Evangelio según san Mateo 5, 1-12a
lunes, 31 de octubre de 2022
Santos y dichosos
sábado, 29 de octubre de 2022
Un hombre nuevo
Evangelio según san Lucas 19, 1-10
Soy Zaqueo y fui jefe de publicanos. Durante años ejercí el peor de los trabajos, recaudaba los tributos de mi pueblo para las arcas romanas. Fui repudiado por mis compatriotas por traidor y usurero. También me repudiaba a mí mismo, porque en el fondo amaba a mi patria. No sé cómo pude saquear a quienes menos tenían.
Fui un traidor repulsivo hasta que aquel hombre me miró, cuando yo estaba subido al sicómoro para verle. Entonces no dudé; yo, que hasta ese momento había medido cada paso, cada decisión, cada amistad, por el interés, confié en él totalmente, y le entregué mi voluntad definitivamente.
Fue su mirada, o tal vez su voz, quizá la sencillez de una propuesta que resonó en mi corazón como si esperara ese momento desde siempre.
Lo cierto es que de algún modo anhelaba ese encuentro. No que me llamara, no que me escogiera, jamás imaginé que se fijaría en mí. Pero ya le había oído hablar algunas veces, desde lejos, sin atreverme nunca a decir nada, ni siquiera a quienes iban con él.
Desde el día en que pronunció mi nombre y quiso hospedarse en mi casa, dejé de ser un traidor, un publicano usurero, para ser el hombre que él quiso hacer de mí.
Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa, me dijo, y fue la invitación más generosa que me han hecho o me pueda nadie hacer, entonces o en 2016, o en todos los siglos llenos de almas anhelantes de encontrarse con Él, para mirar y hablar como Él. Para ser en Él.
sábado, 22 de octubre de 2022
Sin Él soy nada. Con Él soy todo
Evangelio según san Lucas 18, 9-14
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Fariseo y publicano, Robert Leinweber |
El fariseo que, por fin, se ha atrevido a mirar su absurda complacencia, su corazón lleno de sí mismo, es decir, vacío, y lo ha desenmascarado, reconociendo que era un disfraz de su inseguridad, sus complejos y miedos, ha visto la viga de su ojo y ha olvidado la mota en el ojo de su hermano, ha dejado de sentirse superior, separado.
Y sube también a ese Templo del alma el hombre interior, que se sabe nada, cuya sincera humildad lo eleva y perfecciona, hasta ponerle en conexión con lo absoluto, lo perfecto, lo real. Ambos hombres se unen, se integran en el único ser que eran sin recordarlo, y pueden finalmente orar y elegir ser salvados.
Asumir su Palabra y hacerla vida en nosotros, exige un cambio radical. Los que se empeñan en defender su posición, su falsas creencias, o tal vez solo esos prejuicios que les hacen despreciar a los demás, seguirán escandalizándose de Aquel que no hace acepción de personas porque viene a salvar a todos, no solo a un grupo de escogidos, Aquel que frecuenta a pecadores, publicanos y prostitutas y denuncia la hipocresía de escribas y fariseos.
sábado, 15 de octubre de 2022
Orar ahora
Evangelio según san Lucas 18, 1-8
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Porque ya no se trata de escoger entre cantidad o calidad. Ambas son necesarias, pero fuera de corsés, más allá de ritos de voluntad humana que fomentan la inercia, la rutina, el olvido de lo esencial, esa mejor parte que no nos será quitada: vivir siempre fundidos con Jesucristo, para que Él viva en nosotros. Fusión de voluntades, imagen y semejanza.
Pero hay otra oración, interior, que es sin tregua: es el deseo. Aunque te encuentres en cualquier ocupación, si deseas este descanso del sábado, del que hablamos, rezas sin cesar. Si no quieres dejar de rogar, no dejes de desear.
¿Tu deseo es continuo? Entonces tu grito es continuo. Te callarás sólo si dejas de amar ¿Quiénes son los que se callaron? Son aquellos sobre los que se dijo: "al crecer la maldad, la caridad de muchos se enfriará" (Mt 24,12). La caridad que se enfría, es el corazón que se calla; la caridad que quema, es el corazón que grita. Si tu caridad subsiste sin cesar, gritas sin cesar; si gritas sin cesar, es porque deseas siempre; si estás repleto de este deseo, es porque piensas en el descanso eterno.
San Agustín
Acuérdese, se lo ruego, de lo que le recomendé, que es pensar a menudo en Dios, de día, de noche, en todas sus ocupaciones, en sus ejercicios de piedad, incluso durante sus distracciones; Él está siempre junto a nosotros y con nosotros, no Lo deje solo: a usted le parecería una descortesía dejar solo a un amigo que la visitase. ¿Por qué abandonar a Dios y dejarlo solo? Así pues, ¡no Lo olvide! Piense en Él a menudo, adórelo sin cesar, viva y muera con Él, esa es la verdadera ocupación de un cristiano; en una palabra, es nuestro oficio; si no lo conocemos, hay que aprenderlo.
sábado, 8 de octubre de 2022
Reconocer para dar gracias
Evangelio según san Lucas 17, 11-19
De los diez leprosos curados de la lepra, solo uno, el marginado samaritano, vuelve a dar las gracias a Jesús. No comprende cómo los demás no han regresado… Él será bienaventurado y recibirá mucho más que una mera sanación física, porque es agradecido, bien nacido, merecedor de todos los dones.
El leproso, el impuro es una metáfora de nosotros. Cuántas vidas podridas, pudriéndose, pueden limpiarse, solo por entrar en contacto con la Vida y confiar en Él. Es necesario estar despierto para darse la vuelta y regresar, muy despierto para recordar y reconocer al que nos sanó, totalmente despierto para discernir entre lo importante y lo interesante, entre la ley que asfixia y la Ley del Amor que libera.
Levántate,
vete a casa, dice al leproso y a tantos. Al decir "vete", Jesús
está diciendo "recuérdate, recuerda quién eres, regresa a Casa, a tu
Corazón, donde eres uno conmigo".
En la
segunda lectura de hoy (2 Timoteo 2, 8-13) se nos recuerda la
importancia de mantenernos unidos y fieles a Jesucristo. En eso consiste la
verdadera fe, en adherirse a Él, para Ser en Él. Es el “salto cuántico” que no
todos se atreven a dar porque supone arriesgar el ego, renunciar a la voluntad
humana actuando separada de la Voluntad Divina… El décimo leproso sí se atreve,
por eso vuelve a dar gracias. No da las gracias, da gracias. Al reconocer al
Salvador, ya es en Él. Eso significa que su fe le ha salvado y nos salva cada
día.
“Dioses sois” recuerda Jesús en otro pasaje del Evangelio. Qué diferente del futurible, tentador “seréis como Dioses” con que el Adversario, disfrazado de serpiente, nos hace caer… Dioses sois…. ¡Por Su gracia, somos dioses, somos en Dios! Atrevámonos a pensarlo, sentirlo y decirlo, tengamos la audacia del único leproso que regresa, el más despreciable, el más impuro de todos a los ojos de los que están cegados por el cumplimiento, el único que merece la purificación total a los ojos del Señor. Por si aún no nos atrevemos a pensar, sentir, decir que somos por la gracia lo que Dios es por naturaleza, dejemos que San Bernardo y San Buenaventura nos ayuden:
“Seremos lo que Él es. Pues a aquellos a quienes les fue dado el poder de llegar a ser niños de Dios, les fue también dado el poder, no por cierto de ser Dios, mas de ser lo que Dios es. De un modo inefable e impensable, lo que Dios es por naturaleza, el hombre llega a serlo por gracia. ¿Preguntas cómo puede eso acontecer, puesto que la esencia divina es incomunicable? Te respondo en primer lugar con San Buenaventura: “si quieres saberlo, interroga a la gracia, y no a la doctrina; al deseo, y no a la razón; al suspiro de la plegaria, y no a la aplicada lectura; al Esposo, no al maestro; a Dios, no a los hombres; a la oscuridad, no a la claridad; no a la luz, sino al fuego que enciende por entero y conduce a Dios con ardiente anhelo, fuego que es Dios mismo”.”
Y como el décimo leproso, damos gracias porque recibimos gracia continuamente. El que no es agradecido no es agraciado y no puede fundirse, unirse, ser en Él lo que es Él. Si morimos con Él, viviremos con Él… Si lo negamos, también Él nos negará, subraya San Pablo en la Segunda Carta a Timoteo. Negarle es no reconocerle y, por tanto, no ser agraciado ni agradecer, no aceptar ser por gracia lo que Él es.
El único leproso que agradece, el único que se sana totalmente, no solo a nivel físico, nos recuerda al “único justo” que se menciona de otros modos en la Biblia.
Los diez leprosos, como vemos en www.viaamoris.blogspot.com, se saben bien la oración de petición, y “al que pide se le dará….” El décimo leproso “se sabe”, además, aunque aún no sepa que lo sabe, otra oración de petición, porque hay otro “pedir”, no el concreto, el literal, el de los nueve desagradecidos o, mejor, incapaces de recordar-reconocer-volver-agradecer. El pedir cosas concretas es lícito, claro, si procede de otro nivel de oración que ya no necesita pedir, aunque pida, no necesita hablar, sino escuchar, y más que mirar, anhela ser mirado, dejarse mirar, dejarse ver… Es el “pedir” del que ya tiene/es, que nos lleva a otra expresión, más profunda para el que tiene oídos que oyen: al que tiene (es consciente de la plenitud que es) se le dará, al que no tiene (al que no es), se le quitará hasta lo que tiene (cree tener)…
Los que solo piden cosas concretas, materiales, externas, buscan fuera, alienados de sí mismos, olvidados de su esencia, y solo quieren acumular experiencias, soluciones, cosas aparentemente buenas, que no están enraizadas en lo Real, buscan el bien-estar, e ignoran el bien-ser. Han olvidado la mejor parte, lo único importante en realidad, lo que daría sentido a todo lo demás, las “añadiduras”, que vienen de forma natural cuando ponemos en primer lugar el Reino, el Ser, la Vida verdadera.
“Dios
quiere poseer nuestro corazón Él solo; si no lo vaciamos de todo lo que no es
Él, él no puede actuar y hacer lo que quisiera. Dios se lamenta a menudo de
nuestra cegazón; exclama sin cesar que somos dignos de compasión por
contentarnos con tan poco. Tengo –dice– tesoros infinitos que daros y sin
embargo ya os deja satisfechos una pequeña devoción sensible que se pasa en un
momento. Con eso, atamos de manos a Dios y detenemos la abundancia de sus
gracias.”
Fray Lorenzo de la Resurrección