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jueves, 22 de noviembre de 2012

Un arte de vivir



Nuestra apariencia eterna es la apariencia de nuestra juventud en el
sentido supremo, nuestra verdadera juventud, nuestro ser más profundo.
 
Hay un arte de vivir en un estado de síntesis, en un estado de totalidad.
 
                                                                                                                  Henri Boulad



              Vuelvo a ver Lili, de Charles Walters (1953), con Leslie Caron y Mel Ferrer.
             Una película aparentemente cursi y ligera confirma varias intuiciones de los últimos tiempos y me hace plantearme algunas de esas preguntas eternas que suelen llevar en sí mismas la respuesta.        
             ¿Quién soy yo? ¿Qué es lo real? ¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde van quedando las huellas de lo que ha de perdurar? ¿En qué lugar colocarnos, cómo movernos, hacia dónde, con qué mirada y qué actitud, para no volver a caer en las redes de la mentira, y ser para siempre libres, libres, libres?

 

                                              

              Lili habla y canta Hi Lili, Hi Lo con las marionetas manejadas por el amargado Paul, que empieza a enamorarse de la inocencia sincera y libre de quien va a ser su guía hacia la verdad y la libertad.
               La huérfana que la Providencia ha llevado hasta el circo es ajena al improvisado público, pues, a diferencia de Paul (alter ego de la mayoría de nosotros), no está actuando, no finge ni oculta nada. Ella vive animada por su esencia, pura luz.
              Esas marionetas son un símbolo muy acertado de los yoes que conforman el ego, la personalidad, la cárcel, más o menos sombría, en la que estamos confinados, aunque a veces salgamos al patio y podamos ver el sol y el cielo.
            Porque casi todos llevamos dentro diversos yoes o personajes, a veces una legión (Marcos 5, 9), que pueden llegar a anular o asfixiar nuestro Yo real. Por eso, tarde o temprano, hemos de ir deshaciéndonos de ellos.
              Ese desprendimiento o desnudarse progresivo, ese soltar lastre, quitándose máscaras e imposturas, es inevitable en el camino de vuelta al verdadero Hogar, donde no cabe fingir, esconder o aparentar.


 
 
              Parte de las escenas finales, en la versión alemana. No encuentro el baile final completo en la versión original, el "desnudarse" metafórico de Paul, que le libera de sí mismo y le permite Ser y amar.
            Aprender a soltar, a desprendernos de disfraces, poses y artificios, conduce a un estado de síntesis, verdad y plenitud, que solo es posible cuando desaparece la dispersión y mecanicidad de los yoes, causa de inconsciencia y desconexión interior.
 
 
 
              Cuando una persona está llena de sí misma, no se da cuenta del hueco interior de su vida. El ego llena todos los recovecos y, de este modo, impide que se instale en el corazón de la persona la esencia, que es amor. Su personalidad falsifica expresiones de amor, pero le impide vivir la autenticidad del mismo.
                                                                                                  Lluis Serra Llansana
                                                            
 
                                       
                                                        SOLO EL TIEMPO
                                                                                                                                                   
                                                                                                                    Cuando ha desaparecido todo, queda todo.
                                                                                                                                                               Francisco Pino
 
Solo el tiempo puede
ganarnos la partida,
si no somos capaces de perder
como quien vence
o como quien aprende
a atravesar los velos
del sí y el no, del arriba y abajo,
del blanco y el negro 
y ver las cosas, en un instante
de lucidez inesperada,
como son.
 
Pero si aprendemos
a perder con la serena
ecuanimidad del que recuerda
quién es
y no lamenta el cambio
de escenario o de ropaje 
del que se empeña a fondo
en cada nuevo personaje
sin olvidar que es actor
-y no Otelo y no Penélope y no Hamlet-
sin olvidar que el silencio
es arma tan poderosa como la palabra
-a veces, tantas veces, más-,
 
si encontramos en la pérdida
un nuevo afluente, una nueva raíz
que se adentra y avanza y va creciendo,
conseguimos el Bálsamo de Fierabrás
que protege y sana toda herida.
 
Solo el tiempo puede entonces
tratar de ganarnos la partida
y fracasar.
 

2 comentarios:

  1. "Treinta rayos convergen hacia el centro de una rueda, pero es el vacío del centro el que hace útil a la rueda.
    Con arcilla se moldea un recipiente, pero es precisamente el espacio que no contiene arcilla el que utilizamos como recipiente.
    Abrimos puertas y ventanas en una casa, pero es por sus espacios vacíos que podemos utilizarla
    Así, de la existencia provienen las cosas y de la no existencia su utilidad".
    LAO TSE

    Tal vez en este lúcido poema Lao Tse ponía imagenes a una vida de simplicidad y desprendimiento,a ese vaciamiento de - te cito - "yoes" que a veces nos asfixian con sus exigencias y servidumbres.
    Tal vez no sea cuestión de eliminarlos sino de hacerlos tan leves como la imagen que se refleja en un espejo, como los personajes que los actores abandonan, como muñecos de trapo, cuando acaba la función,
    Tal vez así caminaríamos, querida Eugenia, con la suavidad grácil del bailarín que con sus leves evoluciones nos ejemplifica como debemos de habitar y transitar nuestra vida...como nos dice Moratiel: "Sin ser notados"
    Un beso

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  2. Gracias, amigo.
    Expresas muy bien una de las metas previas a la libertad.
    Los “yoes”, antes de llegar a esa levedad que sugieres, suelen hacerse notar tanto que pueden eclipsar el Yo real. Dejemos que un experto en danza, teatro y trabajo interior nos ayude a profundizar y nos anime a ir soltando lo que no somos para ser libres, para Ser:
    “Estamos divididos interiormente, pero no podemos reconocer la pluralidad de nuestro ser, sino a través de la observación y del estudio. (…) Un hombre que tiene “Yo” y sabe lo que se requiere en todos los aspectos, puede actuar. Un hombre que no tiene “Yo” no puede actuar. (…) Para ser un actor verdadero, uno debe ser un hombre verdadero.” G. I. Gurdjieff

    Y el siempre lúcido y consecuente Pablo d’Ors:
    “Cuanto más se observa uno a sí mismo, más se desmorona lo que creemos ser y menos sabemos quién somos.”

    La base del trabajo interior es la observación implacable, que nos lleva a reconocer nuestra propia nulidad, sin paños calientes ni fantasías.
    La buena noticia es que en la nulidad y la fragilidad está, como Cristo reveló a Pablo de Tarso, nuestra fortaleza. Por eso, para todo ese trabajo sobre uno mismo, que a veces parece inabarcable, nos basta Su gracia. Un beso.

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