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sábado, 18 de octubre de 2014

SER. Antídoto para la distorsión que es dar al César lo de Dios. BSR III


Evangelio de Mateo 22, 15-21

En aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?” Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.” Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién es esta cara y esta inscripción?” Le respondieron: “Del César.” Entonces les replicó: “Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”


b57-El Tributo al Cesar (Massaccio) (1426-27)

                                                       El tributo al César, Massaccio

 
¡Oh, Sadhu! Acaba con tus negocios materiales, deja ahí tus beneficios y tus pérdidas pues en el país adonde te encaminas no hay posibles mercados.

                                                                                                                        Kabir


 
Si tu espíritu no está confundido por cosas inútiles, es que te hallas en la mejor fase de tu existencia.
                                                                                                                        Wu Wei
 
 
Nos afanamos en acumular: cosas, títulos, seguridades, credenciales para el mundo del César..., porque tenemos un sentido de carencia muy acusado. Aún nos creemos que la realidad la constituye ese cuatro por ciento que es lo real visible. Si recordáramos a menudo que hay un noventa y seis por ciento de lo real que los sentidos físicos no perciben, ese sentimiento de miseria se transformaría en un luminoso y fértil sentimiento de abundancia, de infinitos bienes a disposición de todo el que tenga ojos que ven y oídos que oyen. Entonces nos liberaremos de esa actitud insufrible, de esa tendencia a controlar, a asegurar, a acumular “por si acaso”, para cuando vengan malos tiempos, esas vacas flacas que son fantasmas de nuestra imaginación pervertida y cobarde.
 
Si fuéramos conscientes –y no lo olvidáramos– de que lo más valioso que tenemos en este mundo en el que estamos, pero del que no somos, es el tiempo y la energía, no nos desviviríamos, perdiendo ese tiempo y esa energía en afanes que ni siquiera son del César o del demonio, sino de la estupidez y la mediocridad.
 
Si hemos de perdernos, decía un buen amigo, que sea a lo grande. Grandes pecadores como San Agustín o San Francisco llegaron a la Meta. Pero esas miserias que nos roban la vida y el alma nos entretienen a un lado del camino, con un tazón de leche agria que seguimos lamiendo como gatos.
 
            “Descansa solo en Dios, alma mía”, dice el Salmo 62… Si descansas en Él, si haces de Él el centro de tu vida, todo habrá tenido sentido, incluso largos años de distracciones y de dar al César de más, ¡ay, cuánto de más!         
Esta avidez que nos confunde y nos ciega, haciéndonos olvidar quiénes somos y hacia dónde vamos nace del miedo a la muerte
Pero si descansamos en Él y hacemos de Él el centro, la decadencia y la muerte son disfraces efímeros de un presente eterno. Hasta los recuerdos y los proyectos se llenarán de Él, de su sentido y hermosura, de su paz y su poder. Seremos libres; no estaremos apegados a bienes materiales ni a seguridades o falsas creencias, que tienen que ver con el mundo del César. Y nada nos detendrá en el Camino de vuelta a casa, Sión añorada, después de tanta distorsión.
 
Se acabó la confusión, el dejar muchas opciones abiertas, que descentran, falsifican y generan agotamiento. Si vives en el centro, vertical, sin opciones, en el “cómo” (ver www.viaamoris.blogspot.com), no hay dispersión, sino concentración, fina energía, luz, inmortalidad… Mucho más…, resurrección, pues no queremos ser inmortales, sino resucitados, la materia iluminada, el retorno a la Esencia, re-tor-no, vuelta a Sión, Tor– Sión, fin de la dis-torsión.  (Tor, martillo de Thor, martillo, hammer, va siendo hora de hacer un reconocimiento a Hammer por sus aportaciones para el camino de vuelta).
 
Respira, detente, respira, quieto, respira, atento, siempre en el centro donde Eres, siempre en el 0.0 donde convergen las coordenadas, que te conecta con tu esencia original (el que resuene con todo esto, que vea los vídeos de Alejandra Casado y Jean Pierre Garnier Malet en you tube)… Muere a lo falso, resucita en lo Real. De la experiencia a la existencia. De la existencia a la esencia. De la esencia al SER, absoluto e inmutable.
 
             Es hora de ser coherentes y dar a Dios lo Suyo, esto es, todo, a excepción de las migajas que damos al César para sobrevivir mientras tenemos un cuerpo físico. Hora de soltar los idolillos de las seguridades, comodidades y dependencias para apoyarnos solo en Él, adorarle solo a Él, depender solo de Él. Quien mantiene sus ojos fijos en Él no pierde nada, porque la perspectiva se amplía hasta lo infinito, y todo se va transfigurando, iluminando, realizando.
       Estamos de nuevo ante el “camino del no soy” que tantas veces hemos contemplado: de la riqueza a la pobreza; del orgullo a la humildad; de la idolatría de los bienes del mundo y del César, a la desposesión, el dejar ir, la confianza esencial que hace posible la entrega a Dios.
 

 
                                                             Salmo 62, Aaron Keyes

 
El adulterio en su sentido primigenio consiste en mentirse a sí mismo y confundir el reflejo con la luz. Esto tiene un nombre: idolatría. Al hombre evolucionado le es ya posible no ser, por ejemplo, idólatra y esclavo de sus impulsos, instintos, emociones, sentimientos o ideas.

                                                                                                         Jean Yves Leloup
 

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