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sábado, 6 de marzo de 2021

Tú en mí


Evangelio según san Juan 2, 13-22

Como ya estaba próxima la fiesta judía de la pascua, Jesús fue a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.” Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: “El celo de tu casa me devora”. Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: “¿Qué signos nos muestras para obrar así?” Jesús contestó: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” Los judíos replicaron: “Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?” Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús.  


                            Jesús expulsa a los mercaderes del templo, El Greco
                                              
Jesús, Jesús, Jesús…,
azote de cambistas y de tibios,
cómo  ha de transformarse
el corazón para saber amar
como amas Tú...

Ya no sirven los suaves
vaivenes de lo cotidiano,
no sirve el previsible
empalago de la sensiblería,
ni el cambalache “te doy porque me das”,
donde, creyendo ganar,
perdemos todos,
perdemos Todo,
nos perdemos.

Ya no nos sirve nada
de lo aprendido,
lo conocido
lo familiar,
lo estable y lo seguro,  
no nos sirve nada,
no sirve.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular,
solo ella sirve,
solo la Roca,
nada más sirve
para la Obra.

Es hora de servir
cada uno a los otros,
y todos al Propósito;
servir y recorrer,
el camino de vuelta,
nuestros pies en Tus huellas.

Es hora de servir y de crear
contigo, en Ti,
no de pedir,
ni cambiar o vender para seguir,
tahúres tramposos,
trapicheando vida,
olvidando la Vida donde somos reales.

Se acabaron los negocios
que dispersan y confunden,
derribaste los mercados,
con un gesto profético,
tan lleno de significado,
de sentido esencial
como todos los tuyos,
como Tú.

La representación de este mundo se termina,
caen monedas, caen mesas,
caen sueños, experiencias repetidas,
caen mentiras, caen fichas,
caen barajas enteras
de naipes somnolientos,
castillos tan bonitos como falsos,
siempre a ras de tierra,
círculos planos, cansinos,
pues ni siquiera castillos
en el aire nos atrevimos a hacer…

Esos valdrían,
castillos invisibles hacia Ti,
verticales y dignos,
aire y silencio,
espirales de anhelo.
Esos sí valen,
luz que regresa
decidida a la Luz,
esos sí,
si el castillo o la obra es cada uno,
si el castillo soy yo, 
mejor dicho, Tú en mí,
y no le cuento a nadie
cómo vas elevándome,
espiral de consciencia
que se mira en el Verbo,

si el castillo o la obra que se entrega
soy yo, Tú en mí, y no le digo a nadie
lo que es ni lo que era,
lo que solté, a lo que renuncié
por el Tesoro
escondido en el campo,
el que pierde su vida, encuentra la Vida.

Jesús, Jesús, Jesús…
cómo nombrarte,
si se vuelve de oro
(pobre Midas)
celestial cada letra,
cuando no existe nada más que Tú.

Letras de oro,
pensamientos de oro 
ad-oro te devote,
fundiéndose en una
sola Letra alfa/omega,
y al final, ninguna letra,
ningún sonido,
Unidad primigenia recobrada.

Jesús, Jesús, Jesús,
aún tengo boca y voz para alabarte,
Tú que te hiciste humano,
para hacernos divinos,
Tú, el solo Santo,
sabes que canto 
mi canción a quien conmigo va 
y Ese eres Tú,
desde siempre y para siempre,
más que siempre, eternamente Tú,
Jesús,
Jesús,
Jesús


En el blog hermano, Via Amoris, otra mirada para contemplar el Misterio con temor y temblor.( www.viaamoris.blogspot.com ).


                         Romance del Conde Arnaldos, Amancio Prada


No se entra en la vida de Cristo como a una pastelería, dispuestos a hartarnos de dulzuras. Se entra en ella como en la tormenta, dispuestos a que nos agite, a que ilumine el mundo como la luz de los relámpagos, vivísima, pero demasiado breve para que nuestros ojos terminen de contemplarlo y entenderlo todo.
          José Luis Martín Descalzo


                                      218. Diálogos Divinos. Abandono en tiempo de flagelos

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