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sábado, 10 de noviembre de 2018

Darse del todo al Todo


Evangelio según san Marcos 12, 38-44

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente dijo: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa. Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos monedas de muy poco valor. Llamando a sus discípulos, les dijo: “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.


Domingo XXXI de Cotidiano. ("El óbolo de la viuda" Anónimo, s. VI. Basílica de S. Apolinar Nuevo, Rávena)
                                      El óbolo de la viuda, San Apolinar Nuevo, Rávena


          Darse del todo al Todo, sin hacernos partes.

   Santa Teresa de Jesús


Ninguna acción surgida de un corazón renunciante es pequeña, y ninguna acción surgida de un corazón avaro es fructífera.  

                      Ibn ‘Atâ ‘illâh

La figura simbólica de la viuda se nos presenta como modelo de la desnudez, el desprendimiento total que, en lugar de cerrar el corazón, lo abre. De nuevo, no es cuestión de tener más o menos bienes materiales, sino de actitud, de no reservarse nada para uno, como María de Betania con el valioso frasco de perfume, del que derrama hasta la última gota sobre Jesús. Es lo que Él le pidió al joven rico, y lo que nos pide a cada uno, renunciar a nosotros mismos para dejar de estar sentados en dos sillas.

Hoy la reflexión va a ser anticipo de la del domingo próximo. Porque la liturgia es conducida por Mano sabia y, si los pasajes que leíamos esta semana nos iban preparando para comprender este darse total y sin reservas de la viuda pobre, que ya veo como una princesa del Reino, enjoyada con oro de Ofir (Salmo 45, 10), el pasaje de hoy enlaza con las lecturas del próximo domingo, de contundencia apocalíptica, atemorizante según la lógica del mundo, de separación y juicio, luminosa y esperanzadora para la lógica del Reino, que nos hace anhelar la plenitud del Origen.

Los humildes para el mundo pueden ser realmente generosos, porque solo se puede dar lo que no se tiene, pues se sabe que hay un solo Dueño. Y a la vez, al que tiene se le dará (Mt 13, 12): en el lenguaje paradójico e integrador de Jesús, el tener de Dios es muy diferente del tener del mundo. El tener del mundo es apropiarse, identificarse, acumular para conservar, asegurar y competir, coleccionando posibilidades y alternativas, ese “por si” que nace del miedo. El tener de Dios, en cambio, es Ser.

La viuda renuncia a las posibilidades, porque ha comprendido que son ilusiones inconsistentes de un mundo condenado a desaparecer. Por eso se da por entero y se somete a la única Voluntad, escoge la única opción, se mira en el único espejo.

Es nuestra lección pendiente: aprender a soltar lo que nos mantiene esclavos del mundo y sus seducciones. Cuando se sabe, más allá de la mente y sus teorías limitadas, que no se es de este mundo, se renuncia a guardar ases en la manga.

En el Evangelio que leíamos el martes (Lc 14, 15-24) veíamos cómo los invitados que prefieren atender a sus minucias, tan importantes para el mundo, no tienen tiempo ni disponibilidad para el Gran Banquete. La viuda no tiene tierras, ni bueyes, ni esposo que atender, no tiene nada, y por eso puede dar todo, es vaso vacío, preparado para ser llenado, la pura disponibilidad.

Si el ciego Bartimeo pedía, la viuda da; ella es de las verdaderas ricas del Evangelio, por eso da todo al templo, porque para ella es dárselo a Dios. Hoy celebramos el verdadero templo, que es el corazón como centro del Ser, el no lugar infinito donde adorar en espíritu y en verdad.

Viuda desvalida, así la ven los pobres fariseos, tan ignorantes. Nosotros vemos a la mujer poderosa y valiente que lo da todo porque apuesta fuerte. Mucho más audaz y generosa que Zaqueo, que solo dio una parte de su riqueza, ella alcanza lo que no logró el joven rico, lo que no alcanza ningún discípulo varón en todo el Evangelio, a excepción de Juan. Los apóstoles también acabarán dándolo todo, pero antes de la Pasión sólo encontramos esta generosidad incondicionada en Juan y en las mujeres. La viuda es hoy símbolo de esas mujeres que se dan por entero, Isa Bethel, mujer, casa de Dios, corazón inmenso. 

La mujer enigmática que hoy contemplamos, no solo es metáfora de la entrega total, es símbolo y figura también de la virginidad espiritual hacia la que nos dirigimos. Una viuda ha vivido todo lo que una mujer vivía en la Galilea de la época. Cuando uno siente que ya ha vivido todo, que es el mismo drama repetido, aunque sea hermoso a los ojos del mundo; siempre los mismos encuentros, pérdidas, conflictos, con distintos rostros y detalles, ya no quiere repetir una vez más la misma ronda de experiencias… Entonces uno da todo lo que tiene para vivir, pues ya no quiere vivir, sino Vivir; ya no quiere experimentar sino Ser. Esa es la única opción, el ojo de aguja, el camino estrecho. Qué sabia esta mujer despreciada por el mundo…; ella sabe que no hay alternativas entre las que elegir, mientras los demás siguen en la ilusión, desviviéndose con proyectos, actividades frenéticas y futuribles que son callejones sin salida. Ella lo ha comprendido, y por eso ha escogido la única opción, el único Camino, el que lleva de regreso a la Vida. www.viaamoris.blogspot.com

Con su última monedita, se está dando a sí misma, y esa es la demostración de su infinita riqueza. Porque para darse, hay que tenerse, y pocos se tienen, muy pocos son dueños de sí mismos… Al que tiene, se le dará… ¿Qué tiene?, ¿qué se le dará, realmente? La consciencia de ser, que es la verdadera abundancia.

Al que tiene (aquello que es consciente de ser) se le dará (Mateo, 13, 12; Lucas 19, 26; Marcos 4, 25). Qué importante ha de ser esta enseñanza para que aparezca, a veces por partida doble, en los tres sinópticos. Recibes, tienes, eres de acuerdo con lo que eres consciente de ser en Cristo, porque fuera de Él nada es. Ser conscientes de la vida en Cristo, fieles servidores de Su Reino y Su Justicia, renunciando a todo lo demás es a lo que hoy nos llama, la Palabra. Para ello escoge una mujer que no tiene nada más que a sí misma y su anhelo de Dios, y por eso lo tiene todo y se lo da al Todo, con la discreción de los sabios. Secretum meum mihi, dice el profeta Isaías (Is 24, 16). Porque el secreto, el Misterio, no se cuenta, se manifiesta, se hace Vida.

Los ricos de espíritu, los que tienen apegos en el mundo y están sometidos a sus alternativas, disyuntivas, múltiples posibilidades, no conocen ese secreto y por eso no pueden pasar por la puerta estrecha, el punto central, neutro, invisible, que da acceso al Reino y hoy se nos muestra como una mano discreta de mujer anónima que echa una monedita, la última que tiene para vivir, en las arcas del templo.

El pobre de espíritu no solo se ha desprendido de posesiones materiales; además, en escala ascendente, o descendente, se ha desapegado de su propia mente, con sus conocimientos, saberes, creencias, proyectos…, se ha liberado incluso de la necesidad de saber y de hacer, y, por último, de la necesidad de vivir con su propia voluntad, porque se mira en Dios y solo quiere lo que Él quiera. Es la muerte de la identidad, renunciar al mundo para ganar el alma, perder la vida para ganar la Vida, morir a uno mismo para nacer al Sí mismo.


                                               Levántate, amada mía, Hermana Glenda

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