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domingo, 16 de marzo de 2014

Morir para la eternidad. Poética del fracaso IV


I was ever a fighter, so one fight more,
the best and the last!
For sudden the worst turns the best to the brave.
The Black minute’s at end.
  
(Siempre he sido un luchador, así que otra lucha más,
¡la mejor y la última!
De repente, lo peor se convierte en lo mejor para el valiente.
El momento Negro toca a su fin.)

                                                                                                     Robert Browning



 
12 de noviembre de 1912
79º 50’ de latitud sur

Esta cruz y este túmulo se levantan sobre los cadáveres del capitán de navío Scott, comandante de la Orden Real de Victoria; el doctor Wilson, licenciado en medicina y filosofía y letras por la Universidad de Cambridge, y el teniente H. R. Bowers, de la Real Infantería de Marina de la India. Se trata de un modesto monumento para conmemorar su valeroso intento de alcanzar el Polo, lo que lograron el 17 de enero de 1912, después de que llegara la expedición noruega. Un tiempo inclemente y la falta de combustible fueron la causa de sus muertes.
Este monumento perpetúa también la memoria de sus dos valerosos compañeros: el capitán L.E.G. Oates, de los Dragones de Inniskilling, a quien le sobrevino la muerte cuando echó a andar en medio de una ventisca para salvar a sus compañeros, y el marinero Edgar Evans, quien murió al pie del glaciar Beardmore.
Lo que el Señor nos da, el Señor nos lo quita. Bendito sea el Señor.

                                                                                       Expedición de Socorro
 

              Para mirarnos en ellos, pueden servirnos sus fotos y, sobre todo, lo que de sus almas y de su esencia pudo captar la prosa lúcida y vertical de Scott, con el aliento de la muerte a sus espaldas.


                                                                     Edgar Evans 

Según los que han tenido acceso a los diarios de sus compañeros, queda constancia de lo mucho que sufrió Evans, sin quejarse ni una sola vez, antes de morir.
            Nos cuentan cómo tiró del trineo incluso el día de su muerte y cómo acabó arrastrándose por la nieve con los pies y las manos congelados.
Era el más corpulento de los cinco. Con el tremendo desgaste de energía que el frío extremo y el esfuerzo conllevan, hubiera necesitado raciones muy superiores a las de sus compañeros. Nunca se lamentó por ello, ni manifestó el hambre que fue minándole.
No se quejó tampoco cuando, exhausto, se iba quedando rezagado; ni siquiera cuando, incapaz de dar un paso más, se quedó definitivamente atrás. Rescatado por Bowers y Wilson fue acostado en la tienda, para no volver a despertar en este plano de esfuerzo y cansancio, de desgaste y entropía, de enfermedad y muerte.

             Antes de emprender la expedición Terra Nova, Scott escribió: Mi mayor fuente de orgullo es saber que tengo hombres como Bowers y el suboficial Evans para el viaje al Sur.
 


                                                              Lawrence Oates


Sábado 17 de marzo

              Anteayer Oates dijo que no podía más y propuso que le dejáramos en su saco de dormir. Como no podíamos aceptarlo, le persuadimos de que siguiera, e hiciera el tramo de la tarde. Fue algo espantoso para él, pero continuó a pesar de los pesares, y recorrimos unas cuantas millas. Por la noche estaba peor, y comprendimos que el fin había llegado.
              Quiero que consten aquí los siguientes hechos, por si alguien encuentra esto. Los últimos pensamientos que tuvo Oates fueron para su madre, pero, justo antes, se enorgulleció de pensar que a su regimiento le complacería saber que afrontaba la muerte con entereza.
            Podemos dar fe de su valor. Ha soportado durante semanas un dolor intenso sin quejarse, y no solo ha sido capaz de hablar de otros asuntos hasta el último momento, sino que se ha mostrado dispuesto a ello. No ha perdido la esperanza ni por un instante; es más, se ha negado a perderla.
            Ha sido un valiente y este ha sido su final. Anteanoche se quedó dormido con la esperanza de no volver a abrir los ojos, pero ayer por la mañana se despertó. Soplaba ventisca. Entonces dijo: “Voy a salir un momento. Puede que tarde un poco.” Desapareció en la tempestad y no hemos vuelto a verlo.
                                                                                                           Diario de Scott


                                                             Henry Robertson Bowers


El más joven de los cinco (26 años), Bowers, nunca perdió el buen humor. Se convirtió en un amigo fiel de Wilson y de Scott. Ayudó a Evans y Oates con una generosidad sin límites hasta el final.  
            De la carta de Scott a la madre de Bowers:

            Querida señora Bowers,

Me temo que cuando esta carta llegue a sus manos habrá recibido uno de los golpes más duros de su vida.
Le escribo cuando estamos a punto de concluir nuestro viaje; voy a terminarlo en compañía de dos caballeros nobles y valerosos. Uno de ellos es su hijo. Ha acabado siendo uno de mis más íntimos y fieles amigos. Aprecio su maravillosa rectitud de carácter, su talento y su energía.
A medida que aumentaban las dificultades, su inconmovible espíritu ha brillado con más fuerza que nunca, y ha mantenido la alegría, la esperanza y la entereza hasta el final.



                                                            Edward Adrian Wilson

Lunes 5 de marzo

Ninguno de nosotros esperaba unas temperaturas tan terriblemente bajas. De los demás, a quien más le afectan es a Wilson. Yo creo que se debe principalmente al sacrificio y la dedicación con que se ocupa de curarle los pies a Oates.             
                                                                                                        Diario de Scott

Carta de Scott a la esposa de Wilson:

Mi querida señora Wilson,

Si esta carta llega a sus manos, sepa que Bill y yo hemos fallecido juntos. Tenemos las horas contadas, y deseo que sepa el espléndido comportamiento que ha tenido Bill en los últimos momentos. Se ha mostrado en todo momento alegre y dispuesto a sacrificarse por los demás, y no me ha dirigido una sola palabra de reproche por haberle metido en esta situación. Por suerte, no está sufriendo nada, a excepción de alguna molestia sin importancia.
            En sus ojos brilla el azul de una serena mirada de esperanza, y su mente está tranquila por la confianza que le da considerarse parte del gran orden divino. No puedo brindarle otro consuelo que el de decirle que ha muerto como vivió: como un valiente, un hombre a carta cabal, un excelente compañero y un fiel amigo.
Con todo corazón, reciba mi sincero pésame.
Atentamente

No era un halago exagerado para consolar a la viuda. En carta a un amigo, escribe: Wilson, el mejor hombre habido y por haber, se ha sacrificado una y otra vez por los enfermos de la expedición.
 

                                                                  Robert Falcon Scott


En los diarios y cartas de Scott podemos contemplar su propia esencia, noble, responsable y valiente.
Además de los fragmentos que he ido transcribiendo, hay unas líneas de cartas a varios amigos que me parecen muy útiles para que despertemos del letargo letal a que nos lleva el hedonismo y el exceso de comodidades, ese enemigo tan sutil como terrible:
 
La de cosas que podría contarte sobre este viaje. Ha sido muchísimo mejor que quedarse en casa holgazaneando, rodeado de comodidades.
                                                                    (...)
Nos encontramos en una situación desesperada, con los pies congelados, etc. No hay combustible y la comida nos queda muy lejos, pero te reconfortaría estar en nuestra tienda, oír nuestras canciones y nuestra animada conversación.
                                                                   (...)
Tenemos las horas contadas, pero ni hemos perdido el ánimo ni vamos a perderlo. Llevamos cuatro días dentro de la tienda a causa de la tormenta, y no queda nada de comida ni de combustible. Nuestra intención era quitarnos la vida si las cosas se ponían así, pero hemos decidido morir de forma natural cuando corresponda.

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