías? ¿Qué rodea tus oraciones, tus anhelos, tus sacrificios por nosotros? ¿Cómo es la luz de tu casa, el silencio y el espacio de tu casa? Muéstranos tu Casa infinita, donde todos cabemos. Enséñanos a liberarnos de nuestras oscuras madrigueras, de los pensamientos raquíticos, los sentimientos mezquinos, los sótanos húmedos y los trasteros polvorientos donde malvivimos. Tu Casa es enorme, inmensa, llena de luz y vida, tan diferente de las nuestras, mugrientas y en ruinas. Haz que deseemos quedarnos contigo, toda la tarde, toda la eternidad. Juan y Andrés llegaron a la hora décima, acoge a estos rezagados de la hora undécima que ya se acaba… Venid y veréis, nos dices, invitándonos de nuevo al encuentro contigo, que es la antesala de la vida verdadera, eterna, plena, dichosa, pase lo que pase aquí, en esta representación que se derrumba. 

                                          1. Diálogos Divinos. Conociendo a tu Dios

Un santo es una persona que ha descubierto su deseo más profundo. Entonces “hace lo que quiere”, que es también lo que quiere Dios. Su voluntad y la voluntad de Dios están en armonía, de modo que su vida se caracteriza por una paz, tranquilidad, libertad y alegría continuas, incluso –quizá especialmente– en las crisis y el sufrimiento. 
                                      Gerard W. Hughes

domingo, 7 de enero de 2024

Bautismo

 

Evangelio según San Marcos 1, 7-11

En aquel tiempo, predicaba Juan diciendo: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a Él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco». 

                                                El Bautismo del Señor,
 Joachim Patinir

El verdadero dogma central del cristianismo es la unión íntima y completa de lo divino y lo humano, sin confusión ni separación.
                                                                                                Vladimir Soloviov

Hoy celebramos el bautismo de Jesús y también nuestro propio bautismo, un renacimiento que se renueva cada vez que recordamos quiénes somos realmente. Hoy es día de alegría por ser Hijos de Dios, rescatados del mundo y sus mentiras de pecado y separación, llamados a la Vida verdadera. Día de renovación y de agradecimiento a Aquel que nos abre la puerta para salir definitivamente de los sueños de caos, miedo y pérdida en que nos hemos encerrado.

Vivamos desde hoy con la ligereza que confiere ser conscientes de nuestra naturaleza de Hijos, unidos ya al Padre. Ligeros y libres, regresando a Casa con la confianza de sabernos liberados del mayor enemigo, que es la muerte y sus manifestaciones.

Abramos los ojos, los signos de los tiempos están tan claros que el mundo y su historia, acelerada hasta el vértigo, parece un cómic. Los conflictos se agudizan dentro y fuera para que los veamos y los transformemos en la Paz de Cristo, con la buena noticia del Amor que en Él somos.
Acabamos de celebrar la Navidad. Ha nacido el Amor para todos los hombres y mujeres del mundo y de todas las épocas, creencias, condiciones, y, si nace el Amor, todo empieza de nuevo. ¿Ha nacido realmente en cada uno de nosotros?
Para ser capaz de amar y ser amado, hay que llegar a un estado de inocencia genuina, inalcanzable si no somos sinceros con nosotros mismos. Un gran impulso para atreverse a ser sincero de una vez es mirarse sin paños calientes y ver la miseria que hay que pasar por el corazón: miseri-cordia. Sin esa mirada valiente, es imposible cambiar y volverse sincero, inocente y libre.
¿Eres tan valiente como para ser completamente sincero contigo mismo y con los demás? Entonces serás inocente, capaz de amar y ser amado. Buen reto para el 2024. Porque este año, hoy, hemos de vencer el egoísmo y ese individualismo estéril, trascendiendo el miedo, la ignorancia, la soberbia que divide y separa, para ir configurándonos con Cristo, que nos quiere a su lado, con Él y en Él, no en un futuro remoto, sino ahora y por siempre.

No olvidemos que el mensaje de la Navidad es que el Hijo de Dios se hace hombre para que el hombre se haga hijo de Dios. El Espíritu Santo y el fuego con que Cristo nos bautiza van transformando en espíritu todo lo que es puramente material, en luz, las sombras, en paz, los conflictos, en gozo, el sufrimiento.  www.viaamoris.blogspot.com
                       
                       Cristo es Bautizado en el Jordán, J. S. Bach (Cantata BWV 7)
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Una mujer le preguntó al "extranjero":
-Dígame francamente: ¿qué le parezco?
-No es justa consigo misma.
-¿Qué quiere decir?
-Dígame: ¿por qué tanto rojo en los labios y tanto rimmel en las pestañas?
-Es que el tiempo pasa y me gustaría parecer bella.
-Si supiese lo bella que es, no recurriría a estos medios. Hay en usted, escondida, una belleza posible de la que no tiene ni idea. La consciencia de esta belleza no se ha despertado en usted. No ha podido traducirse en su rostro. Deje que esta belleza interior se imponga. Se hará transparente a través de los ojos. Usted será de una belleza radiante.
                                                        Lev Gillet. (Un monje de la Iglesia de Oriente)

viernes, 5 de enero de 2024

La gracia es el regalo

 

Evangelio según san Mateo 2, 1-12

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: "¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: "En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: «Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel»." Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén diciéndoles: "Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo". Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

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Adoración de los Magos, David Jean

"Día de Reyes"; muchos olvidan que celebramos la Epifanía del Señor y viven un día de regalos, de intercambio, del agasajo efímero con que el mundo anestesia o hipnotiza. Para el mundo, generosidad significa "dar" en el sentido de "perder". Pero en el Reino, para Dios, generosidad significa "dar" en el sentido de "conservar". ¿Qué damos en realidad? ¿Cuál es el verdadero regalo? Nos lo muestra la estrella. Aquellos personajes enigmáticos que venían de oriente no fueron los únicos que vieron la estrella, pero sí fueron los únicos que habían logrado el dominio de sí necesario para seguirla. 

Damos testimonio de la Luz, de la estrella que nos guía, del Verbo original al que regresamos (www.viaamoris.blogspot.com). Damos testimonio como testigos directos del Misterio, y, al dar lo que hemos visto con los sentidos del alma, lo que hemos experimentado, comprendido, integrado, nos damos a nosotros mismos, entregamos la Obra que hemos venido a realizar (real - izar), nos cumplimos, en Aquel que nos hace reales y nos eleva. 

La Santísima Virgen María, protagonista junto a Jesús de la Navidad, nos enseña el sentido del regalo, porque es puro don; ella se da a sí misma y nos da a Jesús. Dando, conserva y multiplica, hace posible el Milagro. La gracia es el regalo. Jesús es la Gracia y viene a colmarnos de gracia y bendiciones. Solo Él puede responder a los anhelos más hondos del corazón.

La gente se afana comprando, vendiendo, intercambiando, deseando, regalando cosas materiales que siempre dejan un poso de amargura porque nunca se tiene bastante de lo que no se quiere realmente y el verdadero deseo del corazón es Dios. Nos creaste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti, dice San Agustín. 

El sermón que leemos a continuación, también de San Agustín, nos ayuda a profundizar en el Misterio del Verbo encarnado, valorar todos los dones y gracias que de Él proceden, y lo que contemplamos en los dos misterios que se celebran el 6 de enero y el siguiente Domingo: La Epifanía o la Adoración al Niño de los Magos y la Teofanía o el Bautismo de Jesús en el Jordán.


La fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. 

Despiértate: Dios se ha hecho hombre por ti. Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz. Por ti precisamente, Dios se ha hecho hombre.

Hubieses muerto para siempre si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca te hubieses visto libre de la carne del pecado, si él no hubiera aceptado la semejanza de la carne del pecado. Una inacabable miseria se hubiera apoderado de ti, si no se hubiera llevado a cabo esta misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no hubiera venido al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si no te hubiera ayudado. Hubieras perecido, si Él no hubiera venido.

Celebremos con alegría el advenimiento de nuestra salvación y redención. Celebremos el día afortunado en el que quien era el inmenso y eterno día, que procedía del inmenso y eterno día, descendió hasta este día nuestro, tan breve y temporal. Este se convirtió para nosotros en justicia, santificación y redención: y así -como dice la Escritura-: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor. Pues la verdad brota de la tierra: Cristo, que dijo: Yo soy la verdad, nació de una virgen. Y la justicia mira desde el cielo: puesto que, al creer en el que ha nacido, el hombre no se ha encontrado justificado por sí mismo, sino por Dios.

La verdad brota de la tierra: porque la Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo: porque todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba. La verdad brota de la tierra: la carne, de María. Y la justicia mira desde el cielo: porque el hombre no puede recibir nada, si no se lo dan desde el cielo.

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. No dice: “Nuestra gloria”, sino: La gloria de Dios; porque la justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por tanto, el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, y no en sí mismo.

Por eso, después que la Virgen dio a luz al Señor, el pregón de las voces angélicas fue así Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. ¿Por qué la paz en la tierra, sino porque la verdad brota de la tierra, o sea, Cristo ha nacido de la carne? Y él es nuestra paz; él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa: para que fuésemos hombres que ama el Señor, unidos suavemente con vínculos de unidad.

Alegrémonos, por tanto, con esta gracia, para que el testimonio de nuestra conciencia constituya nuestra gloria: y no nos gloriemos en nosotros mismos, sino en Dios. Por eso se ha dicho: Tú eres mi gloria, tú mantienes alto mi cabeza. Pues ¿qué gracia de Dios pudo brillar más intensamente para nosotros que esta: teniendo un Hijo unigénito, hacerlo hijo del hombre, para, a su vez, hacer al hijo del hombre hijo de Dios? Busca méritos, busca justicia, busca motivos; y a ver si encuentras algo que no sea gracia.

                                                                                                          San Agustín. Sermón 185

                                           Oratorio de Navidad BWV 248, J. S. Bach
                                                  Llegada y Adoración de los Magos