Mateo 22, 34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?". Él le dijo: “‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser’. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas".
Otras miradas en www.viaamoris.blogspot.com
Jesús en la sinagoga de Nazaret, Van den Eeckhout |
Dios mío,
si Te he adorado por miedo al
Infierno,
quémame en su fuego.
Si es por deseo del Paraíso,
prohíbemelo.
Pero si Te he adorado solo por Ti,
entonces no me prohíbas ver Tu
rostro.
Rabi’a al’Adawiyya
El infierno es el tormento de la
imposibilidad de amar.
Dostoievski
Amar a Dios y amar al prójimo, y hacerlo
de corazón, sin reservas, sin medida…, imposible desde los valores del
mundo: oportunismo, competencia, individualismo... Para empezar a amar desde
nuestra condición frágil y limitada cuando, como San Pablo, hacemos lo que no
queremos y eludimos lo que queremos, la voluntad es esencial.
Querer amar y, sobre todo, querer amar como el Señor quiere; amando Su voluntad. No busquemos sentir, pensar, experimentar...; si llega el sentimiento, bienvenido, pero lo importante es la voluntad, la intención de ser fieles.
Por la voluntad iniciamos el camino hacia la Unión plena, atravesando fases de purificación, fricción, revelación que nos conducen hacia el amor auténtico. Son las conocidas etapas de la mística: purgativa, iluminativa y unitiva, que dejamos para otro post; pero todo comienza, y también crece y se asienta, sobre una disposición interna, nuestra voluntad que debe unificarse con la Voluntad divina. Así lo expresa San Anselmo de Canterbury:
Querer amar y, sobre todo, querer amar como el Señor quiere; amando Su voluntad. No busquemos sentir, pensar, experimentar...; si llega el sentimiento, bienvenido, pero lo importante es la voluntad, la intención de ser fieles.
Por la voluntad iniciamos el camino hacia la Unión plena, atravesando fases de purificación, fricción, revelación que nos conducen hacia el amor auténtico. Son las conocidas etapas de la mística: purgativa, iluminativa y unitiva, que dejamos para otro post; pero todo comienza, y también crece y se asienta, sobre una disposición interna, nuestra voluntad que debe unificarse con la Voluntad divina. Así lo expresa San Anselmo de Canterbury:
Todo
lo que hay en la Escritura depende de estos dos preceptos.
Reinar
en el cielo es estar íntimamente unido a Dios y a todos los santos con una sola
voluntad, y ejercer todos juntos un solo y único poder. Ama a Dios más que a ti
mismo y ya empiezas a poseer lo que tendrás perfectamente en el cielo. Ponte de
acuerdo con Dios y con los hombres -con tal de que estos no se aparten de Dios-
y empiezas ya a reinar con Dios y con todos los santos. Pues en la medida en
que estés ahora de acuerdo con la voluntad de Dios y de los hombres, Dios y
todos los santos se conformarán con la tuya. Por tanto, si quieres ser rey en
el cielo, ama a Dios y a los hombres como debes, y merecerás ser lo que deseas.
Pero no podrás poseer perfectamente este amor si no vacías tu corazón de
cualquier otro amor. Por eso, los que tienen su corazón llenos de amor de Dios
y del prójimo no quieren más que lo que quieren Dios o los hombres, con tal que
no se oponga a la voluntad de Dios. Por eso son fieles a la oración, hablan del
cielo y se acuerdan de él, porque es dulce para ellos desear a Dios, hablar y
oír hablar de él y pensar en quien aman. Por eso también se alegran con el que
está alegre, lloran con el que sufre, se compadecen de los desgraciados y dan
limosna a los pobres, porque aman a los demás hombres como a sí mismos. De esta
manera toda la ley y los profetas penden de estos dos preceptos de la caridad.
¡Gocémonos amado! (Cántico Espiritual),
Amancio Prada canta a San Juan de la Cruz
No hay comentarios:
Publicar un comentario