El Metro de
Madrid es asombroso. Cada vez que
viajo en él, encuentro algo importante, dándole a la palabra importante el sentido
verdadero, el que le daba el Principito cuando hablaba de su querida flor, a la que tanto había atendido, regándola, abrigándola con el fanal, escuchándola, matándole los gusanos, a excepción de dos o tres que se habían convertido en mariposas.
Si viajas en
Metro con los ojos, los oídos y el corazón atentos, no hay mejor película ni
mejor novela, no hay mejor manera de viajar, que en las entrañas de una ciudad
terrible y cálida, dura y acogedora. Por eso, a menudo siento la
necesidad de compartir los milagros que presencio, la vida que sale a nuestro
encuentro por las venas de Madrid. Allí conozco a algunos de los ángeles que me
inspiran y me recuerdan quiénes somos y adónde vamos.
Hoy quiero compartir uno de mis últimos viajes en Metro, donde he
conocido a Robin, pura alegría generosa y vital, que canta a cambio de lo que podamos darle, una moneda, una
sonrisa, una atención verdadera. Antes de empezar, dijo en el centro del vagón que
la canción, Subterráneo final, la había compuesto él, basándose en las
historias anónimas que viajan con nosotros. Al final de su
actuación, sugirió que buscáramos su vídeo en You Tube. Así lo hice y aquí lo
cuelgo. Que aprendamos a darnos a nosotros mismos cada vez que damos algo.
Robin, de los
bosques o de los trenes, buen nombre para alguien que se dedica a dar, dándose,
e invita a los demás a que se den sin escamoteos. Un cantante del
suburbano y de la vida, que, en lugar de pedir, se ofrece. Porque Robin no pide
dinero, sino atención y sonrisas; las monedas que pueda recibir son en realidad un regalo que los viajeros se están dando a sí mismos.
Dice cosas
como: cuida muy bien tu corazón, mira lo que guardas allí, eso es lo tendrás para dar. Una lección de arte, dignidad y optimismo.
Nos recuerda algo
tan repetido y sencillo como poco comprendido, y mucho menos practicado: que en
crisis como la que vivimos, si queremos que todo cambie, antes tenemos que cambiar nosotros mismos.
Cambiar nosotros primero, para que el cambio sea posible en este desastre total que abarca todos los niveles, desde lo más evidente a lo más profundo y enraizado: económico, social, político, cultural, personal, de valores, espiritual...
Ahora que todo se tambalea, y en cualquier circunstancia, pues siempre hay crisis en nuestras vidas, hemos de comenzar por un cambio interior. La palabra viene del griego, krisis, y esta de krinein, y significa decisión, discernimiento, replantear. En japonés se traduce como oportunidad.
Cada crisis puede ser una catástrofe total, un desastre sin remedio, o un espléndido desastre, como dice el asombroso Zorba al reprimido y pusilánime Basil, por fin despierto (abajo, la escena final de Zorba el griego). Muchos han vivido desastres en sus vidas; no todos son capaces de transformarlos en espléndidos desastres.
Ahora que todo se tambalea, y en cualquier circunstancia, pues siempre hay crisis en nuestras vidas, hemos de comenzar por un cambio interior. La palabra viene del griego, krisis, y esta de krinein, y significa decisión, discernimiento, replantear. En japonés se traduce como oportunidad.
Cada crisis puede ser una catástrofe total, un desastre sin remedio, o un espléndido desastre, como dice el asombroso Zorba al reprimido y pusilánime Basil, por fin despierto (abajo, la escena final de Zorba el griego). Muchos han vivido desastres en sus vidas; no todos son capaces de transformarlos en espléndidos desastres.
Zorba el griego (1964), de Cacoyannis, con Anthony Quinn y Alan Bates.
Basada en la novela Vida y aventuras de Alexis Zorbas (1946), de Kazantzakis.
Que sepamos enfocar la mirada para descubrir, como Auguste Rodin, que más bella que la belleza es su ruina. Que cada magnífico, espléndido desastre nos permita liberarnos de lo que ya no sirve, dentro y fuera, para transformarnos y empezar de nuevo, a partir de lo esencial, sin lastre ni prejuicios, con el alma libre y el corazón abierto.
No sabemos de qué está hecha la mezcla de hierbas para una infusión hasta que echamos agua hirviendo encima de ella. El agua ya hierve sobre muchos, fuera y dentro; abrasa. Va siendo hora de comprobar de qué estamos hechos.
De momento, bendita oportunidad, ensayemos ese toque de locura donde empieza la cordura, aprendamos a bailar, a reír, a sabernos vivos, para sentir el gozo de existir en plenitud y libertad, y seguir amando, con alegría y confianza, hasta el final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario