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sábado, 31 de diciembre de 2022

Santa María, Madre de Dios


Evangelio según san Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

                                              Adoración de los pastores, Murillo

                                                       Bendecid, que para esto hemos sido llamados,
                                                       para ser herederos de la bendición.
                                                                                                                         1 Pedro 3, 9

Dice Henry Nouwen que dar una bendición crea aquello que pronuncia. La bendición tiene que ver con la afirmación de la bondad original del otro. Tal vez por eso me gusta tanto y me mueve por dentro la Bendición de El Libro de los Números, que la liturgia propone para recibir el nuevo año:

El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti y te conceda la paz.
                                                          Números 6, 24-26

Acojamos con gratitud y buen ánimo la bendición que el Señor nos ofrece sin cesar, conscientes de que Él, fiel a su promesa, está con nosotros siempre (Mateo 28, 20), en cada acontecimiento, cada encuentro, cada ausencia, cada palabra, cada silencio, cada alegría y cada tristeza, porque nada ni nadie nos puede separar de Su amor (Romanos 8, 38-39).

Teniéndole a Él de nuestra parte, nada logrará abatirnos ni robarnos la paz. Entonces, como decía la optimista y audaz Juliana de Norwich, hace más de seiscientos años, todo irá bien, y todo irá bien, y toda clase de cosas irán bien (all shall be well, and all shall be well, and all manner of things shall be well).

La mejor, más efectiva y poderosa bendición que podemos dar y darnos tiene que ver con lo que hoy leemos en el Evangelio: y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (Lucas 2, 21).

Si dudamos de que todo irá bien, podemos recordar las palabras de San Bernardo y pronunciar, compartir, pensar y sentir este Nombre nuevo y antiguo, Nombre eterno, que no separa ni divide como el resto de los nombres, sino que ilumina, transforma y da la Vida:
El nombre de Jesús no es sólo luz, también es alimento. ¿No te sientes reconfortado siempre que lo recuerdas? ¿Hay algo que sacie tanto el espíritu del que lo medita? ¿O que pueda reparar tanto las fuerzas perdidas, fortalecer las virtudes, fomentar el amor?
Que el Nombre de Jesús nos bendiga cada día de nuestra vida y que seamos capaces de conservar la gracia y los dones recibidos, meditándolos en el corazón, como hacía María, Madre de Dios, misterio y dogma que hoy celebramos para iniciar el nuevo año a la luz misericordiosa de su mirada. www.viaamoris.blogspot.com 

Su Corazón Inmaculado triunfará sobre todo y sobre todos, porque la victoria es de Cristo, y Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra es un solo eslabón con su Hijo. Por eso, digan lo que digan, proclamen el Quinto Dogma Mariano oficialmente o no lo hagan, ella es, desde siempre y para siempre, corredentora. 

                                                       197. Diálogos divinos. ¿Corredentora?


                                                      198. Diálogos divinos. ¿Corredentora? II



LA VISITADORA

Era Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si la puerta crujiera cuando entrara.
Era una mujer seca, harapienta y oscura
con la frente de arrugas y la espalda curvada.

Venía sucia de barro, de polvo de caminos.
La iluminó la luna, y no tenía sombra.
Tembló María al verla; la mula no, ni el buey,
rumiando paja y heno igual que si tal cosa.

Tenía los cabellos largos color ceniza,
color de mucho tiempo, color de viento antiguo.
En sus ojos se abría la primera mirada,
y cada paso era tan lento como un siglo.

Temió María al verla acercarse a la cuna.
En sus manos de tierra, ¡oh Dios!, ¿qué llevaría…?
Se dobló sobre el Niño, lloró infinitamente
y le ofreció la cosa que llevaba escondida.

La Virgen, asombrada, la vio al fin levantarse.
¡Era una mujer bella, esbelta y luminosa!
El Niño la miraba. También la mula. El buey
mirábala y rumiaba igual que si tal cosa.

Era en Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si la puerta crujió cuando se iba.
María al conocerla gritó y la llamó: «¡Madre!»
Eva miró a la Virgen y la llamó: «¡Bendita!».

¡Qué clamor, qué alborozo por la piedra y la estrella!
Afuera aún era pura, dura la nieve y fría.
Dentro, al fin, Dios dormido sonreía teniendo,
entre sus dedos niños, la manzana mordida.

                                                                           Antonio Murciano


                                                       Mary, did you know? Pentatonix


He aquí que Yo hago nuevas todas las cosas…, dice Jesús en el Apocalipsis. Todo nuevo… Esa transformación de la anciana oscurecida, arrugada, encogida de tiempo, olvido y pecado, en la joven luminosa de inocencia recobrada es lo que anhela nuestro corazón, lo que cantan todos los poetas (escriban poemas o no…). Es la belleza, tan antigua y tan nueva, por la que San Agustín dio todo…. Porque Él nos hizo para Sí... Que descanse ya ahora nuestro corazón en Él, Dios con nosotros, tan cerca que es más íntimo a mí que yo misma…, tan cerca que está dentro… Detente, descansa, alma mía, recobra tu calma; nada te turbe…. 

Todos los poetas, todos los amantes del Amado, todos los adoradores vengan y vean cómo la manzana mordida de pecado se deshace en el polvo de los siglos, porque la verdadera Historia comienza con Aquel que hace nuevas todas las cosas. Todo nuevo, lo demás, el miedo, la angustia, las pérdidas, los fracasos, las derrotas…, todo es sueño, viejo sueño de olvido y separación…, píxeles de una matrix virtual, que se borran y desaparecen con solo pulsar una tecla, la tecla del Amor, que ya fue pulsada antes de todos los tiempos, fue nuevamente pulsada cuando María dijo "hágase" y el Salvador vino al mundo, y permanece activada, desde entonces, para que sigamos amando hasta el final, que es el nuevo Principio. Cielos nuevos, tierra nueva… 

Hoy, a punto de iniciar otro año para la historia que pasa, entrego mi manzana mordida al Niño del pesebre, que me mira bajo la sombra de una cruz. Le doy mi vieja manzana de miedo y deseo, de sueño y tristeza, de olvido y cansancio, y Él, con Su mirada de Amor, me ilumina, me transforma, me endereza, vuelve a crearme, para una nueva Vida en Él. 

Durante mucho tiempo creí que mi nombre significa "la bien nacida", hasta que el padre Josemaría, uno de los mejores sacerdotes y personas que he conocido, me dijo que, en realidad, significa "la bien generada". Después de una vida de olvido y ceguera, de tantos años para el polvo y para el viento, pido al Niño que, ya que no he hecho honor al nombre que me puso mi madre querida, pueda ser, al fin, "la bien regenerada", para que mis dos madres ya siempre juntas sonrían, porque camino hacia ellas en este tramo del valle de lágrimas que se va acortando. 

Día de gracias, día de bendiciones, agradezco tanta gracia al Señor que ha venido a salvarnos y a devolvernos la Vida divina que perdimos, y, como Eva regenerada, le digo a la Madre: ¡Bendita! Ella, por quien nos vino la Gracia y que es mediadora de todas las gracias, nos bendiga y acompañe cada día.

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