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viernes, 14 de abril de 2017

Mirad el árbol de la Cruz


Tomaron a Jesús, y cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado "de la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: "Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos".
                                                                                                                        Juan  19, 16-19

La Cruz: árbol de la vida, detalle 
del mosaico del ábside del siglo XII 
de la Basílica de San Clemente de Roma
                                              La Cruz: árbol de la vida, detalle del mosaico
                             del ábside del siglo XII de la Basílica de San Clemente de Roma



           Vedado está el arribo a este reino de aquel que no ve en Cristo, en la cruz, después y antes, al Dios vivo. Mas mira: muchos gritan “¡Cristo, Cristo!” que en el juicio serán menos cercanos a Él que alguno que no conoce a Cristo.
                                                                                                                     Dante
                                                                                                    Canto XIX del “Paraíso”
                      

Hoy contemplamos a un Rey crucificado, coronado de espinas, que agoniza entre dos ladrones por amor. En todo el universo, se escucha la antífona: “Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. ¡Venid a adorarlo!”.
El único Sacrificio de Cristo ofrecido en el Gólgota, en el altar de la Cruz, se actualiza en cada Eucaristía por una misteriosa eficacia divina, y es ciertamente Su cuerpo entregado y Su sangre derramada por nosotros. Verdadero alimento que, en lugar de transformarse en nuestro cuerpo, como sucede con el alimento material, una vez ha sido asimilado, nos transforma en Él, nos va integrando en la divinidad de Cristo hasta que podamos decir con San Pablo: “Vivo, pero no yo: es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). Hombres nuevos, nacidos de agua y espíritu, dispuestos a entregarse como Él.

          Estamos en el camino más sublime, el que integra todos los caminos. No lo desvirtuemos, ni lo convirtamos en un camino “descafeinado”. Sigamos a Aquel que no tenía dónde reposar la cabeza, el que pasó cuarenta días en el desierto y venció las tentaciones, el que recorría aldeas y caminos sin descanso, el que ayudaba, perdonaba y amaba hasta el extremo. El que, por amor y fidelidad, llego hasta la Cruz.
          Es tiempo de austeridad, de vigilar y estar alerta como nunca. Es hora de velar.



                                               Nadie te ama como yo, Martín Valverde


Sí, ha muerto… Nuestro Dios, nuestro hermano Jesús ha muerto…, es decir, estamos vivos, es decir, estamos salvados, es decir, ahora ya podemos con justicia y con derecho entrar eternamente en la casa de Dios. Estamos vivos para estar vivos, no para dormirnos, no para vivir un feto de cristianismo, no para ser mediocres, sino para estar vivos…
Por las llagas de Cristo, por la agonía de Cristo, ¡no hagamos inútil la Pasión del Señor, no malgastemos las siete palabras que él dijo para nosotros! ¡Por las llagas de Cristo, que cuando él vuelva no nos encuentre dormidos!
                                                                                    José Luis Martín Descalzo


A cambio del árbol que provocó la muerte,
crecido en medio del Paraíso,
llevaste sobre los hombros el árbol de la Cruz,
hasta el lugar llamado Gólgota.

Alivia mi alma, derribada en el pecado
y que lleva una carga tan pesada;
alíviala gracias al "yugo suave"
y gracias a la "carga ligera" de la Cruz.

El viernes, a las tres,
el día en que el primer hombre fue seducido,
fuiste clavado, Señor, sobre el madero,
al mismo tiempo que el ladrón criminal.

Tus manos, que habían creado la tierra,
las extendiste sobre la Cruz,
a cambio de las manos de Adán y de Eva que se habían extendido
hacia el árbol donde habían recogido la muerte.

Yo que pequé como ellos,
e incluso los sobrepasé…,
perdóname mi delito
como a ellos en la región en donde la esperanza está desterrada.

Subiste sobre la Santa Cruz,
eliminaste la transgresión de los hombres;
y al enemigo de nuestra naturaleza
lo clavaste allí.

Fortifícame bajo la protección
de este santo signo, siempre vencedor,
y cuando se levante en Oriente,
ilumíname con su luz.

Al ladrón que estaba a tu derecha
abriste la puerta del Paraíso;
acuérdate también de mí cuando vuelvas
con la realeza de tu Padre.

Que también yo pueda escuchar
la respuesta que hace exultar:
“¡hoy, estarás conmigo en el Edén,
en tu primera patria!"


                                                                                             San Nersés Snorhali

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