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jueves, 8 de septiembre de 2022

Aurora que anuncia el Día de la Luz y de la Gracia

 

Evangelio según san Mateo 1, 18-23

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su Pueblo de los pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por el Profeta: “Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que  significa: "Dios con nosotros".


Nacimiento de María, Zurbarán

La dicha de María ha sido mayor porque Dios nació espiritualmente en su alma que porque nació de ella según la carne.
                          San Agustín 

María es mucho más que una criatura fiel a la Voluntad de Dios, que aceptó ser la madre del Verbo encarnado. Nuestra Madre del Cielo, cuyo Nacimiento hoy celebramos, es el Paraíso de Dios, el gozo de la Santísima Trinidad desde su misma Inmaculada Concepción. Si Dios ama al ser humano después de la caída es a través de la Santísima Virgen, por ella y en ella. Por eso se dice que es la intercesora entre Dios y las criaturas y medianera de todas las gracias.

Contemplando el misterio de la Virgen-Madre, una con Su Hijo desde el Sí que hizo posible la Salvación, descubrimos que, unidos a ella, nos unimos a Él. Por eso María es porta coeli y camino seguro hacia la vida eterna. www.viaamoris.blogspot.com  

Este es uno de los consejos de San Maximiliano María Kolbe: "Ámala como Madre, con toda generosidad; Ella te ama hasta sacrificar al Hijo de Dios; en la anunciación te acogió como Hijo, Ella te hará semejante a sí misma, te hará cada vez más inmaculado, te nutrirá con la leche de su gracia. Déjate sólo guiar por ella, déjate plasmar cada vez más libremente por ella".

En los escritos La Reina del Cielo, dictados por nuestra Madre y Reina a Luisa Piccarreta, es la propia María quien nos relata su prodigioso nacimiento.

Miguel Cabrera: Creación del alma de María. | Imágenes de jesus, Imágenes  religiosas, Arte
Creación del alma de María, Miguel Cabrera

Es el alba que pone en fuga la noche del querer humano, es la aurora que anunciaba a los corazones el día suspirado de la Luz y de la Gracia.

El alma a la reina del cielo: ¡Mamá Santa, hoy vengo a contemplar el admirable portento de tu nacimiento! Me postro delante de tu cuna, ante la cual se encuentran arrobados tu madre Ana y tu padre Joaquín. Tu dulce mirada, el movimiento de tus manitas me atraen irresistiblemente hacia Ti y me muestran que Tú quieres abrazarme y estrecharme a tu Corazón lleno de amor. Tú que eres el alba precursora del FIAT Divino en la tierra inúndame de luz divina y pon en fuga de mi alma y del mundo entero la tenebrosa noche del querer humano.

Lección de la Reina del Cielo: Hija mía, ¡si tú supieras cuánto gozo siento al verme tan amada por ti! Tú quieres que Yo ejerza en tu alma mi oficio de Mamá y de Reina y que te enseñe el modo de vivir en el Reino de la Divina Voluntad. Acércate a Mí y escúchame: mi nacimiento en la tierra fue también prodigioso y constituyó el alba que puso en fuga la noche del querer humano. En ese día los Cielos quedaron estupefactos, el sol me dio su luz, el Universo exultó de alegría, los ángeles, en competencia rodearon mi cuna para glorificarme y para estar prontos a mis deseos. Sí, todas las cosas me ofrecieron su propia alabanza, todas quisieron festejar mi nacimiento; nacimiento portentoso como nunca había habido ni nunca habrá. El Sol de la Divina Voluntad estaba encerrado en la bendita y santa tierra de mi humanidad, la cual debía producir las más inesperadas floraciones. Aun recién nacida Yo constituía el máximo prodigio, porque el Querer Divino, reinando en Mí, encerraba en mi alma un cielo más sereno, un sol más refulgente que el mismo de la Creación y un mar de gracia sin fin. Estando dotada de razón y de ciencia infundida en Mí por el Creador, Yo sentí ante todo el deber de adorar con toda la efusión de mi alma a la Santísima Trinidad. En la hoguera de mi amor hacia una Majestad tan excelsa, Yo languidecía y deliraba por el deseo de encontrarme entre sus brazos, abismada en un recíproco y ternísimo abrazo. En cuanto abrí los ojos a la luz, los dirigí a este bajo mundo y fui en busca de todos mis hijos, para darles mi afecto materno, para regenerarlos a nueva vida de amor y de gracia, para hacerlos entrar en el Reino del FIAT Divino. Ninguno de ellos escapó de mi vista y también tú, hija mía, estabas presente. Como Reina y como Madre encerré a todos mis hijos en mi Corazón, para ponerlos a salvo de cualquier peligro. Pero... ¿cuál no sería mi dolor al ver que los hombres vivían como inmersos en un abismo de tinieblas, porque se dejaban dominar de su propio querer? Consumiéndome entonces en amor, me elevé hasta la Trinidad Adorable y le supliqué: “Divino Padre, Hijo y Espíritu Santo, Yo me siento feliz; me siento Reina, pero entre tanto una pena de intensa amargura tortura mi Corazón; sufro por mis hijos que son infelices... porque son esclavos de su voluntad rebelde. ¿Cómo podría gozar sabiendo que ellos están por ser arrollados por un huracán de debilidades, de peligros, de caídas en el mal? Tened piedad, Padre y Señor mío;” y suplicaba de nuevo: “completad mi gozo, salvad a estos pobres hijos, haced descender a vuestro Verbo Eterno a la tierra y todo será reparado. Yo no me iré, no me desprenderé de vuestro abrazo hasta que me hayáis acordado el Decreto de Gracia por medio del cual pueda llevar a los hombres la buena nueva de su Redención”. Establecía así un admirable comercio entre el Cielo y la tierra y formaba en torno a Mí la aurora que extendiéndose al mundo entero, anunciaba a cada corazón humano la venida del Verbo. ¿Comprendes ahora, hija mía, cuánto me costó tu alma? Por ella derramé mis primeras lágrimas inocentes y tuve amargado el océano infinito de mis gozos. Debes saber que cada vez que haces tu voluntad no sólo formas en ti misma una obscura noche que te envuelve, te paraliza en el bien, te hace perder la luz divina y meridiana del Querer Santo, sino que además te hace causa de penas indecibles a mi Corazón de Madre. Por el afecto que te tengo, te pido que renuncies a tu voluntad y te sometas en todo a la Voluntad de tu Sumo Creador.

El alma: Mamá Celestial, sintiéndome enseñada por Ti, apenas recién nacida, lecciones tan santas, yo quedo al mismo tiempo raptada por la profundidad de tu amor y temerosa por el peligro al cual estoy continuamente expuesta. Frente a tu cuna y por el misterio de tu nacimiento prodigioso, te suplico que hagas descender en mí y en todos los hijos la potencia, el amor y las alegrías que inundan tu Corazón, a fin de que nuestro querer pueda ser uno, como el tuyo con el Santo Querer de Dios.

                                  198. Diálogos Divinos. María, ¿Corredentora? II

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