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jueves, 14 de abril de 2011

El gozo compartido



          Dice Julio Ramón Ribeyro en Prosas apátridas: la pena, el dolor, solos, pero el gozo, sólo compartido. No estoy del todo de acuerdo, muchos de los momentos más gozosos de mi memoria, también de los más tristes, los he vivido en soledad.
          Aquel cielo vespertino que sigo contemplando, aquel paseo nocturno con los sentidos sutiles despiertos, aquella novela que abrió algunas ventanas, aquel cuarteto para violín de Schubert, por los Lindsay, en el Auditorio, aquel poema certero, aquel silencio encendido, aquella sombra encendiéndose, aquel legajo en un archivo polvoriento que dio claves de un muerto y de un vivo, aquel mar, aquella ola, aquel vislumbre de lo verdadero...
          Si estás ahí, presente, sin poner la atención en otro afán, sin lamentar una ausencia, sin huir, no necesitas que nadie venga a clavarte en el instante para reconocer que existes, que nadie venga a completar lo que es, entero y de una vez.
Ahora que recuerdo, no escuché sola a los Lindsay, ni estuve sola ante aquel mar. No necesitas que nadie te realice, pero si alguien te acompaña, despierto y real también, cómo se multiplican los panes y los peces.


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