Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










viernes, 18 de enero de 2013

¿Crisis? ¡Qué espléndido desastre!

 
El Metro de Madrid es asombroso. Cada vez que viajo en él, encuentro algo importante, dándole a la palabra importante el sentido verdadero, el que le daba el Principito cuando hablaba de su querida flor, a la que tanto había atendido, regándola, abrigándola con el fanal, escuchándola, matándole los gusanos, a excepción de dos o tres que se habían convertido en mariposas.

Si viajas en Metro con los ojos, los oídos y el corazón atentos, no hay mejor película ni mejor novela, no hay mejor manera de viajar, que en las entrañas de una ciudad terrible y cálida, dura y acogedora. Por eso, a menudo siento la necesidad de compartir los milagros que presencio, la vida que sale a nuestro encuentro por las venas de Madrid. Allí conozco a algunos de los ángeles que me inspiran y me recuerdan quiénes somos y adónde vamos.

Hoy quiero compartir uno de mis últimos viajes en Metro, donde he conocido a Robin, pura alegría generosa y vital, que canta a cambio de lo que podamos darle, una moneda, una sonrisa, una atención verdadera. Antes de empezar, dijo en el centro del vagón que la canción, Subterráneo final, la había compuesto él, basándose en las historias anónimas que viajan con nosotros. Al final de su actuación, sugirió que buscáramos su vídeo en You Tube. Así lo hice y aquí lo cuelgo. Que aprendamos a darnos a nosotros mismos cada vez que damos algo.


 

Robin, de los bosques o de los trenes, buen nombre para alguien que se dedica a dar, dándose, e invita a los demás a que se den sin escamoteos. Un cantante del suburbano y de la vida, que, en lugar de pedir, se ofrece. Porque Robin no pide dinero, sino atención y sonrisas; las monedas que pueda recibir son en realidad un regalo que los viajeros se están dando a sí mismos.

Dice cosas como: cuida muy bien tu corazón, mira lo que guardas allí, eso es lo tendrás para dar. Una lección de arte, dignidad y optimismo.
 
Nos recuerda algo tan repetido y sencillo como poco comprendido, y mucho menos practicado: que en crisis como la que vivimos, si queremos que todo cambie, antes tenemos que cambiar nosotros mismos.

 Cambiar nosotros primero, para que el cambio sea posible en este desastre total que abarca todos los niveles, desde lo más evidente a lo más profundo y enraizado: económico, social, político, cultural, personal, de valores, espiritual...

            Ahora que todo se tambalea, y en cualquier circunstancia, pues siempre hay crisis en nuestras vidas, hemos de comenzar por un cambio interior. La palabra viene del griego, krisis, y esta de krinein, y significa decisión, discernimiento, replantear. En japonés se traduce como oportunidad.

            Cada crisis puede ser una catástrofe total, un desastre sin remedio, o un espléndido desastre, como dice el asombroso Zorba al reprimido y pusilánime Basil, por fin despierto (abajo, la escena final de Zorba el griego). Muchos han vivido desastres en sus vidas; no todos son capaces de transformarlos en espléndidos desastres.
 

 
 
Zorba el griego (1964), de Cacoyannis, con Anthony Quinn y Alan Bates.
Basada en la novela Vida y aventuras de Alexis Zorbas (1946), de Kazantzakis.
 
 
             Que sepamos enfocar la mirada para descubrir, como Auguste Rodin, que más bella que la belleza es su ruina. Que cada magnífico, espléndido desastre nos permita liberarnos de lo que ya no sirve, dentro y fuera, para transformarnos y empezar de nuevo, a partir de lo esencial, sin lastre ni prejuicios, con el alma libre y el corazón abierto.

            No sabemos de qué está hecha la mezcla de hierbas para una infusión hasta que echamos agua hirviendo encima de ella. El agua ya hierve sobre muchos, fuera y dentro; abrasa. Va siendo hora de comprobar de qué estamos hechos.

            De momento, bendita oportunidad, ensayemos ese toque de locura donde empieza la cordura, aprendamos a bailar, a reír, a sabernos vivos, para sentir el gozo de existir en plenitud y libertad, y seguir amando, con alegría y confianza, hasta el final.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario