Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 8 de junio de 2013

Atemporal


            Línea uno del metro, a esa hora mágica en que va cayendo la noche. Aquí abajo no se ve, pero se siente en la luz tamizada y los colores internos, que van modulando nuestra percepción del día.
            Una mujer de mi edad –hace siglos, vejez sin paliativos, hoy, ambigua frontera entre la juventud más que tardía y la madurez– con el aspecto algo agresivo de los años ochenta. Masca chicle sin ningún reparo, lleva el pelo a capas, sin peinar o despeinado, a lo Chrissie Hynde, de Pretenders, pantalones elásticos de rayas, también anacrónicos. Se ha sentado junto a mí, y percibo cómo lee, sin ningún disimulo, por encima de mi hombro. Uno de mis personajes más estúpidos sale a escena y pienso: lo llevas claro, guapa, si pretendes entender a Mouravieff. Pero ella sigue durante un par de estaciones, y su tesón hace que ya no me moleste. Acerco el libro a mi derecha y leo despacio, por si le costara seguirme, lo que ya dudo.
            Enfrente de nosotras, una pareja muy joven con su hija, casi bebé. Son de raza negra, ella, guapísima, él, atractivo. La niña no se parece a ninguno de los dos, es bastante feúcha pero muy graciosa, lleva un vestido rojo, con rebeca y zapatitos blancos. Cuando se pone a hacer monerías, mi compañera de lectura y yo dejamos de lado a Mouravieff para mirarla con atención. Los padres se dan cuenta de que su hija tiene espectadoras y sonríen encantados.
            En Pacífico, la mujer anacrónica se levanta y me mira a los ojos sonriendo, diciéndome mucho más de lo que podría decir, y yo comprender, con palabras; la estúpida hace rato que se desvaneció. Devuelvo a la chica misteriosa, solo aparentemente vulgar, la sonrisa y la mirada. Cuando ha salido y el tren se pone en marcha, descubro que no era anacrónica, sino atemporal. La niña sigue haciendo gracietas pero ya no es lo mismo, me falta la presencia confidente de esa desconocida que hoy ha venido a despertarme.
 
 
 
 
Back on the chain gang, Pretenders
 
 
 
De regreso al tren, sí,
de nuevo entre los presos,
pero libres al fin
de las cadenas.
 
Samuráis despiertos, 
dispuestos a morir
en cualquier momento,
de pie, como los árboles,
cipreses, olmos, robles,
que todos creen en Dios,
cómo, si no,
destilaremos savia.
 
Presentes, vigilantes,
el corazón,
las ramas, la raíz
en Lo Que Es.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario