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domingo, 18 de mayo de 2014

"No somos del mundo." Jn 17, 16. Del "fracaso" a la Maravilla IV


                                                 El buen gobierno, Ambrogio Lorenzetti


              El invierno no sale a la muerte sino a la primavera.
              Y yo me siento ya en ese punto de mi invierno en que la primavera me aguarda.

                                                                                                  Juan Ramón Jiménez

                   
             Nunca nada es tan bueno o tan malo como imaginábamos. La ataraxia de los epicúreos, los estoicos, los escépticos..., y de los padres del desierto, es una puerta a la serenidad.
            Que nada ni nadie nos quite la paz; que nada ni nadie nos saque del centro donde somos reales y eternos.
            Porque la vida y la seguridad verdaderas están más allá del mundo, o más dentro del propio corazón.
           Lo auténtico trasciende lo que vemos, esta dimensión de límites y entropía, de ausencias y tristeza, de errores y fracasos.
           En el mundo rigen los pares de opuestos: bien o mal, error o acierto, fracaso, triunfo, sí o no… Pero podemos seguir en el mundo, mientras sea necesario, conscientes de no ser del mundo, conectando con nuestra esencia original.
Y así vamos viviendo y muriendo a la vez. Compañeras inseparables, vida y muerte, muerte y vida, nos muestran el camino de vuelta a ese hogar donde los extremos no existen, porque los pares de opuestos se han fundido en el espejo que muestra lo Real.
            Y aprendemos a mirar todo de forma nueva, serenos y libres, aceptando y soltando, ecuánimes ante los afanes del mundo, con el corazón, la mente, el alma, incluso el cuerpo, en Lo Que Es y, porque Es, no puede desaparecer.


 
                                               Canción del elegido, Silvio Rodríguez



                                                               SÓLO EL TIEMPO

                                                                                              Cuando ha desaparecido todo, queda todo.
                                                                                                                                    Francisco Pino 
Sólo el tiempo puede
ganarnos la partida,
si no somos capaces de perder
como quien vence
o como quien aprende
a atravesar los velos
del sí y el no, del arriba y abajo,
del blanco y el negro
y ver las cosas, en un instante
de lucidez inesperada,
como son.

Pero si aprendemos
a perder con la serena
ecuanimidad del que recuerda
quién es
y no lamenta el cambio
de escenario o de ropaje,
del que se empeña a fondo
en cada nuevo personaje,
sin olvidar que es actor
(y no Otelo y no Penélope y no Hamlet),
sin olvidar que el silencio
es arma tan poderosa como la palabra
(a veces, tantas veces, más),
  
si encontramos en la pérdida
un nuevo afluente, una nueva raíz
que se adentra y avanza y va creciendo,
conseguimos el Bálsamo de Fierabrás
que protege y sana toda herida.
 
Sólo el tiempo puede entonces
tratar de ganarnos la partida
y fracasar.

 
 
 

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