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domingo, 21 de julio de 2013

"El amor es mi peso." San Agustín


 
MARTA Y MARÍA

Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas;
solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán.
 
Lc 10, 41-42
Aún pretendo arreglar desaguisados,
siempre queriendo hacer, corriendo siempre.
Si pudiera, al menos,
mantener la calma y escuchar...

Y contemplar, fiel testigo
del constante fluir que es centinela
de las claves que busco.

Aun creo que controlo, me inquieto, no consigo
encontrar mi atalaya o descubrir
que soy yo la atalaya y la ventana,
el cristal empañado y somnoliento
que ha venido a limpiarse o despertar.






DOS EN UNA
 
Marta  María,
María Marta,
la misma mujer,
mirada y manos.
 
Hacer cuando hay que hacer,
hacer mirando.
Marta María  Marta;
dos nombres, un latido.


 
 

                                         Centro de gravedad permanente, Franco Battiato 

 
             Como casi todos, yo también busqué durante muchos años un centro de gravedad permanente. Franco Battiato expresa, con su inimitable lirismo esotérico, apenas comprendido, lo surrealista e incongruente que puede llegar a ser la vida durante esa búsqueda, no siempre fructífera.
            Surrealista parecía también que se mezclaran en mi mente Marta y María, amigas y maestras durante toda la semana, con el centro de gravedad de Battiato.
           Por eso, ayer me resistía a colgar esta entrada. Voy a pasar una temporada junto al mar, y puede que tarde en actualizar los blogs y difuminar con nuevas entradas los "hallazgos" que a veces dejo que se filtren, como guiño a algún compañero de los días de gracia, como catarsis o como juego. Pero al atardecer, mientras recorría con los ojos bien abiertos y el corazón despierto la calle del Arenal para oír Misa en San Ginés, me di cuenta de que esta vieja e inspirada canción se queda corta, porque la locura y la cordura se han entrelazado de tal modo fuera y dentro de nosotros, que solo puede salvarnos  de la catástrofe (que tantos anuncian, como si no la vieran) el único centro de gravedad permanente.
             Cuando Lo encuentras, dentro y fuera, es decir, cuando eres encontrado y felizmente atraído, las piezas del puzzle van encajando, y hasta las mayores locuras, incluso los tremendos errores que lamentas y las incoherencias que quisieras olvidar, empiezan a tener sentido, por haber hecho posible el gran Encuentro y la luz que enciende, iluminando y atrayendo todo.
 



En tu don descansamos. Allí gozamos de ti. Nuestro descanso es nuestro lugar. El amor nos eleva hasta allí. Y tu Espíritu bueno eleva nuestra pequeñez desde las puertas de la muerte.
Nuestra paz está en tu buena voluntad. El cuerpo, por su propio peso, tiende a su lugar. El peso no solo tira hacia abajo, sino hacia el lugar que corresponde a cada cosa. El fuego va hacia arriba; la piedra cae hacia abajo. Cada cosa es movida por su peso y tiende hacia su lugar. El aceite puesto debajo del agua sube hasta ponerse encima; el agua derramada encima del aceite baja hasta ponerse debajo. Los dos actúan de acuerdo con su peso. Cada uno tiende hacia su lugar.
Las cosas menos ordenadas están inquietas. Se las pone en orden y encuentran reposo. El amor es mi peso. Él me lleva a dondequiera que voy. Tu don nos inflama, nos lleva hacia arriba, nos enfervorizamos y caminamos. Subimos con los cánticos de las subidas en el corazón. Cantamos los salmos graduales. Con tu fuego, con tu santo fuego nos enardecemos y caminamos, porque vamos hacia arriba, hacia la paz de Jerusalén.

                                                                           San Agustín, Confesiones XIII, 9





            Tanto en el macrocosmos como en el microcosmos existe un centro único, que lo despliega todo en un acto creativo: "No hay Dios fuera de Dios".

                                                                                              Lluís Serra Llansana


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