Evangelio de Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y
Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y
se lo dijeron. Jesús se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Y la fiebre la
dejó y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron
todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta.
Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los
demonios lo conocían no les permitía hablar. Se
levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y
sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: “Todo
el mundo te busca”. Él les respondió: “Vamonos
a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso
he venido”. Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando
los demonios.
Somos enfermos, poseídos, dormidos, muertos,
cuando olvidamos nuestro Ser verdadero y nos proyectamos en las experiencias, la
siempre inútil búsqueda exterior, en el mundo del que no somos.
Sanamos, nos liberamos, despertamos,
resucitamos, cuando recordamos nuestro Origen y Destino, el Ser original que
somos y decidimos volver a casa.
En El
Mago de Oz, Dorothy junta los chapines por los talones tres veces. Entonces
cierra el tiempo, esa apertura temporal que es la lupa de la distorsión (vid. Alejandra Casado y Jean Pierre Garnier Malet), y regresa a su hogar. Antes,
le dice al hada: parece mentira que sea tan sencillo. ¡Y lo es!
Vivamos en oración continua, en el
silencio que nos reconecta con lo que somos. Sosegados, sabiendo que Él es Dios. Choquemos
los chapines tres veces, cambiemos de percepción, cerremos el tiempo y volvamos a casa.
Alma mía, recobra tu calma, que el
Señor escucha tu voz… En el alma, en el sueño, somos débiles,
vulnerables, virtuales, regidos por el miedo a perder o a equivocarnos. Conectando
con la Esencia original, somos libres, fuertes, reales, invulnerables, pura
abundancia que se expande, transparencia de la Luz, la materia iluminada. Sin
miedo, sin deseo, recuerdo de Sí, olvido de sí. Porque el sí mismo es miedo,
duda, conflicto, defensa, ataque, mentira; y el Sí Mismo, la Esencia, el Ser, es
plenitud, unión, libertad, verdad.
El Mago de Oz (1939), King Vidor y otros
Para los
que estén estudiando y aplicando la Perspectiva universal del desdoblamiento de los
tiempos (vid. Alejandra Casado), esto lo escribí una mañana, al despertar del
sueño paradoxal (vid. Jean Pierre Garnier Malet):
Me he
dispersado, fragmentado en mil multiversos porque no sabía cómo hacer vibrar la nota
que soy ni conocía la escala que vine a interpretar; me perdí en los intervalos... Busco
mi nota: 0.0, Jesucristo, Esencia Original, Meta inequívoca si hago la torsión
que anula toda distorsión, el gesto que dibuja el eje vertical de la Cruz. En Él
me integro, me reconozco y entrego lo disperso, lo incompleto, lo
postergado, todas las proyecciones, al mejor de mis futuros, mi única opción, Jesucristo, para que Él lo transmute, lo complete, lo
convierta en combustible para el viaje de vuelta a Casa.
Porque
lo que he hecho durante tantos años, tantos círculos planos en la experiencia,
era cantar una y otra vez la misma canción. Es hora de callar, olvidar esa
canción cansina, para entonar el Canto.
Los
números de la dispersión y la lógica divergente de la protección, la defensa y la
seguridad, se transforman en palabras, las palabras del canto, del cantar. Sólo canto mi cantar a quien conmigo va…
El Cantar de los cantares; vida-muerte; Amado-sulamita, comunión de las aguas,
Amor.
Tarde te amé hermosura siempre antigua,
siempre nueva, tarde te amé…
La hermosura es Él, y amarle –nunca es tarde– es olvidar la distorsión, la locura de creerme
separada de Él.
Somewhere over the rainbow
El Mago de Oz (1939), King Vidor y otros
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