Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










martes, 5 de julio de 2011

Ser o no ser



Los sepultureros exhuman el cráneo
de Yorick, el bufón.
Eugène Delacroix

            El universo se transforma ante mis ojos en este nuevo paseo desde Cibeles, por una Gran Vía que otra vez estoy estrenando. Si antes me costaba concebir que hubiera tantas personas en viviendas como nichos, en ciudades atestadas, en países de sueño, amnesia y soledad, hoy me parece todo mucho más pequeño, más de andar por casa.
          Se diría que solo hay un puñado de personas y sé que sigue habiendo millones. Un puñado y a la vez millones. O una sola persona con infinitos niveles de ser y de comprensión.     
          No sorprende que Hamlet, la única obra de teatro que es Hamlet, se esté representando simultáneamente en varios teatros en el planeta. Pero solo es Hamlet, siempre Hamlet, con actores pésimos o actores brillantes, con actores expertos o simples aficionados.
          Siempre Hamlet, solo Hamlet, con un director excepcional o con otro mediocre.
          Siempre y solo Hamlet.



          SOLO EL TIEMPO

                                                            Cuando ha desaparecido todo, queda todo.
                                                                                                    Francisco Pino

          Solo el tiempo puede           
          ganarnos la partida,
          si no somos capaces de perder
          como quien vence
          o como quien aprende
          a atravesar los velos
          del sí y el no, del arriba y abajo,
          del blanco y el negro
          y ver las cosas, en un instante
          de lucidez inesperada,
          como son.

          Pero si aprendemos
          a perder con la serena
          ecuanimidad del que recuerda
          quién es
          y no lamenta el cambio
          de escenario o de ropaje,
          del que se empeña a fondo
          en cada nuevo personaje,
          sin olvidar que es actor
          (y no Otelo y no Penélope y no Hamlet),
          sin olvidar que el silencio
          es arma tan poderosa como la palabra
          (a veces, tantas veces, más),

          si encontramos en la pérdida
          un nuevo afluente, una nueva raíz
          que se adentra y avanza y va creciendo,
          conseguimos el Bálsamo de Fierabrás
          que protege y sana toda herida.

          Solo el tiempo puede entonces
          tratar de ganarnos la partida
          y fracasar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario