Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 14 de diciembre de 2013

Anhelo de Verdad


A continuación, un fragmento del Mathnawî de Rûmî, que estoy releyendo con asombro y gratitud en la acertada traducción de María Corbí. Cuando uno está alerta y disponible, le va llegando todo lo que precisa para seguir avanzando en el Camino.
Así sucede cuando ponemos en primer lugar el Reino: la añadidura viene sola y se pone al servicio de lo Real, como un súbdito fiel y diligente.
Estas líneas parecen venir a nosotros para expresar poéticamente lo que hemos comprendido al contemplar el evangelio de mañana (Mateo 11, 2-11) en el “blog hermano”, www.viaamoris.com.

 
Quien busca otro que Dios, no es un buscador, es como el dibujo de un buscador.
Quiere comida, no quiere a Dios.
Es una imagen de vida; no le des el pan de vida.
Busca bocados dulces, no el recio sabor de Dios.
Ama a Dios por el beneficio, no por Él mismo.
Se encandila con las palabras sagradas, las imágenes y los conceptos.
Todo eso no es la Esencia.
No están enamorados de Él, sino de sus ideas de Él.
Los enamorados de sus ideas de Él, sólo se aman a sí mismos.
Los conceptos y las imágenes se engendran mediante cualidades
y definiciones; “el que es” no es engendrado.
Aman sus imágenes y sus conceptos, no la proximidad.
Toda imagen y concepto de Él es falso.
Con todo, si su amor a las imágenes y los conceptos es sincero, ellos le conducirán a la realidad.
Él es la “no imagen”, pero eso no es un alimento que pueda digerir cualquier mente y cualquier estómago.
Los conceptos y las imágenes que se puedan construir de Él, no son el mar, son tierra.
Los conceptos y las imágenes no son el sentir de la proximidad.
Las imágenes y los conceptos son un velo que le oculta.
Quienes se confunden, confunden la tristeza y la alegría representada, con la sentida.
Las imágenes, como los dibujos, están para que no nos paremos en ellos, sino para que nos ayuden a entender la realidad, para que nos sirvan de trampolín para acercarnos al umbral.
No te quedes en los conceptos y las imágenes, desnúdate de ellas y sumérgete en la realidad.
Desnúdate y entra en el mar.
Sólo desnudo se puede entrar en el mar y hacerse mar.

 
 
Mientras reflexionaba sobre el pasaje del Evangelio que me ha acompañado toda la semana, he recordado un precioso librito que me recomendó José Aguilella, párroco de Sant Jaume, en Oropesa del Mar: “Señor Dios, soy Anna”, de Fynn (Sydney Hopkins). Lo he vuelto a hojear y he encontrado muchos páginas que inciden en la misma idea: la fe adulta no consiste en creer en Dios sino en tener una experiencia real de Dios. En el libro es Anna, una niña de diez años, la que nos muestra esa fe consciente y viva, libre de prejuicios, creencias muertas, condicionamientos y expectativas:
 
La seguridad era fácil. Bastaba con aceptar al Señor Dios como a un superhombre que hacía más o menos seis meses que no se afeitaba, a unos ángeles que parecían hombres y mujeres con alas, a unos querubines con aspecto de bebés regordetes con alitas que no podrían sostener a un gorrión, y mucho menos los quince kilos de un infante mofletudo. En cambio, la salvación sólo era posible para Anna en ese acto de violencia creativa contra las imágenes de la seguridad.
Anna vivía cada minuto de cada día, aceptaba totalmente su vida y, al aceptar la vida, aceptaba también la muerte. La muerte era un tema de conversación bastante frecuente con Anna, pero jamás era algo mórbido o ansioso; simplemente, algo que sucedería en un momento u otro, y era mejor haber llegado a entenderlo un poco antes de que ocurriera, que esperar al momento mismo de la muerte y ser entonces presa del pánico. Para Anna, la muerte era un abrirse a nuevas posibilidades.

 

Sirvan estos hallazgos como homenaje a San Juan de la Cruz, del que hoy celebramos la festividad, el gran poeta místico, cuyo anhelo esencial le llevó a trascender imágenes, creencias, doctrinas heredadas, formas transitorias, hasta alcanzar el corazón encendido del Ser. En él sigue ardiendo sin consumirse.
 
 
 

 

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