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lunes, 15 de agosto de 2011

Ferragosto


                                                                  El mar lava las manchas y las heridas del mundo.

                                                                                                                        Eurípides

            Otro verano, ¿no es siempre otro?, ¿no es siempre el mismo? Otra mujer, parece la misma pero es otra, ¿no es siempre otra?, ¿no es siempre la misma?
            Atracción del mar, deseo de fundirse con él. Ha habido tiempos peores, ¿por qué ahora?, ¿por qué hoy?, ¿por qué esta tarde-noche de cielos rosados y suave viento?
            Observa las escasas personas que van y vienen por el paseo marítimo, aún no es la hora en que las familias dan su paseo y los jóvenes salen a lucir juventud y belleza. Casi todos los bañistas se han ido, nadie se dará cuenta de que una mujer se mete en el agua vestida, camina y camina hasta que el mar la cubre por completo, y luego sale empapada y nueva, o tal vez no sale. Nadie se dará cuenta de que una mujer avanza mar adentro, para encontrarse con lo que sigue siendo, pero el olvido y la rutina mantienen oculto.
            Mientras se acerca a la orilla, le llega un sutil olor a pino. Sabe que no hay pinos cerca; recuerda las Navidades de la infancia y recuerda algo más, mientras camina en paralelo a la orilla, con el agua por los tobillos. Un niño muy pequeño pasea con su madre; cruzan una mirada que contiene ese recuerdo o ese secreto. Un gesto esencial, aunque parezca intrascendente, uno de esos momentos que se salvarán del olvido al final del final, porque han sido marcados por el sello indeleble de la consciencia.
             Morir no, morir sólo a lo falso, a lo gastado, a lo viejo, para renacer a lo nuevo, a la verdadera vida. Y está dispuesta a lo que sea para dejar su condición de alma en pena o su disfraz de tristeza. Qué importa si alguien se da cuenta de que una mujer se mete en el agua vestida, camina y camina hasta que el mar la cubre por completo y se sumerge y bucea para disolverse y recrearse en este mundo de formas limitadas y en todos los demás. Qué importa cómo la miren cuando salga, la ropa empapada y el alma recién nacida, dibujando en su rostro una sonrisa nueva y antigua. Qué importa si no sale, si se queda en esa placenta cósmica, oscura y musical, o emerge en otro mundo, uno de esos universos paralelos, a los que el sueño del sueño nos impide asomarnos.

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