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viernes, 6 de enero de 2012

Sin miedo y sin deseo




  
          No espero nada, no temo nada de este año que comienza con el cielo grisáceo de los inviernos en que la tristeza parece cubrir la alegría. Pero a lo lejos, por el este, empiezo a vislumbrar otra textura del aire, a percibir otra frecuencia en el silencio, otro ritmo en la luz, y miro como el que ha descubierto el único espejo en el que quiere mirarse.

            No voy a hacer balance de lo que va quedando a la espalda, hoy más erguida, ni quiero saber si fue bueno o malo, pues solo es humo que se desvanece. A través de la ventana, un jirón azul va creciendo, desperezándose, mientras las nubes se apartan a su paso y el gris de su textura algodonosa se va volviendo blanco al contacto de la luz.

            Es buena forma de empezar el año, sentirse nube grisácea con vocación de blancura, deshaciéndose gozosa en el azul que guarda la luz y a veces se esconde, sabio y generoso, para que encuentre el camino de regreso.





           

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