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sábado, 19 de noviembre de 2016

Eucaristía, prenda del Reino


Evangelio de Lucas 23, 35-43

En aquel tiempo, las autoridades y hacían muecas a Jesús, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: “Este es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha faltado en nada”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Jesús le respondió: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”.

jueves santo
                                           Imagen de La Pasión de Cristo, Mel Gibson


Jesucristo, Rey del Universo Amor de los amores, Luz del mundo… Rey del Reino eterno que reina también aquí, en la representación de este mundo que pasa, desde el trono invisible del Sagrario. Eucaristía, lo más real que podemos concebir en la tierra, lo más adorable, el más absoluto anonadamiento por amor. Inconcebible para la mente, lo sabe el corazón y lo comprenderemos cuando atravesemos definitivamente el velo que nos separa de lo que ni ojo vio ni oído oyó.

San Francisco de Borja cuando tuvo que reconocer el cadáver descompuesto de la emperatriz Isabel, su bella y amada señora, pronunció las célebres palabras: nunca más servir a señor que se me pueda morir. San Francisco de Borja, al comprender, o despertar, lo dejó todo, eligió servir al único Señor, el que no muere, el Único.

Jesucristo, Rey del Universo, así culmina el año litúrgico. Celebremos al Rey mirándole, sintiéndole, uniéndonos a Él en la Eucaristía, Su Presencia Real en el mundo. Es lo más adorable, mucho más adorable de lo que las imágenes con cetro y corona con que representan al Cristo triunfal de la Parusía, porque aquí, ahora, en este vértice del tiempo que conecta con la eternidad, se ha hecho Nada por amor y, desde esa Nada, nos acompaña e inspira, nos anonada y nos plenifica a la vez. Vivo sin vivir en mí..., muero porque no muero… Qué otra forma de expresar la Verdad que la paradoja, cuando nuestro lenguaje, tan limitado, pretende expresar lo Inefable… Paradoja, torsión que deshace la distorsión para que volvamos a Sión, donde el Rey nos espera sin esperar, nos acoge soltándonos, nos recibe recreándonos en el Origen (en el principio era el Verbo...).

La pregunta y la respuesta se encuentran, pero Pilato no lo ve. Si lo viera, solo con verlo, sería él también pregunta y respuesta unidas. Por eso Santa Teresa nos exhorta: no os pido más que Le miréis. Que Él es primogénito significa que somos Hijos también. Pregunta y respuesta unidas en cada hombre que se da cuenta y atraviesa el ojo de aguja, liberándose del tiempo, conectando con el Reino que está aquí, ahora. Un Reino que no es de este mundo pero está en este mundo si desaparecemos y a la vez nos real-izamos, una y otra vez, bajo la mirada de Aquel que nos eleva, nos iza, nos realiza (cuando yo sea elevado sobre la tierra elevaré a todos hacia Mí).

Hace unos meses volví a verlo de un modo nuevo que ya no olvido. Conversando con un sacerdote, de esos que se van pareciendo tanto al Rey, que se transfiguran y casi desaparecen. Me recordó que el camino pasa por no mirarse a uno mismo sino mirar a Cristo porque, si uno es tibio, Él es fiel, si uno es débil, Él es fuerte, si uno es mezquino, Él es generoso, si uno es falso, Él es verdadero. Ese día emprendí mi más querido proyecto, tal vez mi único proyecto ya: desaparecer para ser. 

Bendito sacerdote, bendito día, desde el que solo está Él, y el eco cada vez más débil y el rastro cada vez más tenue de un fantasma que a veces, asustado, intenta aparecerse. Entonces, vuelvo a enfocarme, vuelvo a mirarle, vuelvo a desaparecer, para unirme con el Rey que nos mira desde su trono invisible.

Ayer, un amigo me preguntó qué espero de la vida, cuál es mi meta. Le respondí que ser un fiel instrumento de Dios y que Su Voluntad se cumpla en mí. Hoy, releyendo este pasaje del Evangelio, bajo el listón y, a la vez, subo el listón, matizo la respuesta a ejemplo de Dimas (www.viaamoris.blogspot.com), el buen ladrón, lúcido y humilde, noble y listo, capaz de robar el Reino en un instante de rendición y confianza. Como él, yo ya solo pido, solo espero, solo anhelo que Jesús se acuerde de mí. Una palabra Suya basta para sanarnos, nos enseñó el centurión... Una palabra, una mirada, un recuerdo Suyo basta...

  

                                       Panis Angelicus, Pavarotti y Sting

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