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sábado, 17 de octubre de 2020

A Dios lo que es de Dios

 

Evangelio de Mateo 22, 15-21

En aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?” Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.” Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién es esta cara y esta inscripción?” Le respondieron: “Del César.” Entonces les replicó: “Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”


                                         El tributo al César, Valentín de Boulogne


Lo que solemos llamar nuestra vida es una cosa tan circunstancial, tan determinada, tan improbable, que sólo es como un vestido que se pusiera el alma a cada instante.                                                             

                                                                                            Juan Ramón Jiménez

 

¿Dónde estás cuando no estás contigo? Y después de haber discurrido por todas las cosas, ¿qué has ganado, si de ti te olvidaste?

                                                                                                Thomas de Kempis


Los fariseos vuelven a desplegar sus malas artes, sibilinas e hipócritas, para intentar acorralar a Jesús, pero el Maestro aprovecha la ocasión para desenmascararlos una vez más, y para invitarnos a crecer en coherencia. Nos anima a ser valientes y decididos en ese anhelo de Bondad, Verdad y Belleza que alberga el corazón humano. Ya no se trata de escoger algo y soltar algo, sino de soltar todo para escoger Todo, renunciar a la falsa imagen que no somos, la del César, y asumir lo que Somos: la imagen de Dios. Lo expresa mejor San Antonio de Padua en el blog hermano www.viaamoris.blogspot.com 

Porque lo real, lo que Es, lo de Dios…, no está en el “qué”, sino en el “cómo”. Lo que hacemos, como expresión externa de la vida, es insignificante frente a lo que Somos, que se manifiesta en cómo hacemos, decimos, pensamos, sentimos… Atendiendo al “cómo”, todo puede ser del César o de Dios. Limpiar, comer, orar en el templo, reír, ayunar, bailar, dar limosna, jugar…; nada es sagrado, nada es mundano por sí mismo, sino por la actitud con que lo hagamos.

¿Cuál es la mejor actitud, el mejor “cómo”, nuestro “Cómo”?  Con Jesucristo, en Él y Él en cada uno. Con Cristo, como Cristo, Uno con el Padre, salimos de la mentira de lo que creemos que somos, para entrar en la Verdad, lo que Somos realmente. Es el Camino de retorno a Casa. Siempre con Cristo, esto es, con Su Voluntad como vida.

Todos acumulamos y nos aferramos a falsas monedas, visibles e invisibles, por miedo e inseguridad, pero el miedo es una fantasía nacida de la ignorancia, que nos impide recordar que, como veíamos el domingo pasado, nuestro traje de fiesta es amor. Miedo y deseo, dos notas falsas que entonan la melodía desafinada de nuestra vida, hasta que descubrimos nuestra verdadera nota, limpia, clara, y la ponemos al servicio de la sinfonía de la Vida. Es hora de invertir valores y poner nuestra confianza y seguridad en Dios, el único apoyo firme, el único verdadero. Realicemos el Reino en la tierra, para vivir ya como hijos de Dios, los seres infinitos y eternos que somos.

Hoy Jesús vuelve a recordarnos que no somos del mundo, aunque estemos en el mundo; no somos del César, sino de Dios. Nuestro "lugar" no está aquí abajo, en lo limitado y horizontal, en lo que pasa..., sino arriba, en lo alto y profundo, en lo interior. Vivamos en vertical, demos a Dios lo que es de Dios: nosotros mismos, que somos imagen Suya, nuestra esencia original. Solo así alcanzaremos la semejanza perdida.

     Cuando no somos, buscamos nuestra identidad fuera, en cosas, personas, proyectos, circunstancias..., en el César y sus aliados… No solo los bienes materiales nos hipnotizan y nos esclavizan; hay en el ser humano dos inercias que atan: la de buscar experiencias y la de buscar seguridad. Todo se disfraza y se distorsiona por esas tendencias compulsivas a acumular experiencias (tantas veces inútiles) y seguridades (casi siempre ilusorias). Nos escudamos en proyectos nobles, ambiciones loables o altruistas, pero en el fondo es todo producto del  miedo y el deseo. 

      Acaparar o soltar... Hay quien cree que el egoísmo y la codicia está en acaparar "monedas" materiales, dinero, posesiones... Pero hay una codicia más sutil que lleva a acaparar todo. Jesús se refiere a lo material, pero también y sobre todo a esa red o matriz de miedos, deseos, proyecciones, auto justificaciones y expectativas que vamos tejiendo todos alrededor como arañas ciegas. Hay quien acumula monedas de oro con la esfinge del César y quien va acuñando monedas invisibles que enmarañan su alma e impiden que entre la luz. Y al final, muchas veces nos comportamos como niños inconscientes y caprichosos, perdidos en un bosque en mitad de la noche, mientras los lobos aúllan, las sombras crecen y el corazón se encoge, vacío, cerrado todavía. 

Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. No hay mejor manera de expresar esta dialéctica que condiciona nuestras vidas. Es otra expresión del cielo y el infierno que todos llevamos dentro, o de la vida y la muerte como opción primordial. Quedarnos en lo material, en lo falso, en lo que no somos, en el César y su mundo, que nos encanta como las sirenas a Ulises, es atender únicamente a lo que muere. Descubrir los trucos del César, su impostura tramposa e intuir la Verdad es optar por la vida y hacer realidad el Reino aquí, ahora, en nosotros. También las cosas "santas", si se viven con codicia o avidez es dar al César lo de Dios, porque las transformamos en ídolos más sutiles. Es el fariseísmo de hoy, que busca seguridades en el crecimiento espiritual olvidando que solo Dios basta.

Demos al César lo suyo: lo falso, lo efímero, el miedo, lo separado, lo que se quemará, lo que no es, la nada de plata que no nos pertenece; y demos a Dios lo verdadero, lo consciente, lo perdurable, lo que Somos: Suyos.



                                            250. Diálogos Divinos. ¿Y te parece poco? II

La fuerza de César está en el sueño de los hombres, en la enfermedad de los pueblos. Pero ha llegado el que despierta a los durmientes, el que abre los ojos a los ciegos, el que restituye la fuerza a los débiles. 

Cuando todo se haya cumplido y se haya fundado el Reino –un Reino que no ha menester de soldados, jueces, esclavos ni moneda, sino únicamente de almas nuevas y amantes– el imperio de César se desvanecerá como un montón de cenizas bajo el hálito victorioso del viento. Mientras dure su apariencia podremos darle lo que es suyo. El dinero, para los hombres nuevos no es nada. Demos a César, prometido a la nada, esa nada de plata que no nos pertenece.

                                                                                              Giovanni Papini


Ha habido demasiados lutos por resistirnos a los Romanos. Al César yo le daría lo que nos pide. A nosotros nos queda la inmensidad de nuestro Único y Solo, que ellos no pueden conocer. Elevan a los altares a un emperador, un trozo de sangre y carne que no tardará en ser pasto de los gusanos. Démosle a ese César lo suyo y quedémonos con lo que no puede quitarnos.

                                                                        Erri de Luca                                                                              

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