Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 25 de mayo de 2013

Otro jardín


                                                             Para Lola, que no volverá a sentirse cansada nunca más.



                                       …por ese infierno, por ese absurdo, dame un jardín para mi vejez.

                                                                                                                   Marina Tsvetáieva
 

            La mujer cansada viaja en vagones de metro que huelen a miedo rancio, tristeza, sudor y soledad. Viste de colores oscuros y lleva el pelo gris recogido en una coleta pobre y desflecada. Como tiene muchas, muchísimas ganas de dormir, empieza a soñar con los ojos abiertos. Mientras sueña, o soñando, recuerda que una vez un hombre dijo que iba a hacer de ella la mujer más feliz del mundo. Entonces era guapa, su ropa bonita y llevaba la melena, morena y brillante, siempre suelta. Aún no estaba cansada.
            Agarrada al bolso de polipiel negro, con las manos enrojecidas por el detergente y resecas de tiempo y desencanto, baja del vagón, sale del metro y, pasito a paso, llega hasta el portal y sube las escaleras apoyándose en la barandilla mugrienta. Los cuatro pisos de cada noche, de cada año, cuarenta años.
            Gira la llave en la cerradura oxidada y entra en la casa, que huele a miedo ajado, costumbre, tristeza y humedad. Cierra despacio la puerta, apenas hace ruido. La mujer cansada se dirige a la cocina sin encender la luz y, palpando botellas vacías de vino barato, encuentra el cajón de los cubiertos, lo abre con mano firme y, después de rebuscar a tientas entre mangos de diferentes tactos y grosores, acaricia uno, suave y cálido, que parece palpitar al compás de sus latidos. Es el cuchillo de trinchar, el más largo, el más ancho, el más afilado.
            Y como está tan cansada y tiene tantas ganas de dormir, a oscuras llega hasta el dormitorio, se acerca lentamente a la cama e, inclinándose con delicadeza, imagina que hunde el cuchillo de trinchar, el más largo, el más ancho, el más afilado, en el corazón del hombre que un día dijo que iba a hacer de ella la mujer más feliz del mundo.
           Luego vuelve a la cocina, comprueba que todos los cuchillos siguen descansando en el cajón silencioso, lo cierra y se sienta en la silla desvencijada a mirar la luna, cada noche más grande y más cercana.
 
 
 
Where have all the flowers gone, Joan Baez 
 

domingo, 12 de mayo de 2013

Agenda


Tareas de hoy:

- Apreciar los colores, los sonidos y aromas de la primavera, sin creérmelos del todo.

- Contemplar la luz que palpita caliente y generosa, y crece y se desborda, alcanzando los rincones sombríos.

- Ser del todo en ella, sin olvidar que en su centro está muriéndose.

- Detenerme en esta luz, teniendo en cuenta la sombra que la sigue.

- Zambullirme en su claridad inédita, por ver si alcanzo la fuente de la que mana, esa otra luz que no vemos –materia y energía oscura la llaman, desconcertados, los físicos– de la que esta es un pálido reflejo, tan hermoso, tan cercano, soñando eternidad.