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sábado, 21 de noviembre de 2015

Mirad al Rey


Evangelio de Juan 18, 33b-37

En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Jesús le contestó: "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?" Pilato replicó: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí, ¿qué has hecho?" Jesús le contestó: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí." Pilato le dijo: "Entonces, ¿tú eres rey?" Jesús le contestó: "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."
 

jueves santo
                                           Imagen de La Pasión de Cristo, Mel Gibson
 
 
Pilato preguntó a nuestro Señor Jesucristo qué era la verdad y él calló. Y es que se puede decir qué es la verdad en tan escasa medida como se puede decir qué es Dios. Dios es la verdad; verdad y pureza y sencillez son una y la misma cosa.
                                                                                                                        J. Tauler

Jesucristo, Rey del Universo Amor de los amores, Luz del mundo… Rey de los universos originales que reina también aquí, en el mundo, lo virtual, desde el trono invisible del Sagrario. Eucaristía, lo más real que podemos concebir en la tierra, lo más adorable, el más absoluto anonadamiento por amor. Inconcebible para la mente, lo sabe el corazón y lo comprenderemos cuando atravesemos definitivamente el velo que nos separa de lo que ni ojo vio ni oído oyó.

San Francisco de Borja cuando tuvo que reconocer el cadáver descompuesto de la emperatriz Isabel, su bella y amada señora, pronunció las célebres palabras: nunca más servir a señor que se me pueda morir. San Francisco de Borja, al comprender, o despertar, lo dejó todo, eligió servir al único Señor, el que no muere, el Único.

Jesucristo, Rey del Universo. Así culmina el año litúrgico, con el infinito vertical que culmina, salva, restaura. Celebremos al Rey mirándole, sintiéndole, uniéndonos a Él en la Eucaristía, Su Presencia Real en el mundo. Es lo más adorable, mucho más adorable de lo que las imágenes con cetro y corona con que representan al Cristo triunfal de la Parusía, porque aquí, ahora, en este vértice del tiempo que conecta con la eternidad, se ha hecho Nada por amor y, desde esa Nada, nos acompaña e inspira, nos anonada y nos plenifica a la vez. Vivo sin vivir en mí..., muero porque no muero… Qué otra forma de expresar la Verdad que la paradoja, cuando nuestro lenguaje, tan limitado, pretende expresar lo Inefable… Paradoja, torsión que deshace la distorsión para que volvamos a Sión, donde el Rey, el Real, la Realeza–Verdad nos espera sin esperar, nos acoge soltándonos, nos recibe recreándonos en el Universo Original del que nunca nos fuimos.

La pregunta y la respuesta se encuentran, pero Pilato no lo ve. Si lo viera, solo con verlo, sería él también pregunta y respuesta unidas. Por eso Santa Teresa nos exhorta: no os pido más que Le miréis. Que Él es primogénito significa que somos Hijos también. Pregunta y respuesta unidas en cada hombre que se da cuenta y atraviesa el ojo de aguja, liberándose del tiempo, conectando con los Universos Originales que están en un instante, porque nuestro reino no es de este mundo pero está en este mundo si desaparecemos y a la vez nos realizamos, una y otra vez, en al único punto de este plano que no le pertenece al plano virtual, sino al eje del ser.

Hace unos meses volví a verlo de un modo nuevo que ya no olvido. Conversando con un sacerdote, de esos que se van pareciendo tanto al Rey, que se transfiguran y casi desaparecen. Me recordó que el camino pasa por no mirarse a uno mismo sino mirar a Cristo porque, si uno es tibio, Él es fiel, si uno es débil, Él es fuerte, si uno es mezquino, Él es generoso, si uno es falso, Él es verdadero. Ese día emprendí mi más querido proyecto, tal vez mi único proyecto ya: desaparecer para ser. 

Bendito sacerdote, bendito día, desde el que solo está Él, y el eco cada vez más débil y el rastro cada vez más tenue de un fantasma que a veces, asustado, intenta aparecerse. Entonces, vuelvo a enfocarme, vuelvo a mirarle, vuelvo a desaparecer, para unirme con el Rey que nos mira desde su trono invisible.
  
 
                                       Panis Angelicus, Pavarotti y Sting

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