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sábado, 27 de abril de 2019

"Dichosos los que crean sin haber visto"


Evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”. Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
La incredulidad de Santo Tomás - Colección - Museo Nacional del Prado
  La incredulidad de Santo Tomás, Matthias Stom
            
En el blog hermano  www.viaamoris.blogspot.com , nos vuelve a hablar Santo Tomás, como otras veces nos habló aquí. Blogs que intercambian y comparten miradas, que van de la mano y se inspiran en ese Tercer Blog que no se lee con los ojos del cuerpo, ni se pronuncia con los labios y la lengua: el diálogo íntimo con el Maestro que a menudo nos pregunta: "¿por qué lloras?", "¿a quién buscas?", para que dejemos de creer que la vida es búsqueda, pérdida y duelo... Lo era, pero ya no. Jesucristo Resucitado hace que la vida sea encuentro y alegría, fuente continua de gracia y maravillas. El corazón humilde, sencillo, lleno de amor, hace de la gran pecadora una santa, del incrédulo, un creyente, audaz y libre.  Se trata de nuevo de aprender a mirar más allá de las apariencias, porque lo esencial, como dice el Principito, es invisible a los ojos.
Apariencia / Esencia…
Aparecer / Desaparecer
Ilusión / Realidad
Representación / Presencia
Sombra / Luz
Figura / Ausencia
Palabra / Silencio

También en el blog hermano, de vez en cuando he intentado explicar y, sobre todo, explicarme por qué escribo en dos blogs. ¿Insistente?, ¿indecisa?, ¿ambigua?, ¿contradictoria? Todo y nada.

Dos blogs, uno aparentemente más ortodoxo y teológico (teología, el vano anhelo de llevar a Dios a la lógica o a la ciencia); el otro, aparentemente más literario, libre, abierto. Aparentemente…, aparencia de dos blogs, cuando es un único blog.

Dos blogs, porque yo también, como todos, vivo en el mundo sin ser del mundo, en la representación de este mundo que está pasando, aunque no queramos verlo. En el mundo, sin ser del mundo, con el anhelo de unidad que nos anima y nos mueve a todos, lo sepamos o no.

Dos blogs, como los pares de aforismos del, también aparentemente, heterodoxo Louis Cattiaux, que quedan unificados y trascendidos por un tercer aforismo, "aparentemente" difícil de comprender, pero sencillo si se nos abre el entendimiento.

Dos blogs que son tres. El tercero no hace falta escribirlo ni leerlo, se escribe solo y está al alcance de todos, porque pertenece al Reino, y allí se expresa en el idioma de los pájaros o canta con la música callada al Nombre sobre todo nombre, al Verbo, la Palabra, anterior a todas las palabras.

Tercer blog,  que estos otros dos sueñan y en el que se miran. Tercer blog, tercer canto, tercer poema…, único Poema, que no se escribe con bolígrafo ni pluma ni teclado, no se escribe con neuronas ni memoria limitada, Poema que, como todo lo que es de la Verdad, está ya escrito, y lo escrito, escrito está en esa dimensión de eternidad de la que somos y a la que regresamos.

Ya lo intuía el anónimo poeta del Romance del Conde Arnaldos, y lo cantaba con estilo paradójico, como se suele expresar lo inexpresable: Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va.

                              Romance del Conde Arnaldos, Amancio Prada

Seguiré escribiendo, "aparentemente" yo, en estos "aparentes" dos blogs, definitivamente locos para el mundo, o ajenos al mundo aunque sigan en el mundo. No podía ser de otra forma si su única referencia es ya, como la mía, un Dios que se hace Hombre por amor, un Rey que se deja humillar y asesinar como un delincuente y reina desde un patíbulo: nosotros predicamos a Cristo crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

Nosotros predicamos... Hoy -siempre es Hoy- se nos envía de nuevo -todo es Nuevo- a predicar, comenzando por Jerusalén, que eres tú y soy yo.

Todo empieza a desmoronarse en la representación de este mundo que pasa, está pasando, pero no queremos verlo. Hemos puesto un velo entre nosotros y esa realidad, un velo o telón que solo se levanta cuando el equilibrio ficticio y anestesiante es alterado por una enfermedad, una muerte o un magnífico desastre, que diría Zorba el griego, un acontecimiento aparentemente trágico que acaba revelando su centro de Luz, esa llama que encendió el primer Resucitado, alegría de los hombres, nuestro Camino de regreso a la Vida verdadera.

                        Jesús, alegría de los hombres, Bach, por Sissel Kyrkjebo

sábado, 20 de abril de 2019

La Gloria de la Resurrección


Evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo, camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

                        La Resurrección del Señor, Paraclesion de San Salvador en Chora

Pero aún no se dieron mucha cuenta de que el mundo había muerto en la noche. Lo que aquellos contemplaban era el primer día de una nueva creación, un cielo nuevo y una tierra nueva. Y con aspecto de labrador, Dios caminó otra vez por el huerto, no bajo el frío de la noche, sino del amanecer.
G. K. Chesterton

Pasó un Resucitador por el mundo y nació en el mundo una esperanza más grande que todos los siglos; la cual no morirá. Uno que ya no tenía esperanza ha escrito: "Jesús es simplemente la esperanza más grande que ha pasado por la Humanidad..."
Oh Renán, escucha: No ha pasado.
Leonardo Castellani


Vieron el sepulcro vacío y creyeron. Entonces comprendieron las Escrituras y las palabras de Jesús, que había anunciado su muerte y resurrección.

Cristo ha vencido a la muerte por nosotros para que también resucitemos. Es la Buena Noticia para los que estábamos condenados a muerte. Morir ya no es morir, es solo un paso, el tránsito hacia la vida perdurable y dichosa. Así lo entendieron los apóstoles después de la resurrección del Maestro. Experimentaron que Jesús estaba vivo, y comprendieron que su promesa de vida eterna es una promesa que se cumple.

Y así lo proclaman a los cuatro vientos: “ha resucitado”. La muerte no es el final; Jesús abre el camino hacia una nueva humanidad; lo imposible ya es posible. 

Creer en la resurrección de Jesús, no solo es tener por cierta su resurrección, sino resucitar. Ya hemos resucitado con Él. “¡Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz!” (Efesios 5,14).

El Hombre Nuevo es la Resurrección, que se puede vivir ya, ahora, antes incluso de haber atravesado la puerta que es la muerte. Porque hemos muerto con Cristo y  hemos resucitado con Él. Dios se ha hecho hombre para salvarnos de la muerte eterna; ha pagado por nosotros; ha muerto en nuestro lugar para, resucitando, resucitarnos. Podemos darlo por seguro, porque Jesucristo lo ha prometido y Su Palabra no pasa porque es Palabra de Vida eterna.  


  Ave Verum Corpus, Mozart. L. Bernstein

            Aparente paradoja del cristiano: consciente de su cuerpo mortal, y, a la vez, convencido de la inmortalidad del alma. Sería contradictorio, si no hubiera venido Jesucristo a elevarnos con Él y llevarnos a un destino increíble: la resurrección total del individuo en cuerpo glorioso, alma y espíritu. El cuerpo, nacido del polvo, es elevado a una dignidad jamás pensada, un destino de Gloria eterna. Jesucristo lo ha glorificado, al encarnar como uno de nosotros.

Así lo explica San Pablo en la Primera Carta a los Corintios: “Se siembra un cuerpo corruptible, resucita incorruptible; se siembra un cuerpo sin gloria, resucita glorioso; se siembra un cuerpo débil, resucita lleno de fortaleza; se siembra un cuerpo animal, resucita espiritual”.

Por eso, no queremos ser inmortales, sino volver a casa, hijos pródigos, resucitados. El inmortal no muere, y necesitamos morir, porque el que no muere, no da fruto, el que no muere, no resucita, el que no muere, no vive para siempre con el Señor de la Vida. 

Si para la inmortalidad, según la concebían los filósofos griegos, no era necesario morir, para resucitar, es imprescindible. Y muriendo ya a nosotros mismos, podemos vivir como resucitados en este mundo de formas y apariencias, que es figura del otro, el verdadero. Inmanencia y trascendencia integradas, alineando en vertical al ser humano nuevo que ya somos, mientras esperamos la Resurrección definitiva

Jesucristo ha glorificado el cuerpo, ha iluminado la materia a través de Su Encarnación-Cruz-Resurrección. Ha tomado el sufrimiento, la entropía, lo efímero, la caducidad de la carne, consustanciales a nuestra condición. Ha tomado todo lo que nos separaba de Él y del sueño que Dios soñó para nosotros y lo ha transmutado, purificado, convertido en "combustible" para el mejor de los futuros. Y toma también el futuro, porque decidimos volver con Él a ese Presente intemporal en que ya somos. En www.viaamoris.blogspot.com  , otra mirada a lo que hoy celebramos.

Solo con corazón de poeta podemos "asomarnos" al misterio de la Resurrección de la carne y la realidad del cuerpo glorioso, esa materia iluminada que Jesucristo, Luz del mundo, inaugura. Si además, el poeta es sacerdote y experimenta cada día, en sus propias manos, la dicha de "los que creen sin ver”, puede transmitir mejor lo que intuye y siente. Así lo hace José Miguel Ibáñez Langlois, con versos esenciales y asombrados, sin puntuación:


…los ángeles le restituyen la sagrada materia
que la pasión dispersó por los elementos del mundo
por los látigos los puños los harapos
el madero el velo de la Verónica a los cuatro vientos
esa materia debe ser difundida por los siete vientos
y al mismo tiempo serle restituida a su glorioso dueño
el mundo es ya una reliquia pero el cuerpo debe estar íntegro
porque dentro de unos segundos ese cuerpo
                                                                          oh Dios
cuatro segundos
                          tres
                                 oh Dios ese cuerpo oh
dos
       uno
              ese cuerpo oh Dios
                                             ya
resucitó.

                       ***

Jesús
de ahora en adelante ya no te llamarás
tierra desolada
ni
el leproso se muere
ni
maldita en ti la luz del universo
no
sino que en adelante tu nombre será
casa del hombre
y
la otra cara del sol está naciendo
y
Amor mío amor mío eternidad.

                                       José Miguel Ibáñez Langlois


                                                      Diálogos Divinos. Resurrección

Un sepulcro nuevo



                                                       El entierro de Cristo, Caravaggio


               Cuando menos lo esperes, será la parte más oscura de la noche. No es nuestra súplica la que trae de regreso al Maestro; Él viene cuando ve que hemos completado nuestra preparación. El sufrimiento de esperar está en proporción al gozo de la resurrección.

                                                                                               Thomas Keating

Jesús es introducido en un sepulcro nuevo, como nuevo e intacto fue el vientre inmaculado, escogido para su primera concepción, pues el enterramiento de Cristo es el comienzo de una segunda, breve y maravillosa gestación.
El cuerpo de Jesús, su cadáver, se transforma milagrosamente en el cuerpo glorioso que aparecerá ante María Magdalena, y después ante el resto de los discípulos más cercanos.
A nosotros también nos espera esa gestación callada y prodigiosa. Precisamente cuando todo parezca haber acabado, comenzará lo nuevo, porque nuestra carne ha heredado, por Él, el mismo destino de transmutación en cuerpo glorioso, inmortal.
             En todos nosotros, seamos más o menos conscientes de ello, palpita un deseo de resurrección. Y para todos los que siguen a Jesucristo y quieren imitarle, la vida es un cortejo con la muerte. Vamos asumiéndola, afrontándola, venciéndola para alcanzar el alba de la Resurrección. Por Él y con Él, vamos aprendiendo a unir la Cruz, inevitable en este mundo de sombras y noches largas, con el anuncio alegre de la Pascua.

              Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, hace posible con su muerte y su resurrección el triunfo de la vida para toda la humanidad. Desde ese momento, verdaderamente actual, no vivimos sometidos al tiempo y la muerte, vivimos en Kairós, el tiempo de la gracia, y la muerte ya no tiene poder sobre nosotros. Sufrimos y morimos como una circunstancia temporal, sobre la que nos alzamos, para llegar a nuestro destino de seres creados para vivir eternamente.
              Así lo expresa San Pablo en la Primera Carta a los Corintios (1 Cor 36.42-44.51-55):

            Lo que tú siembras no revive si no muere. (...) Pues así en la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción y resucita en incorrupción. Se siembra en vileza y se levanta en gloria. Se siembra en flaqueza y se levanta en poder. Se siembra cuerpo animal y se levanta un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo animal, también lo hay espiritual. (...) Voy a declararos un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al último toque de la trompeta -pues tocará la trompeta-, los muertos resucitarán incorruptos y nosotros seremos transformados. Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito:
            La muerte ha sido sorbida por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?

                                          Diálogos Divinos. La Reina del Cielo 13

jueves, 18 de abril de 2019

Crucificados con Cristo


Tomaron a Jesús, y cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado "de la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: "Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos".
                                                                                                                       Juan 19, 16-19

Crucifixión de Jesucristo, El Greco
                             
Pues por la ley yo he muerto a la ley, viviendo para Dios. Estoy crucificado con Cristo. Y vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí.
                                                                                        Gálatas 2, 19-20


Jesús estará en la agonía hasta el fin del mundo: no cabe dormir durante todo este tiempo.    
                                                                                  Blaise Pascal

           "Mirad el Árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la Salvación del mundo. ¡Venid a adorarlo!" Es la antífona que se repite hoy. Nos invita a contemplar de nuevo la unión de cielo y tierra, arriba y abajo, interior y exterior; todas las antinomias, dualidades y distorsiones asumidas y resueltas en la Cruz, donde se gesta el triunfo de la Resurrección.
            Porque Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios, que se inmola a Sí mismo a través de Su Hijo en un Sacrificio irrepetible, donde Él es a la vez víctima inocente e inmortal, sacerdote todopoderoso, altar perpetuo y fuego puro.
            Si miramos el Misterio del Gólgota y la Resurrección con los ojos del corazón, descubrimos que el Reino de Dios es Jesucristo. Dice Ivo Le Loup que el único modo de poder imaginar lo que puede llegar a ser la vida en ese Reino es mirar lo que Él ha hecho aquí abajo.
            Si la Encarnación es ya un acto de amor infinito de Dios hacia el hombre, su Sacrificio y su Resurrección son la plenitud de ese amor, algo tan inconcebible que la mente se rinde y se retira.  www.viaamoris.blogspot.com

POR LA CRUZ A LA LUZ

En ese cuerpo muerto está la Vida,
y no es una metáfora o un símbolo.
Figura y símbolo era la serpiente
de bronce, salud para el que la miraba.
Y aquí no hay curación, hay mucho más;
un infinito más: la Salvación,
Luz inmortal, corriendo por sus venas  
eternamente nuevas, Luz de Luz.

Mira a Cristo en la cruz, es lo que toca
representar ahora en este drama
que hemos creado desde la caída
en el sueño del sueño. Qué estridente
despertador hemos necesitado. Él lo sabía
y vino a hacerse hermano,
a hacerse tú, a hacerse yo,
en un vientre escogido de doncella inmaculada.

Pero ahora toca sombra, cadáver vertical
de Dios suspendido en un madero,
abrazo mudo y sordo al universo,
con esos brazos yertos,
con ese rigor mortis divino que ha cubierto
la tierra de tiniebla, el alma
de miedo, desamparo y soledad…

Es lo que toca...
Si te quieres creer que el tiempo puede
vencer la eternidad, que el tiempo vence
con su estela de muerte y destrucción,
mira el cadáver, quédate en ese rostro inexpresivo,
rígido, seco, máscara
de silencio endurecido,
con el nunca jamás en cada rasgo,
con el nunca jamás
de todos los que han muerto y morirán.

Pero acaso has conocido de este drama
lo que sé, lo que tantos van sabiendo,
pues nos lo han enseñado desde arriba.
Tal vez has visto o intuido la tramoya,
y miras el cadáver y sabes que es tan solo
lo que toca que veas, lo que cambia
mirada y universo, los transforma
desde la raíz, y el nunca más se desvanece,
como sombra que es, ante la luz.

Que el muerto está a la vez resucitado,
que su cuerpo glorioso está debajo
del cadáver sombrío, de la mueca
de fúnebre agonía que tienen los cadáveres
en este valle de lágrimas,
valle de crear almas, que decía el poeta.

Porque hay otras lágrimas, las buenas,
que manan de la Fuente
y se deslizan suaves, dando Vida.
Hay otras lágrimas que no deforman
el rostro en gesto de dolor,
lo expanden, comunión
de las aguas, y unen lo que el drama
de la vida fingió separar, simulacro de ausencias,
sombras mudas moviéndose indecisas,
autómatas sin alma, olvido de la Esencia,
la cueva de Platón.

Pero la cruz… hermosa o tremenda…
¿Es muerte o gloria?
¿Es patíbulo o es trono?
¿Tiniebla o resplandor?
Dime qué miro,
qué he de mirar en ella,
que es lo que Tú quieres que vea.

Mira al Resucitado en el cadáver,
contempla ya su gloria en ese cuerpo
inmóvil y callado.
Verás que en ese muerto está la Vida
y esa cruz ensangrentada es más bella
que los cedros del Líbano,
más hermoso su perfil de sombra 
que los árboles de oro de las Hespérides.

El que vino a mostrarnos el regreso
al Árbol de la Vida muere en un árbol falso,
dos maderos en cruz para hacerse patíbulo.
El que vino a salvarnos de la muerte
cuelga muerto, con la expresión tremenda
de todos los cadáveres,
en un árbol de una sola rama
de donde cae, gota a gota,
hasta la tierra, la sangre
del Único fruto,
la sangre
de Dios,
gota
a
g
o
t
a
.

Qué espantoso final, qué asombroso comienzo...
Que al principio era el Verbo,
y el Verbo es anterior y posterior,
el Verbo es todo,
siempre,
y más que siempre,
eternidad,
inmune a la muerte y sus secuaces.

Mira otra vez la escena con los ojos
que han creado los ojos,
mírala bien, hasta que veas
sobre la cruz, la Cruz de Luz.

Mensaje recibido,
me quedo en la mirada vertical,
ese centro de vida donde Soy.
Se acabaron los “qué”, comienza el “cómo”.

Ni lo que veo, ni lo que quieres que vea,
es cómo veo, si mira la Luz
donde nace la Cruz, con su peso de estrella,
rayo de Amor en vertical descenso,
el Árbol de la Vida
gravitando y suspendido,
inspirando cuando baja,
aspirando en la subida al mismo tiempo,
gloria desdibujando lo fatal,
hermosura antigua y nueva
devolviendo la tersura
a este viejo secarral de confusión y miedo.

Por la cruz a la Luz, 
en espiral de Amor. 
Dios muerto, Dios resucitado,
dibujando el retorno
con signo de infinito vertical.
Torsión bendita, camino de vuelta,
borrando distorsiones,
uniendo los extremos
en un lazo sagrado.
Tor–Sión, volvemos a Sión.


                                         La Pasión según San Mateo, J. S. Bach. Coro final