Lucas 10, 17-24
En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre". Él les contestó: "Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo". En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar". Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron".
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Dos amores fundaron, pues, dos ciudades, a
saber: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de
Dios hasta el desprecio de sí, la celestial. La primera se gloría en sí misma;
la segunda, se gloría en el Señor.
San Agustín
Como se dice en la última entrada de www.viaamoris.blogspot.com, con la que también celebramos a San Francisco de Asís, el santo de la alegría y el desapego, del soltar para Ser, del retorno confiado y libre a la casa del Padre, comenzamos una serie de entradas bajo el epígrafe: BSR (Banda sonora del Retorno), camino ya sin vuelta atrás, porque el desdoblamiento del tiempo toca a su fin y la apertura temporal, en la que nos hemos experimentado como lo que no somos, acaba.
Para aquellos que "resuenen" con esto, me reitero en recomendarles los vídeos de Jean Paul Garnier Malet y Alejandra Casado, en you tube.
Somos luz, alegría, amor, la gloria de Dios manifestándose en cada uno de nosotros. No somos miedo ni lucha, no somos egoísmo ni olvido. Somos los hijos pródigos que, cansados de desvivirse entre cerdos y desear la comida de los cerdos, han recordado su dignidad, su casa, su Padre, su vida verdadera, y hacia allí se dirigen.
Soltemos los ídolos de las
seguridades, las comodidades, los prejuicios y las falsas creencias, para adentrarnos en el
Camino de vuelta a casa. Soltemos incluso
los recuerdos, pues, si no se han convertido en vida consciente y, por tanto,
eterna, no son nada; fotogramas inútiles que podemos quemar en la hoguera del
olvido, y avivar el fuego que nos dé calor y energía para hacer lo que hay que hacer.
Así saldremos de la
mentira de lo que creemos que somos, para entrar en la Verdad, lo que somos
realmente. Ese es el retorno; ser en Lo que Es, renunciando, abandonándonos,
soltando, confiando.
Y cuando
vayamos pasando del viejo paradigma del tener, acumular, comparar, competir,
aferrar, afanarse, controlar…, al nuevo paradigma del soltar, renunciar, dejar ir, compartir,
ayudar, contemplar, amar…, estaremos tan cerca de Casa que tal vez descubramos que nunca
nos fuimos, y sentiremos la alegría, la libertad, la plenitud de ese instante
eterno donde dejamos de ser virtuales para Ser reales, con una Obra que ofrecer,
con frutos que entregar al Dueño de la Vid.
¿Quién querría
arrebatar la herencia al Hijo si se sabe uno con el Él, coheredero de la
misma Hacienda?
Sirvan también
estas intenciones y esta pregunta como reflexión para el Evangelio del Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, nunca tan extraordinario (Mateo 21, 33-43).
Canción de San Damiano, en Hermano Sol, Hermana Luna de Franco Zeffirelli (1972)
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