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domingo, 30 de octubre de 2016

Es hora de morir para vivir


Evangelio de Mateo 5, 1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos. Y él se puso a hablar enseñándoles: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los hijos de Dios”. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. 



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                                                 Sermón de la Montaña, Cosimo Rosselli


Comprendí que todo lo que hizo Dios durará siempre: no se puede añadir ni restar.
Eclesiastés 3, 15


                   Los muertos son seres invisibles, no ausentes.

                             San Agustín

Hemos tenido ya muchos vislumbres de que lo que nuestros ojos ven y nuestras manos tocan es una ínfima parte de lo Real. Ya no porque lo digan los científicos, perdidos y dormidos tantas veces; lo hemos experimentado en carne propia, con sueños lúcidos a veces, con déjà vu oportunos, con ventanas de consciencia a dimensiones que conectan con la Vida… Nos hemos vivido reales y virtuales, hemos atisbado la tramoya del escenario, en esta representación del mundo que está acabando… ¿Por qué no morir ahora, si el personaje ya cansa y hemos visto las escenas tantas veces, con pequeñas variaciones?

Venga, muere y renace, para que todos los muertos mueran y resuciten en ti. Como un estallido luminoso, porque la niña no está muerta, sino dormida…, Talitha qumi. Levántate y ponte en camino, pero antes, muere a lo que no eres, interpreta la última escena de pérdida y lágrimas, sueña el último sueño de ausencias y nostalgia, despídete ya de la vida, y extiende las alas para volar a la Vida. Como el replicante Roy Batti en Blade runner: es hora de morir, time to die….¡Time to live! ¡Es hora de vivir! Al fin lo comprendo…, solo queda morir con alegría y serenidad en este gran juego que es ensayo de la Vida. Lo entiendo, lo asumo, lo veo y se convierte en anhelo de retorno.

Es el fruto de mirar la muerte bajo la perspectiva de lo eterno. Te das cuenta de que las Bienaventuranzas son un código para el tiempo lineal, ese infinito horizontal que intersecciona con el infinito vertical, la dimensión atemporal donde se eleva la Cruz que nos eleva, nos salva y libera. Dichosos los que sufren, los que lloran, los que tienen hambre y sed, los perseguidos… El pasado es transmutado por el mejor de los futuros, que es volver a Casa, ese camino de retorno que recorremos juntos, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pobres de espíritu...Comunión de los Santos, al encuentro de la dicha y la plenitud.

Anoche volví a ver una película de 1938, Vive como quieras, de Frank Capra, mala traducción, como tantas veces, del título original: You can't take it with you , No puedes llevártelo contigo. Qué oportuno título y qué oportuna película, bendita sincronía... Mirando a esos maravillosos actores, pienso: ¡todos están muertos ya! ¿Todos muertos? ¡No!, todos vivos e interpretando ahora, en el momento en el que los miro, en este instante eterno donde todo se recrea y se abre a los universos originales. Todos vivos ahora y actuando, naciendo y muriendo a la vez.


                                                    Vive como quieras, Frank Capra, 1938

¿Cómo es posible? Por el desdoblamiento del tiempo, como empiezan a llamarlo algunos científicos (Jean Pierre Garnier Malet), perplejos ante esta confirmación de las intuiciones de Einstein y, ¡ay!, qué poco a poco vamos comprendiendo, de las certezas y enseñanzas diáfanas de Jesús de Nazaret. Todo es virtual…, no solo la película, sino nuestras "vidas-film" (Mouravieff se acercó aún más que Einstein), en la representación de este mundo que ya pasa y es preludio del verdadero y definitivo.

Ser importante, ser el primero, ser el mayor o el mejor… O ser normal, ser del montón, libres y sinceros como los personajes de Frank Capra, formar parte de ese grupo que ha decidido no esforzarse por sobresalir aquí, entre las sombras de una caverna que ya huele a rancio, y salir al aire libre para emprender el camino de regreso. Solo el que no finge ni pretende ser algo puede ser todo. Solo el que muere a sí nace a Sí.

Volvamos a Blade Runner, esa poética lección sobre la muerte-vida. El replicante muere sin resistencias ni drama, porque se sabe uno más, no se siente mejor o mayor ni quiere serlo, no se aferra a una identidad falsa como solemos hacer los seres humanos: una se cree escritora, otro abogado, el tercero profesor, aquella, psicóloga..., y empresarios, arquitectos, jueces, artistas….todos virtuales…

Los replicantes no se identifican con su autoimagen ni se aferran a nada ni nadie. Pero viven, no sobreviven ni malviven como tantas veces nosotros, viven despiertos y libres, valoran y disfrutan la belleza de este mundo del que no son. Saben que no son del mundo y saben que nada les pertenece, por eso tienen esa capacidad de soltar y abandonar la escena. Sus lágrimas son verdaderas, agua de la experiencia que se une al agua de la Vida, comunión de las aguas, comunión de los santos, muere el hombre, regresa el Hombre con su obra culminada y su misión cumplida.

Es hora de morir, hora de renacer. Más es mía el alba de oro, me digo tantas veces con Rubén Darío cuando asoma la tristeza... Ahora entiendo la hermosa y enigmática sonrisa del replicante que interpreta Rutger Hauer. Morir solo es morir, escribió José Luis Martín Descalzo en su último soneto. Vivamos y muramos con la dignidad, el desapego y la valentía del replicante Roy Batti, agradecidos a la belleza de este mundo que empezamos a ver como él, con mirada que recrea, transfigurados ya por la luz del Tabor definitivo, al que ascendemos, siguiendo las huellas del Cordero-Pastor.


 Escena "Lágrimas en la lluvia"
de Blade Runner, 1982, Ridley Scott
   

Unos aforismos de un libro inédito sobre el duelo.


LA HABITACIÓN DE AL LADO

No están lejos de nosotros, solo van unos pasos por delante. La muerte no puede quitárnoslos; la eternidad nos los guarda.

Nunca es tarde para amar, y amar es lo único que hemos de hacer, todo lo demás es vanidad o añadidura.

Nada se pierde. Todo lo real se ha salvado, perfeccionado y completado.

Duele perder la cercanía, la unión que muestran los sentidos. Pero no se pierde, sigue presente, aunque no la veamos con los ojos físicos.

Para abandonar un duelo reactivo, basado en el miedo y la lucha: recordar que la muerte es tránsito, Dies Natalis, Día del Nacimiento, y hacer del dolor un sufrimiento consciente.

Aquel a quien amas y crees haber perdido está teniendo una maravillosa fiesta de dicha y consciencia, de plenitud y libertad.

El duelo–dolor procede del miedo. Libérate del miedo, transmuta el sufrimiento vano en sufrimiento consciente y construye el alma que ha de perdurar.

Es hora de soltar. Abre, expande, conecta con la luz. 

Todo está aquí, ahora. No se ha perdido nada más que lo falso. Lo esencial permanece.

Deja que los muertos entierren a los muertos. Que el muerto que no eres entierre a los muertos que no son.

La niña no está muerta, está dormida (Mt, 9, 24) ¡Así es siempre! El que creemos muerto está dormido aquí y despierto en lo real para esperarnos.

Lo que existe no puede dejar de existir. Conecta con lo que ha existido y sigue existiendo de cada ser querido, lo inmortal.

No estás más lejos de la luz, aunque no la veas. Cuando la noche es más oscura, el amanecer está más cerca.

Asume ese desgarro sin rendirte a él. Acógelo, viendo su corazón de humo, su centro de sombra, su nada de ceniza.





                                                       Presente, Vox Dei

sábado, 22 de octubre de 2016

La oración del corazón


Evangelio de Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola. “Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.”

"El Señor es excelso y dirige su mirada a los humildes, pero a los orgullosos los conoce desde lejos" (Sal. 138, 6)


La prolijidad en la oración a menudo llena el espíritu de imágenes y lo disipa, mientras que a menudo una sola palabra tiene por efecto recogerlo.
                               S. Juan Clímaco


Las oraciones deberían ser como fuentes espontáneas que brotan de nuestro amor y de nuestro desamparo.
                                                                                                         Paul Sedir


Desde hace siglos, en la oración de los ortodoxos es frecuente la plegaria de Jesús, también llamada oración del corazón, que se basa en la parábola que hoy leemos y dice: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador. Se une en ella la petición de gracia y perdón a la conciencia de sí como pecador.

El obispo Teófano decía que la fuerza de esta plegaria no reside en sus palabras, que, además, tienen muchas variantes, sino en la constatación de nuestro estado caído frente a Dios en Su estado de perfección.

El fariseo se ha quedado apegado en su falsa autoimagen, como vemos en el blog hermano,   www.viaamoris.blogspot.com . El republicano, en cambio, es consciente de su condición, de sus limitaciones, pecados y miserias,  y esa consciencia y su entrega confiada de sí mismo, pobre y necesitado, a Dios, logra transformarlo, justificarlo, santificarlo.

No basta con mirar hacia arriba para ser elevados. Hace falta la humildad de mirar a lo más bajo de uno mismo (humildad, de humus, tierra), hay que descender a los infiernos con Cristo, para con Él, recoger todo, reasumir todo, si queremos, por El, resucitar. Felix culpa, decimos entonces con San Agustín, feliz culpa que nos ha merecido tal Salvador. Porque, si bien es cierto que somos nada, miseria, limitación, por Cristo, con Él y en Él, como repite la liturgia, somos todo, hijos y coherederos del Reino. Es el Milagro de Amor.

Ese gesto de Dimas, el buen ladrón, capaz de robar el cielo al mismo Dios con una sola plegaria, que recodábamos el sábado pasado, lo tiene el publicano que vemos hoy. Un solo gesto, una sola oración de entrega total y confianza plena, para la que hay que prepararse mucho, pero en un sentido contrario a lo que el mundo entiende por preparación. Prepararse, formarse para un gesto, una actitud… Formación muy exigente pero no para acumular conocimientos o práctica, sino para desnudarse, soltar, dejar ir, llegar a ser verdaderos pobres de espíritu frente a los soberbios y prepotentes…

La vida por sí sola ya nos da esa enseñanza, nos va quitando todo… Pero podemos aprenderlo de una sola vez si somos humildes y valientes. Mira tu miseria con valor, sin miedo a espantarte de ti mismo, sin paños calientes, sin mirar de reojo. Mira tu tiniebla y podrás ver la luz con que Él te mira. Entonces volverás a ser hijo de la luz, por Su infinita misericordia. Maravíllate y reconoce de Quién te viene tanta gracia. No te apropies de nada, no te atribuyas nada… No lo necesitas porque, por Él ya lo tienes todo…  Dice Isaac de Nínive: ¿Qué es entonces la oración espiritual? Es el símbolo de nuestra condición futura.

Acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino, dijo Dimas, y podemos decir siempre… Pero, añadamos…: Tú ya estás en tu Reino, y el Reino en mí… Acuérdate…, recuérdame que te recuerde y recuerde que tú completas todo, integras todo, lo elevas y transformas todo…

Invocando Su nombre y Su misericordia (miseri /cordis), para que Él lleve nuestra miseria a Su Corazón y la disuelva, vamos llegando a niveles más sutiles de verdadera Comunión. Así lo expresa William Johnston: “Les sucede algo similar a quienes recitan la “oración de Jesús”. Puede que empiecen rezándole al Jesús de Nazaret histórico, que anduvo sobre las aguas del Mar de Galilea; pero a menudo que trascurre el tiempo, dejan atrás las imágenes, pues su vista está ahora fija en el Verbo que nos ilumina a todos, en el Hijo que está de pie a la diestra del Padre, en la Segunda persona de la Santísima Trinidad. A través de la unión con el Hijo, se ven divinizados. Haciéndose “partícipes de la naturaleza divina” se dirigen al Padre en el Espíritu. Su oración se vuelve, pues, trinitaria.”

                                                 
                                                  Jesús, tú mi alfarero, Hermana Glenda


La verdadera religión no es más que un intercambio entre el espíritu del hombre y el espíritu divino. Si el templo de Dios es el cuerpo cósmico del Verbo, el corazón de Jesucristo es el altar de dicho templo. Cualquier obra buena, cualquier petición o cualquier agradecimiento va del corazón del hombre al de Jesucristo y allí es aceptado por el Padre porque Dios no admite nada que no haya pasado antes por el corazón de Su Hijo para ser allí purificado, sublimado por los tiernos cuidados de nuestro eterno Amigo.
Todo lo que el hombre pueda obtener de lo más bello y de lo más limpio, lo minimiza en cuanto lo toca. Todo aquello que a nosotros nos gusta llamar como nuestros méritos, debe pasar por las manos del gran Alquimista para que lo transmute en la preciosa Quintaesencia, para que puedan resistir al Espíritu Santo, si no, serían reducidos a cenizas. Esto es lo que se llama santificar una cosa, transformarla, trasplantarla de lo natural a lo sobrenatural, de lo local a lo universal, del tiempo a la eternidad, de la muerte a la vida. Y el único que lo puede hacer es el Alquimista que bajo a la Tierra y se hizo hombre para liberarnos: Jesucristo.
De tal modo que el discípulo se repetirá sin cesar que él no es nada, que todo aquello que haga bien no es él sino Cristo quien lo hace en él y por él, porque desea su pobre corazón enfermo más de lo que nosotros podamos desear el más bello de los tesoros. Que es de Cristo del que puede esperar todo, todo en inteligencia, todo en amor, todo en fuerza y que gracias a la maravillosa locura que es el amor, ese pobre hombre, de aspiraciones tan pequeñas, tan miserable en sus idolatría, tan versátil en sus voluntades, este pobre esbozo de hombre puede ser recibido por el Verbo pudiendo convertirse en una parte de su esplendor, en un rayo de ese sol.
                                                                                                       Paul Sedir

sábado, 15 de octubre de 2016

Orar ahora


Evangelio de Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: “Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario». Por algún tiempo se negó; pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara».” Y el Señor añadió: “Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”.


Moses with men holding up his hands


En la primera lectura de hoy (Éxodo 17, 8-13), vemos cómo Moisés, levantando los brazos, se abre al auxilio del Señor con total confianza. Y se abre ahora, confía ahora, porque solo hay un “ahora”, ese instante eterno donde somos.

Como la viuda insistente del pasaje del Evangelio, que no se rinde ante el juez indiferente y nos da una lección de perseverancia y confianza. Ella no carga con el lastre de falsas creencias, prejuicios o miedos. No se dispersa ni se distrae en su petición. “Solía ir a decirle”…; era constante, fiel…. ¿Qué es ser fiel? ¿Cómo es el “fiel” de una balanza? Vertical, en su centro, preciso, infalible… Perseverancia, constancia, oración continua. San Pablo nos lo recuerda y tantos santos y padres de la Iglesia…

Pero hay otra vía, que en el fondo es la misma, la Única, aunque no lo parezca. Existe una oración tan directa, tan contundente que va al centro de la diana. Y ¿cuál es la diana para nosotros los cristianos, sino el Sagrado Corazón de Jesús, del que brota la Divina Misericordia?

Esa otra vía es la oración que nos aconseja Santa Teresa, cuya fiesta hoy celebramos: mirarle solo a Él. O la de Dimas, el buen ladrón, maestro de oración: Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. O San Agustín, que nos enseña que el Señor es más íntimo al corazón del hombre que uno mismo.

Basta una oración, un gesto, una mirada si se hace desde esa consciencia capaz de integrar todo y dar sentido a toda una vida… Basta una oración, como un rayo contundente y decisivo, un rayo tan luminoso que, aunque basta, podemos, queremos repetirlo cada día, cada instante.

Jesús oraba siempre, pero cada vez como si fuera la única. Y todo confluyó, con-venció, se cumplió en la oración final: En tus manos encomiendo mi espíritu. O ni siquiera fue esa…; la última acaso fue un gesto: inclinó la cabeza y entregó el espíritu. Jesús, que oraba siempre, hizo su última, total oración con ese gesto.

Las dos vías, orar siempre, orar ahora, se unen en la única Vía, Jesucristo, Camino único. Porque la oración constante y continua es sobre todo una actitud interior, un deseo constante de unirnos a Él que nos mueve, nos anima (de ánima), nos alienta y vivifica. Oración como un estado de conciencia que se expresa en toda una vida, y también en un gesto, una mirada, una elección valiente, que nos de-termina, nos de-fine, nos cumple.

Porque ya no se trata de escoger entre cantidad o calidad. Ambas son necesarias, pero fuera de corsés, más allá de ritos que pueden fomentar la inercia, la rutina, el olvido de lo esencial, esa mejor parte que no nos será quitada: vivir siempre en la Presencia del Señor.

                               Jesús,  mi vida, viviendo en mí, Dietrich Buxtehude


Todas mis ansias están en tu presencia" (Sal. 37,10)... Tu deseo, es tu oración; si tu deseo es continuo, tu oración también es continua. Por eso el apóstol Pablo dijo: "orar sin cesar" (1Te 5,17). ¿Puede decirlo porque, sin tregua, doblamos la rodilla, prosternamos nuestro cuerpo, o elevamos las manos hacia Dios? Si decimos que rezamos sólo en estas condiciones, no creo que pudiéramos hacerlo sin tregua.
Pero hay otra oración, interior, que es sin tregua: es el deseo. Aunque te encuentres en cualquier ocupación, si deseas este descanso del sábado, del que hablamos, rezas sin cesar. Si no quieres dejar de rogar, no dejes de desear.
¿Tu deseo es continuo? Entonces tu grito es continuo. Te callarás sólo si dejas de amar ¿Quiénes son los que se callaron? Son aquellos sobre los que se dijo: "al crecer la maldad, la caridad de muchos se enfriará" (Mt 24,12). La caridad que se enfría, es el corazón que se calla; la caridad que quema, es el corazón que grita. Si tu caridad subsiste sin cesar, gritas sin cesar; si gritas sin cesar, es porque deseas siempre; si estás repleto de este deseo, es porque piensas en el descanso eterno.


                                                                                                                  San Agustín


Acuérdese, se lo ruego, de lo que le recomendé, que es pensar a menudo en Dios, de día, de noche, en todas sus ocupaciones, en sus ejercicios de piedad, incluso durante sus distracciones; Él está siempre junto a nosotros y con nosotros, no Lo deje solo: a usted le parecería una descortesía dejar solo a un amigo que la visitase. ¿Por qué abandonar a Dios y dejarlo solo? Así pues, ¡no Lo olvide! Piense en Él a menudo, adórelo sin cesar, viva y muera con Él, esa es la verdadera ocupación de un cristiano; en una palabra, es nuestro oficio; si no lo conocemos, hay que aprenderlo.
                                   Fray Lorenzo de la Resurrección

sábado, 8 de octubre de 2016

Reconocer para dar gracias


Evangelio de Lucas 17, 11-19

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Al verlos, les dijo: “Id a presentaros a los sacerdotes”. Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: “¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?” Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

                                                  Curación del leproso, Cosimo Rosselli


De los diez leprosos curados de la lepra, solo uno, el marginado samaritano, vuelve a dar las gracias a Jesús. No comprende cómo los demás no han regresado… Él será bienaventurado y recibirá mucho más que una mera sanación física, porque es agradecido, bien nacido, merecedor de ltodos os dones.

El leproso, el impuro es una metáfora de nosotros. Cuántas vidas podridas, pudriéndose, pueden limpiarse, solo por entrar en contacto con la Vida y confiar en Él. Es necesario estar despierto para darse la vuelta y regresar, muy despierto para recordar y reconocer al que nos sanó, muy despierto para discernir entre lo importante y lo interesante, entre la ley que asfixia y la Ley del Amor que libera.

Levántate, vete a casa, dice al leproso y a tantos. Al decir "vete", Jesús está diciendo "recuérdate, recuerda quién eres, regresa a Casa, a tu Corazón, donde eres uno conmigo".
En la segunda lectura de hoy (2 Timoteo 2, 8-13) se nos recuerda la importancia de mantenernos unidos y fieles a Jesucristo. En eso consiste la verdadera fe, en adherirse a Él, para Ser en Él. Es el “salto cuántico” que no todos se atreven a dar porque supone arriesgar el ego… El décimo leproso sí se atreve, por eso vuelve a dar gracias. No da las gracias, da gracias. Al reconocer al Salvador, ya es en Él. Eso significa que su fe le ha salvado y nos salva cada día.
“Dioses sois” recuerda Jesús en otro pasaje del Evangelio. Qué diferente del futurible, tentador “seréis como Dioses” con que el Adversario, disfrazado de serpiente, nos hace caer… Dioses sois…. ¡Por Su gracia somos dioses, somos en Dios! Atrevámonos a pensarlo, sentirlo y decirlo, tengamos la audacia del único leproso que regresa, el más despreciable, el más impuro de todos a los ojos de los que están cegados por el cumplimiento, el único que merece la purificación total a los ojos del Señor. Por si aún no nos atrevemos a pensar, sentir, decir que somos por la gracia lo que Dios es por naturaleza, dejemos que San Bernardo y San Buenaventura nos ayuden:

“Seremos lo que Él es. Pues a aquellos a quienes les fue dado el poder de llegar a ser niños de Dios, les fue también dado el poder, no por cierto de ser Dios, mas de ser lo que Dios es. De un modo inefable e impensable, lo que Dios es por naturaleza, el hombre llega a serlo por gracia. ¿Preguntas cómo puede eso acontecer, puesto que la esencia divina es incomunicable? Te respondo en primer lugar con San Buenaventura: “si quieres saberlo, interroga a la gracia, y no a la doctrina; al deseo, y no a la razón; al suspiro de la plegaria, y no a la aplicada lectura; al Esposo, no al maestro; a Dios, no a los hombres;  a la oscuridad, no a la claridad; no a la luz, sino al fuego que enciende por entero y conduce a Dios con ardiente anhelo, fuego que es Dios mismo”.”

Y como el décimo leproso, damos gracias porque recibimos gracia continuamente. El que no es agradecido no es agraciado y no puede fundirse, unirse, ser en Él lo que es Él. Si morimos con Él, viviremos con Él… Si lo negamos, también Él nos negará, subraya San Pablo en la Segunda Carta a Timoteo. Negarle es no reconocerle y, por tanto, no ser agraciado ni agradecer, no aceptar ser por gracia lo que Él es.

El único leproso que agradece, el único que se sana totalmente, no solo a nivel físico, nos recuerda al “único justo” que se menciona de otros modos en la Biblia.

Los diez leprosos, como vemos en  www.viaamoris.blogspot.com , se saben bien la oración de petición, y “Al que pide se le dará….” El décimo leproso “se sabe”, además, aunque aún no sepa que lo sabe, otra oración de petición, porque hay otro “pedir”, no el concreto, el literal, el de los 9 desagradecidos o, mejor, incapaces de recordar-reconocer-volver-agradecer. El pedir cosas concretas es lícito, claro, si procede de otro nivel de oración que ya no necesita pedir, aunque pida, no necesita hablar, sino escuchar, y más que mirar, anhela ser mirado, dejarse mirar, dejarse ver… Es el “pedir” del que ya tiene/es, que nos lleva a otra expresión, más profunda para el que tiene oídos que oyen: al que tiene (es consciente de la plenitud que es) se le dará, al que no tiene (al que no es), se le quitará hasta lo que tiene (cree tener)…

Los que solo piden cosas concretas, materiales, externas, buscan fuera, alienados de sí mismos, olvidados de su esencia, y solo quieren acumular experiencias, soluciones, cosas aparentemente buenas, que no están enraizadas en lo Real, buscan el bien-estar, e ignoran el bien-ser. Han olvidado la mejor parte, lo único importante en realidad, lo que daría sentido a todo lo demás, las “añadiduras”, que vienen de forma natural cuando ponemos en primer lugar el Reino, el Ser, la Vida verdadera.

Para seguir siendo políticamente incorrectos, como el décimo leproso (bendita incorrección), una canción de Metallica.



                                                       Nothing else matters, Metallica



“Dios quiere poseer nuestro corazón Él solo; si no lo vaciamos de todo lo que no es Él, él no puede actuar y hacer lo que quisiera. Dios se lamenta a menudo de nuestra cegazón; exclama sin cesar que somos dignos de compasión por contentarnos con tan poco. Tengo –dice– tesoros infinitos que daros y sin embargo ya os deja satisfechos una pequeña devoción sensible que se pasa en un momento. Con eso, atamos de manos a Dios y detenemos la abundancia de sus gracias.”
                           Fray Lorenzo de la Resurrección


“Para que aprendan tus hijos, a los que has amado, Señor
que no son los brotes de los frutos los que alimentan al hombre,
sino tu palabra la que mantiene a los que en ti creen.
Porque lo que no se consumía por el fuego,
Se derretía tan solo por el calor de un tenue rayo de sol;
Para que se sepa que hay que adelantarse al sol para darte gracias
y dirigirse a ti al despuntar la luz.
Que la esperanza del desagradecido se derretirá como escarcha invernal
y escurrirá como agua que no sirve para nada.”

                                                                                  Sabiduría 16, 26-29


sábado, 1 de octubre de 2016

Fe: amor que cree, "vida viviente"


Evangelio de Lucas 17, 5-10
En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor contestó: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “En seguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú”? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.”


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          La morera que se arranca a sí misma de raíz y se planta en el mar no es solo metáfora del poder que asiste al que se ha unido con Jesucristo, también puede ser símbolo de quien se atreve a soltar cuanto tiene y cuanto cree ser, desprenderse de todo, quedarse sin suelo bajo los pies, para alcanzar el nivel de la auténtica fe.
Porque, como vemos en www.viaamoris.blogspot.com , la experiencia de la fe verdadera es, según expresión de Ruysbroeck, vida viviente.
Seamos verdaderos creyentes, audaces, entusiastas y libres, ajenos a creencias, categorías mentales, seguridades, tras las que se esconde agazapada, siempre al acecho, la muerte.
Renunciemos a esa actitud morbosa que nos hace aferrarnos a lo que creemos nuestro, lo conocido, lo seguro…, todas esas mediocridades, vanitas vanitatis, que nos mantienen separados y aletargados, tan lejos del amor que enciende y alimenta la fe.


Arráncate de raíz y plántate en el mar.
Renuncia a las seguridades vanas
que te ha ofrecido el mundo,
la tierra corrompida que te impide dar fruto
y destruye las flores antes de haber brotado.

Atrévete a plantarte en lo que muchos temen,
en la inseguridad turbulenta de las aguas.

Tal vez no logres llegar a la estable
arena silenciosa, ese légamo
que sueñas en las noches
en que olvidas tu nombre
y recuerdas la Voz
bautizándote, de nuevo cada vez.

Arráncate de raíz y plántate en el mar.
En una ola altiva o un remanso,
donde temas hundirte o parezca que flotar
sea un esfuerzo superior a tus fuerzas.

No tendrás más remedio que buscar
en tu corazón la raíz invisible
que nace de la Vida y alimenta
tus anhelos, y también tus vacíos,

para que todo ayude a afianzar el alma
precisamente aquí,
donde las aguas son turbulentas,
donde todo amenaza
con llevarte al naufragio
o a la desesperanza.

Arráncate de raíz y plántate en el mar.
Ahógate, naufraga, entrégate
al seno del mar, como si fueran
sus olas implacables esos brazos
que sostienen tu esencia,

mientras un cadáver de sirena,
o acaso de tritón,
se abre y se deshace dócilmente,
fruto maduro, néctar,
leche y miel su corazón,
conmoviendo, endulzando, transformando
el mar salobre en la placenta cósmica,
el cálido útero donde renacer.


Auméntanos la fe… ¿Cómo es tu fe? Situémonos en el no-lugar donde la fe ya no es necesaria. Quedará el amor. Vivamos ya como si solo quedara el amor. Ni la fe ni la esperanza serán necesarias, dice San Pablo, cuando veamos.... Tengamos delante la visión, como dice la segunda lectura de hoy (2 Timoteo, 1,6 - 8.13-14). Hemos visto, somos en Dios.


Soy en Dios por Su gracia.
Me pierdo en Su abrazo infinito
y soy gota de agua insignificante
fundida con Su Sangre Viva
que recrea los mundos
y recuerda los nombres
que nosotros aún
no recordamos.


Marco, estas imágenes eran tuyas, nuestras. Son ya tres meses, o tres siglos... Si me lees, por favor, dime que sigues aquí, aunque no seamos de aquí... 
Me consuela de tu ausencia saber que sabes tantas cosas que el mundo no entiende y el Maestro nos enseña. Sabes, por ejemplo, que el pobre siervo de aquí es amo Allí, sabes que Él rechaza a los tibios, los falsos, los mediocres, y sabes también que creer es ser valiente y no conformarse con menos de... ¡todo!.
Si no respondes, o si ya no estás aquí, te buscaré en los bosques de Lothlórien, donde aprendimos el lenguaje de los elfos y donde encontramos como Teresa de Lisieux un caminito pequeño y escondido hacia la mejor versión de nosotros mismos.



T                                       Tous les matins du monde (1991), Alain Corneau



                                        Copying Beethoven (2006), Agnieszka Holland