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sábado, 1 de febrero de 2014

Penúltimos en el mundo; primeros en lo Real. Poética del fracaso II



            Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, el sufrimiento, la lucha, la pérdida, y han descubierto su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada.
 
                                                                                  Elisabeth Kübler-Ross

 
Ana Gimeno, maestra inolvidable, solía aconsejarnos que, cuando atravesáramos un bache o dudáramos sobre una decisión a tomar, nos preguntáramos: ¿cuánta gloria va a traerme? Estas cinco palabras, o la esencia de su mensaje, me han ayudado a serenarme en momentos difíciles, y a discernir si algo valía o no la pena.
            Es fácil ser optimista cuando las cosas van bien. Lo raro es seguir siéndolo cuando la vida te da un palo, o varios. ¡Qué bien se calibra entonces el nivel de ser de las personas, su valor esencial!
            El reto es mantener la calma cuando todo se pone en contra y no hay donde agarrarse. ¿Quién se agarra?, ¿dónde?, ¿cómo?, ¿para qué?
Y, si logras aguantar el tipo, y puedes aún mirarte al espejo sin avergonzarte, porque no te has traicionado a ti mismo, y has logrado conservar la dignidad contra viento y marea, descubres que no necesitas que nada ni nadie de este mundo te sostenga, que tú, asido a lo Real, eres sostén firme, en un universo que te mira con gratitud y respeto.
             Pobre de aquel que no pueda decir esto de sí mismo cuando suene la trompeta.
            Trabajemos mientras hay luz, para que nos encuentren fieles y dignos, fiables, como lo edificado sobre roca, libres, capaces de amar.

 
Charles-de-Foucauld

Hace unos días, Daniel nos recordaba cómo Charles de Foucauld intentó durante toda su vida, con grandes esfuerzos, ser el último, pero al final, y así lo reconoció, tuvo que conformarse con ser el penúltimo, porque el último era, y es siempre, el gran perdedor para el mundo, el verdadero vencedor en lo Real: Jesucristo.

El perdedor que admiramos no es el pesimista frustrado, que puede hasta disfrutar morbosamente de su derrota, sino el ser humano desapegado, alegre y libre, que no teme ni ambiciona, que se ha liberado de expectativas y falsas creencias, dejando atrás al fantasma del ganador que soñaba que era.




Otro maestro del saber perder, que ya ha aparecido por aquí en otras ocasiones, es Alexis Zorba, más conocido como Zorba, el griego, de la novela de Kazantzakis y la película de Cacoyannis, con esa transparencia de los que se han vuelto como niños, y saben soltar, encajar los fracasos y mirar hacia adelante, sin perder la alegría de vivir.

Y recuerdo una anécdota reciente, uno de esos detalles que, como diría el Principito, suelen pasar inadvertidos para las personas mayores, y son los que van tejiendo la vida, la Obra que estamos llamados a culminar.
Estábamos comiendo toda la familia en una pizzería, celebrando los ochenta años de mi padre, y a mi sobrino pequeño se le derramó la coca-cola en su preciosa sudadera nueva, color verde pistacho. Fui testigo, como tantas otras veces, de su sabiduría esencial. Le bastaron cinco segundos de disgusto, o, más bien, de asombro y aceptación de Lo Que Es, para recuperar su sonrisa luminosa.
Muchos adultos, ante un accidente tan insignificante, reaccionarían de un modo exagerado, con evidente fastidio; alguno hasta vería arruinada la comida e incluso la tarde. Un niño sano, aún no corrompido por la vanidad del mundo, no se permite perder un minuto de vida, de realidad.  


A veces hacen falta muchos años, décadas, acaso toda una vida, para recuperar la inocencia, esa capacidad de asombro, de estar despierto y vivir de verdad, ya no sobrevivir o malvivir en ese territorio irreal que media entre el miedo y el deseo, plagado de proyecciones y recuerdos, donde se echan a perder tantas existencias, anodinas y somnolientas.


 

              Con el permiso de mi buen amigo Antonio, transcribo algo que me dijo hace unos días, cuando reflexionábamos sobre estos temas:
   “Es verdad que los niños son los grandes perdedores, y lo son cuando les quitan esa mirada especial que poseen y con la que santifican el mundo. Para ser verdaderamente contemplativos, hay que encontrar un equilibrio entre expansión y concentración. Algo que tanto nos cuesta a los adultos es de lo más sencillo para los niños. Basta verles jugar, para observar como pueden ser mágicamente expansivos y concentrados a la vez. Solo cuando somos pobres de espíritu, cuando abandonamos todo lo que nos hace creernos ganadores en este mundo podemos volver a jugar, en este y en el otro, con la magia de este equilibrio.”




Audrey Hepburn, irrepetible "perdedora" en el personaje de la dulce y alocada Holly, de Desayuno con diamantes, y en su vida sentimental. Qué encantadora y elegante manera de perder...; sin asomo de amargura, con el asombro intacto de los niños y la generosidad desbordante de los que han comprendido e integrado la única lección que vinimos a aprender, los que han visto la Meta verdadera y hacia ella caminan.
 
 
 

3 comentarios:

  1. Eugenia...
    Cuando vemos la flor de loto y olemos su fragancia olvidamos que se abrió paso en su ciclo de crecimiento a través del fango y el lodo.
    Cuando observamos el imponente sol de un día de verano, el mismo que nos regala su luz y su calor, olvidamos que unas horas antes se abrió paso a través de las sombras de la noche.
    La semilla de bambú después de brotar necesita siete años en la oscuridad de la tierra para emerger, pasado ese tiempo, y alcanzar en apenas unos días, el despliegue de su imponente belleza y la elegancia de su flexibilidad. En oriente se ha convertido en motivo de poemas

    “Casi de noche la lluvia del bambú empapa mi pelo” KOTORI

    y en modelo de humanidad

    “Me gustaría que mi vida fuera como una rama de bambú: recta sencilla y llena de música”
    TAGORE

    ¿Por qué quedarnos con la luz y descartar la sombra... inclinarnos por lo lleno y eludir lo vacío?...
    Allí donde se nos caen los brazos y soltamos…Allí donde la humildad asume su autentico significado que tiene que ver con el humus de la tierra, bálsamo que nos cura de toda vanidad…Allí donde vaciamos la taza y abrimos el corazón… donde asumimos nuestra impotencia y nos damos cuenta que las riendas de nuestra vida están colgando en el vacio…Allí donde el límite de la realidad se levanta ante nosotros, es donde se nos ofrece la oportunidad de penetrar profundamente en los misterios del mundo para encontrar la sabia necesaria que refresque la vida reseca y gastada.
    El camino de descenso es el maravilloso viaje que nos puede poner en manos del misterio, para una futura resurrección… No olvidemos que la perla solo puede surgir de la herida de la ostra
    Tu blog siempre es una luz para cualquier oscuridad
    Un saludo

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  2. qué bonito :)

    Ay, qué difícil, la "gestión emocional" :)

    Decían que todos nuestros "problemas" también tienen que ver con cómo de niños hemos aprendido a tenerle miedo a nuestras emociones.

    Podríamos haber aprendido poco a poco a sentir… sin mayor necesidad de juzgarnos y de juzgar, en el mal sentido de "juzgar".

    Aprender a dejar que algo se manifieste… y ya está —si es que ha de manifestarse en por ejemplo pequeñas rabietas, cuando estas más se nos permiten y más sanas serían, de niños.

    Así, parece que podríamos haber aprendido a soltar, poco a poco, sin acarrear tanto pasado… tanto lastre.

    Aunque parece que, con las familias y otras gentes, estamos así como enroscados en juicios mutuos bien antiguos, en historias a actualizar.

    Así que no "sentimos inocentemente", y no actuamos desde ahí. Y entonces empezamos a sentirnos culpables por los sentimientos… por lo que hemos pensado… y por ese tipo de engaños y chantajes que empezamos a interiorizar en "la educación"… —unas veces los engaños parecen necesarios… pero la mayoría deben ser pura inercia y dejadez… es decir, puro "vicio"… por parte de parientes, de educadores.

    Aunque nadie tiene la culpa. Es la locura generalizada que llamamos sociedad. Es lo que venimos a buscar en primer lugar, para reforzar nuestra creencia en la realidad de la separación.

    Así que, en vez de "ser sanos"… en un momento dado nos "hacemos adultos", lo cual hoy parece que supone inmediatamente aprender incoherencia, a fondo —en nuestra insana concepción de "adulto", la de una civilización "espiritualmente" tan primitiva como esta (artificial y artificiosamente "primitivizada").

    Parece que a todo el mundo que venimos aquí nos llega nuestro un momento quizá muy claro, nuestro San Martín… donde nosotros nos permitimos, a nosotros mismos… donde uno a sí mismo se permite verse "bajo otras luces"…: bajo las luces de creencias más o menos dementes…, "compartidas" en nuestra mente con esos adultos con los cuales "nos hacemos adultos".

    Así parece que se va reforzando ese nuestro demente "inconsciente" culpable…, con una culpabilidad de bajo de fondo alimentado con emociones no integradas, pues, como dicen por ahí:

    — tenemos la emoción "miedo" mal reprimida desde pequeños… no expresada… o "mal integrada"… que así se convierte quizá en pánico…
    — o la emoción de la aflicción, la tristeza…, que sin ser bien expresada o "tratada"… iría carcomiendo y posiblemente convirtiéndose en depresión…
    — y esa emoción de "amor", no expresada sanamente, convertida quizá en posesividad…
    — o la envidia que, al no ser comprendida, abrazada o expresada…, con esas pequeñas "envidias" no admitidas… culpabilizadas… termina en posibles celos…
    — o ira, que al no ser sentida y expresada sin culpa, sin juicios… terminaría no sé si en cólera, en la pura violencia de la cólera…
    (así se habla en "Conversaciones con Dios" de las emociones; y comentan que Kübler-Ross las comentaba igual)

    … sigo…

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  3. … sigue aquí:

    Así que eso es lo que nos quisimos hacer: "adultos", en el mal sentido de la palabra, y no podemos "ser sanos" con nuestras emociones. Hay que disimularlas con mucho auto-engaño en el profundo y creador nivel del sentimiento (creador de nuestra experiencia, de cómo experimentamos todo).

    Así que luego, olvidadizos de nosotros… con esta falsedad, con este disimular falseante… prolongamos innecesariamente todo… y nos olvidamos de que tenemos esas emociones dentro, esperando, reprimidas… pero que pudieron y pueden ser tratadas de muchas maneras.

    Entonces todo el "problema" del mundo se puede ver desde esta perspectiva, claro: la de que no hay "educación emocional temprana"…, según parece…, porque los adultos somos "niños rotos"… y por ello, con actos y actitudes repetidos, facilitamos otra vez lo mismo: que las generaciones vuelvan a "repetir", por miedo.

    Esto es por otra parte lo que venimos a hacer aquí, ya que de niños, en la mente, no en "el cerebro"… tenemos ese "auto-ataque", esa culpa… derivada de la conciencia de "pecado", es decir, de haber hecho real, o convertido en real, el error original.

    Así que todos nos servimos el plato, en frío o en caliente, de ayudarnos a manifestar las dementes consecuencias de un solo "error mental", de un solo error en el nivel de las "creencias profundas": ese tan célebre de que podemos estar separados del amor perfecto, cosa esta que parece que vamos re-esculpiendo en la mente, a cada momento.

    En el caso de los niños… quizá diríamos que lo vamos haciendo poco a poco, cuando aceptamos "inconscientemente" el juicio de fondo que hay bajo las actitudes o las creencias "adultas".

    Ahí lo tenemos… aquello de la transmisión de "los pecados", de generación en generación: transmitiendo un comportamiento aberrante por estar transmitiendo creencias y sentimientos aberrantes… y hacemos normal sentir culpabilidad ante el sentir… y así re-alimentamos los juicios, la condena, la indignidad de fondo… el "pecado original".

    La culpa parece que vuelve y vuelve a enterrar las emociones… y con estas nos vamos haciendo nudos… vamos recreando "malos entendidos" que quizá tuvieron nuestros padres de forma ligeramente diferente, o muy diferente… y recreando su "mala aceptación"… la que ellos tuvieron a su vez que realizar en su mente… pues también aceptaron la demente confusión que quiso ser este mundo… mundo donde venimos a mirarnos a nosotros mismos de una manerae imposible: a la luz de la oscuridad… bajo la luz de lo falso, del ego… es decir, a la luz de otros egos… de "otros"… de "otros seres", entendidos estos como realmente separados de nosotros… es decir, bajo la luz de creencias (todas falsas por serlo, por ser creencias)…, y no bajo la luz de la certeza… de la Unidad, de la Inocencia de Cristo.

    feliz congestión emocional :)

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