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sábado, 5 de octubre de 2024

"Lo escojo todo"

 

Evangelio según san  Marcos 10, 2-16   

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” Él les replicó: “¿Qué os ha mandado Moisés?” Contestaron: “Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.” Jesús les dijo: “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.” Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús los miró con ira y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

L'opera di Vogel a Palazzo Pitti (Firenze)
Jesús y los niños, Carl Volgel von Vogelstein

Nos creaste, Señor, para Ti y nuestro corazón
está inquieto hasta que no descansa en Ti.

San Agustín
                 
En el Evangelio de hoy, Jesús nos presenta el divorcio como una "distorsión", que Moisés tuvo que aceptar por la dureza de corazón de muchos. Pero el Maestro, como tantas veces, habla desde un nivel que no coincide con el nivel desde el que escuchamos, y, sin duda, no coincide en absoluto con el nivel de escucha de los malintencionados fariseos, que buscan respuestas dogmáticas e inmóviles.

...y serán los dos una sola carne; el matrimonio es figura en el mundo de la verdadera Unión a la que estamos llamados. Una sola carne aquí, en el mundo corruptible, símbolo y figura de la Unidad del Reino incorruptible. Para vivir ya aquí la armonía de allí, para los que no pueden ser eunucos por el Reino (el que pueda con esto que lo haga), existe la unidad indisoluble del matrimonio entre hombre y mujer.

Si para regresar a Casa, hijos pródigos que somos, hace falta decisión, compromiso y coherencia, también para vivir el matrimonio humano, imagen del matrimonio espiritual, las nupcias interiores, hace falta ese compromiso, esa indisolubilidad que es coherencia con la armonía y la unidad a la que estamos llamados. Hablar de matrimonio ya es ir de lo abstracto a lo concreto, y no hace falta ir a casos individuales cuando se trata de trascender identidades para vivir desde la Esencia inmortal.

Aunque es figura, símbolo en lo cronológico y horizontal de una Realidad atemporal y vertical, el matrimonio humano es vocación de unión total y definitiva. Preparación para la meta común de unión sin disolución, de amor que se renueva eternamente como el que se vive en el seno de la Santísima Trinidad.

El encuentro promete más de lo que el abrazo puede cumplir, dice Hugo von Hofmannsthal en La Carta de Lord Chandos. Una sola carne es lo que promete el matrimonio, pero el ser humano integral que somos no se conforma con una sola carne, busca la unidad duradera de las almas en un solo espíritu, un solo Ser. Si fuéramos capaces de conseguir esa unión, la real, la que buscan sin saberlo incluso los más lascivos, la relación sexual dejaría de ser la trampa que engancha, confunde y desgasta, que lastra y degenera cuando se convierte en una obsesión o en un sucedáneo del amor. Ese amor insustituible que no perderemos con la muerte física, sino que viviremos en plenitud porque es reflejo del amor de Dios.

Entonces seremos como ángeles, porque no habrá necesidad de reproducción para perpetuar la especie, como no habrá nutrición, porque los cuerpos gloriosos no estarán sometidos a la entropía. El hambre, la sed, el cansancio o el deseo sexual habrán desaparecido; así que no creo que nadie eche de menos satisfacer un deseo que ya no existe. Quedará ese anhelo de infinito, de unión completa, de Amor verdadero, continuamente colmado en plenitud.

Los eunucos por el Reino son testigos del Amor, porque se encuentran en una situación privilegiada, unidos, en Lo Uno, no como prefiguración sino como realidad. Y no me refiero solo a los sacerdotes, religiosos y consagrados, ni mucho menos tampoco a los que conservan la virginidad física. Hay otra virginidad espiritual, o recuperada, que puede ser tan valiosa, a veces infinitamente más, como la virginidad física mantenida desde el nacimiento. 

Esta es la novedad, se puede ser eunuco por el Reino y virgen espiritual en el matrimonio humano, si vives indisolublemente ligado a Cristo, hagas lo que hagas, pase lo que pase, estés donde estés y con quien estés. Es mucho más profundo que renunciar al matrimonio, o hacer del matrimonio una relación de tres, como dicen en algunas catequesis prematrimoniales. Es amar a Jesús en el otro y que Jesús ame al otro en ti. Y mucho más.... Y mucho menos, porque se renuncia a lo que impide esa Unión que la muerte no  puede romper. Es la verdadera vida en Cristo, para la que el matrimonio o el celibato es solo una circunstancia.

Siempre con Jesús todo es nuevo, y la paradoja es ventana a la Maravilla, porque el que renuncia lo hace en el nivel temporal y recibe mucho más de lo que ha dejado, y, además, también lo que ha dejado, como veíamos el domingo pasado, y lo recibe perfeccionado, sublimado, multiplicado.

Con Jesús todo se integra. Con Él  renunciar en el mundo, lo virtual, es recibir en el Reino, lo real. Porque solo el que es como un niño tiene la suficiente disponibilidad e inocencia que permite decir como Santa Teresita “yo lo escojo todo”. El que acoge el Reino como un niño sabe que en él nada se pierde o se rompe o se separa, porque lo que se da se recibe, a lo que se renuncia, se reencuentra, lo que se suelta, regresa, en una plenitud eternamente renovada donde se tiene Todo, porque se Es en el Todo.

                                                     Alianza de amor, Hermana Glenda

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