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sábado, 9 de mayo de 2015

La alegría de volver

 
Evangelio de Juan 15, 9-17
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros”.
 
 
jesus sonriente en pelicula pasion
                                               Fotograma de La Pasión, de Mel Gibson
 
 
        La alegría es una necesidad y una fuerza para nosotros, también psíquicamente. Una hermana que cultiva el espíritu de alegría siente menos la fatiga y está cada día dispuesta a hacer el bien. Una hermana rebosante de alegría predica sin predicar. Una hermana alegre es como el rayo de sol del amor de Dios, la esperanza de la alegría eterna, la llama de un amor ardiente.
        La alegría es una de las mejores garantías contra la tentación. El diablo es portador de temor y barro, toda ocasión para lanzárnoslo es buena para él. Un corazón alegre sabe cómo se ha de proteger.
                                                                                                             Teresa de Calcuta



         Según la cronología hinduista, estamos en Kali Yuga, era de luchas e hipocresía, era de perdición, lo más alejado a la Edad de Oro.

          En cambio, en la Perspectiva universal del desdoblamiento de los tiempos y la Lógica global convergente, que tanto me inspiran y cito a menudo, estamos en el cierre de una apertura temporal, donde queda en evidencia como nunca el camino estrecho, el ojo de aguja, la única opción posible que es volver a Casa, hijos pródigos que somos.
 
         Es lo que se conoce como "los últimos tiempos", en los que los cristianos esperamos la segunda venida de Nuestro Señor. Aunque Él no deja de venir cada día, en cada circunstancia, cada encuentro, cada instante si estamos despiertos, esas venidas intermedias que dan sentido a nuestra vida y nos sostienen. Porque Él sigue estando con nosotros, fiel a su promesa.
 
          El planeta nos avisa con desastres naturales de que hemos ido demasiado lejos por ambición y soberbia. La sociedad está llegando a límites nunca conocidos de crispación y egoísmo. El sistema económico se hunde. Hay cada vez más zombis y menos hombres y mujeres íntegros. Los mensajes apocalípticos se propagan por doquier.... Son los efectos del sueño dentro del Sueño.

          Pero nada es bueno mi malo, todo tiene sentido a la luz de esa elección que es regresar a lo que somos, la esencia original de Hijos que Jesús nos restauró.
 
          Nunca como hoy hemos de ser valientes y decididos, coherentes, despiertos, reales. Pero esta actitud no debe llevarnos a vivir con miedo o aprensión. Como dice la Beata Teresa de Calcuta, es el diablo el que nos envía barro, temor y amenazas, para separarnos de la alegría de los hijos de Dios. Y es que la esencia del diablo es la separación.

           Un verdadero cristiano, que ha experimentado en su corazón la comunión con Jesucristo, no puede someterse al miedo ni dejarse amedrentar. El cristiano vive alegre y confiado, sin dejar de velar, pues no sabemos el día ni la hora. Velar, vigilar, estar atentos, sin temer ni cerrarse ni esconderse, sin dejar de amar. Donde hay amor no hay miedo. Valientes, decididos y seguros, avanzando juntos en el camino de regreso.
          
          Que nada ni nadie nos arrebate nuestra alegría, la que Jesús nos confió; porque nada ni nadie, como dice San Pablo, puede separarnos de Él, que es también nuestro amor, nuestra libertad, nuestra esperanza, el único capaz de hacerlo todo nuevo y guiarnos de regreso a la Casa del Padre.

          "Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro." (Rom, 8, 38-39)


                                          
                                           ¿Quién te separará de mí? Hermana Glenda
 

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