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jueves, 21 de julio de 2011

Rosas en el mar

Resultado de imagen de imagenes castillo de arena

            Vuelvo a ver el castillo de arena de los jóvenes alegres que duermen en la playa. Es una despedida o un hasta pronto o un Dios os bendiga, aunque ellos no saben que mañana regreso a Madrid. Han vuelto a construirlo porque la tormenta de ayer derribó su trabajo minucioso, aún luce inabacabado. Los imagino volviendo a empezar sin lamentarse, con desapego, poniendo en cada detalle, cada ventana, cada almena, un poco de su alma.             
            Cuando estoy contemplando por última vez esta obra de arte efímera, una niña se acerca. Sus palabras son claras y llenas de asombro: "Es mágico, ¿verdad? ¿Dónde está la princesa?" Aún no sabe que la princesa es ella, si quiere. Le doy una moneda para que la eche en la cestita, discretamente colocada a un lado del castillo. Yo echo otra, la última de estos días de gracia junto al mar.
            Los chicos lo agradecen y recibo verdadera gracia de ellos. Me fijo en la sonrisa del más moreno, el que menos me ha llamado la atención hasta hoy. Es una sonrisa espléndida, sincera y natural, que brota de dentro y de más allá de sí mismo; puede que de una raza nueva de seres humanos generosos y libres.
            Me alejo lentamente, sabiendo que estos chicos sensibles y atentos forman parte de mí y que, aunque mañana regreso a la calle Desengaño, volveremos a vernos. Miro hacia atrás; ahí está Júpiter, radiante, y la luna dejando una estela ancha en el mar. Antes de abandonar el paseo marítimo, encuentro una pluma blanca flotando cerca; y creo, en los dos sentidos de la palabra, creer y crear, que en realidad son el mismo.


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