Gratis habéis recibido, dad gratis. Mateo, 10, 8










sábado, 27 de diciembre de 2014

Los Santos Inocentes


Evangelio de Mateo 2, 13-18

Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi hijo”. Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: “Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven”.

 

                                                             La Huida a Egipto, Giotto

 
               No se entra en la vida de Cristo como a una pastelería, dispuestos a hartarnos de dulzuras. Se entra en ella como en la tormenta, dispuestos a que nos agite, a que ilumine el mundo como la luz de los relámpagos, vivísima, pero demasiado breve para que nuestros ojos terminen de contemplarlo y entenderlo todo.
             (…) Todo cristiano tiene que conocer una espada: la espada de la fe, esta de amar a Cristo sin terminar de entenderle, o la espada de la sangre. En el fondo, a ellos les tocó la más fácil.
 
                                                                                                 José Luis Martín Descalzo


            En los Evangelios está todo lo que necesitamos conocer y aprender para nuestra vida espiritual. Realidad y símbolo, alegoría y base histórica, metáfora y tradición, teoría y práctica… Sagradas Escrituras, realmente inspiradas, inagotable código divino que nos trae la Buena Nueva y nos hace ser Buena Nueva nosotros mismos. Realidad multidimensional que trasciende lo sensible y nos permite trascenderlo.

            El Verbo increado, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Niño Dios, Jesús, el Hijo del Hombre, el Crucificado, el Resucitado, el Pan de Vida... Infinita profundidad en los niveles de acceso a la Verdad e intuición del Misterio. Por amor, Él se hace accesible a todos los entendimientos, pero siempre que la comprensión pase por la contemplación, y no se quede en los cortos límites de una mente que cuestiona, diferencia, rechaza, clasifica, separa, disecciona…

            Hoy, día en que el santoral recuerda a los Santos Inocentes, la Iglesia celebra la solemnidad de la Sagrada Familia.

            Si hemos logrado vivir con atención, fe, esperanza y amor la Navidad, habremos percibido, y acogido con alegría, la chispa que se ha encendido en nuestro corazón. El niño ha nacido en nosotros, pero es aún tan frágil y pequeño, tan desvalido, tan vulnerable… Y Herodes –el mundo– con su locura, ceguera y egoísmo, temeroso de perder su efímero poder, quiere acabar con este niño que se nos ha dado como una luz que el mundo no recibe porque no la conoce (Jn 1, 5.10-11). ¿Qué podemos hacer? Huir a Egipto, la tierra de tinieblas, que iluminaremos con nuestra luz, hasta que el ángel nos avise de que podemos salir porque el niño ha crecido y su vida no está amenazada.
 
            Refugiarnos en Egipto, proteger la vida del recién nacido…, pero sin necesidad de movernos físicamente. Podemos seguir en el mundo sin ser del mundo, discretos, astutos como serpientes, con la mansedumbre que el niño ya ha impreso en nuestras almas. Que nada de este mundo ciego y efímero nos seduzca, nos atrape, nos haga olvidar los cuidados que debemos al niño divino que hemos dado a luz y precisa de toda nuestra atención.
 
            El significado etimológico (y su sentido más profundo, si lo meditamos y experimentamos con todo nuestro ser) de la palabra “santidad”, en su raíz griega, no es perfección, sino “apartarse”. Alude a una actitud que lleva al aspirante a santo a distanciarse de sí mismo, de su propio sueño, de su ignorancia y ceguera internas, de su carencia de un centro de gravedad permanente. Apartado también, en su esencia más íntima, de las distracciones mundanas, aunque parezca convivir y mezclarse con ellas, el santo va construyendo ese centro estable que le permite nacer de nuevo, libre e incólume (Jn 3, 7; 1 Jn. 3, 9).
 
            Herodes, y luego Arquelao, seguirán al acecho, buscando la muerte del tierno infante. Cuando hayas logrado apartarte, vigila, mantente en guardia, no dejes que lo encuentren, pasa desapercibido para las huestes de los tiranos, hasta que el niño esté lo suficientemente mayor para regresar.
 
            Recuerda que los príncipes del mundo atacan por el orgullo, haciéndote desear y  buscar la aprobación, el aplauso y el reconocimiento. Combátelos con la humildad y el abandono, porque quien pierde su vida gana el alma (Lc 9, 24).
            Te acosarán también con el canto de sirenas de los sentidos físicos, la sensualidad y el hedonismo. Tú, sigue firme, manteniendo la pureza interior y exterior, como los limpios de corazón.
            Por último, te atacarán con esas malas artes sibilinas y más sutiles, inspirándote emociones y pensamientos negativos: prejuicios, tristezas vanas, imaginaciones absurdas, indolencia, frustración, desesperanza, ira…
 
            Solo importa que el recién nacido conserve la paz precisa para crecer sano y salvo. Esa es tu misión; deja que José, que simboliza la devoción y el servicio, proteja al niño (la pureza) y a la madre (el verdadero amor, la entrega sin condiciones) hasta que el ángel le avise de que podéis volver a Israel, la “tierra de visión”, porque Herodes, Arquelao y sus secuaces ya habrán muerto en ti. Más adelante llegará el momento de entrar en Jerusalén, en una primera visita, para después seguir creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2, 52).

            Jesús no necesitaba, como nosotros, “apartarse” para ser santo, pues Es, desde siempre, el Santo de Dios, pero su vida humana corría peligro. Por eso la Sagrada Familia se refugió en Egipto.


                                          
                                                   La Matanza de los Inocentes, Giotto 


            Mientras Jesús era puesto a salvo de la locura de Herodes, obsesionado con acabar con el Mesías, al que consideraba una amenaza para su reinado, este cobarde y sanguinario rey terrenal mandó matar a todos los niños menores de dos años, en Belén y su entorno. Según los historiadores y demógrafos, entre veinte y treinta niños muy pequeños, casi todos aún bebés, fueron arrancados de los brazos de sus madres y cruelmente asesinados.

            Soy incapaz de imaginar la escena sin estremecerme de espanto. Como me estremezco al imaginar los millones de niños asesinados por sus madres antes de nacer.

            Herodes era un monstruo de maldad, un loco ignorante, o ambas cosas, que mató a sus hermanos, su mujer, su suegra y a sus propios hijos. ¿Qué ha sucedido para que dos mil años después se siga asesinando a millones de inocentes, eso sí, aséptica y legalmente? ¿Qué locura de progreso, torcido, diabólico, nos ha traído a esta era de matanza continua, políticamente correcta? ¿Qué poder tenebroso se pretende proteger? ¿De qué? ¿De quién?
 
            Qué amargo drama el de estas mujeres, asumiendo de forma tan evidente el doble papel que todos interpretamos en algún momento, casi siempre de un modo más discreto o tangencial, no por ello menos responsable. Ellas son a la vez Herodes que mata y Raquel que, desconsolada, llora y se lamenta (Jr 31, 15; Mt 2, 18).

            Y tantos niños y niñas abandonados, maltratados, sometidos a explotación o esclavitud, víctimas de abusos, asesinados, muriendo a causa de las guerras, el hambre o enfermedades que deberían haber sido erradicadas para todos. Maldad cometida, maldad tolerada, indiferencia ante la maldad..., poco importa. El que esté libre de pecado... Como dice San Juan, cuya fiesta celebrábamos ayer, si decimos que vivimos en comunión con Él y andamos en tinieblas, mentimos, o si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos (1Jn, 6-8). El sufrimiento y la muerte de tantos inocentes no debería dejarnos dormir ni vivir tranquilos, hasta que tomemos conciencia y nos pongamos manos a la obra para remediarlo.

            Aquellos niños que Raquel sigue llorando en Ramá y en todo el planeta no tenían voluntad para hacer nada o decidir nada. Junto al pesebre, se nos plantea un triduo de personajes evangélicos. Esteban, el protomártir, que lo fue en el deseo y en la realidad (Hch 7, 58-60), Juan, el discípulo al que Jesús tanto quería (Jn 20, 2), mártir en el deseo, pero no en la realidad, y los Santos Inocentes, mártires en la realidad, pero no en el deseo. Los salvadores del Salvador, los llama José Luis Martín Descalzo.

            Esta es una de las muchas semblanzas que hace Charles Peguy de los Santos Inocentes:

Fueron arrebatados de la tierra. ¿Lo entiendes bien, hijo mío?
Todos los hombres son arrebatados, en su día, en su hora.
Pero todos somos arrebatados demasiado tarde,
cuando ya la tierra nos ha conquistado,
cuando ya la tierra se ha pegado a nosotros
y ha dejado en nosotros su imborrable marca.
Pero ellos, ellos solos, fueron arrebatados de la tierra
antes de que hubieran entrado en la tierra y la tierra en ellos,
antes de que la tierra los tomase y poseyese.
Y todas las grandezas de la tierra, la misma sangre de los mártires,
no valen tanto como el no haber sido poseído por la tierra,
como no tener ese gusto terroso,
no tener ese sabor a ingratitud,
ese sabor a amargura
terrosa.

            ¿Qué no valdrá entonces, habiendo entrado en la tierra y la tierra en uno, habiendo sido poseído por la tierra, liberarse de su yugo amargo, pesado de fango oscuro, macilento del polvo de siglos, dejar atrás para siempre su condena y recuperar la inocencia primordial?
            Es posible, para quien se deja guiar por Aquel cuyo yugo es llevadero y su carga ligera (Mt, 11, 30). Es posible, de Su mano, regresar a la fuente de la transparencia y la libertad.




                                                           Los incontables, Ain Karem


La tierra de esclavitud es una matriz para aquel que se verticaliza y una tumba para el que se enamora de ella.
¡Y Egipto ensalzará sus tumbas! Mas se hará matriz para los hebreos.
Uno comprende entonces que Egipto en el lenguaje bíblico, simbolice el mundo llamado “de la Caída”. E Israel, el de la realización, fuera del condicionamiento de la caída, al darle acceso a la “tierra prometida”, tierra interior; de la que Jerusalén es la gemela en el exterior.
 
Annick de Souzenelle
 

 

sábado, 20 de diciembre de 2014

Tregua de Navidad. BSR VIII




                                                            Silent night, Frank Sinatra

 
Silent night, dice la canción de Navidad… ¿Estamos preparando esa noche silenciosa y serena donde nacerá el Niño Divino en cada uno de nuestros corazones? Dice Anselm Grüm que un buen criterio para valorar la veracidad de una persona es su capacidad y su disposición a exponerse a la quietud y al silencio. Porque muchos, casi todos a veces, encubrimos la verdad con palabras. Ocultamos el silencio, lo arrinconamos en vidas llenas de cháchara, vanidad y mentiras. ¿Cómo salir en ese estado al encuentro de la Verdad y la Vida?

Noche silenciosa, Noche santa que viene para los que puedan vivirla… Hace falta callar, vaciarse, pacificarse por dentro para estar disponibles, preparados para recibir y acoger el Misterio.  

¿Estamos listos para callar? ¿Estamos receptivos para escuchar? ¿A los demás, al propio corazón, al Misterio? ¿O la Navidad pasará de largo, al ver las guerras interiores y exteriores, que son siempre eco, reflejo, consecuencia de las primeras?


                                  Algunos de los soldados que vivieron la "Tregua de Navidad"
          
 
           El día 24 de Diciembre de 1914 transcurrió con una inédita calma en el frente occidental, la artillería no sonaba y no se produjo ninguna ofensiva importante. Por la noche las trincheras alemanas se iluminaron con todos los adornos navideños llegados al frente por orden del Kaiser, que quería elevar la moral de su ejército. Tras las luces llegaron los villancicos, y el inevitable, "Noche de paz". Los soldados británicos y franceses, sorprendidos, pronto se unieron a los cantos y las dos trincheras fueron turnándose, intercambiando villancicos y felicitaciones.
           A la mañana siguiente, 25 de Diciembre, Navidad, el espíritu de paz y armonía prosiguió. Los soldados alemanes salieron de sus trincheras ondeando banderas blancas. Los británicos salieron a su encuentro.
              Estamos unidos, aunque no seamos conscientes de ello y, como siempre sucede, lo que uno piensa, siente y hace tiene repercusiones en los demás y en esa Unidad que somos. Por eso, el espíritu navideño se extendió por buena parte del frente occidental. En algunos sectores, la tregua siguió hasta Año Nuevo e incluso hasta febrero.

 
La tregua de navidad de 1915 durante la 1ª Guerra Mundial
                                                    Daily Mirror, 5 de enero de 2015

Hace un año encontraron la carta que Willie Loasby, el soldado británico, escribió a su madre en 1914, contándole cómo, venciendo el miedo, propuso a los soldados alemanes atrincherados a escasos metros de los británicos, una tregua de un día para celebrar juntos la Navidad. Su iniciativa detuvo la guerra. Sí, la paró un hombre solo, al menos la batalla en la que él combatía, que es lo que importa, y lo que podemos hacer cada uno de nosotros.

                                   La carta que Willie Loasby escribió a lápiz a su madre

Todos podemos detener la guerra que sucede dentro y fuera de nosotros. Basta pensarlo, quererlo y actuar en consecuencia. Pactemos una tregua allí donde nacen las hostilidades que asolan el planeta: en tu corazón y mi corazón. Porque la Paz viene a nuestro encuentro en la figura de un Niño. Que no nos avergoncemos al sentir su mirada sobre nuestra locura. Aún estamos a tiempo de recuperar la calma. Preparemos el Silencio de la Noche Santa.

                                          
                             Feliz Navidad (2005). Escenas de la película de Christian Carion


              Que Jesús nazca en nuestros corazones y se quede para siempre. Él hará todo nuevo y habitaremos la nueva tierra de paz, amor, justicia y libertad que el Padre soñó antes de todos los tiempos.
              Digamos con Zacarías: Nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lucas 1, 78-79).

 
                                                    Ven Señor Jesús, Hermana Glenda

sábado, 13 de diciembre de 2014

Agua y Espíritu. BSR VII


Evangelio de Juan 1,6-8; 19-28 

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: “¿Tú quién eres?” Él confesó sin reservas: “Yo no soy el Mesías”. Le preguntaron: “Entonces ¿qué? ¿Eres tú Elías?” Él dijo: “No lo soy”. ¿Eres tú el Profeta? Respondió: No. Y le dijeron: ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo? Él contestó: Yo soy “la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor” (como dijo el profeta Isaías). Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta? Juan les respondió: Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia. Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.


                                                         La Visitación, Van der Weyden



AGUA Y ESPÍRITU
 
María e Isabel, dos senos llenos de Vida. 
Uno, virginal, de mujer muy joven, casi niña,
fecundado por el Espíritu.
El otro, de mujer cansada,
desierto de carne seca,
que el Espíritu empapa y hace fértil,
para que la semilla de hombre fructifique.
 
Manos que se cruzan en los vientres,
miradas que manan amor reverente,
éxtasis de asombro.
Cuerpos que se encuentran e intercambian los latidos nuevos.
Signo de infinito, dar y recibir.
Fiat, hágase.
 
La obra entregada que,
aceptada y transformada,
se convierte en Obra.
Propósito y existencia,
materia iluminada por el Verbo increado,
que se hace carne para elevar y transmutar la carne.
 
Placenta primordial y placenta humana
agitándose de asombro.
Crisol atemporal, espiral eterna, 
lazo infinito que perpetúa la Salvación.
Mengüemos a lo que no somos,
para crecer a lo que Somos
por Él, con Él y en Él.
 
Jesús salva.
Preparemos Su Camino,
fundiéndonos con Él
en  abrazo sagrado,
entrelazando luz, con Luz,
agua de la experiencia con el agua de la Vida,
Comunión de las aguas para Ser.



                                                         La Visitación, Icono bizantino


Vosotros mismos sois testigos de que yo dije:
“Yo no soy el Mesías, sino que he sido enviado delante de Él.”
(…) Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar.

Juan 3, 28, 30


 
  

Trabajad por vuestra salvación con temor y temblor, porque es Dios quien activa en vosotros el querer y el obrar para realizar su designio de amor.
                                                                                                          Filipenses 2, 12-13
 

TEMOR Y TEMBLOR

Temor y temblor en el regazo oscuro
cuando la luz atraviesa
el útero como un rayo
para mostrarme el Camino.

Dos embriones se encuentran;
uno, de hombre,
otro, divino,
acostumbrándose a la sangre,
haciéndose carne para poder tocar,
acariciar, derribar mesas de cambistas,
bendecir, sanar, resucitar a los muertos,
resucitar, Él Mismo, al tercer día.
 
 ¡Y ya lo veo!
Cómo no saltar en el seno de mi madre,
Isabel, Isha bethel, que significa:
mujer, casa de Dios;
cómo no agitarme
viendo, presintiendo mi latido de non nato
el drama, entero, consumándose
más allá del tiempo y del espacio…  
 
Gigantesco Jesús,
inmenso desde el seno virginal,
deja que mengüe,
que disminuya desde ahora,  
aunque mi cuerpo siga creciendo
para ser el asceta rudo
que se va formando desde el vientre
tan cercano al más puro
que te gestó, gesta, gestará infinitamente.
 
Es mi madre también,
más que ninguna después de la tuya,
Isha Bethel, mujer, casa de Dios.
Dioses sois recordará el Maestro,
yo lo seré, si Tú quieres,
en Ti, por Ti, contigo,
en ese reino de Hijos que vienes a anunciar.
 
Pero deja que antes disminuya, que mengüe,
que descienda, que desande,
me desnude de formas y ritos,
desaprenda los dulces pasatiempos,
renuncie a los goces de la carne,
que se forma en el seno de mi madre,
sorprendida de ver en el rostro de su prima,
la luz dulcísima, la belleza infinita
y eterna de la madre de Dios,
ya madre nuestra.
 
 
 
Ave María, Schubert, María Callas
 
 

jueves, 4 de diciembre de 2014

Isha bethel. Mujer, casa de Dios. BSR VI


Evangelio de Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible". María contestó: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

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                                                            La Inmaculada, Velázquez


La dicha de María ha sido mayor porque Dios nació espiritualmente en su alma que porque nació de ella según la carne.
       San Agustín

Mientras preparamos nuestro hogar interior para poder recibir y acoger a Aquel que viene, que siempre está viniendo, celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción.

María, la nueva Eva, como la vieron los Padres de la Iglesia, es inmaculada desde que fue concebida por Joaquín y Ana; no necesitó purificación ni transformación. Nació sin mancha para poder ser el receptáculo humano del Verbo, el seno virginal donde se gestó el Hijo de Dios.

Porque María era completa y absolutamente virgen. No solo no conocía varón, como dijo al ángel con transparencia, algo que está al alcance de cualquier criatura, sino que, además, y sobre todo, era esencialmente virgen, originalmente virgen, eternamente virgen.

Dios se había reservado una criatura incontaminada para que fuera la madre de Su Hijo. En palabras del Maestro Eckhart: “Virgen indica alguien que está vacío de toda imagen extraña, tan vacío como cuando todavía no era. Libre y vacío, por amor de la voluntad divina, para cumplirla sin interrupción.”

Llena de gracia, es el título que la otorga el arcángel Gabriel (Lucas 1, 28), lo que quiere decir que en ella todo había sido renovado desde el inicio de los tiempos. Su alma, diáfana para dejarse traspasar por la Luz, su espíritu, eternamente puro, hasta los átomos de su cuerpo, todo había sido preservado de cualquier mancha de egoísmo.

Ninguna otra criatura nació en ese estado de pureza primordial. Sin embargo, también nosotros estamos llamados a dar a luz a Cristo. Podemos y debemos lograr que Él nazca espiritualmente en nuestras almas. ¡Qué plenitud de sentido puede darnos tan maravillosa misión!

¿Cómo ha de ser una madre espiritual de Dios? ¿En qué debemos transformarnos para poder ser casa de Dios y dar a luz al Cristo interior? En vírgenes de alma o de espíritu, disponibles sin reserva, mental y emocionalmente liberados de las seducciones de lo material, de la figura, imagen o representación de este mundo que ha de pasar, que ya está pasando para quien puede percibirlo.

Y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva, porque esa virginidad del alma va unida a una fecundidad prodigiosa como la de María, mujer, virgen y madre. Una fecundidad que, si se alcanza, se desborda para ser compartida, se expande gozosa sin límite ni obstáculo.

María, la Inmaculada, es nuestro modelo por excelencia, la primera criatura en la que se produjo el misterio del “nacimiento interior del Cristo”. Si seguimos la estela de su Luz llegaremos a la meta. El camino pasa necesariamente por imitar sus virtudes y hacernos humildes, disponibles, vacíos de ego, libres del mundo y sus afanes, llenos de amor para poder entregarnos y servir.

Nada hay en la fiesta que celebramos hoy, o en el culto de hiperdulía que damos a la Virgen, de sensiblero o almibarado, como a veces parecen sugerir quienes aún no pueden abrirse al Misterio inefable que es Jesucristo, y que también es Su Madre, el rayo de lo Absoluto más cercano a la tierra y al ser humano.

A pesar de la confusión que pueda crear cierta iconografía o esa obsesión por los “mensajes proféticos” que proliferan, quejumbrosos, en internet, María está muy alejada del remilgo y de la sumisión pasiva y conservadora. Siempre atenta, audaz y coherente, ya lo dijo todo en los Evangelios. Basta con evocar sus contadas y fundamentales apariciones en los textos sagrados, o con recitar de vez en cuando esa oración alegre, entusiasta y revolucionaria que es el Magníficat (Lucas, 1, 46-55).

Si unimos ese maravilloso himno de alabanza, amor y subversión de lo injusto, a la valiente aceptación inicial: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 38), al imperativo “Haced lo que Él os diga” en Caná (Juan 2, 5), y a su presencia silenciosa ante la Cruz (Juan 19, 25) y en Pentecostés (Hechos 1, 14; 2, 1), tenemos el legado de nuestra Madre, la más sencilla y completa guía de Vida.




Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí;
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos,
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.


Lucas 1, 46-55



Guardabas en el corazón, Hermana Glenda